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Klima-Angst o la ansiedad por el cambio climático

La ansiedad por el cambio climático es un estado casi permanente de ansiedad que empieza a ser más común sobre todo en jóvenes. | Lorena E. Olarte

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Escrito en OPINIÓN el

Viena, Austria. Este año será uno de los más difíciles en cuanto a los temas medio ambientales. Así lo aseguró el reconocido ambientalista George Monbiot en su columna de año nuevo. Muestra de ello es que iniciamos una nueva década con las noticias de los incendios forestales masivos en Australia (y otras partes del mundo), uno de los principales países exportadores de carbón. Las cantidades de CO2 y otros contaminantes ocasionados por este desastre ecológico agudizan el problema, sin mencionar la gran pérdida de biodiversidad. Estudios señalan que se han perdido tantos animales en lo que equivaldría a perder la séptima parte de la población humana. Algunas especies de gran importancia para entender la evolución probablemente ya están extintas.

Las imágenes de ésta y otras catástrofes han llenado las pantallas de usuarios de redes sociales. En más de una ocasión, he escuchado comentarios sobre la ansiedad que generan estas imágenes. Las reacciones se intensifican debido al sentido alarmista con el que se aborda la actual crisis socio-ecológica. Éstas van desde la negación, el agotamiento, la desolación y la incredulidad por reconocer que estamos (o no) a tiempo de hacer algo. La ansiedad por el cambio climático, o Klima-Angst (término alemán que se ha adoptado también en inglés), es un estado casi permanente de ansiedad que empieza a ser más común sobre todo en jóvenes. No constituye un trastorno por sí mismo, sino una variante del trastorno por ansiedad y se caracteriza por un constante estado de pánico provocado por la preocupación de las consecuencias del cambio climático. El desencadenante o "trigger" está relacionado a noticias, imágenes, negociaciones climáticas, pronósticos científicos, desastres naturales e incluso eventos meteorológicos considerados dentro del rango de lo normal. Existen diversas reacciones que van desde la negación, la aceptación, la ira y la puesta en acción. Es quizás por esta razón, que muchos activistas ambientales están padeciéndolo y por lo que tantos jóvenes son los que lideran las protestas.

Como en el resto de Europa, en Austria y Alemania se han desencadenado varios de estos movimientos y cada vez toman fuerza. No es raro que en sus filas los activistas enfrenten estos padecimientos e incluso su participación se origine en alguna de las reacciones. Estos movimientos surgen para protestar por el cambio climático (Fridays for Future, School Strike 4 Climate) y sus causas, como los combustibles fósiles (Ende Gelände), o también por el sentido de urgencia que significa la extinción masiva de la que científicos han advertido (Extinction Rebellion). La expansión de las huelgas escolares de Fridays for Future incluso ha llevado a que cientos de científicos y académicos firmáramos una carta de apoyo declarando que las persistentes preocupaciones de los jóvenes están fundamentadas en evidencia científica y las medidas tomadas hasta ahora contra el cambio climático son inadecuadas (Hagedorn et.al., 2019). En respuesta también, nuevos grupos de apoyo alrededor de estos movimientos sociales de jóvenes se están creando.

Es así como surgió también el año pasado el grupo “Psicólogos por el futuro” (Psychologists for Future) en Alemania y quienes justamente, están pidiendo no sólo reconocer el cambio climático y destrucción del medio ambiente como un tema con repercusiones en la salud mental, sino que buscan que se empiece a atender a las personas que lo padecen. Incluso, ellos empiezan a proporcionar terapia a personas afectadas por ese Klima-Angst y dan recomendaciones en redes sociales. Quizás pronto lleguemos al momento, de aceptar también, que esos detonantes que están deteriorando la salud mental en los jóvenes preocupados por la destrucción ambiental tienen razón de ser.

En México, los defensores ambientales son constante objeto de amenazas y son víctimas de crímenes, la mayoría de las veces impunemente. Aunque hay esfuerzos importantes, no hay (aún) un movimiento desde las escuelas liderado por jóvenes y niños preocupados por el cambio climático que tenga la fuerza de otras luchas que estamos presenciando también en el país, como a la despenalización del aborto y el feminicidio. Es muy probable que esto no suceda de la misma manera que sucedió en Europa, donde en menos de 10 meses, estos movimientos ya tenían gran poder de convocatoria. En nuestro país no hay forma de proveer seguridad a los activistas, mucho menos a aquellos que cuestionan grandes poderes comerciales, corporativos y del crimen organizado. Pero es quizás justamente el surgimiento de esas luchas feministas una gran muestra de que en nuestro país hay un incipiente malestar entre jóvenes y pueden ellos mismos ser los actores del cambio que requiere el país. Necesitamos promover que las autoridades cumplan su papel para garantizar el derecho a un medio ambiente sano no sólo para ésta sino para las futuras generaciones. Espero que muy pronto seamos testigos de jóvenes y niños mexicanos encabezando ese cambio y espero que esos miedos y ansiedad en nuestro contexto también sean atendidos y, sobre todo, entendidos. Las preocupaciones de los niños y jóvenes están justificadas.

Hagedorn, G., et. Al. (2019). Concerns of young protesters are justified. Science (New York, N.Y.), 364(6436), 139–140.