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Indicios de civilización en Baja California Sur

Ciudadanos comunes apropiándose del espacio de la ciudad, haciendo comunidad; esto es civilización, o fugaces indicios de ella. | Flavio Díaz Mirón

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Escrito en OPINIÓN el

Holanda, Países Bajos. Recientemente, tuve la oportunidad de visitar el pueblo de Todos Santos en el municipio de La Paz en Baja California Sur. Al igual que otros turistas, nacionales e internacionales, disfruté del excelente clima y paisaje con el que este pueblo goza, hasta vi en múltiples ocasiones seguidas como emergían a la superficie del Mar de Cortés ballenas que realizaban su recorrido anual de inverno en el mar mexicano. Pero no todo fue goce, me preocupó ver cómo al pueblo de Todos Santos, la iniciativa privada, con permiso del municipio, le privatizan su hermoso trazado urbano. Tantos pueblos como éste se construyeron siglos atrás con estándares que fueron resultado de una gradual evolución en la arquitectura y el urbanismo novohispano; dichos estándares, propios al pensamiento y a la tecnología de la época, contaba con diseños en escalas humanas, con materiales locales y técnicas artesanales que correspondían ambos con la región; tamaños y proporciones que se conformaban lógicamente de acuerdo con el uso e importancia de los edificios. Una casa tenía un tamaño de casa. Una iglesia era el monumento de mayor tamaño del pueblo. Seguido quizás, del palacio del gobierno local. No faltaban nunca la provisión de espacios públicos en forma de la plaza central, o zócalo, un mercado, y edificios privados, pero con carácter público, teatros, restaurantes, almacenes, tiendas, etc.

La calle como lugar donde peatones, carrozas, caballos y demás conviven era respetada delimitando su anchura, embellecida con arbolado y arbustos, y con alumbrado y diseño sereno, clásico o vernáculo. Sin embargo, ahora en el México independiente, Todos Santos y una multiplicidad de pueblos y ciudades han abandonado sus liderazgos y capacidad de conservación y han permitido a los ciudadanos violar la plaza cívica, el ágora, el espacio público y como consecuencia el carácter cívico de una comunidad ha ido de baja en baja hasta la situación actual donde pocos vecinos se conocen, los habitantes desconfían de si mismos, desconfían de sus gobernantes y desconfían de sus policías. ¿Para qué limpiar mi calle si de por sí parece campo de batalla, con interminables baches, polvo infinito, terminados en cemento y sin ningún tipo de decoración arquitectónico o de plantas? Esta es la situación precaria en la actualidad, una situación improvisada, de emergencia y negligencia. Por supuesto que no estoy hablando de las grandes excepciones urbanas del país, como los mejoramientos del centro histórico de la Ciudad de México, o la ciudad de San Miguel de Allende, Guanajuato, o el centro histórico de la Ciudad de Puebla, Puebla. Hablo de la mayoría de [pueblos y ciudades mexicanas] donde la regla es el olvido a la arquitectura y urbanismo tradicional, que tanto le gusta al turista nacional e internacional no sólo por su alegre y característico colorido sino porque está especialmente diseñado para satisfacer nuestros sentidos.

Después de visitar al Pueblo de Todos Santos, habité por unos días en la capital del estado de Baja California Sur, La Paz. Ahí vi la misma tragedia, pero multiplicada al cien. Sin embargo, también aprecié indicios de civilización. De una cultura cívica y respetuosa entre extraños y vecinos. El gobierno de la ciudad decidió remodelar el paseo del malecón y construir dos parques públicos con motivo de las celebraciones decembrinas y me sorprendió de manera muy grata ver que había tanta vida afuera, en las calles aledañas al malecón, en el mismo malecón y en los demás parques públicos de ida y de noche. Ciudadanos comunes apropiándose del espacio de la ciudad, haciendo comunidad, de manera respetuosa y cívica. Esto es civilización, o fugaces indicios de ella.