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El extranjero

El extranjero se vuelve ciudadano y el ciudadano se vuelve extranjero dentro de tus muros históricos

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Escrito en OPINIÓN el

La ciudad es impresionante, sus murallas históricas y, de tanto en tanto, su bullicio combina a la perfección con el surreal encanto. ¡Oh, Barcelona! Entre tus callejones se esconde un sinfín de relatos aún por explorar y descubrir. Eres una ciudad a la que describiría como encantadora y enriquecedora. Tu diversidad histórica me deja pasmada, pasear entre tus calles es una delicia que todo ser humano tendría que probar alguna vez en su vida.

Es cierto, tu atrayente estilo arquitectónico y cultural es una red que atrapa toda mirada externa e interna. Acogiendo de esta forma a todo ser que deseoso se muda dentro de tus confines para ser espectador de tan ilustre cuadro que solo el tiempo ha creado. El extranjero se vuelve ciudadano y el ciudadano se vuelve extranjero dentro de tus muros históricos.

Una ciudad multicultural

Barcelona es una ciudad multicultural donde los contrastes son el pan de cada día, el extranjero llega y se sitúa en el barrio que más le acomode o le guste. Gustos hay de todos: el barrio histórico, el barrio hipster, el barrio familiar, el de los gitanos, el de los millonarios, etc. El extranjero simplemente comienza un proceso de adaptación espacial y social. Los locales no se distinguen por sus bienvenidas cálidas, sino por su particular forma de pasar desapercibidos. En cierta forma, una ciudad tan cosmopolita como Barcelona genera relaciones interculturales que enriquecen en muchos sentidos la propia cultura. Sin embargo, la cultura de origen, la catalana, se descubre por medio de idas y venidas a pequeñas poblaciones de la región.

Centrándome en la noción de extranjero, los forasteros son elemento constante de toda gran urbe; son un elemento externo que se encuentra siempre latente pero por alguna extraña razón muy pocas veces hay esta conversión de extranjero a local. Las diferencias culturales son de las principales razones por la que esta metamorfosis no llega a completarse en la mayoría de los casos. Un gran número de estudiosos ha hecho referencia a esta problemática, situándola en el espacio de lo alterno, de lo diferente. Algunos podrían llamarlo la “otredad”. Sin meterme en asuntos de filosofía, esta expresión hace referencia a lo alterno que sobreviene a una normalidad establecida, en cierto sentido a lo “no normal”.

El extranjero se visualiza como diferente y, en el plano de la conciencia colectiva, se le señala y se le cataloga como un individuo social, política y culturalmente diferente. Cabe precisar que el extranjero se determina como todo aquel individuo que sale del entorno que le da origen como ser humano y ciudadano. Estas diferencias pueden observarse incluso dentro de un mismo país. No todos los ciudadanos de una nación comparten los mismos elementos culturales, sociales y políticos; ello es lo que diferencia un local de un forastero.

Una mexicana en Barcelona

Este razonamiento sobre la condición de extranjero es resultado personal de mi propia experiencia como extranjera en tierra de extranjeros. Como mexicana, he crecido con la noción de multiculturalidad como elemento importante de nuestra cultura mestiza. No obstante, ello no significa que la sociedad mexicana acoja todo elemento multicultural y lo adopte como propio. Los mexicanos somos una sociedad donde lo diferente encanta hasta cierto grado de comodidad. La tolerancia es ciertamente una virtud que nos hace falta ejercitar y llevar a la práctica en muchos sentidos.

Como sociedad, los mexicanos no somos los únicos en rechazar lo diferente. Sin embargo, dada nuestra historia, deberíamos ser capaces de tolerar y aceptar todo tipo de diferencias. Lo que implica aceptar e incorporar como propio a las comunidades marginadas que se encuentran dentro de nuestra sociedad. El tema de la marginalidad es amplio, sin embargo, históricamente ha sido el resultado de la intolerancia social, económica y cultural entre las personas, grupos sociales y comunidades. El extranjero no solamente es aquel que llega de otro país, como mencioné anteriormente, también lo es aquel que no cumple con los valores y normas de comportamiento que se utilizan en la sociedad a la que pretende introducirse.

Actualmente, Latinoamérica y Europa enfrentan un fenómeno creciente, que ha  generado como reacción un proteccionismo cultural y social de las comunidades de origen: la migración. El migrante se ha convertido en una “problemática” para las diferentes naciones del referido subcontinente y continente, al punto de convertirse en tema de discusión de los líderes políticos. La construcción social del migrante ha devenido en la asimilación como una problemática nacional que debe resolverse a través de parámetros internacionales. Diferentes países tienen legislaciones específicas para estas comunidades de extranjeros, siendo esto una manera de diferenciar su condición legal con la de los locales, dentro de sus confines.

Tanto legales como ilegales, los migrantes son parte de un flujo histórico que no debe tratarse como problema, sino como solución. La migración internacional es en gran escala una movilización social que busca la mejora de condiciones de vida y con ello la búsqueda de nuevos espacios donde recrearla. Los migrantes son los arquitectos de las naciones futuras. Ciudades como Barcelona, reflejan el resultado de la coordinación entre culturas. Construyendo lazos de hermandad y tolerancia entre culturas es cómo se reflejará el nacimiento de las comunidades del futuro.

Barcelona es ejemplo de cohesión multicultural

Las fronteras son difusas y los planteamientos de lo diferente se difuminan. Si bien, está latente la cultura originaria, ello no prohíbe la adhesión de nuevas tipologías culturales a la ya establecida.

Como extranjera en tierra de extranjeros, puedo decir que el ser diferente no es un problema, es un plus que enriquece e impulsa a una regeneración personal. Permitiéndome un poco de extravagancia, el ser extranjero reconstruye tu perspectiva personal y genera un cambio en la perspectiva hacia los sujetos que te rodean.  

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