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A (re)conquistar espacios viales

Una de las grandes diferencias, en urbanidad que muestra Panamá, en comparación con México, es la infraestructura peatonal. | Luis Eduardo Osorio Naser

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Escrito en OPINIÓN el

Llegar a un país nuevo y empezar a descubrir poco a poco sus vicios y costumbres, sin importar las veces que como turista o por viajes de trabajo, o incluso por largos layovers de aviones hayas estado en él es una aventura que a nivel personal puedes comparar con la emoción de Cortez y su tropa observando Gran Tenochtitlan entre los dos volcanes.

Primera noche. Todo es nuevo: los olores de la casa, la textura de las sábanas, el clima (inclemente para arriba o para abajo de lo que estamos acostumbrados), la comida, el sabor del agua (¡no es cierto que el agua es insípida!), el colchón, la almohada que no tiene todos tus sueños almacenados y que espera paciente a cumplir su tarea. Todo es nuevo y en esa primera noche no tenemos idea de que tan nuevo es.

A la mañana siguiente empieza la aventura de conquistar esa demarcación que ahora se llenará de nuestro andar, de miedos, de alegrías, de amor, de una constante nostalgia apretada ahí, en el centro del corazón, justo donde nuestro México está y nunca nos va a abandonar.

Una de las grandes diferencias, en urbanidad que muestra Panamá, en comparación con México, es la mínima cultura peatonal existente. Calles de más de 500 metros con no más de tres pasos peatonales, pocos puentes para evitar poner en peligro nuestra vida al tratar de cruzar algunas de las grandes avenidas de esta ciudad, la primera fundada por los españoles en el Océano Pacífico hace 500 años.

¡Ni hablar de la manera en que los vehículos parecen no sólo dueños de la calle, sino de tu tiempo y hasta de tu vida! En ocasiones podemos estar tranquilamente parados intentando cruzar una calle unos tres minutos y nadie cede el paso.

Las aceras (o veredas como les llaman “en panameño”), dejan de existir sin previo aviso en algunas de las zonas residenciales más concurridas de la ciudad, que al mismo tiempo es como de las más clásicas de una época post invasión estadounidense. En colonias más modernas, claro que existen, pero no tiene (o tenían, por ejemplo, rampas para discapacitados –acá aclaro que una de las bellezas del lenguaje en este país es que no le tienen miedo a las palabras como son, o a lo mejor, son menos políticamente correctos que otros– o incluso iluminación adecuada para que tanto peatón como conductor tengan un trayecto poco accidentado).

Pero esto está cambiando rápidamente, en un par de años la importancia del peatón parece crecer, al menos en tema infraestructural; el otro, el del conductor de vehículos es mucho más complejo de lograr porque incluye años de educación. Panamá es una ciudad difícil de caminar, pero que al encontrar esos pasos peatonales, o a esos –cada vez más– educados automovilistas que ceden el paso te permite fácilmente empezar a llenarla de tu andar.