Una sociedad caracterizada, entre otros aspectos, por el bilingüismo tiene particularidades muy interesantes. El caso de Catalunya es un ejemplo que ofrece muchísimas oportunidades de reflexión. En la Crónica II se muestran algunos de estos aspectos. Pero, en el día a día el uso de dos lenguas (el catalán y el castellano) proporciona experiencias tanto agradables como menos agradables. Con base en la experiencia, se podría hacer una muy burda e injusta clasificación de la población como la siguiente: (1) los que hablan y escriben las dos lenguas pero dan preferencia al catalán para comunicarse con el resto de la gente, (2) los que hablan y escriben las dos lenguas pero seleccionan una u otra lengua para comunicarse con una u otra persona, (3) los que hablan y escriben las dos lenguas pero dan preferencia al castellano para comunicarse con el resto de la gente, (4) los que hablan y escriben el castellano y en el caso del catalán lo hablan pero no lo saben escribir, (5) los que entienden el catalán de manera oral pero únicamente se comunican en castellano, (6) los que únicamente hablan y escriben el castellano, (7) los que únicamente hablan y escriben en castellano pero que se ofenden si escuchan o ven expresiones en catalán. Con las variedades sobre el uso de la lengua, en una sociedad bilingüe, se pueden intuir las dificultades que representa y lo problemático que llega a ser el simple hecho de preguntar la hora por la calle porque es casi imposible adivinar la postura del interlocutor sobre la lengua.
A partir de la experiencia, se puede decir que las personas que tienen un buen nivel en la expresión oral y escrita del catalán y del castellano también son competentes en el uso de una tercera lengua como el inglés o el francés. En el caso de los catalano-parlantes que no escriben en esta lengua, se puede decir que en su mayoría son personas de la tercera edad que no tuvieron oportunidad de acceder a estudios de la lengua catalana en la escuela por cuestiones políticas. El resto, es decir, las personas que no se expresan en catalán ni de manera oral ni escrita las razones son tan variadas que van desde cuestiones de la migración hasta la propia decisión de no hacerlo.
Un caso particular es el de las personas que eligen entre una u otra lengua, catalán o castellano, para comunicarse con los demás. De hecho, se trata de un tema de debate local. ¿Cuáles son los criterios que se tienen en cuenta para determinar la lengua con la cual se dirigen a una persona desconocida? Las posibles respuestas a esta pregunta se han abordado en diversos momentos y circunstancias: desde la conversación informal entre amigos o familiares hasta el debate entre grupos políticos dentro de las cámaras de gobierno. Se tienen dos tendencias: quienes opinan que se trata de un acto de discriminación y quienes lo consideran una atención hacia el interlocutor. Según algunos medios de comunicación, se trata de dos paradigmas sobre el uso de la lengua. A nivel personal, he encontrado que los espacios virtuales me han ayudado a predeterminar la lengua en la cual se dirigen hacia mí de una manera muy sencilla: “catalanizando” mi apellido, es decir quitándole el acento. Si me registro en una videoconferencia o deseo recibir un correo electrónico de una organización que se comunica en catalán con el apellido “Garcia”, se dirigen a mí en catalán. Pero, si el registro lo hago como “García” (a pesar de tratarse de una organización que se comunica en catalán), la lengua que utilizarán para interactuar conmigo será el castellano. Por respeto a los organizadores y congruencia con la lengua indicada en las convocatorias o instituciones, hago el registro de mi apellido según corresponda al evento u organización. Hasta el momento, me ha funcionado. He logrado que se dirijan hacia mi persona en la lengua que deseo comunicarme.
Hace pocas semanas me preguntaban si se daba el caso, como ocurre en México con personas que únicamente hablan una lengua indígena, de personas que hablen exclusivamente el catalán. Por mi parte, no me he encontrado con ninguno de estos casos. El monolingüismo pareciera propio de los castellano-parlantes, tanto del Estado Español como de la República Mexicana.
En 2010, el diario El País presentó un artículo titulado “Derecho al monolingüismo” donde se fundamenta, según la legislación española, la existencia de personas que dominan exclusivamente el castellano y se reconocen las limitaciones políticas para el desarrollo del monolingüismo catalán. Más recientemente se publicaba un artículo de opinión en un medio catalán donde se mostraban dos perspectivas: el orgullo del castellano-parlante de su monolingüismo contra el orgullo del catalano-parlante de su bilingüismo. Si se ha de elegir postura, me quedo con la segunda por todo lo que implica: ampliación de conocimientos, beneficios cognitivos, inmersión cultural, oportunidad profesional y un largo etcétera. Y me quedo con la gran duda sobre cómo se puede puede justificar el valorar “saber menos”, con referencia a la exaltación del monolingüismo.
Si se recuerda el carácter anecdótico de estas crónicas catalano-purépechas, se debe tener en cuenta que son una reducida muestra de las experiencias que comporta la vida familiar y universitaria de quien las escribe. Dicho esto, las experiencias de la convivencia de las lenguas catalana y castellana en una sociedad serán tan particulares como la misma persona y sus circunstancias. Para la autora de estas crónicas (una mexicana casada con un catalán, residente en la provincia de Barcelona y colaboradora en centros educativos catalanes) la adopción del catalán como lengua vehicular en la vida familiar y profesional es una decisión personal de profunda reflexión hecha con todo el corazón y plena de orgullo. Porque, si no hablas catalán viviendo en Catalunya, ¿dónde más? (Tal vez en Andorra y si tienes mucha suerte en el sur de Francia, allá por Perpinyà…)
Diosï meyamu (“muchas gracias”, en purépecha) y fins aviat (“hasta pronto”, en catalán).
Breve aclaración: las crónicas catalano-purépechas son una secuencia de relatos de experiencias y reflexiones vividas en primera persona que comparto para tratar de explicar cómo veo México como mexicana residente en Cataluña. El eje de estos escritos son la lengua y cultura tanto catalanas como purépechas, esta última para hacerme presente a mí misma mi tierra: Michoacán, “lugar junto al agua” en purépecha (INAFED, 2018).