Main logo

Piensa como un emperador romano • Donald Robertson

Gobierna tus emociones y encuentra la tranquilidad en el caos.

Por
Escrito en OPINIÓN el

Es imposible controlar lo que está fuera de nosotros, pero siempre podremos gobernar nuestro mundo interior.

Si crees que el mundo actual es una locura, imagina las dificultades de dirigir el imperio más caótico de la historia. Marco Aurelio no solo supo hacerlo con temple y sabiduría, también nos dejó Meditaciones, uno de los textos más valiosos y vigentes para cualquier persona que desee controlar sus emociones frente a las crisis de la vida moderna.

Donald Robertson retoma las principales reflexiones de la obra del emperador romano y las entreteje con

las técnicas psicológicas más actuales para ofrecer una guía que te permitirá fortalecer el carácter, ser resiliente, encontrar la paz mental y desarrollar las virtudes que hicieron de Marco Aurelio uno de los gobernantes más amados y respetados. Conquista la ansiedad, el dolor, la ira, la pérdida y la tristeza: descubre la filosofía estoica, la herramienta más poderosa para enfrentar la adversidad.

Fragmento del libro Piensa como un emperador romano© 2020, Planeta. Cortesía otorgada bajo el permiso de Grupo Planeta México.

Piensa como un emperador romano | Donald Robertson

#AdelantosEditoriales


Fragmento libro Piensa como un emperador romano de Donald Robertson

La historia del estoicismo

Marco Aurelio fue el último estoico famoso del mundo antiguo. Sin embargo, la historia del estoicismo comenzó casi cinco siglos antes de su muerte, con un naufragio. Un joven y acaudalado comerciante fenicio de la isla de Chipre, llamado Zenón de Citio, transportaba su cargamento de tinte púrpura a través del Mediterráneo. Muchos miles de crustáceos fermentados debieron ser meticulosamente disecados a mano para extraer apenas unos pocos gramos de esta valiosa mercancía conocida como púrpura imperial o real, pues se usaba para teñir las túnicas de emperadores y reyes. El barco quedó atrapado en una violenta tormenta. Zenón apenas pudo escapar con vida y fue arrastrado a la costa en el puerto griego de Pireo. Desde la playa, miró con impotencia cómo su preciado cargamento se hundía bajo las olas y se disolvía de vuelta en el océano del que provino.

De acuerdo con una historia, Zenón lo perdió todo en aquel naufragio. Devastado, terminó viviendo como un mendigo luego de llegar a Atenas: era un inmigrante sin un centavo en una ciudad extranjera. Al buscar una guía respecto a la mejor forma de vivir, viajó varios kilómetros hasta el Oráculo de Delfos, donde el dios Apolo le habló a través de su sacerdotisa para anunciarle que debía tomar el color no de crustáceos muertos, sino de hombres muertos. Debió quedar bastante perplejo con el enigmático consejo. Sintiéndose completamente perdido, Zenón volvió a Atenas y colapsó junto a un montón de libros en el puesto de un vendedor. Ahí comenzó a leer lo que, por mero azar, resultó ser una serie de anécdotas sobre Sócrates, escritas por Jenofonte, uno de sus estudiantes más distinguidos. Las palabras que Zenón leyó lo golpearon como un rayo y transformaron por completo su vida.

Tradicionalmente, los aristócratas griegos creían que la virtud se asociaba con un nacimiento noble. Sócrates, por otra parte, argumentaba que las virtudes clásicas como la justicia, la fortaleza y la templanza solo eran formas de sabiduría moral, la cual todos tenían el potencial de aprender. Sócrates le enseñó a Jenofonte que las personas deben educarse a sí misma para adquirir sabiduría y virtud a través de la autodisciplina. Luego de la ejecución de Sócrates, Jenofonte escribió diligentemente muchas memorias de las conversaciones de su maestro sobre filosofía. Quizá fue en este momento que Zenón de pronto entendió a qué se refería el Oráculo: debía «tomar el color de hombres muertos» absorbiendo minuciosamente las enseñanzas de hombres sabios de generaciones previas, enseñanzas como las doctrinas filosóficas, mismas que leía en ese momento en Memorables, de Jenofonte, sobre Sócrates.

Zenón dejó caer el libro, se puso de pie de un salto y le preguntó con emoción al vendedor:

—¿Dónde puedo encontrar a un hombre como este hoy? Resulta que el famoso filósofo cínico de nombre Crates de Tebas pasaba por ahí en ese mismo momento, y el vendedor lo señaló, diciendo:

—Siga a ese hombre.

Con certeza, Zenón se convirtió en seguidor de Crates, educándose en la filosofía cínica fundada por Diógenes de Sinope. Por lo tanto, el estoicismo evolucionó a partir del cinismo, y las dos tradiciones mantuvieron una asociación muy cercana hasta los tiempos de Marco Aurelio.

Cuando se habla de «cinismo» hoy en día, nos referimos a algo con una actitud de negatividad y desconfianza, pero ese significado apenas se relaciona con el de la filosofía del cinismo. Esta antigua filosofía se enfocaba en el cultivo de la virtud y la fuerza del carácter mediante un entrenamiento riguroso que consistía en soportar diversas formas de «dificultad voluntaria». Era una forma de vida austera y con autodisciplina. Tiempo después, los seguidores de Zenón dirían que se trataba de un atajo hacia la virtud. No obstante, él no estaba del todo satisfecho con la filosofía cínica y, al parecer, creía que estas doctrinas carecían de rigor intelectual. Por ello decidió estudiar en las escuelas de filosofía académica y megárica, fundadas por Platón y Euclides de Megara, respectivamente, dos de los estudiantes más famosos de Sócrates. Todas estas escuelas se enfocaban en diferentes aspectos de la filosofía: los cínicos, en la virtud y la autodisciplina; la escuela megárica, en la lógica; y los académicos, en teorías metafísicas sobre la naturaleza subyacente de la realidad.

Al parecer, Zenón había intentado sintetizar los mejores aspectos de las diferentes tradiciones filosóficas atenienses. Las escuelas cínicas y académicas, sin embargo, a menudo eran vistas como supuestos fundamentalmente diferentes respecto a lo que significa ser un filósofo. Los cínicos despreciaban la naturaleza pretenciosa y libresca de la academia de Platón. Los académicos, por su parte, pensaban que las doctrinas de los cínicos eran burdas y demasiado extremas; se dice que Platón se refería a Diógenes como «Sócrates enloquecido». Zenón debió ver su propia posición como un compromiso. Sus seguidores creían que estudiar la teoría filosófica, o temas como lógica y cosmología, podía ser bueno siempre que nos hiciera más virtuosos y mejorara nuestro carácter. Sin embargo, también puede ser algo malo si se vuelve tan pedante o tan «académico» que nos distraiga de la búsqueda de la virtud. Marco aprendió la misma actitud de sus maestros estoicos. En repetidas ocasiones se advirtió a sí mismo no distraerse leyendo demasiados libros —con lo que desperdiciaría tiempo divagando con problemas lógicos o metafísicos—, sino permanecer enfocado en la meta práctica de vivir con sabiduría.

Luego de estudiar filosofía en Atenas durante dos décadas, Zenón fundó su propia escuela en un edificio público frente al ágora, conocido como stoa poikile o «pórtico pintado», donde solía andar vigorosamente de un lado a otro mientras daba discursos sobre filosofía. Los estudiantes que se reunían ahí eran conocidos en un principio como zenonianos, pero más tarde se llamaron a sí mismos estoicos, debido a la stoa, o pórtico. Es posible que el nombre «estoico» también sea una sugerencia a la naturaleza práctica y realista de la filosofía. Surgió en las calles de Atenas, a vista del público, cerca del mercado donde Sócrates alguna vez pasó su tiempo discutiendo la sabiduría y la virtud. El cambio de nombre de zenonianos a estoicos es significativo porque, a diferencia de otras sectas filosóficas, los fundadores del estoicismo no se asumían como perfectamente sabios. La actitud de Zenón hacia sus estudiantes se parecía a la que más tarde describiría Séneca, quien no suponía ser un experto como médico, sino que, más bien, veía su papel como el de un paciente describiendo el progreso de su tratamiento a otros pacientes en las camas de hospital contiguas. Esto tenía un marcado contraste con la escuela rival: el epicureísmo, por ejemplo, que fue nombrada en honor a su fundador. Epicuro sí se asumía como perfectamente sabio, y sus estudiantes debían memorizar sus dichos, celebrar su cumpleaños y reverenciar su imagen.

Zenón decía a sus estudiantes que había llegado a valorar la sabiduría más que la riqueza o la reputación. Solía decir: «Mi viaje más lucrativo comenzó el día en que naufragué y perdí toda mi fortuna». Aún hoy, es usual que un cliente en terapia llegue a la paradójica revelación de que perder su empleo resulte ser lo mejor que le pudo haber pasado. Zenón aprendió a acoger la enseñanza cínica de que la riqueza y otras cosas externas son por completo indiferentes y que la virtud es la verdadera meta de la vida. En palabras simples, lo que los cínicos querían decir es que nuestro carácter es lo único que importa al final y que la sabiduría consiste en aprender a ver todo lo demás en la vida como carente de valor en comparación. Creían que dominar esta actitud requería una preparación moral y psicológica —que duraba toda la vida— sobre soportar de manera voluntaria las dificultades y renunciar a ciertos deseos.

Sin embargo, en contraste con los cínicos, otros filósofos argumentaron que los «bienes externos» —como la salud, la riqueza y la reputación— también eran un requerimiento para tener una buena vida, además de la virtud. El problema es que dichos bienes externos están, en parte, en manos del Destino, lo cual hace parecer a una buena vida como inalcanzable para muchos individuos. Sócrates, por ejemplo, era notoriamente feo para los estándares atenienses, vivía en relativa pobreza y murió perseguido por enemigos poderosos. ¿Habría sido mejor su vida de haber sido guapo, rico y adorado por todos? ¿Acaso su grandeza no consistía, precisamente, en la sabiduría y fortaleza de carácter con la que manejaba los obstáculos en su vida? Como veremos, la innovación de Zenón fue argumentar que las ventajas externas tienen algo de valor, pero este es de un tipo totalmente diferente al de la virtud. No siempre son del todo indiferentes. Para los estoicos, la virtud sigue siendo el único bien verdadero —en ese sentido, los cínicos tenían razón—, pero también es natural preferir la salud a la enfermedad, la riqueza a la pobreza, los amigos a los enemigos, etcétera, dentro de límites razonables. Las ventajas externas como la riqueza pueden crear más oportunidades, pero por sí mismas no tienen el valor que puede definir una buena vida.

Zenón estaba profundamente inspirado por su educación temprana en el cinismo. No obstante, también quería moderar y ampliar sus enseñanzas al combinarlas con elementos de otras escuelas de la filosofía ateniense. Un amplio rango de estudios lo había convencido de que las disciplinas intelectuales como la lógica o la metafísica tenían el potencial de contribuir con el desarrollo de nuestro carácter moral. Zenón, por lo tanto, estableció un plan curricular para el estoicismo dividido en tres temas generales: Ética, Lógica y Física (la cual incluía la metafísica y la teología). La escuela estoica que fundó tuvo una serie de líderes, o «escolarcas», y un conjunto de doctrinas centrales características, pero los estudiantes también eran alentados a pensar por sí mismos. Luego de la muerte de Zenón, Cleantes, uno de sus estudiantes, quien había sido boxeador y regaba los jardines por la noche para ganarse la vida, se convirtió en líder de la escuela estoica; le siguió Crisipo, uno de los intelectuales más aclamados del mundo antiguo. Ellos tres desarrollaron las doctrinas originales de la escuela estoica.

Las enseñanzas de Zenón y Cleantes eran simples, prácticas y concisas. Fiel a sus raíces cínicas, Zenón se enfocó en el mejoramiento del carácter de sus jóvenes estudiantes, a la vez que evitaba debates académicos interminables. Cuando alguien se quejaba de que sus argumentos filosóficos eran demasiado abruptos, Zenón concordaba y respondía que, de poder hacerlo, también abreviaría las sílabas. Sin embargo, Crisipo era un escritor prolífico y desarrolló muchos argumentos; se dice que escribió más de 700 libros. Para ese entonces, se volvió necesario defender el estoicismo contra críticas filosóficas por parte de otras escuelas, en especial de la incipiente academia de escépticos, y ello requería la formulación de argumentos cada vez más sofisticados. Por otro lado, Cleantes, el maestro de Crisipo, no era un gran intelectual. Según la leyenda, Crisipo a menudo decía que sería mejor si Cleantes fuera al grano y le enseñara las conclusiones de la escuela estoica para que él mismo pudiera pensar en mejores argumentos para respaldarlas. Hoy, muchos estudiantes del estoicismo adoptan una actitud similar: se sienten atraídos por la cosmovisión estoica, pero prefieren «actualizarla» mediante el uso de un rango más amplio de argumentos de la ciencia y la filosofía modernas. El estoicismo nunca tuvo la intención de ser doctrinario. Crisipo no estaba de acuerdo con Zenón y Cleantes en muchos aspectos, lo que permitió que el estoicismo continuara evolucionando.

La escuela estoica original sobrevivió durante un par de siglos antes de fragmentarse, al parecer, en tres ramas diferentes, de acuerdo con un autor. No se sabe por qué. Por fortuna, en ese entonces los romanos de la República habían comenzado a asimilar la filosofía griega y sentían una afinidad particular por el estoicismo. El célebre general romano Escipión Africano el Joven, quien destruyera Cartago, se convirtió en estudiante de Panecio de Rodas, último escolarca de la escuela estoica de Atenas. En el siglo II d.?C. Escipión reunió a su alrededor a un grupo de intelectuales en Roma conocidos como el círculo escipiónico, el cual incluía a su amigo Lelio el Sabio, otro influyente estoico romano.

El famoso estatista y orador romano, Cicerón, quien viviera algunas generaciones después, es una de las fuentes más importantes para el entendimiento del estoicismo. Aunque era seguidor de la Academia de Platón, Cicerón sabía bastante sobre la filosofía estoica y escribió sobre el tema de forma extensa. Por otra parte, su amigo y rival político, Catón de Utica, era un «estoico completo», como Cicerón solía decir; fue un ejemplo viviente del estoicismo, pero no dejó ningún escrito sobre filosofía. Luego de su muerte en combate contra el tirano Julio César durante la gran guerra civil romana, Catón se convirtió en un héroe y una inspiración para generaciones futuras de estoicos.

Tras el asesinato de César, su sobrino nieto, Octaviano, se convirtió en Augusto, el fundador del Imperio romano. Augusto tuvo un famoso tutor estoico llamado Ario Dídimo, quien, quizá, sentó un precedente para los siguientes emperadores romanos, entre los que destaca Marco, para asociarse con la filosofía. Algunas generaciones después de Augusto, el filósofo estoico Séneca fue nombrado tutor de retórica del joven emperador Nerón; después se convertiría en el escritor de sus discursos y asesor político, una posición claramente difícil para los valores morales estoicos de Séneca, pues Nerón degeneró hasta convertirse en un déspota cruel. Para entonces, una facción política llamada oposición estoica, liderada por un senador de nombre Trasea, intentaba hacer frente a Nerón y a aquellos emperadores subsecuentes a quienes consideraron tiranos. Más tarde, Marco mencionaría su admiración por Catón, Trasea y compañía, lo que resulta interesante pues estos estoicos habían sido famosos opositores, o al menos críticos, del dominio imperial.

En contraste, el emperador Nerón era menos tolerante a la disidencia política de los filósofos y ejecutó tanto a Trasea como a Séneca. Sin embargo, el secretario de Nerón tenía un esclavo llamado Epicteto, quien, quizá, se convirtió en el maestro de filosofía más famoso de la historia romana luego de obtener su libertad. Epicteto no escribió nada por sí mismo, pero sus discusiones con sus estudiantes fueron registradas por uno de ellos, Arriano, en diversos libros de Discursos y un pequeño Manual, que resumía el aspecto práctico de sus enseñanzas. Es probable que Epicteto haya influido en los estoicos a quienes Marco conocía en persona, algunos de ellos incluso asistieron a sus disertaciones. Se dice que Marco recibió copias de algunas notas de estas disertaciones por parte de su tutor estoico, Junio Rústico, por lo que no es una sorpresa descubrir que Epicteto sea el autor más citado en Meditaciones. Es probable que se viera a sí mismo principalmente como un adepto de la versión del estoicismo de Epicteto, a pesar de que nunca llegaron a conocerse en persona.

Casi cinco siglos después de que Zenón, el comerciante de tinte, fundara la escuela estoica, Marco Aurelio aún hablaba sobre teñir las cosas color púrpura. Se advertía a sí mismo evitar teñir su carácter con el púrpura real y convertirse en un césar en vez de aspirar a permanecer fiel a sus principios filosóficos. Se recordaba (dos veces) que sus túnicas imperiales púrpura solo eran lana de oveja teñida con mucosidad de crustáceos fermentados. Se repetía que debía teñir su mente con la sabiduría de los preceptos filosóficos transmitidos a él por sus maestros estoicos. Marco Aurelio, ciertamente, se veía a sí mismo primero como un estoico y después como un emperador.

Los estoicos eran escritores prolíficos, pero es probable que menos del 1?% de sus escritos haya sobrevivido hasta nuestros días. Los textos más influyentes que existen hoy provienen de tres famosos estoicos romanos de la era imperial: los diversos ensayos y cartas de Séneca; Discursos y Manual de Epicteto; y Meditaciones de Marco Aurelio.?También hay algunos escritos romanos previos sobre estoicismo escritos por Cicerón y algunos fragmentos, suficientes como para hacer un libro, de estoicos griegos tempranos, así como otros textos menores. Son penosamente insuficientes, pero ofrecen una imagen consistente de las doctrinas centrales de la filosofía.