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El imperio de los otros datos • Luis Estrada

Tres años de falsedades y engaños desde Palacio.

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Escrito en OPINIÓN el

Falsedades, inexactitudes y mentiras dichas por el presidente de la República…

Las conferencias matutinas de Andrés Manuel López Obrador se convirtieron en el imperio de los “los otros datos”. El mandatario prometió que las mañaneras serían una herramienta de transparencia, pero desde el día uno de su gobierno, devinieron en instrumentos de propaganda y desinformación. Luis Estrada, director del centro de análisis Spin, ha llevado la cuenta -día a día y palabra a palabra- de las imposturas del presidente en la primera mitad de su gestión, de los enemigos que ha fabricado y de las guerras que ha alimentado con sus palabras. En este libro enumera y analiza, así, las obsesiones de López Obrador, sus terrores, sus fantasmas, la ligereza con la que habla, el frío de sus acusaciones y los engaños que ha elegido difundir.

Fragmento del libro “El imperio de los otros datos” de Luis Estrada. Editado por Grijalbo. Cortesía de publicación Penguin Random House.

El imperio de los otros datos | Luis Estrada

#AdelantosEditoriales


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La comunicación política de los líderes populistas

 

Una de las promesas de la tercera campaña de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) como candidato presidencial fue que informaría, todos los días, al pueblo de México. Así, actualmente se encuentra repitiendo el ejercicio diario que tanta visibilidad le generó como jefe de Gobierno del Distrito Federal de 2000 a 2005, cuando desde el Palacio de Gobierno citaba a las reporteras y los reporteros de la fuente por las mañanas para platicar de política criticando al gobierno del presidente Vicente Fox. Lejos de revisar los avances de su gobierno, las conferencias de prensa del entonces jefe de Gobierno López Obrador cumplían un objetivo: establecer los términos del debate desde la capital del país frente al puesto al que aspiraba: la presidencia de la República.

Para algunos, el éxito de las conferencias de prensa desde la Jefatura de Gobierno se puede atribuir a dos factores principales. Por una parte, el ciclo mediático de los medios tradicionales, en el que los periódicos impresos marcaban los tiempos de duración de las noticias y establecían la agenda diaria, desde temprano, a los medios electrónicos, incluyendo radio y televisión (actualmente, gracias a internet y las redes sociales el ciclo noticioso es permanente). Por otra parte, el contraste con el modelo de comunicación del presidente Fox, quien utilizó a un vocero que atajaba, diariamente, los comentarios del jefe de Gobierno y colocó al gobierno federal como seguidor del gobierno del entonces Distrito Federal, al menos entre los medios de comunicación.

La aparición diaria de Andrés Manuel López Obrador como jefe de Gobierno frente a los medios de comunicación fue una herramienta de campaña rumbo a las elecciones presidenciales. El reconocimiento de su nombre entre los actores políticos únicamente se equiparaba con el del presidente Fox. Más aún, los temas de los que conversaba con los representantes de los medios de comunicación permitían generar el conflicto que se requería para que lo que se dijera en las mañanas fuera noticia durante todo el día, dando de qué hablar entre los actores políticos, quienes reaccionaban a las preguntas de las reporteras y los reporteros que buscaban posicionamientos ante lo que mencionara López Obrador.

A pesar de la visibilidad obtenida durante las conferencias de prensa desde la tribuna del Distrito Federal, AMLO no tuvo el mismo impacto desde sus candidaturas, durante las campañas y entre elecciones. Los mensajes del candidato López Obrador se mostraron repetitivos, y quizá por ello poco noticiosos. Ante su ausencia en los medios de comunicación, denunció censura y veto de los mismos, a pesar de aparecer en diversas plataformas y frente a diversos espacios noticiosos. Lo que no controlaba, desafortunadamente, era el sustento de sus afirmaciones, incluyendo el supuesto fraude en la elección presidencial de 2006, por lo que recurrió a acciones de movilización para atraer la atención de la opinión pública, argumentando que “la mafia le robó la presidencia” y proclamándose “presidente legítimo de México”. Incluso la falta de sustento del contenido de los libros con diversos temas publicados por López Obrador reforzó la percepción de que lo que afirmaba no era creíble, lo que impedía a los medios serios, con audiencia y con anunciantes, publicar los dichos del candidato.

Desde la presidencia, Andrés Manuel López Obrador ha llevado a cabo, de lunes a viernes a las siete de la mañana, más de 740 conferencias de prensa, convocando a los medios de comunicación al Palacio Nacional. En su calidad de jefe de Estado y jefe de gobierno, comunica sus mensajes desde un atril con el escudo nacional al frente, junto a la bandera nacional, utilizando recursos públicos. No obstante, sus conferencias de prensa diarias son un ejercicio de comunicación política poco usual. Ningún gobernante, ya sea jefe de Estado o jefe de gobierno, nacional o estatal, atiende preguntas y respuestas de los medios de comunicación cada día. Si bien puede existir contacto cotidiano de las reporteras, los reporteros y corresponsales con los gobernantes, no existe en sus agendas un espacio predeterminado que se dedique a contestar preguntas de los medios de comunicación de forma personal. En el mejor de los casos, los medios de comunicación suelen tener una sesión breve con los voceros, que sirve principalmente para aclarar algunos puntos sobre temas de coyuntura, no necesariamente para dar noticias demasiado relevantes.

Más aún, ningún gobernante ha llevado a cabo conferencias de prensa diarias. La exigencia de responder, en vivo y en directo, las preguntas de las y los representantes de los medios de comunicación requiere tiempo e información detallada, pero de eso no disponen, ni en abundancia ni de improviso, los políticos. Sin embargo, ciertos gobernantes priorizan el contacto con la ciudadanía a través de diversas herramientas de comunicación, de las cuales la conferencia de prensa es la menos recomendada si es que no se tiene un motivo específico para su realización.

Las conferencias de prensa son utilizadas para emitir mensajes especiales que necesiten la atención simultánea de los medios de comunicación y de la ciudadanía en general. Convocar frecuentemente a conferencias de prensa demerita el impacto noticioso que podría tener cada anuncio. Llevarlas a cabo diario va en contra de los objetivos de las conferencias de prensa que incluye, entre otros, emitir mensajes extraordinarios, manejar crisis o establecer la agenda sobre cierto tema en particular.

Debido a los riesgos por sobreexposición de los gobernantes a los posibles y variados cuestionamientos por parte de los medios de comunicación, las conferencias de prensa son eventos aislados. En algunos casos, las y los gobernantes han preferido eliminarlas por completo de su repertorio de las herramientas a su disposición, dejando el contacto con los medios de comunicación a los voceros o, mejor aún, utilizando las redes sociales, que permiten el contacto indirecto con la ciudadanía. Por ejemplo, Donald Trump, expresidente de Estados Unidos, evitó las conferencias de prensa, siendo el mandatario que convocó al menor número en comparación con sus predecesores. Si no hay nada favorable y de impacto noticioso que comunicar, entonces los líderes políticos se redirigen a otras instancias para mantener su contacto, como Twitter en el caso de Trump.

La comunicación constante de los líderes con la ciudadanía o el pueblo, como se quiera definir, es variada, pero no inclu­ye­ a las conferencias de prensa. A pesar de la ausencia de antecedentes de las conferencias de prensa diarias por parte de un mandatario, la utilización de una herramienta de comunicación favorita no es nueva. Sin embargo, la comunicación de ciertos mandatarios con tendencia populista destaca por intensificar su cercanía con el pueblo mediante las herramientas de comu­nicación que les permitan, de acuerdo con sus propias ventajas al comunicar, la posibilidad de transmitir sus mensajes destacando acciones de gobierno, criticando a los contrincantes políticos y, en especial, desacreditando a los medios de comunicación con audiencia y anunciantes, es decir, aquellos que, actuando como vigilantes del gobierno, resulten incómodos al contradecir la narrativa oficial.

Un ejemplo recurrente sobre la comunicación de los mandatarios en medios de comunicación masiva comenzó con la radio. Posterior a los eventos de la crisis de la Gran Depresión económica de la primera mitad de la década de 1930, el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt dirigió mensajes nocturnos a la ciudadanía a través de la radio, conocidos como “con­versaciones junto a la chimenea” (?fireside chats), en los que, con sencillez y familiaridad, exponía las acciones de su gobierno y contrarrestaba las críticas de los medios de comunicación adversos ideológicamente. En su momento, la estrategia de comunicación del presidente Roosevelt fue considerada acertada y revolucionaria.

Posteriormente, la televisión aportó el poder de la imagen y la inmediatez de los eventos en vivo, lo cual revolucionó, entre otras cosas, la comunicación de los líderes políticos. Así, las conferencias de prensa se proyectaron como una herramienta poderosa al presentar a los políticos frente a la ciudadanía, a través de las preguntas de las y los representantes de los medios de comunicación. En más de un siglo las conferencias de prensa de los presidentes han modificado su formato, mostrando sus diversas ventajas y desventajas, al mismo tiempo que se han ajustado a los cambios tecnológicos en los diversos medios de comunicación. Fue hasta la mitad del siglo XX que las conferencias de prensa presentaron las características que observamos hoy: durante el mandato del presidente Dwight Eisenhower, de 1952 a 1960, comenzaron a registrarse públicamente este tipo de eventos ante los medios de comunicación —hasta ese momento las conferencias de prensa eran reuniones de algunos reporteros con el presidente y el intercambio era off-the-record—, y fue durante el mandato del presidente John F. Kennedy (1960-1963) que comenzaron a transmitirse por radio y televisión en vivo.

El uso de Twitter como la herramienta preferida del presidente Donald Trump ha quedado como ejemplo de cómo un mandatario puede interactuar con la ciudadanía y, al mismo tiempo, dar de qué hablar en los medios de comunicación. Desde su cuenta personal de Twitter, dejando de lado la cuenta oficial del presidente de Estados Unidos (para no estar sujeto a las leyes de transparencia de información), Donald Trump atacó a diversos adversarios, opinó sobre el impacto de sus decretos, anunció sus intervenciones en los medios de comunicación e interactuó con periodistas, alabándolos si estaban del lado de su causa, o insultándolos si no estaban explícitamente de su lado. Mediante el uso de Twitter, Donald Trump mostró el efecto de uno de los sesgos más recurridos en la era de las redes sociales: el efecto de los medios de comunicación hostiles, por el que las personas perciben la cobertura mediática sesgada en su contra si no es explícitamente favorable, percepción que se agrava conforme se fortalezca el partidismo de los individuos. La polarización y la desconfianza en los medios de comunicación por parte de ciertos grupos en la ciudadanía es consecuencia de la reiteración de opiniones basadas en el efecto de los medios de comunicación hostiles.

En Estados Unidos la pugna entre los reporteros y Donald Trump alcanzó tal tensión que dejó de lado las conferencias de prensa y calificó a los medios de comunicación tradicionales, que monitoreaban a detalle su desempeño, como promotores de noticias falsas. Posteriormente, rumbo al final de su administración y luego de su derrota en las urnas, siendo el tercero en los últimos 40 años en fracasar al pretender conseguir la reelección, argumentó un fraude que no demostró y llamó a la defensa del voto incluso con violencia, por lo que diversos medios de comunicación electrónicos, incluyendo radio y televisión, así como las redes sociales, dejaron de transmitir sus mensajes en vivo. La discusión posterior sobre si Trump fue censurado por los medios de comunicación abrió un debate sobre el impacto de la voz de los mandatarios y la evidencia que respalden sus afirmaciones.

Diversos líderes políticos han utilizado las conferencias de prensa para emitir mensajes especiales en los que buscan informar, simultáneamente y de viva voz, sobre diversos temas, aclarar aspectos relacionados con situaciones críticas e informar acciones de gobierno que resultarán trascendentales sobre el rumbo de sus países. El impacto y alcance de las conferencias de prensa las convierten en la más poderosa entre las diversas herramientas de comunicación, incluyendo boletines de prensa, entrevistas exclusivas o incluso las redes sociales, entre otras. La singularidad de las conferencias de prensa implica un manejo aislado y esporádico, sólo para emitir mensajes extraordinarios.

Más aún, el ritual de las conferencias de prensa también representa un duelo entre reporteras, reporteros y autoridades: al buscar controlar la información, las partes pueden ser agresivas, aunque saben que el rompimiento no conviene a ninguno; ambas necesitan que la información se difunda. El enfrentamiento derivado del deseo de controlar la información ha llevado a calificar a los representantes de la prensa como “perros vigilantes” (watch-dog press), y a algunos políticos a mostrarse frágiles en público. Las conferencias de prensa relacionadas con el escándalo Watergate y la renuncia del presidente Richard Nixon son un caso paradigmático de la tensión entre la prensa y las autoridades.

En otros países, diversos mandatarios han utilizado las redes sociales para estar en contacto permanente con la ciudadanía. El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, utiliza las redes sociales como su principal herramienta de comunicación. Después de sufrir un atentado durante un mitin de campaña, Bolsonaro transmitió videos en Facebook Live para mantener al tanto de su estado de salud a sus seguidores y aprovechó para no asistir a los debates con los demás candidatos: desde ese momento, Facebook Live se convirtió en su principal herramienta de comunicación. Bolsonaro se posicionó en primer lugar del ranking de Líderes Mundiales en Facebook 2018 de la agencia bcw, pues su página registró un promedio de 100?000 interacciones por publicación del 1.º de marzo de 2018 al 28 de febrero de 2019. En comparación, Donald Trump registró alrededor de 53?000 interacciones por publicación, a pesar de contar con el doble de seguidores que Bolsonaro. Desde marzo de 2019 el presidente Bolsonaro transmite un video semanal por Facebook Live. No obstante, luego de la cancelación de las cuentas de Twitter y Facebook de Donald Trump, Bolsonaro también denunció censura por parte de las redes sociales hacia sus mensajes en Twitter y Facebook, por lo que incluso llamó a sus seguidores a mudarse de WhatsApp (perteneciente a Facebook) hacia la aplicación Telegram.

El dinamismo del ciclo noticioso ha propiciado que algunos gobernantes diseñen estrategias de comunicación como si estuvieran permanentemente en campaña. El extremo de la “presidencia plebiscitaria” consiste en que los presidentes hagan uso intensivo de ciertas herramientas de comunicación para persuadir a la mayoría de los ciudadanos y consolidar proyectos políticos que les permitan reconfigurar las relaciones de poder existentes: así eliminan, en la medida de lo posible, las restricciones que les presentan las instituciones establecidas previo a su arribo al poder. Más aún, la comunicación política populista cuenta con tres características: utiliza frecuentemente o reinventa símbolos que permiten construir una identidad colectiva; dirige a través de la comunicación, antagonizando a las élites con el pueblo, utilizando un lenguaje sencillo y coloquial, y genera controversias a través de eventos mediáticos estratégicamente diseñados para reforzar la narrativa, siempre protagonizada por enemigos, reales o ficticios. Tan sólo en Latinoamérica, Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, México, Perú y Venezuela han experimentado el populismo mediático en algún momento del siglo XX.

Los antecedentes de la comunicación política populista de los mandatarios latinoamericanos con la ciudadanía se remontan a Getúlio Vargas en Brasil y Juan Domingo y Eva Perón en Argentina. En tiempos recientes quizá las dos mejores referencias son Hugo Chávez, expresidente de Venezuela, y Rafael Correa, expresidente de Ecuador. En todos los casos los mandatarios buscaron una aproximación directa con el pueblo, al que le comunicaban sus ideas y planes y le exponían sus campañas permanentes.

El contacto directo con la ciudadanía en el siglo XX fue potenciado por el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, desde 1999. La estrategia de comunicación de Chávez constó de dos componentes: transmisiones en cadena nacional y la emisión del programa de radio y televisión Aló Presidente. En conjunto, la estrategia le permitió conectar con la ciudadanía venezolana, escuchar directamente sus necesidades y propiciar la polémica a través de ataques a la oposición y de referencias históricas constantes —en concreto a Simón Bolívar—. Desde el 23 de mayo de 1999, en 379 emisiones durante casi 13 años, el presidente Chávez transmitió semanalmente Aló Presidente, lo que le permitió consolidarse en la opinión pública al proyectarse como cercano al pueblo, haciendo frente a las élites.

A veces hasta por ocho horas continuas, una vez a la semana, a través de la televisión, en ocasiones desde distintos países, incluyendo Argentina, Bolivia, Brasil, Cuba, Guatemala y República Dominicana, e invitando a distintos integrantes de su gabinete y personalidades del mundo del espectáculo o los deportes, como el actor Danny Glover o el futbolista Diego Armando Maradona, Hugo Chávez usó su programa de televisión para gestionar su gobierno en vivo: girar instrucciones, explicar públicamente sus políticas y acciones y escuchar “las necesidades” de la ciudadanía. La transmisión del programa debió suspenderse definitivamente debido a la enfermedad del presidente Hugo Chávez. A la fecha pueden consultarse en las redes las transmisiones de todos los programas de Hugo Chávez, que fueron emitidos por el sistema nacional de televisión pública de Venezuela. Igual que Bolsonaro, en su momento Chávez utilizó una herramienta de comunicación que simultáneamente conectaba con los venezolanos y le evitaba interactuar con los agraviados o con los medios de comunicación. Diversos análisis confirman que más que un mecanismo de rendición de cuentas, Aló Presidente fue un instrumento de propaganda del gobierno del presidente Chávez.

Siguiendo el ejemplo de Hugo Chávez en Venezuela, en Ecuador el origen apartidista de Rafael Correa lo obligó a establecer una conexión directa con los ecuatorianos a través de una narrativa que señalaba como enemigos a las élites económicas y gobernantes, así como a los medios de comunicación tradicionales. Electo sin respaldo de ningún partido político en el Congreso, el presidente Correa utilizó un programa de radio sabatino y las cadenas nacionales de televisión para comunicarse con el pueblo y oponerse a los partidos políticos tradicionales, a los que acusó de corrupción sin tener que aportar pruebas frente a las reporteras y los reporteros. Asimismo, Correa intensificó la interacción en Twitter, red social que utilizó para girar instrucciones a su gabinete y responder a los críticos de su gobierno. Más aún, Correa intensificó la ofensiva contra las críticas en redes sociales e intentó censurar a quienes manifestaban no estar de acuerdo con su gobierno en redes sociales, retándolos a identificarse y justificar sus afirmaciones en su programa de televisión. Un ejercicio similar fue llevado a cabo por Cristina Fernández de Kirchner en Argentina, a través de una ley que prohibió expresar ideas contrarias a la narrativa oficial y que, en los hechos, resultó en censura. Ambos casos fueron presentados ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. El respaldo mayoritario generado en la opinión pública le permitió al presidente Correa presionar a los demás actores políticos para lograr cambios constitucionales que lo llevarían a obtener una mayoría en el Congreso e instaurar una nueva constitución. Más que una “presidencia plebiscitaria”, el presidente Correa representó una “presidencia plebiscitaria extrema”.

En el caso de México la comunicación de los mandatarios y los secretarios de Estado es particular, debido a la relación de los medios de comunicación con las autoridades. La dependencia de la prensa en los años de hegemonía del Partido Revolucionario Institucional (PRI) generó una dinámica en la que las y los periodistas estaban sujetos a tratar amablemente en las entrevistas a los políticos, por lo que éstos no necesitaban prepararse para responder preguntas difíciles. Más aún, los voceros no eran necesarios: si los periodistas entrevistaban directamente a los políticos y no había riesgo de cometer errores, la ocupación de los voceros resultaba obsoleta. A la fecha, los políticos creen que su inmunidad persiste, y que los periodistas no se han convertido en verdaderos vigilantes de sus acciones, especialmente en el entorno del ciclo permanente de noticias y la evidencia que permiten las redes sociales.

Así, los presidentes en México, y los integrantes de su gabinete, dan entrevistas exclusivas a medios de comunicación, publican artículos o incluso atienden conferencias de prensa en giras internacionales, pero aisladamente convocan a conferencias de prensa en México. De acuerdo con cifras oficiales, los más recientes presidentes han convocado a 58 conferencias de prensa en total, siendo el presidente Enrique Peña Nieto quien menos conferencias de prensa convocó: tres.

El periodista estadounidense Tim Russert, quien condujo 17 años el programa de análisis político dominical Meet the Press, transmitido por la nbc, afirmó: “Los presidentes que no pueden contestar preguntas difíciles, no pueden tomar decisiones difíciles”. En un estilo incisivo, característico de la prensa estadounidense con la clase política, Russert es un ejemplo de cómo las reporteras y los reporteros orillan a los políticos a contestar directamente las preguntas acerca de las inquietudes de la agenda pública y de los propios medios. Asimismo, los políticos en Estados Unidos han valorado la asertividad y la claridad en las respuestas a las reporteras y los reporteros de los medios de comunicación como un atributo evaluado favorablemente por el electorado, por lo que enfrentar a la prensa, y salir ileso, es un requisito indispensable del encargo de una oficina pública.

En México por décadas los políticos se encontraron sobreprotegidos por los medios de comunicación. No obstante, la transición democrática trajo consigo un fortalecimiento de los medios de comunicación como guardianes de las acciones de los políticos, por lo que cada vez más cuestionan a la clase política. Es por ello que ante la ausencia de crítica directa de los políticos frente a los medios de comunicación, las conferencias de prensa del presidente Andrés Manuel López Obrador son una atractiva novedad, sin el impacto mediático que tuvieron otros ejercicios similares, como Aló Presidente de Hugo Chávez en Venezuela. En su responsabilidad como jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal, la conferencia de prensa mañanera de AMLO fue vista en México como algo novedoso, sin reparar necesariamente en el contenido noticioso, sino más bien privilegiando la confrontación con el entonces presidente Vicente Fox.

Un análisis de las conferencias de prensa de AMLO como jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal muestra que evitaba responder preguntas difíciles de las y los periodistas que asistían a la sala de prensa, que platicaba de los temas políticos comunes y que atacaba a diversos actores políticos, a quienes denominaba “adversarios”, hacía referencias al beisbol, destacaba que las reuniones eran “un buen ejercicio de comunicación circular” con la prensa, todo ello similar a lo que lleva a cabo en las conferencias de prensa como presidente. Precedidas siempre por reuniones en las que evaluaba los temas de seguridad en la ciudad, el entonces jefe de Gobierno llevó a cabo 1?378 conferencias de prensa, del 31 de mayo de 2001 al 28 de julio de 2005. Las conferencias de prensa de AMLO al frente del Gobierno del Distrito Federal fueron el intento por imitar las estrategias de comunicación de otros líderes populistas en Latinoamérica, enfatizando los ataques a rivales políticos, destacando la propaganda y dejando de lado la información, la transparencia y la rendición de cuentas. Las conferencias de prensa del presidente López Obrador son una réplica de los ejercicios de comunicación de la primera década del siglo XXI, incluyendo sus propias conferencias como jefe de Gobierno.