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El factor X • Sharon Moalem

Un estudio que cambia las reglas del juego.

Por
Escrito en OPINIÓN el

Es un hecho que las mujeres viven más que los hombres, tienen un sistema inmunitario más fuerte, son mejores para combatir el cáncer y otras enfermedades y sobrevivir en caso de hambruna; incluso ven el mundo en una variedad más amplia de colores.

Son simplemente más fuertes que los hombres en todas las etapas de la vida.

¿Por qué?

¿Y por qué nos enseñan lo contrario?

Para averiguarlo, Sharon Moalem, médico genetista y especialista en enfermedades raras, se basó en sus propias experiencias clínicas con bebés prematuros, ancianos y huérfanos seropositivos, entre otros, y descubrió por qué en todos los casos los hombres tenían menos probabilidades de prosperar. El factor determinante está en nuestra genética: dos cromosomas X ofrecen una poderosa ventaja de supervivencia sobre los cromosomas XY.

Con una prosa clara y cautivadora, Moalem explica por qué las hembras genéticas triunfan sobre los machos cuando se trata de resiliencia, intelecto, inmunidad, aguante y mucho más.

Revolucionario y absolutamente convincente, este libro te hará ver la humanidad y la supervivencia de nuestra especie de una manera completamente distinta.

Fragmento El factor X (Paidós), © 2020, Shäron Moalem. © 2021 Traducción: Claudia Patricia Pérez Esparza. Cortesía otorgada bajo el permiso de Grupo Planeta México.

Sharon Moalem | Doctor en Medicina y en Filosofía, es un galardonado científico, médico y autor best seller del New York Times. Es un experto de renombre mundial en genética y sus investigaciones le han llevado al descubrimiento de dos enfermedades genéticas poco comunes. Su trabajo reúne evolución, genética, biología y medicina, y ha recibido más de veinticinco patentes en todo el mundo por sus inventos en salud humana y biotecnología.

El factor X | Sharon Moalem

#AdelantosEditoriales

 

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LOS HECHOS DE LA VIDA

ESTE ES UN LIBRO SOBRE OPCIONES: no las que tomamos de manera consciente cada día, sino las biológicas que tienen lugar segundo a segundo en cada hembra genética. Este fenómeno comienza en el instante mismo en que el óvulo de una madre acepta el esperma de un padre y da inicio el proceso de fertilización.

He aquí algo de biología básica que será necesaria a medida que desarrolle mi argumento: cada célula humana tiene un total de cuarenta y seis cromosomas. Dos de ellos son los cromosomas sexuales: si has heredado un par XX, entonces eres una hembra genética, y si has heredado un par XY, entonces eres un varón genético.* Como una colección de enciclopedias de instrucciones, nuestros veintitrés pares de cromosomas tienen en su interior genes que proporcionan la información genética que hace posible nuestra vida. Se cree que tenemos un total de aproximadamente veinte mil genes repartidos en nuestros veintitrés pares de cromosomas. Aun cuando algunos de nuestros cromosomas contienen más genes unos que otros, cada uno de ellos es tan significativo como el otro.

En su mayor parte, cada uno de los veintitrés cromosomas pares comparte versiones de los mismos genes, excepto si tú eres un varón genético y has heredado una X y una Y. El cromosoma X contiene casi mil genes, pero el cromosoma Y tiene solo alrededor de setenta, la mayoría de los cuales están involucrados en la producción de esperma.** Durante muchos años se pensó que uno de los genes en el cromosoma Y era también responsable del exceso de vello encontrado en los oídos de los varones a medida que envejecen, cuyo término médico es hipertricosis auricular. Estudios más recientes han sugerido que ni siquiera esta habilidad tan poco glamorosa se puede atribuir únicamente al cromosoma Y.

Incluso sin comprender todos los procesos científicos que tienen lugar durante la concepción, hemos llegado a un punto en nuestra evolución como especie en el que las relaciones sexuales ya no son necesarias para tener un bebé. Estamos en camino de dominar las artes de la concepción manipulada. Alguna vez material de la ciencia ficción, las tecnologías de reproducción asistida —a través de la cual se pueden fertilizar óvulos humanos fuera del cuerpo en condiciones de laboratorio extremadamente estériles— ahora son comunes. Pero somos capaces de mucho más que eso. Podemos crear un niño usando el material genético y celular de tres padres diferentes e incluso editar nuestro propio ADN.

Sin embargo, el denominado proceso natural es cualquier cosa menos simple. Alrededor de quinientos millones de espermatozoides comienzan el viaje hacia el óvulo, nadando a través del tracto reproductivo de una madre a una notable velocidad. Se mueven a través de su cuello uterino y su útero, y eventualmente dentro de una de sus dos trompas de Falopio. Allí se encuentran con un óvulo. Y si el único espermatozoide que se abre paso con éxito a través de las capas externas de ese óvulo lleva un cromosoma X o Y, eso es lo que desencadena un curso genético que determinará tu destino biológico. Todo, desde tu riesgo de desarrollar cáncer o una afección neurológica, como la enfermedad de Alzheimer, hasta tu capacidad para combatir las infecciones virales, se decide en ese mismo momento, dependiendo del conjunto de cromosomas sexuales que hayas heredado: XX (hembra) o XY (varón).

Tu sexo biológico no siempre es igual a tu género. El género no depende de tus cromosomas sexuales, sino de tu sentido de masculinidad, feminidad o cualquier cosa intermedia o más allá. El género es el autoconcepto y la autoidentificación de un individuo, así como el papel que un individuo puede asumir en la sociedad. El género a menudo se asigna a los niños al nacer a partir de los cromosomas sexuales y la anatomía genital externa. Esto puede suceder incluso mucho antes del momento del nacimiento, después de, por ejemplo, un ecosonograma o la prueba cromosómica de un feto a partir de un análisis de sangre en la madre.

Los individuos pueden aceptar o cambiar su género con fluidez, lo que puede no coincidir con el supuesto en algún momento a lo largo del curso de la vida. Sin embargo, cuando se trata de los cromosomas sexuales y sus inmensos efectos en nuestras vidas, no hay otra opción. Un individuo no elige heredar un cromosoma Y o dos cromosomas X o una combinación de ambos.

Cuando se trata de la diferenciación sexual en humanos, pueden ocurrir variaciones genéticas dentro de los genes que alteran el curso del desarrollo físico. El gen SRY, que se encuentra solo en el cromosoma Y, es un jugador crucial en la diferenciación sexual, ya que desencadena el proceso de creación de testículos a partir de las gónadas bipotenciales en el feto, que luego secretan testosterona. Esta cascada de desarrollo celular desencadenada por el gen SRY también da como resultado el desarrollo de los genitales externos masculinos. Pero si las células de una persona con un cromosoma X y un cromosoma Y no pueden responder a la testosterona, en estos raros casos se desarrollarán externamente como mujeres, pero internamente con testículos y sin útero, trompas de Falopio o cuello uterino. Esto es exactamente lo que sucede en el caso del síndrome de insensibilidad completa a los andrógenos (SICA), una condición genética que resulta de una mutación heredada en el receptor de andrógenos o gen AR. La mayoría de estas personas XY no saben que tienen sicA hasta que comienza la pubertad y no comienzan a menstruar.

En raras ocasiones, un bebé nacido con dos cromosomas X puede desarrollarse físicamente a lo largo de una vía de desarrollo genético masculino. Esto puede suceder cuando una pequeña parte del cromosoma Y que alberga el gen SRY se hereda junto con dos cromosomas X. Aunque es poco común, es posible que un niño se desarrolle externa e internamente como un hombre sin el gen SRY o ninguna parte del cromosoma Y. Estuve involucrado en el descubrimiento de una vía alternativa excepcionalmente rara de desarrollo sexual en un niño llamado Ethan, que nació como un varón biológico, con dos cromosomas X y ningún gen SRY o cualquier otro factor genético que causara la reversión sexual, algo que se pensaba que no era genéticamente posible. Lo que descubrimos fue que Ethan tenía una duplicación del gen SOX3, lo que en su caso convirtió a una hembra genética XX en un varón físico. Se cree que el gen SOX3 es el predecesor genético de SRY, y ambos juegan un papel crucial en la diferenciación sexual.

El desarrollo sexual humano es complejo. Incluso hoy en día, los genetistas y los biólogos del desarrollo todavía están tratando de desenredar los caminos aparentemente interminables de diferenciación sexual. Sabemos que el sexo cromosómico y las diferencias basadas en él son biológicas. Y esta es la razón: los óvulos femeninos humanos contienen solo un cromosoma X y, por lo tanto, es el esperma masculino el que determinará el sexo biológico del niño. Si un espermatozoide lleva un cromosoma Y, la mayoría de las veces se desarrollará eventualmente un niño genético. Y todas las células dentro de ese niño tendrán que usar el mismísimo cromosoma X: aquel que heredó de su madre. Por otro lado, si ese espermatozoide lleva un cromosoma X, entonces el óvulo fertilizado se desarrollará a lo largo de un camino genético preprogramado como una hembra.

Durante la mayor parte de la historia humana, simplemente no sabíamos cómo se determinaba el sexo de un niño o, al menos, no teníamos las herramientas para probar, con certeza científica, cómo se diferenciaba el sexo. Había muchas teorías, y miembros respetados de muchas culturas se basaban en las señales de los dioses o elaborados calendarios lunares. Algunas personas en la India continúan confiando en los antiguos remedios ayurvédicos en un intento por asegurar el nacimiento de un niño. Incluso algunas mujeres religiosas me han dicho que se les ha animado a centrarse en las imágenes de los santos mientras tienen relaciones sexuales para maximizar la probabilidad de concebir un hijo santo.

A lo largo de la historia, la importancia de tener un hijo varón (en particular, en una sociedad patriarcal donde la herencia de posición y propiedad se transfería de manera exclusiva a través de un heredero varón) llevó a las personas a intentar casi cualquier cosa para influir en el resultado a favor de XY. Hace más de dos mil años, Aristóteles dirigió su atención a este problema, quizás a instancias de algunos mecenas varones mayores que querían asegurarse de que contarían con un heredero varón. Él ya estaba fascinado con los orígenes embriológicos de los animales y se había convertido en un ávido coleccionista y disector de cualquier embrión con el que se encontrara. Especialmente abundantes, dado su tamaño relativo y fácil acceso, estaban los óvulos fertilizados de las aves comunes domesticadas, también conocidas como pollos.

Aristóteles documentó sus hallazgos en las páginas de Sobre la generación de los animales, publicado a mediados del siglo IV a. C. En él, Aristóteles describe con precisión, según los estándares científicos actuales, algunas de las variaciones al comienzo de la vida. Teorizó correctamente que algunos animales (como los pollos que diseccionaba) nacen de huevos, mientras que los mamíferos con placentas entran a este mundo al nacer ya como un ser vivo, mientras que otros, como los tiburones, pueden tener huevos que realmente eclosionan dentro de ellos. Se considera que Aristóteles fue la primera persona en descubrir el propósito de la placenta y el cordón umbilical.

Pero cuando se trata de la manera en que el desarrollo masculino y el femenino divergen, las teorías de Aristóteles no han envejecido bien. Él plantea que es la cantidad de calor que proporciona la pareja masculina durante el coito lo que más tarde determina el sexo del niño. Se pensaba que una cantidad específica de calor era una sustancia energética necesaria para que todos los bebés se desarrollaran. Mientras más calor proporcionara el padre al embrión, más probabilidades habría de que el embrión se convirtiera en un niño. Si no había suficiente calor, el hijo se convertiría en una niña. Después de todo, los hombres gobernantes de la época pensaban que las hembras eran varones a medio hornear. Cuanto mayor fuera el calor de los fuegos avivados por la pasión, más probable era que una mujer tuviera un hijo varón.

¿Qué hacer, entonces, cuando no había suficiente pasión en el momento, o el hombre era tal vez demasiado viejo para alcanzar una gran excitación, pero quería producir un heredero varón de cualquier manera? La solución de Aristóteles fue simple: la pareja debía tratar de concebir durante los meses más cálidos del año, y era el verano, por supuesto, el momento ideal. Antes de que esto se descarte como pura charlatanería, de hecho Aristóteles había descubierto algo cuando pensó que el calor desempeñaba un papel en la determinación del sexo de un niño. Simplemente, no funcionaba así en los humanos.

Cuando se trata de algunos vertebrados, como caimanes, tortugas y algunos lagartos, la temperatura de incubación de sus huevos fertilizados puede influir en el sexo de sus bebés. Las temperaturas más altas pueden favorecer el desarrollo masculino en los cocodrilos, así como en el fósil viviente tuátara, un reptil endémico de Nueva Zelanda. Pero para muchas otras especies de vertebrados, como la tortuga de estanque europea y la tortuga mora, las temperaturas más altas durante la incubación en realidad conduce a tener hembras.

La idea de hornear a un hombre persistió durante mucho tiempo e incluso fue adoptada por la Iglesia cristiana primitiva. Puede ser difícil de creer, pero todavía hay personas que piensan que exponer a una mujer a mucho calor —no solo durante la concepción sino también durante todo el embarazo— incrementa las probabilidades de tener un niño.

La primera vez que escuché las creencias sobre el calor durante el embarazo fue por una paciente embarazada llamada Anna. Con tres niñas en casa, y su pareja como el único hijo varón de su familia, Anna tenía la esperanza de que este cuarto niño fuera un niño.

Cuando la conocí, me dijo que no estaba disfrutando mucho el embarazo. Anna estaba bajo una increíble cantidad de presión. Su suegra era una gran creyente de que más calor produciría un hombre, y le compró a su nuera una medicina ayurvédica destinada a elevar la temperatura interna de su cuerpo.

Desafortunadamente, el embarazo y muchas de estas medicinas herbales no deben mezclarse, incluso si las tinturas y los tés son de origen natural. De hecho, Anna tuvo un niño unos meses después. El bebé tenía múltiples anomalías congénitas, que muy probablemente habían sido causadas por los efectos teratogénicos del elixir que ella había estado bebiendo.

Más de mil años después de Aristóteles, a medida que la ciencia de la medicina (dirigida casi en su totalidad por hombres) avanzaba en su entendimiento de numerosos fenómenos importantes —desde la descripción del médico inglés William Harvey de la circulación de la sangre en el siglo xvii hasta el uso temprano de Edward Jenner de una vacuna contra la viruela en el siglo xviii e incluso el descubrimiento y uso de imágenes de rayos X por el ganador del Premio Nobel Wilhelm Conrad Röntgen a fines del siglo XIX—, todavía no existía un consenso científico acerca de la manera de determinar los sexos. De hecho, la mayor parte de la historia genética de hombres y mujeres ha sido escrita y reescrita por hombres, y esto, en mi opinión, ha impactado negativamente en la manera en que hemos llegado a tratar a ambos sexos desde una perspectiva médica.

Después de nada más que estrechas visiones sobre los orígenes y las diferencias entre hombres y mujeres, nuestra comprensión de las bases cromosómicas del sexo por fin comenzó a tomar forma a principios del siglo xx, y tuvo lugar como resultado de los descubrimientos realizados por mujeres científicas pioneras. Una de ellas fue Nettie Stevens.

Mientras Stevens estudiaba los cromosomas del gusano de la harina, descubrió lo que se les había escapado a otros durante tanto tiempo. Sus gusanos de la harina revelaron que tanto la hembra como el varón de la especie tenían veinte cromosomas (por otro lado, como recordarás, los humanos tienen cuarenta y seis cromosomas en total). Pero en los varones, uno de los veinte cromosomas era mucho más pequeño que los demás. Lo que Stevens había descubierto era el cromosoma Y.

En su artículo histórico en 1905, Stevens postuló y luego describió la determinación del sexo cromosómico. Su trabajo explicó por primera vez que las mujeres tienen un complemento cromosómico sexual XX, mientras que los hombres tienen un XY. Ella consideró que esta diferencia era la que dividía a los sexos por sus caminos únicos de desarrollo.

Durante la universidad nunca supe de Stevens. Me dijeron que nuestra comprensión de los cromosomas sexuales se debía a otra persona: Edmund Beecher Wilson, un contemporáneo de Steven y un genetista de alto rango que fue presentado como el creador del concepto del sistema de determinación de cromosomas sexuales. Lo que mi libro de texto omitió fue que Beecher tuvo acceso a los resultados de la investigación de Stevens antes de su publicación. Además, su trabajo (ahora con resultados similares al de Steven) se publicó apresuradamente en el Journal of Experimental Zoology de agosto de 1905, un diario en el que Beecher colaboraba dentro del comité editorial.

Otra mujer científica que no siempre recibe el debido reconocimiento es la genetista inglesa Mary F. Lyon. Su investigación fue crítica y merece atención durante nuestra breve introducción. Lyon sacudió el mundo de la genética cuando publicó un artículo en Nature en 1961. En solo una página, cambió nuestra manera de pensar y comprender la genética para siempre, y las implicaciones de sus hipótesis y hallazgos todavía se están investigando hoy en día. Mediante el trabajo en el que estudió el color del pelaje en ratones, Lyon proporcionó la base para nuestra comprensión de cómo los hombres y las mujeres difieren genéticamente. Describió la «inactivación del cromosoma X», lo que significa que uno de los dos cromosomas X en las células femeninas se inactiva al azar y se silencia durante el primer período de desarrollo, antes de que una madre se dé cuenta de que está embarazada.

Lo sorprendente es que han pasado más de cincuenta años desde el visionario artículo de Lyon, y la verdad es que todavía no entendemos todos los pasos involucrados en la inactivación o silenciamiento del cromosoma X. ¿Cómo elige una célula entre dos cromosomas X al comienzo de la vida? ¿Es una competencia? ¿Cómo se suprime la inactivación de X en hombres genéticos que son XY?

Uno de los desafíos es que este enigmático proceso está oculto a la vista. Creemos que ocurre alrededor del punto de desarrollo cuando solo hay veinte células, después de que el óvulo se incrusta en el útero. Una forma de resolver este enigma sería trabajar con embriones humanos in vivo, pero eso conlleva sus propios desafíos éticos.

En esta etapa tan temprana del embarazo, el grupo de células que eventualmente formará un bebé ya tiene un sexo cromosómico, sea XX o XY. Sin embargo, solo dentro de cada una de las XX células femeninas comienza a ocurrir un proceso de inactivación de X. Y las XX células femeninas hacen que todas sus X se inactiven en el útero, lejos de los indiscretos ojos científicos. Esa es la razón por la que todavía hay muchas cosas que desconocemos en lo que se refiere a la inactivación de X en las células humanas.

Lo que sí sabemos es que las células humanas usan un gen de Arn llamado transcrito específico de X-inactivo, o xist [por sus siglas en inglés], que se encuentra en el cromosoma X y produce un andamiaje que cubre el cromosoma X que pronto será silenciado de arriba abajo. Durante esta fase temprana de desarrollo, ninguno de los cromosomas X está silenciado, y ambos expresan el xist, pero al final solo uno de ellos será sometido y silenciado. Como las células masculinas por lo general no tienen más de un cromosoma X, el proceso de inactivación de X no tiene que ocurrir dentro de ellas.

Entonces, ¿cuál de los dos cromosomas X femeninos es silenciado? En su mayor parte, el superior de entre los dos evade el xist y se mantiene activo. He tenido pacientes femeninas, por ejemplo, que tenían un cromosoma X que estaba dañado o presentaba alguna anormalidad y, dentro de sus células, este cromosoma X dañado siempre era el que se silenciaba y se volvía inactivo de manera preferente. El andamiaje xist funciona apretando y, al final, condensando y silenciando el cromosoma X en una estructura llamada corpúsculo de Barr.*** Cada célula femenina termina teniendo un cromosoma X activo y un cromosoma X silenciado en forma de corpúsculo de Barr.

Como en una buena pelea de artes marciales mixtas, solo queda una X en cada célula. Si cada uno de los cromosomas X es igual en este emparejamiento de inactivación X, se cree que el silenciamiento es aleatorio, como el resultado de lanzar una moneda. Este proceso termina cuando el cromosoma X silenciado o el corpúsculo de Barr se vuelven inaccesibles para la célula femenina. O eso pensamos.

Durante la mayor parte de los cincuenta años transcurridos desde el trabajo de Lyon sobre la inactivación de X, asumimos que la maquinaria genética de la célula de una mujer no podía abrir o acceder al corpúsculo de Barr (recuerda, esta es la X silenciada). Resulta que Lyon no tenía toda la razón: la X silenciada no está apagada por completo. Más bien, las mujeres usan dos cromosomas X en cada uno de sus billones de células; la X silenciada sigue ayudando a la célula a sobrevivir. De hecho, alrededor de una cuarta parte de los genes en el cromosoma X silenciado se mantiene activa y accesible para las células femeninas. Llamamos a este fenómeno escapar de la inactivación de X.

Como mostraré en capítulos posteriores, tener otro cromosoma X proporciona potencia genética adicional a cada célula, lo cual es una ventaja que las hembras tienen sobre los varones. El hecho es este: si eres mujer y has heredado dos cromosomas X en cada una de tus células, como los 3500 millones de mujeres genéticas en este planeta, tus células tienen opciones. Y cuando las cosas se ponen difíciles en la vida, esas opciones te ayudan a sobrevivir.

Al igual que cada volumen en el conjunto de la enciclopedia genómica que mencioné antes, cada cromosoma proporciona instrucciones genéticas en las que nos basamos cada día de nuestras vidas. ¿Necesitas más lipasa pancreática para ayudarte a descomponer la grasa de ese helado de pistacho que acabas de comer? No hay problema. Las células en tu páncreas usarán las instrucciones del gen PNLIP que se encuentra en el cromosoma 10 para producir más. ¿Qué pasa con la lactosa en ese helado? De nuevo, no hay problema. Las células que recubren tu intestino pueden confiar en las instrucciones del gen LCT que se encuentra dentro del cromosoma 2 para producir toda la lactasa (la enzima que descompone la lactosa, el azúcar en la leche) que necesitas para evitar sentirte inflamado.

Entonces, ¿por qué el cromosoma X en particular es tan importante en el juego de la vida? Bueno, sin eso, la vida humana no es posible. Nadie ha nacido sin al menos un cromosoma X. Además de hacer posible la vida, también nos proporciona una base a partir de la cual construimos y mantenemos un cerebro y también creamos nuestro sistema inmunitario. Es un rico volumen genético de instrucciones que orquesta el desarrollo y muchas funciones cruciales del cuerpo humano.

* * *

LOS HUMANOS NO SON las únicas criaturas en la tierra que usan sus cromosomas para la determinación del sexo. Comencé a trabajar con las abejas melíferas hace más de veinte años, y mis intereses de investigación se desencadenaron en un inicio por una pregunta muy simple: ¿qué le sucede a una abeja melífera cuando se enferma?

Las abejas melíferas deben recolectar polen y néctar de numerosas fuentes de flores, a menudo lejos de sus colmenas. Y a lo largo de este viaje, están expuestas a todo tipo de microbios.

A diferencia de los animales vertebrados, como los humanos, las abejas melíferas no producen proteínas de anticuerpos para combatir una infección cuando son invadidas por un microbio. En su lugar, estos insectos se han vuelto bastante eficientes en la guerra química. Al igual que una farmacia personal a pedido, las abejas melíferas pueden fabricar a la medida sus propios antibióticos característicos para tratarse a sí mismas cuando tienen una infección microbiana. (Algunos de estos antibióticos, como la apidaecina, incluso pueden colarse en la miel que consumimos). El objetivo de mi investigación con las abejas era descubrir si podíamos usar los antibióticos que las abejas crean para tratar a los humanos que tienen infecciones.

Como genetista, estaba fascinado con la reproducción y la genética de las abejas melíferas. A diferencia de muchos otros animales, por ejemplo las aves que usan algo similar al sistema XX y XY, las abejas melíferas tienen una forma única de determinar el sexo. Recordé esto cuando abrí una colmena un día y noté los huevos que la abeja reina estaba poniendo activamente en esta colmena, y ella era una ponedora de huevos prodigiosa, de hecho. Las abejas reinas ponen huevos a una velocidad de aproximadamente 1 500 por día.

* Como mencioné en la introducción, se pueden heredar muchas variaciones de los cromosomas sexuales. Estos incluyen variaciones tan raras como 45, XO, que se llama síndrome de Turner; 47, XXX, que se llama síndrome triple X; 47, XXY, que se llama síndrome de Klinefelter; 47, XYY, que se llama síndrome de Jacob; 48, XXXX, que se llama tetrasomía X; y 49, XXXXX, que se llama pentasomía X.

** Investigaciones recientes están descubriendo nuevas implicaciones para la salud de muchos de los genes encontrados en el cromosoma Y. Desafortunadamente para los varones genéticos, la mayoría de las noticias no han sido positivas. Parte de la información genética en el cromosoma Y se ha implicado en todo, desde el aumento de la inflamación, hasta la supresión de la respuesta adaptativa protectora del sistema inmunitario, e incluso a un mayor riesgo de enfermedad arterial coronaria.

***  Hasta hace poco, solo conocíamos dos pequeñas regiones en las puntas del cromosoma X, llamadas regiones pseudoautosómicas 1 y 2, que se mantienen activas en los X silenciados o corpúsculos de Barr en las mujeres. Estas regiones genéticas son muy pequeñas (contienen solo alrededor de treinta genes, o unas cuantas páginas de material genético), en comparación con el voluminoso resto del cromosoma X.