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El agua o la vida • J. Jesús Lemus

Otra guerra ha comenzado.

Por
Escrito en OPINIÓN el

Hace años se temía que las guerras venideras fueran por el agua: el futuro nos alcanzó.

El crimen organizado se convirtió en instrumento disuasivo de la movilización social. Hoy, en México, hay 916 batallas por el agua. Gobierno, empresas y delincuentes se han movilizado contra las poblaciones y los activistas en busca de su bien más preciado. Ya hay miles y miles de víctimas, y el cambio climático las multiplicará. En esta investigación periodística vienen los nombres y apellidos de los responsables, las redes de corrupción y los modus operandi. pero el desastre aún puede frenarse.

La Silla Rota te regala un capítulo del libro “El agua o la vida” de J. Jesús Lemus con autorización editorial de Penguin Random House.

J. Jesús Lemus es un periodista desplazado. En mayo de 2008 lo secuestraron y lo encarcelaron en una prisión de máxima seguridad, donde fue procesado y sentenciado por una venganza desde el poder. Lo absolvieron en mayo de 2011. Las organizaciones Reporteros Sin Fronteras y la Casa de los Derechos de los Periodistas acompañaron su caso

El agua o la vida | J. Jesús Lemus

#AdelantosEditoriales


Fragmento El agua o la vida

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La moda, una industria sucia

De qué sirven nuestras ropas, si pronto ya no las necesitaremos porque vamos a morir a falta del agua que la industria textil se está acabando.

-Omar Esparza, líder de MAÏZ

La industria textil y del vestido en México es una de las más dinámicas y con más crecimiento en los últimos años. Al cierre de 2017, esta actividad produjo 829 mil 863 millones de dólares.1 De acuerdo con la Secretaría de Economía, para el cierre de 2018 el sector estaba integrado por más de 30 mil empresas, entre nacionales y trasnacionales, de las cuales

37% declara no necesitar agua para sus procesos industriales, pues están dedicadas sólo a la confección y tejido de ropa.

En contraparte, 18 mil 900 fábricas de este ramo sí requieren uso de agua para sus actividades productivas, como la elaboración, el lavado y teñido de las telas. El resultado es no sólo la desmedida extracción del recurso, sino los altos índices de contaminación con compuestos químicos de difícil degradación en los acuíferos adyacentes.

El principal contaminante que genera esta industria es un compuesto orgánico que pertenece a la familia de los nonilfenoles. Se trata de un “contaminante ambiental persistente y muy conocido, con propiedades capaces de provocar trastornos hormonales”;2 es corrosivo para los ojos, la piel y el tracto respiratorio, cuya inhalación prolongada puede generar edema pulmonar, afectar la fertilidad y causar riesgo para el feto durante el embarazo.

Las empresas textiles que tiñen y lavan telas también registran el uso de otras sustancias como el fosfato de tributilo y la tricloroanilina, además de surfinol, metoximetil y diisobutil ftalato, señaladas por grupos ambientalistas como peligrosas para la salud humana y altamente tóxicas para la vida acuática.

Greenpeace ha señalado que en su degradación en el ambiente el fosfato de tributilo libera gases tóxicos que contienen óxido fosforoso, óxido de carbono y fosfina. Al inhalarse pueden causar dolor de cabeza, vértigo, náuseas, dolor de garganta, convulsiones, dificultades respiratorias, edema pulmonar, además de trastornos severos en el sistema nervioso central.

De acuerdo con informes de esa misma organización, la tricloroanilina, utilizada en los procesos de pigmentación, al inhalarse o ingerirse aun en mínimas cantidades, genera vértigo, inconsciencia, ansiedad, náusea, vómitos, dolor de cabeza, convulsiones y sueño, igual que sucede con la absorción constante del surfinol y el metoximetil.

En el caso del diisobutil ftalato, su invasión al organismo humano se asocia con mala calidad del semen y alteraciones al código genético de los espermatozoides, así como con reducción de hormonas sexuales en varones adultos e infertilidad. También se le atribuye el acortamiento de la distancia anogenital en niños varones y el agrandamiento patológico de una o ambas glándulas mamarias en el hombre (ginecomastia), además de bajo peso al nacer, obesidad abdominal y resistencia a la insulina.

El doctor Fernando Campos, especialista en medicina crítica del instituto Salvador Zubirán, asegura que los efectos de los químicos desechados por la industria textil en la salud poblacional no están plenamente demostrados, pues no existen estudios con alto nivel de evidencia en las poblaciones expuestas a estos contaminantes. Sin embargo, a partir de algunos estudios experimentales (en modelos de ratas) de otros países publicados en revistas científicas especializadas, Campos dice que al menos los nonilfenoles, el fosfato de tributilo, la tricloroanilina, el surfinol, el metoximetil y el diisobutil ftalato, no son sustancias benignas en el organismo humano.

El doctor Campos considera que cuando se absorben en el organismo, los nonilfenoles pueden ser responsables de afectaciones al sistema endocrino y al sistema reproductor masculino, con evidencia de trastornos morfológicos a nivel testicular, así como en movilidad y cantidad de espermatozoides.

Según el especialista, la tricloroanilina es también responsable de problemas de toxicidad renal a causa de los radicales libres que genera; en tanto que el surfinol, como surfactante tóxico, ocasiona efectos negativos en la fertilidad de mamíferos. Por su parte, el metoximetil es un agente químico cuyo contacto causa irritación en la piel y mucosas, mientras que el diisobutil ftalato ocasiona daños endocrinos para fines reproductivos, además de estar asociado con neurotoxicidad, hipersensibilidad de contacto y efectos nocivos sobre el sistema glandular.

Ante la evidencia de daños ambientales y a la salud que produce la industria textil, la normatividad para evitar el desecho de sustancias tóxicas es limitada y la autoridad federal es prácticamente omisa. Además, en el tema hay un escaso compromiso de parte de las empresas. A lo anterior se suma el hecho de que “en México existe una cultura de secretos, en especial en lo que concierne a la industria. Mucha de la información sobre los permisos de las empresas para descargar aguas residuales y las inspecciones gubernamentales se clasifica como confidencial”.3

La perniciosa mezclilla

Desde su aparición a finales del siglo xix, la mezclilla ha sido una de las telas más populares y durables, pero también de las más contaminantes. En nuestro país hay al menos 272 empresas del rubro, asentadas principalmente en 10 entidades: Tlaxcala, Hidalgo, Coahuila, Durango, Querétaro, Aguascalientes, Guanajuato, Puebla, Jalisco y Estado de México.

Según la Cámara Nacional de la industria del Vestido, México es uno los principales productores de mezclilla, sólo por debajo de China. El gobierno mexicano registra en sus estadísticas los grandes ingresos que esta tela representa para la macroeconomía, pero poco repara en la forma en que la industria sostiene sus niveles de producción, consumiendo los mantos freáticos y siendo un foco de enfermedades que afecta las zonas aledañas a las plantas productivas.

En Teziutlán y Tehuacán, Puebla, operan 14 de las 42 fábricas de mezclilla más importantes del país, con un costo social que ya está afectando a la población. La instalación de las fábricas textiles en estos municipios se debe a la riqueza hídrica de la zona, así como a los privilegios que han recibido del gobierno federal en el suministro de agua. En Tehuacán la mayor parte del líquido la aporta el deshielo del Pico de Orizaba, y en Teziutlán los manantiales de Chignautla.

La industria de la mezclilla presume ser el principal generador de empleos en ambas regiones, pero en términos reales ocupan a menos de 0.1% de la población económicamente activa: en Tehuacán la planta textil da empleo a 2 mil 600 personas y en Teziutlán a menos de 1 700.

Con una población de 97 590 habitantes, en Teziutlán se registra uno de los índices de defunción infantil más altos de Puebla a causa de la actividad industrial: 44.69 por cada 10 mil habitantes.4 Las principales causas de muerte son padecimientos que tienen que ver con la escasez o la contaminación del agua. Destacan las enfermedades gastrointestinales, del riñón y del tracto respiratorio, así como el cáncer en cualquiera de sus manifestaciones.

Por su parte, en Tehuacán, con una población de 319 mil 375 habitantes y también con una creciente actividad industrial empujada principalmente por la textil, hay un índice de mortalidad infantil de 26.67 por cada 10 mil personas. Al igual que en Teziutlán, las principales causas de deceso en este municipio son enfermedades del tracto intestinal, el hígado, el riñón y las vías respiratorias, que guardan una estrecha relación con la escasez o la contaminación del agua. Hay que resaltar que en esta localidad al sur oriente del estado, la principal causa de muerte entre la población son las enfermedades del hígado, con una incidencia de 60 personas al año, por cada 100 mil habitantes. Según el imss, esta cifra es la más elevada no sólo de Puebla, sino del país.

Iván Zárate Temaxtle, director del departamento de ingeniería industrial del instituto tecnológico de Tehuacán, reconoce los claroscuros de la industria textil: por un lado, admite el aporte de las fábricas a la economía de la zona por medio de la generación de empleo, pero también observa la afectación que sufre la población a causa de la emisión de contaminantes. Entre las sustancias más peligrosas, dice el maestro Zárate, se encuentran “los compuestos de potasio, que se utilizan para el lavado de la mezclilla, a fin de fabricar prendas que son demandadas por la moda”.

No es extraño que en Tehuacán los índices de enfermedades hepáticas se hayan incrementado a partir de 1990, año en que se asentó aquí la industria de fabricación de mezclilla, descargando aguas tóxicas sobre los cauces que cruzan gran parte de la zona poblacional. La cifra de decesos por tumores malignos en Tehuacán, principalmente en estómago y cerebro, es una de las más elevadas del país. Esta región compite con las estadísticas negras de este tipo de padecimientos que se registran en áreas de alta contaminación por la industria minera, como Cananea, en Sonora, Guadalupe y Calvo, en Chihuahua, y Aquila, en Michoacán, donde el promedio de muertes por tumores cancerígenos es de 15 personas por cada 10 mil habitantes.

Beneficio económico de alto costo

Rafael Flores Mendoza, jefe del departamento de investigación de estudios profesionales del instituto tecnológico de Tehuacán, dice que el sector textil en todo el estado de Puebla ha ayudado de alguna forma a erradicar la pobreza extrema en esta región, pues la ocupación de mano de obra, que se estima en más de 36 mil personas, beneficia también a poblaciones aledañas de Veracruz y Oaxaca.

Sin embargo, en Tehuacán ese beneficio económico se ha tenido que pagar a un alto costo: más allá del brote de enfermedades incurables y el deterioro ambiental que generan los residuos tóxicos, ya se observa la inutilidad de cauces que alimentan no sólo a los ríos de la zona, sino a los mantos freáticos que alguna vez fueron reconocidos por la pureza de su agua.

Las cuencas hidrológicas afectadas por las industrias fabricantes de mezclilla, donde la propia Semarnat ha sancionado al menos a siete plantas industriales en los últimos tres años, son las de los ríos Papaloapan, Atoyac, Salado, Blanco y Acatlán, zonas donde los índices de enfermedades cancerígenas también han ido en aumento.

El efecto contaminante de la industria textil en Tehuacán se observa no sólo en el deterioro de los cuerpos de agua y en el incremento de las enfermedades incurables entre la población, sino también en otros sectores industriales que han tenido que poner término a sus actividades, como la industria refresquera, algunas de cuyas plantas han dejado de operar ante la falta de agua.

Desde la década de 1930, la región de Tehuacán fue un punto de interés donde empresas como Pureza de Tehuacán, El triunfo, La Covadonga, Garci­Crespo, Manantiales Peñafiel, Balseca y Etiqueta Azul, decidieron establecerse para el embotellado de agua, dadas las características naturales y la abundancia de los mantos freáticos.

El atractivo para las embotelladoras fue la comercialización del agua conocida como agua de Tehuacán, cuya característica distintiva es su sabor de agua carbonatada, con contenidos de sílice, cloro, manganeso, calcio, fierro, litio, magnesio, potasio, sodio, sulfúricos y compuestos fosfórico, nítricos y tetrabóricos, en porciones saludables.

Ese atractivo prácticamente ha desaparecido debido a los elevados índices de contaminación que generan las fábricas de mezclilla, cuyos residuos tóxicos se han filtrado en los manantiales que alimentan a algunas de las empresas embotelladoras. Aunque varias siguen operando en la zona, otras han tenido que cerrar, como es el caso de Aguas de Tehuacán, Garci­Crespo, Balseca, San Lorenzo y San Francisco, las cuales dejaron en el desempleo a más de 780 trabajadores, muchos de los cuales terminaron incorporándose a las plantas fabricantes de mezclilla.

La industria de la mezclilla en México es una de las más reconocidas a escala mundial. Nuestro país es el principal suministrador de esta tela para el mercado de Estados Unidos, al cual abasteció en 2017 con más de

1 783 millones de metros cuadrados de tela. México también es el principal maquilador para marcas de renombre como Levi’s, Furor, Diesel, Gap, Polo Jeans, Hollister, Grypho, Calvin Klein, Mossimo, Pepe Jeans, tommy Hilfiger y Guess. Todas imponen tendencia en la moda sin importar el impacto socioambiental que deja la fabricación de sus prendas.

Cifras textiles lavables

La tolerancia del gobierno mexicano a la depredadora labor de la industria textil no sólo se manifiesta en la desatención del problema de contaminación y sus efectos nocivos en la salud, también se evidencia en el desproporcionado uso del agua por parte del sector. Aunado a los altos volúmenes concesionados, también destaca la opacidad con la que se extrae el agua.

Según el Repda, cientos de empresas del sector textil, aun cuando se sabe de los grandes volúmenes de líquido que utilizan en sus procesos productivos, no manifiestan tener alguna concesión oficial. Esto hace presumir, igual que en los casos de las plantas automotrices, cerveceras y refresqueras, que gran parte del agua la extraen de manera ilegal de los sistemas locales de suministro a la población.

Para la elaboración de un pantalón de mezclilla se necesitan en promedio 2.8 m3 de agua,5 esto sin considerar que la huella hídrica que deja la producción de algodón es aún mayor, pues producir una tonelada de esta materia prima requiere, desde la siembra hasta su industrialización, un promedio de 9 mil 113 m3 de agua.

Ahora bien, para elaborar un pantalón o vestido de mezclilla talla promedio se requiere de un metro y medio cuadrado de tela. Aun cuando ni la Secretaría de Economía ni la Cámara Nacional de la industria del Vestido ofrecen cifras exactas sobre la cantidad de mezclilla que se produce en el país, se estima, por fuentes del sector, que en promedio anual en México se fabrican 300 millones de metros cuadrados de mezclilla.

Pero no toda la mezclilla que se produce en México se queda en el mercado nacional. De acuerdo con el INEGI, casi 65% de la producción se exporta. Así, tenemos que en el país se queda un promedio anual de

105 millones de metros cuadrados, con los que se elaboran casi 4 millones de prendas de vestir, mismas que le cuestan al ambiente la extracción de más de 11 millones 200 mil m3 de agua, que en alguna parte siempre hacen falta para atender las necesidades básicas.

En el país son 73 los municipios donde hay una o más fábricas textiles que consumen grandes volúmenes de agua. En sólo tres de ellos (Puebla, Tehuacán y Teziutlán) se concentra 37% de la extracción de agua que hace el sector.

Aquí, una vez más, muchas de las cifras públicas no empatan con la realidad. Por ejemplo, la empresa Confecciones textiles de Teziutlán cuenta de forma oficial sólo con un permiso de extracción de agua que ampara la extracción de 200 mil m3 por año. Sin embargo, al año desecha 313 mil 775 m3 de aguas contaminadas, por lo que resulta una incógnita de dónde se obtienen los otros 113 mil 775 m3 de agua que se devuelve sucia al cauce de la Barranca de Xaltahuatl, un reconocido foco de contaminación.

Un caso similar es el de Industrias Textiles Golden, ubicada también en Teziutlán. La empresa no cuenta con ningún permiso de extracción de agua, pero sí desecha 2 mil 927 m3 de aguas negras cada año, los cuales se depositan directamente en el cauce de la Barranca Atlahyehuatl, sin importar el impacto que ocasionan en la salud de la población de Teziutlán.

Entre otras empresas textileras asentadas en Puebla, que además de impactar al entorno con la emisión de aguas negras, contribuyen también al consumo de los mantos freáticos, destacan textiles La Libertad, textiles Sermex de Puebla, textiles Mont Blanc, La Heredera Home textiles, Maquila, Confecciones y textiles Geluma y textiles El Centenario, que sólo en la cabecera de la capital extraen en conjunto más de 570 mil 595 m3 de agua al año.

En el municipio de Cuautlancingo, al oriente de la ciudad de Puebla, opera textiles Forca. Si bien es cierto que esta empresa utiliza apenas 2 mil 80 m3 de agua al año, esa cantidad es justo la que requieren los más de 3 mil 400 habitantes de ese municipio para satisfacer sus necesidades básicas durante el mismo periodo, pero por el momento no cuentan con el servicio de agua potable en sus domicilios.

Por su parte, textiles Morales, que se asienta en San Martin Texmelucan, utiliza 51 mil 760 m3 de agua al año en una población donde más de 6 mil personas no cuentan con el servicio de agua. Esta empresa desecha más de 31 mil 032 m3 directamente al cauce del río Atoyac, contribuyendo de forma acelerada a la degradación de este caudal que irriga campos de cultivos agrícolas donde ya existen “altas repercusiones en la calidad de los productos de la zona y las consecuentes afectaciones a la salud por la ingesta de los mismos”.6

En el estado de Tlaxcala, en el municipio de Ixtacuixtla, se encuentra Bekaert textiles de México, otra empresa que contribuye a la contaminación del río Atoyac. A pesar de que cuenta con un permiso para usar 22 mil 995 m3 de agua al año, no manifiesta oficialmente desechos de aguas residuales o al menos no cuenta con permisos del gobierno federal para ello, lo cual deja ver su nivel de opacidad.

En igual circunstancia se halla textiles San José de Tlaxcala, instalada en el municipio de Apetatitlán. La planta cuenta con un permiso para extraer 9 mil 866 m3 de agua —casi una cuarta parte de la que se entrega en suministro a la población de la cabecera urbana de esta localidad—, aunque no manifiesta el desecho de un solo litro de agua contaminada, pese a que también contribuye a la contaminación del río Atoyac.

Entre otras textileras que también contaminan la zona de Tlaxcala, se encuentra textiles Santa Susana, ubicada en el municipio de Hueyotlipan, donde extrae de manera oficial 2 mil 800 m3 de agua. Aunque no cuenta con permisos de desecho, las aguas negras que resultan de sus procesos industriales se vierten sobre el cauce del río Soltepec, de donde se abastecen más de la mitad de los casi 15 mil habitantes que registra esta localidad.

Otra textilera que tampoco puede explicar públicamente cómo desecha más agua de la que está autorizada a extraer es textiles tenexac, ubicada en el municipio de Papalotla. De manera oficial cuenta con la autorización para usar 6 mil m3 de agua al año, pero en el mismo periodo vierte sobre el cauce de la Barranca de Huehuexotla más de 12 mil 45 m3 de aguas negras.

A la lista de empresas textileras contaminantes se suma Creaciones textiles de Mérida, la cual extrae en el municipio de Mérida 14 mil 45 m3 de agua al año, y otros 27 mil 872 los saca del suelo de Valladolid. Por lo menos desaloja 24 mil 82 m3 ya contaminados sobre el cauce del río Lagartos en la Península de Yucatán, que es uno de los principales focos de afectación a la salud de la población del municipio de Valladolid.

En el Estado de México la situación no es distinta: en el municipio de Tlalnepantla la empresa textiles Ata está dejando sin agua a por lo menos seis colonias de la periferia, donde casi 5 mil habitantes reciben sólo una vez a la semana agua del sistema de agua potable local. El estrés hídrico que se resiente lo ocasiona en gran medida la extracción anual de más de 285 mil m3 que hace la textilera.

Textiles Unidos, asentada en el municipio de Lerma, reconoce utilizar para fines industriales 22 mil 680 m3 de agua al año. La empresa no cuenta con permiso de descargas de agua negras —aun cuando se estima que al menos la totalidad del agua que extrae la emplea en la elaboración de telas—, pero tiene conectado su sistema de desagüe directamente al cauce del río Valle de Toluca, el segundo más contaminado del Estado de México, luego del río Lerma.

En el municipio de Irapuato, Guanajuato, pasa lo contrario con Phoenix textiles; esta empresa no manifiesta tener algún permiso para la extracción de agua con fines industriales, pero cuenta con una autorización para desechar más 57 mil 670 m3 al año. Este líquido no va a dar a ningún cauce, pues no hay ninguno cercano; toda el agua se destina al riego de cultivos agrícolas y algunas áreas verdes de uso colectivo.

Es el mismo caso de textiles Gamatex, ubicada en el municipio de Yuriria, también en Guanajuato, donde a pesar de que oficialmente no extrae un solo litro de agua del subsuelo ni de ninguna otra fuente natural, registra un permiso para la generación de aguas negras de hasta 4 mil 489 m3, los cuales entrega como agua de riego para los productores agrícolas de los alrededores.

En Baja California, en el municipio de Mexicali, Servicios textiles de Baja California es una de las empresas más irregulares en el manejo del agua, más allá de la contaminación que produce. A pesar de que cuenta con la autorización federal para utilizar 269 mil 229 m3 de agua al año, parece que no desecha una sola gota. La planta no tiene permisos de ningún tipo para desalojar las aguas resultantes de su actividad industrial, las cuales se presume van a dar al colector de aguas residuales del municipio.

De acuerdo con Mexicali Resiste, aquí lo cuestionable no es que se utilice la red de drenaje municipal para el desalojo de aguas industriales, sino que el gobierno municipal, con la contribución económica de los ciudadanos, sea el que pague para sanear las aguas de las que se beneficia económicamente la empresa.

Si este caso parece escandaloso, habrá que ver lo que hace textiles de Morelos, ubicada en Cuernavaca, Morelos. Esta empresa, que se beneficia con un millón 419 mil 120 m3 de agua, no sólo se está acabando el Manantial Chapultepec, sino que sus niveles de producción superan por mucho el volumen de agua que se le autoriza extraer. Según fuentes del sistema de agua potable de Cuernavaca, también se abastece de la red municipal, contribuyendo a la escasez del líquido entre las colonias aledañas a la empresa.

Pese a los grandes volúmenes de agua que utiliza, textiles Morelos no manifiesta públicamente ningún permiso para el desalojo de aguas residuales, por lo que de forma oficial ahí no se genera un solo litro de agua contaminada, aun cuando el cauce que cruza el área natural protegida Barranca de Chapultepec, cuyas aguas se tornan rojas y azules a causa de la pigmentación por anilina, dice lo contrario.

En el estado de Hidalgo, concretamente en el municipio de Tepeji del Río, se repite también la inconsciente actividad industrial de las textileras: ahí textiles Niza de Hidalgo, que utiliza el agua para el lavado y teñido de telas, no cuenta con ningún permiso de extracción, pero sí con uno que le autoriza desechar 83 mil 950 m3 de agua al año, volumen que no se sabe de dónde se obtiene y va directo al cauce de un canal sin nombre que afecta al río Pánuco.

Aquí en Tepeji también opera textiles Nyl Zon, que accede a tan sólo 595 m3 de agua al año, pero de manera ilógica genera aguas residuales por el orden de los 10 mil 220 m3, los cuales se arrojan al cauce del río Tepeji, donde la contaminación, al igual que en el río Atoyac, ha llegado a niveles críticos.

Ríos de enfermedades y muerte

La contaminación que genera la industria textilera sobre algunos ríos es alarmante, según lo reconoce la propia CNDH. A pesar de ello, no hay acciones oficiales que pongan freno a la situación. Al cierre de 2018 no se conocía ninguna instrucción pública dictada por la Semarnat o la Profepa que impactara sobre la labor industrial de ese sector, a pesar de que desde marzo de 2017 se alertó sobre la situación que enfrentan en los ríos Atoyac y Xochiac, en los estados de Puebla y Tlaxcala.

El señalamiento sobre la desmedida descarga de aguas negras en el cauce de estos ríos, donde el mayor inconveniente es la afectación a la salud y la limitación de agua de por lo menos 76 mil pobladores de los municipios de San Martín Texmelucan y Huejotzingo, Puebla, y cerca de 25 mil de los municipios de Ixtacuixtla, Tepetitla y Nativitas, Tlaxcala, fue ignorado entonces por Rafael Pacchiano Alamán, secretario de Medio Ambiente y Recursos Naturales; Roberto Ramírez de la Parra, director general de la Comisión Nacional del Agua; Guillermo Haro Bélchez, procurador federal de Protección al Ambiente; Julio Sánchez y Tepoz, comisionado federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios; José Antonio Gali Fayad, gobernador de Puebla, y Antonio Mena Rodríguez, gobernador de Tlaxcala.

A estos funcionarios les pasó de noche el hecho de que también las poblaciones de los municipios de Santa Rita Tlahuapan, San Matías Tlalancaleca, San Salvador el Verde, San Miguel Xoxtla, Coronango, San Andrés Cholula y Ocoyucan, en Puebla, y de Tetlahuaca, Zacatelco, Xicohtzingo, Papalotla y Tenancingo, de Tlaxcala, también se vieran impactados de manera secundaria por la contaminación industrial del río Atoyac y su afluente, el río Xochiac o Hueyapan.

Ante la observación de la CNDH, los funcionarios que fueron alertados de esa situación no sólo ignoraron la crisis ambiental, sino que la siguieron permitiendo, pues en 2017 se hablaba ya de 30 puntos de descargas de aguas contaminantes sobre el Atoyac, y otros 17 sobre el cauce del río Xochiac, pero al cierre de 2018, ese número había aumentado a 54 en el Atoyac y a 36 en el Xochiac, sólo de las empresas que no tenían permiso oficial para ello.

Las fábricas que más aguas negras arrojan sobre estos cauces son las del ramo alimentario, que descargan —a veces con permiso, a veces sin él— en 829 sitios del trayecto de estos ríos: 158 en Huejotzingo, 426 en San Martín Texmelucan, 124 en Ixtacuixtla, 63 en Nativitas y 58 en Tepetitla, a las cuales se suman 445 empresas contaminantes dedicadas a la fabricación de prendas de vestir, productos textiles, insumos y acabados textiles, y de curtido y acabado de cuero y piel.

La industria de la fabricación de productos metálicos descarga sus aguas negras en 275 puntos de los que 53 están en Huejotzingo, 149 en San Martín Texmelucan, 29 en Ixtacuixtla, 19 en Nativitas y 25 en Tepetitla, a los que se agrega la contaminación que arrojan 159 empresas de la fabricación de productos a base de minerales no metálicos, 73 de la industria maderera, 72 que fabrican muebles, colchones y persianas, 54 de la industria de las bebidas y el tabaco, 43 de industrias relacionadas con bebidas y alimentos, 15 de la industria química, ocho de la industria del papel, nueve de la industria del plástico y el hule, ocho de fabricación de autopartes, y 25 de industrias manufactureras diversas.

A la contaminación generada por aguas negras de estas empresas, asentadas en los cuatro municipios mencionados, también se suma la que hacen el Complejo Petroquímico independencia Pemex, ubicado en la comunidad de Santa María Moyotzingo, y las que se ubican en los corredores industriales Quetzalcóatl (ubicado en San Baltazar Temaxcalac), Ixtacuixtla (entre las comunidades de Villa Mariano Matamoros y Villa Alta) y Huejotzingo (a un costado de la comunidad Santa Ana Xalmimilulco), donde operan tres fábricas de químicos aromáticos, cinco de partes automotrices, 12 de alimentos, 30 textileras fabricantes de mezclilla, una metalúrgica y una ladrillera.

La generación de aguas contaminadas vertidas en los cauces del Atoyac y Xochiac por parte de estas empresas, que “en muchos casos descargan sus residuos directamente al río o a la red de alcantarillado sin previo tratamiento”,7 es lo que ha propiciado que las comunidades asentadas en los bordes de cuerpos de agua se consideren potencialmente expuestas a los contaminantes, lo que conlleva un daño a los ecosistemas, la salud, y sobre todo a la disponibilidad del agua para consumo humano.

Notas

1 Secretaría de Economía, Sector textil, “importancia comercial del sector para México”, México, 2017.

2 Greenpeace International, “Hilos tóxicos: al desnudo”, México, diciembre de

2012, p. 6.

3 Ibid., p. 7.

4 Comité Estatal de información Estadística y Geográfica del Estado de Puebla, Censo Poblacional 2017: http://ceigep.puebla.gob.mx/informacion_basica_municipio.php.

5 Fundación Botín, “Conclusiones del análisis sobre el uso responsable del agua en el sector textil”, España, 2012.

6 CNDH, Recomendación Núm. 10 /2017. “Sobre la violación a los derechos humanos a un medio ambiente sano, saneamiento del agua y acceso a la información, en relación con la contaminación de los ríos Atoyac, Xochiac y sus afluentes”, 21 de marzo de 2017.

7 Ibid.