ADELANTOS EDITORIALES

El pastor de masas • José Gil Olmos

AMLO: una religión populista.

Créditos: Adelantos Editoriales
Escrito en OPINIÓN el

Al verlo en el centro del Salón de Tesorería, un magno espacio construido para la realeza española del siglo XVI, me di cuenta de que no hablaba como presidente, político o siquiera líder social, sino como un pastor espiritual que se dirige a su grey.

La primera vez que fui a la mañanera, vi a Andrés Manuel López Obrador de una manera distinta. No era aquel que conocí en 1995, en Villahermosa, platicando sobre el futuro del movimiento social que ya encabezaba. Tampoco era el hombre que tomaba pozos petroleros ni el candidato en permanente campaña.

Este libro es un intento por mostrar esta cara de AMLO: la del uso de la religión con fines políticos y electorales que ha desplegado desde 1992. Esta obra arranca con la génesis del personaje, continúa con el Éxodo (la caravana por la democracia que hizo desde Tabasco a la Ciudad de México) y concluye con los viacrucis que ha construido y atravesado. No se trata de denostar a un personaje, sino de presentar y describir esta parte importante de su trayectoria: la utilización de emblemas, símbolos, epifanías, narrativas y parábolas religiosas cuando lo ha necesitado.

La estrategia le ha rendido frutos: su figura aparece no sólo al lado de los héroes nacionales en murales, pinturas y estatuas, sino también en escapularios, estampas religiosas, oraciones, novenarios y en la fe entre muchos de sus seguidores.

Esta es la historia y sus implicaciones.

Fragmento de José Gil OlmosEl pastor de masas” editado por Grijalbo. Cortesía de publicación de Penguin Random House.

José Gil Olmos (México D.F., 1962) estudió la carrera de Periodismo y Comunicación Colectiva en la UNAM, donde se tituló con mención honorífica. Cursó una especialización en la Investigación y Docencia, en la universidad mencionada. Se ha desempeñado en diversos medios, entre los que destacan El Nacional, La Jornada y la revista Proceso. 

El pastor de masas | José Gil Olmos

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Introducción

Rodeado de chamanes y brujos, escapularios y amuletos, lector de la Biblia y devoto de la vida de Jesucristo, la religión y las creencias forman una parte esencial en la vida particular y política de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien desde niño se sintió pre­destinado a ser héroe de la historia nacional.

Desde hace más de una centuria —quizá desde Francisco I. Madero, el primer presidente de la Revolución, cuya vida estuvo igualmente impregnada por la religión y las creencias sobrenatu­rales como el espiritismo—, no se había presentado un presidente de la República que hiciera uso de la religión de una manera tan abierta y pública como estrategia política y electoral como ahora lo ha hecho AMLO.

Cada vez que le conviene y lo necesita, en los pasos más im­portantes que ha dado a lo largo de su carrera política, la religión ha estado presente, ya sea por medio de referencias bíblicas, la mención de las enseñanzas de Jesucristo, el uso de imágenes sagradas como la Virgen de Guadalupe o las creencias de protección de chamanes y brujos que le han ofrecido sus rituales para cubrirlo de la maldad de sus enemigos.

A través de los años López Obrador ha recurrido a la religión cristiana, principalmente a la evangélica, para hacerse de seguidores mediante un discurso lleno de mensajes de fe y esperanza que han tenido un efecto emotivo en buena parte de la población, que, ahora como presidente, le otorga un halo de guía espiritual cual pastor o incluso de poderes de sanación que rayan en los linderos de lo sacro.

La recurrencia de pasajes bíblicos para justificar por décadas sus acciones políticas lo yergue en una especie de mistagogo que catequiza a sus seguidores y les explica fragmentos del libro sagrado de la religión judeocristiana, especialmente los sacramentos, para convencerlos de las virtudes de sus propuestas de gobierno agrupa­ das en su marca “Bienestar”.

Nada es casual, sino causal. Hay causas que determinan los hechos y a los personajes. Y en el caso de Andrés Manuel López Obrador no es casual su ascensión como presidente con un apoyo popular tan importante. Tampoco lo es la relevancia del perfil reli­gioso que lo caracteriza y le resulta tan efectivo en esta época en la que el país vive una crisis estructural con niveles inéditos de vio­lencia, corrupción, impunidad, pobreza y marginación; así como una enorme desconfianza en autoridades, partidos, figuras políticas, medios de comunicación, organizaciones sociales e instituciones de justicia y hasta religiosas.

Aunque pueda verse como una paradoja, en este contexto de crisis estructural lo que menos está en crisis es la fe, pues la gente busca un asidero de donde agarrarse en medio de la tormenta y la incertidumbre. Y para millones de mexicanos, esa tabla de salvación es AMLO.

En ese contexto podríamos aventurar que lo que vimos en la jornada electoral del 1º de julio de 2018 podría considerarse un acto de esperanza y hasta de fe de 30 millones de mexicanos que votaron por un personaje que daba certeza y confianza con diversas acciones convertidas en hazañas y un discurso popular de tintes religiosos que ha propagado por más de 30 años por cada rincón de la geografía nacional.

En las boletas electorales AMLO apareció como un personaje que brillaba al final del túnel oscuro, un asidero en medio de la tor­menta; con su discurso esperanzador que auguraba una etapa de paz y bienestar para un país sumido en la violencia, el saqueo, la corrup­ción y la pobreza; con la promesa de un cambio y una “revolución de las conciencias”, tan profunda en todos los órdenes de la vida social, que bautizó como la “Cuarta Transformación”.

Lo que logró AMLO aquel día, el mayor porcentaje de votos para un candidato presidencial, fue producto de una mezcla de hechos, circunstancias y personajes, así como de años de trabajo político y el aprovechamiento de la esperanza y la fe por un cambio de una gran parte de la ciudadanía. Harta de la injusticia, la violencia y la corrupción de los gobernantes anteriores, esta optó por quien había sabido usar con enorme éxito un lenguaje popular, así como figuras históricas y un discurso empapado de constantes referencias religiosas para anunciar y convencer del advenimiento de la nueva era histórica del país encabezada por él, precedida por la Revolución, la Reforma y la Independencia.

Andrés Manuel López Obrador, además de ser un líder social, es un dirigente que aborda la política desde un plano emocional; en las marchas y mítines es donde mejor se desenvuelve. Pero también es un personaje que ha mostrado gestos de pastor religioso llevando a cabo, como ningún otro actor político, un peregrinar por todo el país durante tres décadas, en las cuales ha divulgado un mensaje de ilusión y de transformación en sus eventos, caravanas, concentraciones, mítines y, ahora, desde la silla presidencial, con sus discursos difundidos de manera presencial en las famosas conferencias mañaneras o en las “benditas redes sociales”, como él las llama cuando lo favorecen.

A partir de la necesidad de comprender por qué Andrés Ma­ nuel López Obrador tiene tantos seguidores y apoyo, más allá del uso de programas sociales, este libro tiene varias metas. Una es hurgar en su historia personal y política para mostrar, describir y explicar la trascendencia del aspecto religioso en quien, mediante una serie de actos y discursos con referencias cristianas y evangélicas de honestidad y austeridad, logró impactar en lo más hondo del ánimo en la población y, al mismo tiempo, formar su propio mito de héroe hasta llegar a lo sacro.

Otro interés es exponer que, como todo héroe, AMLO ha transformado sus éxitos en hazañas estoicas y las ha elevado a tal grado que pretende compararlas con las gestas de personajes que han marcado etapas fundamentales de la historia nacional: Miguel Hidalgo y la Independencia, Benito Juárez con la Reforma y Fran­ cisco I. Madero, el Apóstol de la Democracia de la Revolución, a quien más se asemeja.

A diferencia de estos personajes históricos, López Obrador ha trabajado toda su vida para encarnar en sí mismo la propuesta de alcanzar la Cuarta Transformación mediante una cruzada políti­co-religiosa, con mensajes bíblicos y del Evangelio cristiano que emite cada vez que lo requiere a manera de justificación de sus acciones, con lo que ha logrado una amplia y profunda empatía de una buena parte de un país que tiene una población 90 por ciento católica.

En contraste con otros presidentes que han usado símbolos religiosos para hacerse de mayores niveles de simpatía y apoyo (como Vicente Fox, que comenzó la jornada de transmisión de mando rezando ante la Virgen de Guadalupe y luego de obtener el poder constitucional recibió una cruz en el Auditorio Nacional de manos de su hija Cristina), AMLO no solo ha hecho pública su religión, sino que la predica y la utiliza, de manera constante, para sostener sus actos políticos, avalar importantes decisiones de gobierno y garantizar la bondad y la certeza de su mensaje.

Solo en víspera de cumplirse el cuarto año de su gobierno, AMLO había mencionado “Dios”/“Creador” 155 veces; la “Biblia”, 16 veces; “Cristo”/“cristiano”, 40 veces; “pecado”, 19 veces; “próji­mo”, 146 veces; y el “Antiguo Testamento”/“Nuevo Testamento”, en 11 ocasiones, de acuerdo con un conteo de Luis Estrada, director del centro de análisis SPIN, hecho para esta investigación.

Las principales referencias a la Biblia han sido el sermón de la montaña del Evangelio según San Marcos (capítulo 5, versículos 3-10); Cristo condena a los fariseos del Evangelio según San Mateo (capítulo 23, versículo 27); Cristo, los niños y la preferencia por los pobres del Evangelio según San Marcos (capítulo 10, versículos 13-16 y 21-25); Cristo es tentado por el diablo del Evangelio según San Mateo (capítulo 4, versículo 4); Cristo ordena amar al prójimo del Evangelio según San Marcos (capítulo 12, versículo 31); al César lo que es del César del Evangelio según San Marcos, San Mateo y San Lucas; y la mentira es del demonio del Evangelio según San Juan (capítulo 8, versículo 44).

Así como no tiene prurito para recurrir a la religión en la toma de decisiones públicas y de gobierno, tampoco tiene empacho en manifestar sus creencias para aplacar críticas y cuestionamientos por atentar contra el principio constitucional del Estado laico.

“En la Iglesia evangélica hay una denominación cristiana, pero mi cristianismo, lo que yo practico tiene que ver con Jesucristo, por­ que yo soy seguidor del pensamiento y de la obra de Jesús. Creo que es el luchador social más importante que ha habido en el mundo, en la Tierra”, confesó el 4 de junio de 2020 el presidente López Obra­ dor, tomando como ejemplo a Jesucristo para la realización de sus metas de gobierno y dejando atrás los cuestionamientos a su religión y a sus principios.

Esta revelación que hizo López Obrador tiene un antecedente trascendental en su biografía personal. Se trata de un pasaje que, visto a la distancia y en las actuales circunstancias, es fundacional. Jesús Ortega, en una entrevista para este trabajo, cuenta una historia reveladora que nos puede ayudar a explicar y describir este perfil profético que ha marcado la vida de López Obrador:

“Recuerdo que íbamos en un automóvil cruzando la frontera calurosa entre Tabasco y Chiapas, en medio de la campaña presidencial de 2006, cuando Andrés Manuel, candidato presidencial del Partido de la Revolución Democrática, miró hacia el río y soltó las palabras como si estuviera pensando en voz alta”, recuerda el exdirigente del PRD.

Mira, Jesús, yo nado muy bien, y en este río aprendí desde pequeño —dijo AMLO señalando hacia el agua que serpentea la tierra fértil de esa región maya—. Yo aprendí a nadar aquí, pero un día que me metí a nadar, cuando iba a la mitad del río, sentí que me jalaron a lo más profundo. Por más esfuerzos que hacía para salir, no podía, y cuando estaba abajo pensé que ya no saldría. No sé cuánto tiempo estuve abajo, pero cuando más desesperado estaba, sentí que algo me impulsaba, una fuerza muy grande, y entonces pude subir, nadé con fuerza y logré salir. Más tarde, cuando estaba ya en mi casa, le conté a mi madre lo que había pasado, y ella me dijo una cosa que se me grabó: ‘Fue Dios quien te sacó porque tienes una misión muy grande en la vida’.

“Yo creo que desde entonces Andrés se siente predestinado”, señala Jesús Ortega, quien era el coordinador de la campaña presidencial de Andrés Manuel López Obrador en 2006.

El pasaje que rememora Ortega —otrora compañero de partido de López Obrador— forma parte de la historia personal, religiosa y profética del tabasqueño, quien, como ningún otro presidente de México, ha mostrado y ejercido desde el poder presidencial su credo religioso.

El 3 de diciembre de 2018, apenas dos días después de la asunción presidencial de Andrés Manuel, Porfirio Muñoz Ledo avizoró este fenómeno político-religioso de la siguiente manera: “Desde la más intensa cercanía confirmé ayer que Andrés Manuel ha tenido una transfiguración: se mostró con una convicción profunda, más allá del poder y la gloria. Se reveló como un personaje místico, un cruzado, un iluminado.

”La entrega que ofreció al pueblo de México es total. Se ha dicho que es un protestante disfrazado. Es un auténtico hijo laico de Dios y un servidor de la patria. Sigámoslo y cuidémoslo todos”, expuso Muñoz Ledo en un par de mensajes en redes sociales.

El pasaje que recuerda Ortega y las frases de Porfirio Muñoz Ledo, quienes fueron compañeros de partido de López Obrador, forma parte de la historia personal, religiosa y profética del tabas­queño quien como ningún otro presidente de México ha mostrado y ejercido desde el poder presidencial su credo religioso.

Y también como ningún otro en el transcurso de la política nacional ha caminado por todos los municipios del país, semejan­ te al peregrinar de un pastor que va predicando su palabra por cerros, montañas, valles y praderas para que la gente lo escuche y lo siga.

Como señala la investigadora Marguerite Cattan: “La persona histórica, una vez heroica, tiende a crear su propio mito, que contiene, en muchos casos, verdades que no pueden verificarse como históricas, y en consecuencia es el mito el que se imprime en la conciencia colectiva”.

En el caso de López Obrador, él mismo se ha encargado de grabar en la conciencia colectiva la imagen de un hombre místico y mítico, de un político austero y puro, sin manchas que lo crucifiquen, y, sobre todo, que se va sobreponiendo al personaje histórico para convertirse en héroe de la nación, muy similar a Francisco I. Madero.

Aquí reside la intención de este libro de investigación periodística. No se trata de denostar a un político, sino de mostrar, explicar y describir una parte fundamental de su trayectoria, una secuencia secular de Andrés Manuel López Obrador en la cual resultan fundamentales los relatos y el uso del lenguaje religioso para alcanzar sus fines políticos.

Se trata de acercarnos a comprender esta parte esencial de su formación como líder social, la de pastor que, enarbolando un mensaje como si fuera un estandarte, guía a sus simpatizantes por un camino sinuoso para realizar, a la manera de una cruzada político-religiosa, su principal misión en la vida: la Cuarta Transformación más importante del país en 200 años, después de la Independencia, la Reforma y la Revolución, y con ella dar inicio a una nueva etapa donde reine el bienestar.

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Éxodo y transformación

El episodio que cita Jesús Ortega, retomado por Enrique Krauze en su ensayo “El mesías tropical” (en el cual, por cierto, no le da crédito al exdirigente del Partido de la Revolución Democrática), cobra relevancia porque refleja claramente el papel de la religión en la vida política de López Obrador, desde que empezó el 25 de noviembre de 1991 con una caminata que partió de Villahermosa, Tabasco, y finalizó en el Zócalo de la Ciudad de México el 11 de enero de 1992, en protesta por el fraude en las elecciones tabasqueñas.

No es casual que a esta caminata de 55 días la haya llamado “Éxodo por la Democracia”, a propuesta de su primera esposa, Ro­cío Beltrán, al recordar la importancia de Moisés como líder de los judíos, a quienes guio saliendo de Egipto como pueblo esclavizado para llegar a la tierra prometida como pueblo libre.

Esta gesta política es importante en la biografía de López Obrador porque fue el primer paso de su largo peregrinar desde el edén —como se conoce a Tabasco— hasta el centro político de México: la plaza de la Constitución, a un costado de la cual se encuentra el Palacio Nacional, que ahora habita como presidente de la República.

El reportero Óscar Camacho, enviado por el diario La Jornada para hacer la cobertura de esta marcha de 1?050 kilómetros, recuerda nítidamente la víspera del inicio de la empresa, cuando Andrés Ma­nuel buscaba cómo bautizarla y Rocío Beltrán salió al paso y le hizo su propuesta.

Luego de escuchar, convencido, las palabras de su esposa, López Obrador de inmediato le ordenó a uno de sus seguidores: “¡A ver, Turco! Consigue una imagen de la Virgen de Guadalupe y una bandera nacional, con eso vamos a encabezar la marcha”.

Se podría decir que es a finales de 1991 cuando inicia la carrera política de López Obrador, y que culmina en 2018 al ganar la elec­ción presidencial. Fue un largo trayecto que, por un lado, sigue el patrón del “camino del héroe”, como lo describe Joseph Campbell en El héroe de las mil máscaras. Y por otro emula a Moisés y el Éxodo, un capítulo evangélico que ha marcado la historia política del mun­ do, como lo señala Michael Walzer en su libro Éxodo y revolución. El de AMLO fue un viaje de casi tres décadas por todo el país, en distintas etapas, profetizando la llegada de la Cuarta Transforma­ción. Un largo y sinuoso camino que tuvo su recompensa: llegar el 1º de diciembre de 2018 a Palacio Nacional y sentarse en la silla presidencial.

El Éxodo por la Democracia es fundamental en la historia política de López Obrador porque es a partir de esta acción de re­sistencia civil pacífica que su figura cobra relevancia a nivel nacio­nal: se le reconoció como un líder social y político con amplia convocatoria ciudadana para enfrentar con enorme capacidad y fuerza a los grupos más poderosos que gobernaban el país, encabe­zados por Carlos Salinas de Gortari, su enemigo número uno.

El maestro en Ciencia Política por la Universidad de Columbia en Nueva York, Javier Tello, retoma a Walzer en su artículo “La política del Éxodo de López Obrador”. En él hace una interpretación del proyecto del tabasqueño como un ejemplo de la “política del Éxodo”. Esta ha estado presente en Occidente como una forma de caracterizar el cambio radical a partir de la estructura básica de un plan de acción política con varias etapas: opresión, liberación, contrato social, lucha política, nueva sociedad, riesgo de retroceso y restauración.

Walzer, explica Tello, basa su idea en el segundo libro de la Biblia, el Éxodo, el cual narra la esclavitud del pueblo de Israel en Egipto, su liberación y travesía por el desierto, el pacto del Sinaí con el dictado de los mandamientos como reglas de conducta, hasta la llegada a la tierra prometida.

El filósofo estadounidense reconoce en este libro de la Biblia una narrativa de enorme poderío que, si bien tiene un origen religioso, también permite una lectura secular y política.

“Dada la centralidad de la Biblia en el pensamiento de Occidente y la repetición constante de la historia del Éxodo, este patrón de cambio, según Walzer, está grabado en la cultura política de Occidente y ha sido un referente constante a lo largo de los siglos”, precisa Tello en su ensayo. Asimismo, destaca que esa línea o ese plan de acción política de “liberación” y transformación de Andrés Manuel López Obrador es la que al final también define su propia personalidad.

El libro en el que Walzer desarrolla este argumento es Exodus and Revolution, que ofrece una lectura política del texto bíblico y reflexiona sobre el carácter general y tensiones internas de lo que el autor llama “la política del Éxodo”. La forma en que procede es analizando el significado de cada una de las etapas de esta historia. La descripción que se ofrece a continuación resume el argumento de Walzer y, para cada episodio de la narrativa, se argumenta su relevancia para entender el estilo y la visión política de López Obrador.

Tello explica las cuatro características básicas del tipo de historia que es el Éxodo y que el presidente Andrés Manuel López Obra­dor aplica en su propia concepción del “éxodo del pueblo mexicano a la tierra prometida del bienestar y la democracia”. La primera es que se trata de una narrativa en la que hay progreso, un objetivo a lograr que está presente al inicio como promesa que genera esperanza. Se trata de una marcha hacia delante y el punto de llegada tiene poco que ver con el de partida. No es por lo tanto una visión nostálgica, Canaán es lo opuesto a Egipto.

Una segunda característica es que se trata de la historia de un pueblo, no de individuos o familias, de príncipes y sus herederos. La importancia de Moisés no es personal, sino política, y tiene que ver con su liderazgo del pueblo.

Una tercera característica es el realismo de la narrativa que se ubica plenamente dentro de la historia, ni antes ni después. Hay siempre pasado, presente y futuro que son, además, producto de decisiones y debates particulares de personas específicas. La cuarta característica es que se trata de una historia humana y no divina, resultado del trabajo de personas de carne y hueso.

Es una narrativa que no requiere de la intervención divina para transformar la realidad de golpe. Dios libera a los israelitas de Egip­to, pero son ellos quienes tienen que atravesar el desierto, derrotar a los cananeos y trabajar la tierra. Dios les da leyes, pero ellos las tienen que cumplir.

A partir de ahí Tello observa que López Obrador en su libro 2018. La salida. Decadencia y renacimiento de México reproduce la estructura y plan de acción de “la política del Éxodo”.

Hay que señalar un dato interesante en el contexto de este libro: Andrés Manuel López Obrador lo presentó en los primeros días de enero de 2017, cuando se preparaba para la gran cruzada electoral de 2018, en la que alcanzó el anhelado triunfo por la pre­sidencia de la República. Una acción similar llevó a cabo Francis­co I. Madero, uno de los referentes históricos de López Obrador: en 1908 escribió La sucesión presidencial en 1910, que publicó en enero de 1909 y distribuyó en todo el país. En esta obra Madero planteaba la necesidad de eliminar la aún vigente dictadura de tres décadas durante la cual la ley y las elecciones habían servido para perpetuar el poder de una élite encabezada por el general Porfirio Díaz.

Así, en el decimoquinto de los 17 libros que ha escrito, López Obrador hizo lo propio: distribuyó por todo el país su legado, anun­ciando el inicio de una nueva etapa en la vida del país si ganaba la elección de 2018. Escribió:

En este libro reafirmo mi postura de que la corrupción es el principal problema de México. Por esta razón, convoco a todos los mexicanos, mujeres y hombres, pobres y ricos, pobladores del campo y de la ciudad, religiosos o librepensadores, a construir un acuerdo nacional y a hacer de la honestidad una forma de vida y de gobierno. Con esta nueva forma de hacer política, y con un recto proceder, no hará falta aumentar impuestos ni seguir incrementando la deuda pública, y estoy seguro de que mejorarán las condiciones de vida y de trabajo.

Si triunfamos en el 2018 y llevamos a cabo los cambios que proponemos, a finales del sexenio, es decir, en 2024, habrá un nivel de bienestar y un estado de ánimo completamente distinto al actual. Tendremos una sociedad mejor, no solo por lo que vamos a construir entre todos y desde abajo en el plano de lo material, sino por haber creado una nueva corriente de pensamiento, por haber consumado una revolución de las conciencias que ayudará a impedir, en el futuro, el predominio del dinero, del engaño y de la corrupción, y la imposición del afán de lucro sobre la dignidad, la verdad, la moral y el amor al prójimo.

En este libro de López Obrador Tello distingue el plan y la estrategia que se ajusta y sigue los pasos de la “política del Éxodo” descrita por Walzer.

La narrativa que nos ofrece López Obrador en su libro 2018. La salida tiene la estructura y cumple con las principales características de la historia del Éxodo. Hay un pueblo oprimido que debe ser liberado, una larga travesía por el desierto y una tierra prometida al final de la marcha. Es una historia de progreso que define el punto de llegada a partir de un rechazo del punto de partida, el Egipto neo­ liberal. Es también una narrativa de un pueblo y no de un grupo o clase social.

Se trata de un movimiento social que, a diferencia de un partido político, aspira a representar a todos. El proyecto es en ese sentido “hegemónico”, pero es una hegemonía que, como veremos, no tiene por qué excluir el debate y la pluralidad democrática. Es claramente realista al ubicarse dentro de la historia de México, reconociendo momentos tanto de avance como de retroceso. Empezando con la Independencia y pasando por la Reforma, se identifica el porfiriato como un primer gran retroceso del que, sin embargo, se logra nuevamente escapar rumbo a la tierra prometida gracias a la Revolución, pero este nuevo éxodo entra en decadencia hasta culminar con el retroceso neoliberal.

Con el triunfo electoral de Morena se busca reemprender la marcha a la tierra prometida. Todo ello, avances y retrocesos, es producto de la voluntad de seres humanos específicos, Guerrero y Madero, Díaz y Salinas, que toman decisiones. Aquí no hay intervención divina o inevitabilidad histórica. Vemos una narrativa en la que el voluntarismo individual es central.

Desde la perspectiva de la política del Éxodo vemos a un personaje como Andrés Manuel López Obrador monástico en su forma de vida, predicador del ejemplo de la verdad, la austeridad y honestidad, luchador social empecinado, lector de la historia na­ cional y de la biografía de grandes personajes como Benito Juárez, Francisco I. Madero y Lázaro Cárdenas, que se ha planteado ser el artífice de una misión histórica para el país: encabezar la Cuarta Transformación, equiparable a la Independencia, la Reforma y la Revolución.

Es decir, volverse el punto de referencia de los últimos dos siglos de historia nacional.

Y para ello ha usado e implementado en su discurso y en sus actos políticos y de gobierno una serie de símbolos, parábolas, referencias y conceptos de la Biblia que lo han elevado a los ojos de miles como el salvador de la patria, “el iluminado” y el principio de una nueva época de México en el arranque del siglo XXI.