ADELANTOS EDITORIALES

La odisea Rusa • Laila Porras Musalem

Una historia económica de Rusia: de la Revolución a la guerra Ucrania.

Escrito en OPINIÓN el

Laila Porras detalla cómo se transformó Rusia desde su etapa soviética hasta su integración al capitalismo, su desarrollo económico, el ajedrez siniestro de sus oligarquías, su regreso como potencia militar y el afán de sus élites por volver a su nación artífice y líder de un nuevo orden mundial multipolar.

La violenta invasión de Rusia a Ucrania encendió numerosos debates al cuestionar con severidad la intervención militar; las condenas y acusaciones han puesto a Rusia -no sin razón- como un verdugo y han estimulado a diversos países a emitir juicios reprobatorios a los dictados de Vladimir Putin. Pero pocos analistas ofrecen un argumento neutral, preciso y profundo sobre los orígenes de este conflicto, como los expuestos en este libro. Para entender la guerra entre Rusia y Ucrania, que excede ampliamente sus fronteras al ser esta última apoyada económica y militarmente por lo que Putin llama "el Occidente colectivo", la autora nos presenta un estudio claro y pertinente de una historia compartida por ambas naciones y analiza las diversas fuentes externas del conflicto: geopolíticas y económicas, como el pacto roto de la OTAN y las presiones económicas de la Unión Europea hacia Ucrania; ambos desarrollos percibidos por Rusia como un cerco militar y económico que amenaza su soberanía y seguridad. Evoca los conflictos geopolíticos en la zona originados por el control de las rutas de los hidrocarburos, entre otros.

La Odisea rusa destroza la comentocracia de nuestros tiempos y nos ofrece explicaciones sólidas del peregrinaje histórico, económico y político de Ucrania, las invasiones extranjeras en su territorio durante siglos y su lucha por establecerse como nación independiente, así como las paradojas entre la cercanía y la distancia con Rusia y su posición como punto estratégico para intereses económicos y militares de Estados Unidos y de la Unión Europea, así como de Rusia, obstinados en afanes de expansión y abierta lucha mercantil.

Fragmento del libro La odisea rusa” de Laila Porras Musalem editado por Aguilar. Cortesía de publicación Penguin Random House.

La odisea Rusa • Laila Porras Musalem

#AdelantosEditoriales

 

1. Del fin del régimen zarista a la desintegración de la URSS

La revolución industrial y la modernización comienzan en Rusia con un retraso importante en comparación con las demás naciones europeas. A mediados del siglo XIX Rusia es el único país europeo en donde sigue prevaleciendo la servidumbre con alrededor de 40 millones de siervos. A pesar de este retraso, la industria se desarrolla de manera paralela a la construcción de las vías de comunicación, sobre todo del ferrocarril. La industria y la agricultura rusas avanzan gracias al aporte de capitales extranjeros y se observa un crecimiento significativo a inicios del siglo XX, antes del estallido de la Primera Guerra Mundial. No obstante, la desigualdad y la miseria dominan el paisaje social. La convulsión política se traducirá en la revolución de 1905 que sacudirá al régimen zarista y lo obligará a tomar algunas medidas como el paso a una monarquía constitucional. Pero estas reformas serán insuficientes y en 1917 estallará la Revolución de Octubre; el triunfo del partido Bolchevique hará transitar al país hacia un nuevo sistema económico y social. Geográficamente, la recién creada Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (1922) recuperará una parte importante de lo que había sido el extenso territorio del Imperio ruso. El sistema socialista se irá delineando a lo largo de las primeras décadas del siglo XX con las políticas de nacionalización de prácticamente toda la economía, de la colectivización del campo, de la planificación y de la industrialización forzada. El desarrollo de este sistema no fue lineal y después de la promulgación de la severa política conocida como “Comunismo de Guerra” para hacer frente a la invasión de las potencias extranjeras a Rusia durante la Primera Guerra Mundial, seguirá una etapa de alivio con la instauración de la “Nueva Política Económica” (NEP). Sin embargo, la llegada de Stalin al poder (1924) sumirá al país entero en el terror. Ciertamente, son también los años de un sorprendente crecimiento económico y recuperación; así como de una tendencia hacia la convergencia en términos de desarrollo económico con los países capitalistas desarrollados. En términos geopolíticos, después de la Segunda Guerra Mundial, Europa se divide con el establecimiento de regímenes “pro-soviéticos” en las regiones de Europa central y del Este. En términos sociales, con la llegada de Jruschov al poder, una nueva etapa comienza para el ciudadano soviético, una era de paz, progreso material y aumento de los niveles de vida, así como el fin del terror y de las purgas estalinistas. A pesar de las reformas realizadas y las que seguirán con Brézhnev, no habrá modificaciones mayores al sistema económico socialista, que comienza a mostrar signos de ralentización a partir de los años 1970. Un salto mayor se observará con la llegada de Gorbachov al poder en 1985. Sus reformas conocidas como Glasnot y Perestroika tendrán como última consecuencia el desmembramiento del Bloque del Este a partir de 1989 y la implosión de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en diciembre de 1991.

Esplendor y miseria al final del régimen zarista

Desde el siglo XVI, el poder de los zares había reinado sobre un territorio multinacional tratando de convertir al Imperio ruso en una gran potencia europea. No existe sin embargo unanimidad en el seno de la comunidad académica acerca del estado de desarrollo que guardaba Rusia en el período anterior a la revolución bolchevique. De hecho, se confrontan varias representaciones a propósito de la última fase del Imperio ruso. Encontramos por un lado, la descripción de un país atrasado con una agricultura semifeudal y una sociedad muy polarizada, en donde existía un desarrollo industrial embrionario. No obstante, otros análisis subrayan que Rusia –aunque todavía lejos de las potencias europeas occidentales como Estados Unidos– mostraba un dinamismo económico importante con un auge en ciertos sectores como la industria y la agricultura, y señalan el desarrollo de algunas instituciones financieras integradas a la economía global.

En realidad, los dos análisis se complementan e ilustran la situación de este país con enormes desigualdades regionales, sociales y sectoriales. Es importante señalar que la Rusia zarista es una Rusia rural cuya población campesina representa el 80% de la población total.(1) De tal manera, si el centro del análisis es el mundo rural, la situación del pueblo ruso puede calificarse de miserable. De hecho, el campo ruso se caracteriza por la ausencia de modernización. No olvidemos que Rusia fue de los últimos países en Europa en abolir la servidumbre; así, a mediados del siglo XIX, los campesinos seguían estando sujetos a los terratenientes, al zar y a la iglesia, y se veían afectados periódicamente por la escasez y las epidemias.(2)

No obstante, la monarquía comprendió que servidumbre y modernización eran incompatibles y la abolición de la servidumbre fue finalmente promulgada en 1861 por el zar Alejandro II, liberando a 40 millones de siervos. Sin embargo, se trató en realidad de una libertad muy limitada para los campesinos, ya que a partir de ese momento se convirtieron en “deudores” y debían comprar las tierras, disponiendo sólo de los peores terrenos. Además, no eran dueños directos de la tierra ya que ésta pertenecía al pueblo a través de la institución conocida como mir u obshchina. Los campesinos tampoco obtuvieron la igualdad ante la ley, ni una real libertad personal: no podían salir de su aldea sin la autorización de la comunidad y todos los hogares de la aldea debían pagar impuestos de forma colectiva (Sokoloff, 1993).

Con la abolición de la servidumbre y otras reformas del período tales como el desarrollo del sistema ferroviario, se permitió un importante crecimiento económico e industrial con el propósito de acercarse a las economías más desarrolladas. El crecimiento anual de la economía rusa fue del 3.3% durante el período 1883-1913, cercano al de Estados Unidos: 3.5% y superior al de todos los países occidentales de Europa y América del Norte: 2.7%. Sin embargo, el ingreso per cápita en Rusia en 1913 seguía siendo muy bajo en comparación con el observado en los países desarrollados: éste representaba el 15% del ingreso per cápita de Estados Unidos, el 33% del de Alemania y el 50% del ingreso per cápita del Imperio Austro-húngaro (Gregory, 1982).

La rápida industrialización a fines del siglo XIX en Rusia se llevó a cabo gracias al capital y a los aportes tecnológicos extranjeros. En efecto, las empresas extranjeras invirtieron en la industria extractiva (carbón, petróleo), en la industria metalúrgica, en la inge-niería mecánica (produciendo locomotoras, vagones, y las primeras maquinarias y herramientas “rusas”); asimismo, estaban presentes en algunos bienes del sector agroalimentario (azúcar, sal, tabaco). Al mismo tiempo se desarrolló una industria rusa, heredera de las manufacturas de los siglos XVIII y XIX en el sector textil, en la carpintería y en la alimentación. Sin embargo, los dos sectores, extranjero y nacional, empleaban alrededor de 3 millones de trabajadores, un número ínfimo en comparación con el mundo campesino. El mundo laboral en el sector industrial también estaba marcado por condiciones de vida miserables (Sapir, 1984).

Se ha dicho a menudo que antes de la revolución casi toda la población rusa era analfabeta. Nove señala que esta afirmación es exagerada: en 1897, 36% de los hombres y 12% de las mujeres estaban alfabetizados en la Rusia europea; además, hubo un rápido desarrollo de escuelas y universidades, pero no debe olvidarse tampoco que este desarrollo fue extremadamente desigual en las diferentes regiones (Nove, 1992).

A principios del siglo XX, el desarrollo económico y social del país había suscitado una fuerte oposición política al régimen zarista. El descontento fue creciendo y culminó con la sangrienta represión de una manifestación popular en la plaza del Palacio de Invierno por parte del ejército imperial el 9 de enero de 1905, que disparó contra la multitud. Habían participado en una marcha pacífica (muchos habían asistido con sus hijos), entre 50 000 y 100 000 personas, trabajadores y residentes de San Petersburgo. Este dramático evento marcó el comienzo de lo que se llamó la Revolución de 1905, caracterizada por un conjunto de manifestaciones y luchas políticas, así como por la radicalización de la oposición (el motín del acorazado Potemkin –inmortalizado en 1925 por la película de Sergei Eisenstein– se volvió uno de los eventos distintivos de la revolución).

La huelga general de octubre de 1905 logró que el régimen cediera transformando el Imperio ruso en una monarquía constitucional y en abril de 1906 se creó un parlamento, la Duma.(3) Por otro lado, las reformas agrarias del Primer ministro Piotr Stolyipn (noviembre de 1906), permitieron a los campesinos abandonar el mir. Esta medida, según él, permitiría al campesino volverse propietario de su tierra y tendría así más incentivos, lo que volvería al campo más próspero y a los campesinos más leales al gobierno.(4) Estas reformas se llevaron a cabo dentro de un contexto económico relativamente favorable en el sector agrícola caracterizado por el alza de los precios internacionales, lo que contribuyó al crecimiento importante de la producción agrícola entre 1900 y 1914. Sin embargo, las esperanzas suscitadas por la revolución y las reformas se fueron erosionando, pues la mayoría de la población, campesinos y obreros, seguían sin estar representados en el gobierno, y la miseria de las grandes mayorías y la injusticia subsistían.

De tal modo, Rusia atravesaba una fase de cambios profundos, que habían conducido a un cierto progreso en el proceso de industrialización del país. Sin embargo, el orden social, lejos de haberse transformado, acumuló crecientes desigualdades que exacerbaron las tensiones sociales y políticas. La Primera Guerra Mundial hizo intolerable esta situación. En efecto, esta hecatombe significó un gran trauma para la sociedad rusa: millones de campesinos fueron obligados a abandonar sus aldeas para ir al frente de batalla; las sucesivas derrotas de 1914-1917 provocaron la muerte de alrededor de 3 millones de civiles y soldados. La movilización de 15 millones de jóvenes provocó un déficit de 4 millones de nacimientos (Sokoloff, 1993).

El régimen soviético se instala y como lo veremos, la URSS se vuelve no solamente uno de los vencedores de la Segunda Guerra mundial, sino un actor ineludible en Europa y en el mundo entero.

Consolidación del sistema socialista soviético

La revolución rusa y el comunismo de guerra (5)

La peculiaridad del momento actual en Rusia consiste en el paso de la primera etapa de la revolución, que ha dado el poder a la burguesía por carecer el proletariado del grado necesario de conciencia y de organización, a su segunda etapa, que debe poner el poder en manos del proletariado y de las capas pobres del campesinado.

Vladimir Ilich Lenin, Tesis de abril, 4 de abril de 1917

Analizar un tema complejo como el desarrollo de las fuerzas políticas al interior del conjunto de sucesos que se produjeron en 1917 y que dieron como resultado la Revolución de Octubre está fuera del alcance de este libro. Nos limitaremos a decir que el contexto económico y social en Rusia se encontraba extremadamente frágil; las finanzas del Estado no paraban de degradarse; el valor de la moneda había disminuido bajo el efecto de la inflación; a esto se sumó el cierre de empresas, el desempleo, las huelgas y el hambre.

Así, la Revolución rusa tuvo lugar en un contexto de gran exasperación de toda la sociedad: los alimentos faltaban y el resentimiento popular era muy profundo. El régimen había perdido toda legitimidad y en febrero de 1917 iniciaron las manifestaciones populares llevadas a cabo sobre todo por mujeres que reclaman trabajo y pan; días después las manifestaciones se convierten en un movimiento nacional y en una huelga general y comienzan las demandas de poner fin a la monarquía. Los intentos por parte del zar de acabar con las manifestaciones resultan en un baño de sangre (se cuentan más de mil muertos) y finalmente, en unos cuantos días el zar es derrocado y la monarquía es abolida el 3 de marzo. Cuatro gobiernos provisionales le seguirán. Los soviets –organizaciones representativas de obreros, de campesinos y de soldados adscritos a las ideas comunistas– que habían comenzado a desarrollarse a partir de 1905 como organizaciones locales en fábricas, ciudades, provincias, etcétera, adquieren mayor influencia y poder. El soviet de Petrogrado (6) pronto se vio en situación de rivalidad con el gobierno provisional por el ejercicio del poder.

Vladimir Ilich Lenin, quien desde su exilio en distintas ciudades europeas, había preparado el esquema teórico de la toma del poder, regresó a Petrogrado en abril y redactó las Tesis de abril. En un célebre discurso pronunciado el 4 de abril en el Palacio Táuride, Lenin anunció lo que debería ser el paso a la segunda fase de la revolución: la conquista del poder por parte del proletariado y las capas pobres del campesinado. Al mismo tiempo anunció que si los bolcheviques llegaban al poder, Rusia saldría de la guerra, se nacionalizaría la tierra y se le otorgaría a los campesinos, además se transitaría a un gobierno dirigido por la clase obrera. Prometió también defender la libertad de separarse de Rusia para todas las naciones y nacionalidades oprimidas por el zarismo. Lenin tuvo éxito al persuadir a los bolcheviques con los argumentos presentados en las Tesis de abril y se asentaron así los fundamentos ideológicos de la actuación de los bolcheviques tras su ascenso al poder durante la Revolución de Octubre.

Durante la noche del 24 al 25 de octubre de 1917 inició la Revolución que se desarrolló prácticamente sin derramamiento de sangre. Al día siguiente, Trotsky anunció oficialmente la disolución del Gobierno Provisional en la apertura del Congreso de los Soviets de Diputados Obreros y Campesinos de toda Rusia. La toma del poder por los bolcheviques en 1917 marcó un profundo cambio en la historia rusa.

El triunfo de la revolución bolquevique hizo transitar a Rusia hacia un sistema económico diferente. A partir de esta fecha, algunas medidas comenzaron a cambiar la estructura social y el funcionamiento del sistema económico. El decreto sobre la tierra, adoptado en noviembre de 1917, suprimió la propiedad de la nobleza, canceló las deudas de los campesinos y dio legitimidad a la repartición de la tierra que ya había sido tomada. En total, de 1917 a 1927 se redistribuyó el 40% de las tierras cultivables. En diciembre del mismo año se nacionalizaron todos los bancos privados (Sapir, 1984). (7) Fuertes concesiones territoriales fueron el precio que Rusia pagó por firmar la paz con Alemania (Tratado de Brest-Litovsk, marzo de 1918), pero este tratado significó un gran alivio para el pueblo ruso. (8)

Sin embargo, este periodo fue de corta duración. La revolución se dio en un contexto de descontento social, hambre, violencia y revueltas en prácticamente todo el territorio, y esta situación no se terminó con el triunfo de la revolución. Los violentos enfrentamientos degeneraron en una guerra civil que opuso a múltiples actores: bolcheviques, mencheviques, guardias del ejército blanco, (9) campesinos, anarquistas, entre otros. A esto se debe sumar las incursiones de las potencias extranjeras vencedoras de la Primera Guerra Mundial para apoyar a los guardias blancos en contra de los bolcheviques desde finales de 1918: ejércitos de Francia e Inglaterra entraron al Mar Muerto; Japón y Estados Unidos a Vladivostok, los británicos entraron al Cáucaso. En total, 14 naciones incursionaron en la “nación de los soviets” para apoyar a los guardias blancos entre 1918 y 1920.

La guerra civil empujó al nuevo poder a considerar medidas excepcionales conocidas bajo el nombre de “comunismo de guerra”. Estas medidas abarcaron la nacionalización de todas las empresas, las requisiciones forzadas de cereales a los campesinos (prodrazvers-tka), la supresión de otros partidos políticos y la militarización de los trabajadores y sindicatos. Este período se caracterizó por un gran caos: hiperinflación, hambruna, requisición masiva de trabajadores y el colapso de la producción. Por otro lado, las potencias extranjeras irián renunciando al territorio ruso/soviético, siendo los japoneses los últimos en partir en octubre de 1922. La victoria de los bolcheviques es ampliamente atribuida a la organización eficaz del ejército rojo con Trotsky a la cabeza.

La guerra civil y la intervención extranjera crearon un caos económico y social: las epidemias eran frecuentes; la escasez aumen-tó debido al colapso de la producción, del transporte y también por la ruptura de las relaciones mercantiles. El efecto acumulativo de años de requisiciones dio como resultado una marcada reducción en la siembra y en 1921, a nivel nacional, la cosecha fue sólo del 43% del nivel anterior a la guerra. La población conjunta de las ciudades de Moscú y San Petersburgo disminuyó de 4.30 millones en 1917 a 1.86 millones de personas en 1920. Es importante señalar la hecatombe social y demográfica que se produjo en Rusia debido a la Primera Guerra Mundial, a las revoluciones y a la guerra civil. Se calcula que la población de la Unión Soviética/Imperio ruso10 había perdido en 1923, entre 6 y 9 millones de personas respecto a 1914 (Davies, 1998).

Los levantamientos campesinos y la revuelta en la base naval de Kronstadt en marzo de 1921 –último gran movimiento contra el régimen bolchevique– llevaron a las autoridades a revisar su política. Lenin, quien previamente había expresado su deseo de acabar con la prodrazverstka, se dio cuenta de que un cambio de dirección en la política era una cuestión de supervivencia para el régimen, esto derivó en el origen de la Nueva Política Económica (NEP).

1. El Imperio ruso tenía una población de 162 millones en los albores de la Primera Guerra Mundial.

2. Desde Iván III e Iván el Terrible (s. XV-XVI) y durante la dinastía de los Romanov (a partir de 1613), los campesinos fueron sujetos cada vez más a un orden basado en la explotación y en la servidumbre.

3. La Duma constituyó la cámara baja del Imperio Ruso, mientras que el Consejo de Estado del Imperio ruso se convirtió en su cámara alta. Esta concesión otorgada por el poder convirtió a Rusia en una monarquía constitucional pero no parlamentaria, ya que el Primer ministro, designado por el emperador, no dependía de la Asamblea.

4. Fue en este contexto que varios millones de campesinos partieron para colonizar Siberia.

5. Agradezco al excelente profesor de Historia económica mundial de la Facultad de Economía de la UNAM, Marco Antonio Reyes Valencia, por haberme introducido a este tema durante mis años de estudiante de licenciatura; y por todas las discusiones interesantes que tuvimos sobre la Revolución Rusa.

6. El cambio de nombre oficial de San Petersburgo tuvo lugar un mes después de la participación de Rusia en la Primera Guerra Mundial, en un contexto de gran patriotismo y ambiente antialemán.

7, La nacionalización de los demás sectores se produjo entre 1918 y 1920: primero, el comercio y almacenamiento de cereales, el transporte, el petróleo y todas las grandes empresas; la nacionalización se extendió a las pequeñas empresas, incluso artesanales: en noviembre de 1920, 37 000 empresas habían sido nacionalizadas.

8. En el tratado, Rusia renunció a los territorios de Finlandia, Polonia, Estonia, Letonia, Lituania, Ucrania y Besarabia (región del sureste de Europa Oriental que incluía la casi totalidad de los territorios de Moldavia y parte de Ucrania).

9. Los ejércitos blancos estaban conformados por grupos contrarrevolucionarios, nacionalistas y monárquicos. La mayoría de sus miembros había servido en el ejército del zar Nicolás II y buscaban el retorno de la monarquía.