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El empresariado inconsciente • Hernán Gómez Bruera

¿Qué son la desigualdad y la pobreza para los dueños del dinero?

Por
Escrito en OPINIÓN el

¿Cómo conciben los empresarios la desigualdad y la pobreza? ¿Piensan igual unos y otros sobre estos problemas?

¿Qué tan conscientes están de que también pueden afectarles a ellos?

¿Están dispuestos a actuar y asumir responsabilidades para erradicar la miseria? ¿Aceptarían pagar más impuestos para instrumentar políticas que lo permitan?

En México, y en general en América Latina, las élites empresariales ejercen una enorme influencia en la definición de políticas públicas, y han evidenciado su enorme poder para facilitar u obstaculizar determinadas acciones de gobierno. En esa medida, son un factor determinante en las posibilidades de éxito o fracaso de un gobierno y su proyecto político.

Sin embargo, el empresariado no es un ente homogéneo ni tampoco actúa desde una sola posición. No todos son multimillonarios, gozan de los mismos privilegios ni reciben el mismo trato por parte del poder público. Por ello, resulta primordial conocer las diversas visiones y posturas de sus integrantes frente a distintos temas sociales.

Con esto en mente, Hernán Gómez Bruera entrevistó a 200 empresarios medianos y grandes de México y tres países centroamericanos, con la intención de entender en qué medida este sector está al tanto de las causas estructurales, la dimensión y los efectos de la pobreza y la desigualdad a su alrededor, así como su disposición para involucrarse o apoyar políticas públicas que permitan revertir dichos fenómenos.

El empresariado inconsciente es un análisis profundo del pensamiento de la élite económica que ofrece información tan interesante como sorprendente sobre las posturas, preocupaciones e inquietudes de los dueños del dinero.

Fragmento del libro “El empresario inconsciente” de Hernán Gómez Bruera. Editorial Debate. Cortesía de publicación Penguin Random House.

Hernán Gómez Bruera es analista político, periodista e internacionalista; conductor en La Octava (canal 8.1 de televisión abierta) y autor de la columna “Fuera de tono”, en El Heraldo de México. Es doctor en Desarrollo por la Universidad de Sussex y fue profesor-investigador en el Instituto Mora.

El empresariado inconsciente | Hernán Gómez Bruera

#AdelantosEditoriales

 

 

Presentación

Entre 2017 y 2018, me aboqué a realizar una investigación académica para conocer la manera en que los empresarios conciben el fenómeno de la pobreza y la desigualdad en nuestras sociedades; hasta qué punto son conscientes de la gravedad de estos fenómenos y qué tan dispuestos están a asumir responsabilidades para superarlos.

Mi experiencia de trabajo en México, Brasil y otros países latinoamericanos, como consultor y funcionario en organismos internacionales como la Cepal y la FAO, además de como investigador, analista político y periodista, me sensibilizó frente a estos y otros problemas sociales de la región.

Al mismo tiempo, las investigaciones que llevé a cabo en Brasil durante el gobierno del presidente Lula me alertaron sobre la importancia que tienen los distintos factores reales de poder —especialmente el sector empresarial— en determinar las posibilidades de éxito o fracaso de un gobierno y su proyecto político.

Por la enorme influencia que tienen las élites económicas, y su capacidad para facilitar u obstaculizar el curso de ciertas políticas públicas en la región, me parecía importante entender sus visiones y posturas.

¿Qué son para los empresarios la desigualdad y la pobreza? ¿De qué manera viven esta realidad social? ¿Qué tan conscientes están de la forma en que esos flagelos pueden afectarles a ellos mismos, al ambiente en que se llevan a cabo sus negocios o incluso a su propia vida en sociedad? Estas fueron algunas de las preguntas que busqué responder a través del estudio que aquí se presenta.

Al mismo tiempo, me interesaba conocer de qué manera la perspectiva empresarial sobre la desigualdad y la pobreza está influida y sesgada a partir del estilo de vida de los dueños de las empresas o sus altos ejecutivos, al residir en sitios lujosos y apartados del resto de la población, y al renunciar a utilizar los mismos servicios públicos que emplean las grandes mayorías en ámbitos como la salud, la educación y hasta la seguridad.

Me importaba también entender si los empresarios —y particu­larmente qué tipo de empresarios— estarían más dispuestos a actuar y asumir responsabilidades para erradicar la miseria y aminorar la enorme iniquidad social que existe en México y otros países latinoamericanos. ¿Estarían de acuerdo con pagar más impuestos para hacer posible la instrumentación de cierto tipo de políticas que permitan erradicarla o reducirla de forma considerable?

Si algo me parecía importante al iniciar este trabajo era evitar prejuicios y estereotipos de esos que generalizan al conjunto de “los empresarios”, como una categoría homogénea, cuando están lejos de serlo. Al final, empresarios son todos, aunque tendemos a considerar solamente a los grandes establecimientos como “empresas”, y a minimizar a las pequeñas y medianas que son las principales generadoras de empleos y tienen una gran importancia en la economía.

De ahí que uno de mis mayores intereses haya sido conocer qué tan distinto es el pensamiento de los pequeños, los medianos, los grandes y los mega empresarios. ¿Cuáles podrían ser más sensibles al problema de la pobreza y comprometerse más claramente con su erradicación? ¿Podrían tener una mayor preocupación frente a la desi­ gualdad unos que otros, a partir de su propia realidad?

Aunque desde el principio establecí como prioridad el caso de México —donde realicé investigación de campo en distintas ciudades del norte, centro y sur del país—, me pareció que un enfoque com­parado aportaría interesantes elementos al análisis. A diferencia de otros estudiosos que privilegian las comparaciones con naciones desarrolladas,­ se me antojaba más útil contrastar a nuestras élites con las de Centroamérica,­ una región caracterizada por sus altos niveles de carencia e iniquidad. Al mismo tiempo, el enfoque en esa región permitió establecer un interesante contraste entre nuestra élite em­presarial con la más progresista de Costa Rica y la más retrógrada de Guatemala y El Salvador.ImageImage

Durante un periodo en el que me desempeñé como profesor-investigador del Instituto Mora, me dediqué a entrevistar —con la ayuda de un financiamiento de la Fundación Ford— a dos centenas de empresarios de los cuatro países mencionados. Así, apliqué una encuesta que arrojó datos tan interesantes como sorprendentes, y me han permitido conocer mejor el pensamiento empresarial de nuestra élite económica, sus preocupaciones e inquietudes.

Dado que el trabajo de campo se llevó a cabo previo a las elecciones presidenciales de 2018, que en México habrían de ser un parteaguas fundamental, varias de las preguntas que formulé a empresarios mexicanos tenían que ver con su posicionamiento frente a algunas de las políticas y programas que el entonces candidato a la presidencia por Morena, Andrés Manuel López Obrador, planteó en su Proyecto Alternativo de Nación. Fuera de ello, el análisis que de aquí se deriva no está sujeto a una coyuntura particular. Confío en que pueda suscitar reflexiones útiles tanto en México como en otros países latinoamericanos.

Agradezco a la Fundación Ford, que proveyó el financiamiento necesario para llevar a cabo esta investigación, así como al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. De igual forma, expreso mi gratitud a Miguel Basáñez, Gerardo Maldonado y Alejandro Moreno, con quienes tuve la oportunidad de discutir el diseño de la encuesta, y de quienes recibí útiles comentarios. Agradezco también a los becarios y asistentes que colaboraron con esta investigación: José Rolando Manzano Viera, Manuel Chong, Angélica Huerta, José Javier Villicaña y Rhabel Pérez. A la Dra. Gabriela Sánchez, directora del Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, le agradezco su apoyo y las facilidades para publicar esta investigación, elaborada mientras me desempeñé como profesor-investigador de esa institución, así como a Anabel Ortega, quien siempre fue generosa conmigo en esa institución­. Mi gratitud, desde luego, con Hugo Beteta, Alejandra Colom, Juan Meléndez, Isaac Chertorivski, Ana Luisa Liguori, Mauricio Wumser, Alexandra Haas y todos quienes directa o indirectamente colaboraron con este esfuerzo y por algún error olvidé mencionar aquí. Desde luego, gracias por todo a Tambo, a Gus y a Juanito.

Ciudad de México, 12 de enero de 2021

 

Introducción

La historia sugiere que para enfrentar adecuadamente la pobreza y la desigualdad se requiere, entre otros ingredientes, de una sensibilidad frente a esos problemas entre las élites, en especial aquellas con mayor posibilidad de influir en la toma de decisiones. Un grupo particularmente importante es el empresariado, por su enorme capacidad para moldear las decisiones gubernamentales de acuerdo con sus visiones e intereses, y porque en países como los nuestros esas élites han capturado históricamente a las instituciones estatales.

La emergencia de los estados de bienestar en Europa y Estados Unidos en el siglo xix estuvo asociada en gran medida a la existencia de una élite que fue capaz de desarrollar una conciencia social sobre el problema de la pobreza y el riesgo que para su propia existencia representaban las malas condiciones en que vivían los pobres. ¿Existe una sensibilidad similar entre las élites de México y nuestra región? ¿De qué manera se perciben las distintas amenazas que pueden derivarse de estos problemas? ¿Cómo se perciben los potenciales beneficios que puede tener una política decidida para luchar contra esos flagelos?

Precisamente sobre eso trata este libro, resultado de una amplia investigación realizada en México y tres países centroamericanos —Guatemala, El Salvador y Costa Rica— entre 2017 y principios de 2018. Conocer la forma en que unos y otros explican la pobreza y la desigualdad importa porque esto puede traducirse en determinadas acciones susceptibles de ser emprendidas por el propio sector empresarial, y definir la adopción de ciertas políticas públicas.

El estudio que aquí se presenta aborda las percepciones del empresariado en torno a la pobreza y la desigualdad. Sus valores, creencias, ideas y actitudes en cuatro diferentes naciones de Mesoamérica —México, Guatemala, El Salvador y Costa Rica— son analizados y contrastados para entender en qué medida este sector es consciente de las causas estructurales y los efectos de esta situación en sus países. Se trata de entender si entre los representantes del sector patronal se perfila una conciencia social que les permita reconocer las dimensiones del problema de la pobreza, la forma en que ésta afecta al conjunto de la sociedad e, incluso, asimilar que es posible prevenir sus externalidades negativas si se mejoran las condiciones de vida de los pobres.

En México —y más aún en Centroamérica— las élites empresariales han ejercido y aún ejercen una enorme influencia en la definición de políticas públicas e incluso son capaces de moldear las instituciones estatales en su propio beneficio por medio de diversos mecanismos de captura. En América Latina, en general, las élites económicas son consideradas como actores atrasados, particularmente rapaces y centrados exclusivamente en maximizar sus propios beneficios. Desde una óptica análoga, esas élites suelen concebirse como un obstáculo al desarrollo de la región.

En tanto parte fundamental de estas élites, estudiar las percepciones del empresariado en torno a la pobreza y la desigualdad, la manera en que estos fenómenos le pueden afectar, así como sus propuestas para revertirlos, resulta útil para comprender los enfoques de política pública adoptados y la posibilidad de promover estrategias alternativas. En la medida en que una parte importante del sector empresarial se encuentra en una posición privilegiada para promover sus creencias y ejercer una influencia ideológica ante el conjunto de la sociedad, conocer sus posturas resulta relevante debido a que el sector puede contribuir en la definición de estándares y propuestas de solución, además de ser capaces de movilizar recursos para aliviar la pobreza.

Las visiones de los representantes del mundo empresarial, además, influyen en las acciones que se despliegan desde el propio sector privado y están en posibilidad de afectar —para bien o para mal— la vida de una gran cantidad de personas. Como se señala en esta investigación, dichas acciones pueden volcarse hacia el exterior y materializarse en una conciencia sobre la importancia del pago de impuestos o traducirse en acciones filantrópicas o de responsabilidad social, por mencionar solo algunas. Las tareas del sector patronal pueden también encarnarse hacia el interior de las propias empresas, a través de la adopción de políticas salariales más justas, un cumplimiento más escrupuloso de la legislación laboral u otras acciones para apoyar a los trabajadores.

En este libro se abordan tres grandes temas: en la primera parte, las percepciones del sector empresarial en torno a la pobreza y la desi­gualdad, al centrarse en los diagnósticos que se hacen de estos fenómenos y, principalmente, en la discusión sobre sus causas, relevantes en tanto reflejan una serie de concepciones y visiones que a menudo influyen en la conformación de políticas públicas. En la segunda parte se estudian las posturas del sector patronal en relación con la desi­gualdad en la distribución del ingreso para analizar de qué manera se comprende el fenómeno, cómo se evalúa y cómo se percibe su relación con asuntos como la pobreza, el crecimiento económico y el papel del Estado. En la tercera parte se analiza la conciencia social empresarial a partir del diagnóstico que efectúa el sector sobre la relación de dependencia que existe entre los distintos grupos de la sociedad y, particularmente, cuando están al tanto de los efectos externos de la pobreza sobre las propias élites; la percepción de que en tanto miembros de una élite o sector social privilegiado tienen un cierto nivel de responsabilidad sobre la situación de los pobres y, por último, el convencimiento de que existen medios eficaces y asequibles para acabar con la pobreza o para reducirla, o bien que dichos medios pueden eventualmente ponerse en funcionamiento.

Desigualdad y pobreza son términos claramente distintos. Se entiende por desigualdad la distancia relativa del ingreso y la renta entre las personas, antes que la distancia absoluta. Cuando hablamos de pobreza, en cambio, se adopta un indicador absoluto según el cual se consideran pobres aquellas personas que perciben una renta inferior a una línea fijada como la renta mínima imprescindible para acceder a un conjunto determinado de bienes y servicios. En esa lógica, pobre es aquel que no puede adquirir una canasta determinada de bienes. El término desigualdad ha sido a menudo minimizado con el argumento de que en realidad lo que importa es el combate a la pobreza. Así lo han planteado incluso un buen número de economistas, al sostener que es necesario poner el acento en la eliminación de esta última, antes que en la distribución del ingreso. Un argumento como este sugiere que los esfuerzos más importantes deben orientarse a eliminar las carencias sociales antes que pretender redistribuir el ingreso ya existente.

Existe cada vez mayor claridad sobre la estrecha vinculación entre pobreza y desigualdad en la literatura académica. Es más recurrente subrayar los vínculos que existen entre ambas y la falta de crecimiento económico porque se asume que a menor desigualdad, se requiere una menor tasa de crecimiento para erradicar la pobreza. Entre otros economistas especializados en temas de desigualdad, Anthony Atkinson demostró de forma persuasiva cómo lo que sucede en el nivel más alto de la distribución del ingreso afecta a quienes se encuentran en la parte inferior. A partir de un análisis de 15 países de la ocde, el autor observa una correlación entre las naciones con más altos niveles de pobreza y la mayor participación de los ricos en la distribución del ingreso. De la misma manera, entre las naciones donde la desigualdad, pobreza es más baja, se observa una menor participación de los ricos. En general, es posible observar una tendencia similar en otros países. En el caso de las cuatro naciones seleccionadas en este estudio, por ejemplo, existe una correlación clara donde Costa Rica, el país con menor pobreza de los cuatro, es también el menos desigual, mientras que el que tiene mayor pobreza (Guatemala) resulta ser el más desigual. Pobreza y desigualdad no son excluyentes: están íntimamente relacionadas porque “si los beneficios del crecimiento no dejan de concentrarse en la parte alta de la distribución, nunca lograremos reducir la pobreza total ni erradicar la pobreza extrema del país”.

 

SIMILITUDES Y DIFERENCIAS

Uno de los principales obstáculos para que el empresariado asuma una mayor conciencia social tiene que ver con una tendencia, definida aquí como reduccionismo empresarial, que lleva a la mayor parte de los representantes del sector a entender los problemas de su país desde una óptica limitada a su visión, intereses y agendas, la cual conduce a anteponer una serie de intereses individuales, familiares o corporativos al desarrollo nacional y de la sociedad en su conjunto. Esa lógica explica, por ejemplo, que la percepción de interdependencia sea tan endeble entre los representantes del sector, en la medida que su comprensión de los problemas del país se reduce o limita a los que enfrentan como empresarios. La pobreza y la desigualdad —a pesar de ser genéricamente identificadas como problemas— suelen permanecer en un lugar secundario frente a temas como la inseguridad y la violencia, la corrupción, la ausencia de Estado de derecho, la falta de crecimiento económico e, incluso, la educación, los cuales ocupan un lugar central en la agenda del sector patronal.

Esta investigación pretende identificar qué tipo de elementos facilitan la existencia de una actitud más favorable a la promoción de políticas contra la pobreza y la desigualdad y los contextos en que pueden darse. ¿Cuáles de estos factores pueden permitir que eventualmente se desarrollen narrativas menos simplistas sobre las causas de la pobreza y la desigualdad? ¿De qué manera puede desarrollarse una mayor conciencia social empresarial? ¿Qué factores pueden explicar las diferencias entre contextos geográficos, así como entre directivos y hombres de negocios de acuerdo con el tamaño de sus empresas?

Una primera hipótesis de este libro es que cuanto más desigual es la distribución del ingreso en una sociedad o más dispar ha sido esa distribución en el pasado, menos proclives tienden a ser sus élites a redistribuir recursos y a promover políticas en favor de los pobres, y más fácilmente tienden a considerar la pobreza y la desigualdad como fenómenos naturales, normalizados y socialmente aceptados. Por el contrario, cuando una sociedad tiene menores niveles de desigualdad y sus élites se han acostumbrado históricamente a vivir en contextos más equitativos, no suelen aceptar tan fácilmente un escenario de alta desigualdad y pobreza. Lo que aquí se plantea tiene que ver con el hecho de que la desigualdad suele generar un compromiso con su mantenimiento o, cuando menos, un rechazo o resistencia a reducirla, lo que limita la predisposición a cualquier tipo de redistribución. Existe evidencia de que las sociedades latinoamericanas históricamente han mostrado una resistencia mayor a la redistribución que las más igualitarias, como es el caso de las sociedades europeas o del sudeste asiático. Incluso es sabido que mayores niveles de desigualdad en la distribución del ingreso se asocian con una mayor indiferencia frente a ella e, incluso, que en algunos países donde hay una elevada iniquidad existe una amplia opinión pública que apoya esa situación.

La hipótesis se logra comprobar en esta investigación. Los países con una tradición de mayor equidad son más sensibles al problema de la desigualdad que los más inequitativos y también tienden a estar más de acuerdo en la necesidad de que los gobiernos instrumenten políticas que reduzcan las diferencias de ingresos. La comparación entre cuatro países distintos —México, Guatemala, Costa Rica y El Salvador­— arroja datos interesantes. Mientras el empresariado guatemalteco, y en menor medida el salvadoreño —países tradicionalmente muy desiguales—, muestran las posturas más conservadoras,­ los empresarios costarricenses tienden a mostrar un pensamiento comparativamente más progresista, donde existe una mayor sensibilidad frente a la desigualdad, y suelen poner más en duda la idea de que con crecimiento económico necesariamente se soluciona la pobreza. . México aparece entre ambos, aunque situado más cerca de los países del Triángulo Norte.

El empresariado tico, además, proyecta una mayor conciencia social, en la medida en que está más convencido de que es viable superar la pobreza y que en tanto empresarios tienen una mayor responsabilidad en que eso ocurra, algo que incluso están dispuestos a apuntalar a través de un mayor pago de impuestos, siempre que estos se orienten a un mayor despliegue de políticas públicas en contra de la pobreza. Costa Rica es la nación donde los empresarios apoyan más la propuesta de otorgar acceso universal a servicios públicos de salud y donde se observa una mayor convicción de mantener un sistema de salud público y gratuito para todos. Incluso es de notar que se trata del único país donde el apoyo a los programas de transferencias condicionadas no es rechazado por la mayor parte de los empresarios, así como el único donde la mayoría apoya una pensión para adultos mayores que no cotizan en la seguridad social.

Como se analiza en esta obra, esto tiene que ver con la propia historia de Costa Rica, un país fuertemente influido por el “mito igualitario” que se basa en la existencia de una sociedad de pequeños productores campesinos sin grandes diferencias económicas y sociales, y que lleva a sustentar la tesis de que sociedades con menores niveles de desigualdad, acostumbradas a vivir en contextos más equitativos, no suelen aceptar tan fácilmente un escenario de alta desigualdad y pobreza ni resignarse a ella, como sí ocurre en México, y en mayor medida en Guatemala y El Salvador.

Una segunda hipótesis es que la indiferencia frente a la pobreza y la desigualdad, las posturas favorables a su mantenimiento y el rechazo a políticas redistributivas y a favor de los más pobres son mayores entre empresarios grandes y megaempresarios que entre pequeños y medianos. Probablemente es así por la razón evidente de que el gran empresariado es el que más se beneficia del orden existente y el que más tiende a percibir que podría verse afectado frente a cierto tipo de políticas redistributivas como pudiera ser un cobro más progresivo de los impuestos. Otra explicación posible es que los grandes empresarios tienden a adoptar un estilo de vida que los aísla del resto de la población y los torna menos sensibles a los efectos de la pobreza y la desigualdad. Si en general las élites tienden a apartarse de los efectos más directos generados por la pobreza que los rodea, al vivir en zonas residenciales amuralladas, enviar a sus hijos a escuelas particulares y utilizar servicios médicos y de seguridad privados, como se señala en el último capítulo de esta obra, esta tendencia es aún mayor entre los grandes empresarios. La desigualdad agudiza la segregación residencial entre diferentes grupos sociales a partir de una lógica en la cual los ricos tienen una interacción muy limitada con los pobres y una escasa simpatía hacia su condición.

Si algo queda claro en esta investigación —y por eso esta segunda hipótesis resulta relevante— es que no se puede hablar de “los empresarios” como una categoría homogénea, en tanto existen diferencias muy importantes entre los pequeños, medianos y grandes que esta investigación busca esclarecer. Mientras en Centroamérica (no así en México) el gran empresario tiende a considerar la pobreza como un problema, el pequeño y mediano empresario son más sensibles a la desigualdad de ingresos. . Al mismo tiempo, los directivos de empresas pequeñas y grandes están más conscientes de los factores estructurales causantes de la pobreza que los grandes, los cuales tienden a mostrar posturas más individualistas. Los empresarios grandes y megaempresarios, especialmente en Centroamérica, son menos sensibles al problema de la desigualdad y a considerarla una de las causantes de la pobreza, tienen una mayor tendencia a responsabilizar de ella a la falta de educación y respaldan más la idea de que “el verdadero problema” no está en la desigualdad de ingresos, sino en la falta de oportunidades.

Pequeños y medianos empresarios muestran una mayor sensibilidad frente a la desigualdad de ingresos, como se explica en la segunda parte de este libro. Son más conscientes de que esta impide superar la pobreza, y también de que la alta disparidad de ingresos afecta negativamente a la economía. Este sector, además, se inclina más a pensar que el Estado debe tener un rol en aminorar los efectos negativos de la desigualdad de ingresos, cuando los grandes tienden a creer que no es tarea del Estado resolver el problema. De igual forma, empresarios pequeños y medianos tienen posturas significativamente diferentes frente a los grandes a la hora de explicar el origen de la riqueza de los más acaudalados. Mientras los primeros señalan que en especial proviene de la corrupción y de tener contactos influyentes, los grandes la justifican fundamentalmente a través del “trabajo duro” y el talento. Pequeños y medianos empresarios también llegan a mostrar una mayor conciencia social, en la medida en que consideran más viable superar la pobreza y tienden a asumir una mayor responsabilidad en su erradicación.

Otra diferencia importante es que los empresarios pequeños y medianos de los cuatro países estudiados tienden a favorecer más la universalidad del acceso a la salud; están más de acuerdo con el establecimiento de una pensión no contributiva (al menos en México y El Salvador) y, en algunos países, también apoyan más la creación de un programa de empleo para jóvenes que no estudian ni trabajan. En algunos casos también se observa que pequeños y medianos empresarios muestran una menor resistencia a incrementar el salario mínimo, aunque en el caso específico de México, tanto los grandes como los pequeños estaban a favor de incrementarlo.

A pesar de esto, no en todos los rubros los pequeños y medianos empresarios tienen posiciones más progresistas. En esta investigación encontré, por ejemplo, que sus posturas no siempre son más avanzadas en materia social, pues el rechazo a las transferencias condicionadas como instrumento de lucha contra la pobreza es mayor que entre los empresarios grandes, incluso se muestran menos dispuestos a pagar más impuestos para hacer efectiva una serie de políticas públicas capaces de luchar contra la pobreza.

 

ESTRATEGIA DE INVESTIGACIÓN

En esta investigación se revisan las definiciones conceptuales e ideológicas del sector empresarial, sus creencias específicas, diagnósticos sobre las causas y consecuencias de estos fenómenos, preferencias de política pública, así como niveles de prioridad que se asignan a estos temas dentro de las agendas que interesan al sector. Se combinan los análisis cuantitativo y cualitativo, a partir de una encuesta de 28 preguntas cerradas, con preguntas semiestructuradas, aplicadas a 201 empresarios de cuatro países. De esta manera se busca arrojar simultáneamente información estadística, así como comparar los discursos utilizados por diferentes representantes del sector.

En este libro se entiende por empresarios a aquellos individuos que dirigen sus propios negocios o participan en la dirección de algún corporativo. El estudio incluye al menos a dos tipos de actores empresariales: por un lado, a los grandes empresarios y megaempresarios, quienes propiamente fungen como representantes de la élite empresarial, así considerados por ocupar algunas de las posiciones de poder económico más importantes de la sociedad, por detentar las mayores propiedades y por alcanzar algunos de los sitios de mayor prestigio. Se trata de un grupo que tiende a ubicarse en posiciones de poder que le permiten influir en la toma de decisiones políticas, como pueden ser cámaras y gremios, así como por representar a grandes empresas. Por otro lado, se incluye a empresarios pequeños y medianos, que en general no suelen tener influencia en la toma de decisiones, aunque por lo general se ubican en el estrato socioeconómico más alto de la sociedad. Si los primeros interesan por su capacidad de influir en la formulación de políticas públicas o incidir en un conjunto de decisiones a través de la captura de las instituciones estatales, los segundos son relevantes en la medida que representan posturas del sector productivo que, como se verá, tienden a diferir considerablemente de sus pares.

En el caso de las élites empresariales, se contemplan a quienes cumplen con la característica de ser directivos o accionistas de empresas donde i) laboran más de 250 trabajadores (es decir, grandes empresas) y ii) pertenecen o han pertenecido a organizaciones gremiales del sector empresarial. En el caso de los entrevistados no considerados como parte de la élite empresarial, se toman en cuenta dos características: i) ser directivos de alto nivel o accionistas de alguna empresa y ii) contar con al menos 10 trabajadores, un número decidido de forma arbitraria para excluir a empresarios más pequeños o a las unidades familiares.

En este estudio se prefirió no realizar cuestionamientos a los empresarios acerca de sus ingresos o activos, por resultar invasivo, poco conducente a crear un ambiente de confianza con los entrevistados y por considerar que difícilmente se obtendrían respuestas certeras. En cualquier caso, es de suponer que el grueso de los entrevistados se ubica dentro del 1% con mayores ingresos o muy cerca de este, a juzgar por la forma en que se comporta la distribución del ingreso en países extremadamente desiguales.

Los entrevistados fueron seleccionados a partir de su jerarquía en la estructura organizacional, donde se priorizaron a presidentes, directores generales (CEO) y accionistas, aunque en un número reducido de casos se recurrió a directores de finanzas, operaciones u otros. Algunos presidentes y vicepresidentes de organizaciones gremiales del sector empresarial también fueron interrogados. La mayor parte de las entrevistas que componen esta investigación fue realizada de forma anónima, según acuerdo previo. En un apartado al final de este libro, se incluye un listado con el perfil de los 201 entrevistados donde se indica su nivel jerárquico al interior de la empresa u organización ligada al sector empresarial, el sector productivo en el que se desempeñan, su afiliación gremial en caso de existir, el número de trabajadores que tienen a su cargo, la entidad federativa en la que habitan (en el caso de México), así como algunas observaciones adicionales. En esta lista se enumera a los entrevistados citados a lo largo del texto comenzando por la(s) inicial(es) de cada país y el número de entrevistado. En aquellos casos en los cuales el entrevistado estuvo expresamente de acuerdo con que se citara su nombre, la cita se incluye en un pie de página. Dado que el número de mujeres es sumamente bajo entre los altos niveles directivos de las empresas en los cuatro países estudiados, se optó por referirse a todas y todos los entrevistados en masculino, a fin de proteger la identidad de las fuentes.

Entrevistar empresarios representa un desafío importante, por las serias dificultades de acceso. En general, el sector patronal tiene pocos incentivos para cooperar con investigaciones en que suelen pensar que serán criticados. Dicha dificultad no ha sido ajena al desarrollo de esta investigación. Si bien se intentó elegir una muestra probabilística que diera mayor credibilidad a los resultados (para ello se buscaron entrevistas vía correo electrónico y se llevaron a cabo varias llamadas a representantes de cámaras empresariales a través de un grupo de asistentes de investigación), el número de respuestas obtenidas por esta vía fue limitado. Por ello, se optó por asistir a reuniones sociales y actos públicos con gran presencia de empresarios, a fin de solicitarles entrevistas de forma personal. Para reducir el sesgo evidente que implica una estrategia de investigación de este tipo, se procuró ampliar lo más posible la red de contactos y cubrir un amplio espectro de sectores.

Para la encuesta se optó por llevar a cabo un muestreo no probabilístico entre 201 representantes del mundo empresarial en los cuatro países (108 en México, 30 en Guatemala, 34 en El Salvador y 29 en Costa Rica), cuyo levantamiento se llevó a cabo entre el 1 de febrero y el 30 de agosto de 2018. Del total de entrevistas realizadas, la mayor parte de ellas (59.2%) se efectuó de forma presencial, 33.8% vía telefónica y 7% por escrito. Con respecto al nivel de escolaridad 56.5% de los entrevistados dijeron contar con maestría, 33% con licenciatura, 8.7% con doctorado y únicamente 1.4% respondió que tenía solamente la preparatoria. La muestra utilizada se caracteriza por una sobrerrepresentación de directivos asociados a organizaciones gremiales, con capital mayoritariamente nacional, en su mayoría hombres en la franja de los 40 a los 49 años.

Una de las limitaciones de este estudio tiene que ver con el reducido número de entrevistas realizadas en cada uno de los países, así como el hecho de no contar con una representación equilibrada entre los distintos sectores productivos. Además, la mayor parte de los entrevistados pertenece al medio urbano y vive en las capitales de cada uno de los países estudiados, lo que ciertamente puede generar un sesgo. Por las dimensiones territoriales de México, se consideró importante utilizar una estrategia que permitiera realizar un número importante de entrevistas fuera de la Ciudad de México y obtener una mínima cobertura nacional. Eventualmente, se logró entrevistar a 45 personas en entidades federativas distintas a la Ciudad de México (41.2% del total). De ellas, 19 se localizaron en el norte del país (42.2%) y 25 en la región sur (55.5%)