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Niños transgénero, la batalla por lograr su cambio de identidad

Sofía y Erik nacieron siendo del género opuesto, pero contaron con el apoyo de sus padres y de ONG's para que autoridades reconocieran su cambio de género

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Erick y Sofía fueron unos niños muy esperados por su padres. Sin embargo, en edades muy tempranas, al año y medio una, y a los dos años el otro, los dos infantes empezaron a mostrar signos que los hacían distintos a los demás. Rechazaban vestimentas, juegos y roles sociales que se identifican con su género en los esquemas tradicionales. Ella empezó a pedir que le cortaran el cabello a ras, y él que le dijeran niña.

Ellos son lo que se conoce como infantes trans. Sus padres -apoyados de organizaciones de la sociedad civil- lograron en ambos casos modificar sus actas de nacimiento para recibir el trato que el género de su elección requiere. Ambas familias han vivido el proceso para  el cambio legal de género y ahora son felices. 

Por supuesto, Erick y Sofía no son sus nombres reales. Sus padres han cuidado su privacidad con empeño  y contaron sus historias a cambio de proteger su identidad.

Erik nació siendo niña. Desde que empezó a articular palabras comenzó a manifestar actitudes que sus padres no entendían. No le gustaban los vestidos, tener el cabello largo ni las muñecas.  Los papás creían que se “le iba a pasar” con el tiempo.

Su mamá platica a LA SILLA ROTA que se sentía más cómoda al usar pantalones y playeras de súper héroes. Prefería jugar con carritos que con barbies. Los papás le explicaban que era niña, debía vestirse y comportarse como tal. Pero ella no se dejaba imponer gustos.

Pasaron un par de años y la ‘rebeldía’ de la niña no disminuyó, al contrario. A su temprana edad pedía que la respetaran. No deseaba usar esos zapatitos rojos que su madre le compró pensando en los de Dorothy de “El mago de Oz”. Ella quería unos tennis en forma de carrito. El primer día que usó las zapatillas de Dorothy las rayó. Quedaron inservibles.

Su película favorita era Spirit, una producción de Disney cuyo personaje principal es un caballo que no se deja dominar por los humanos. La veía,  la volvía a ver y la volvía a ver. Y no dejaba de escuchar el soundtrack del  filme. Una canción en especial era su favorita y la cantaba con mucho sentimiento. Se llama “No me rendiré”.

Una de sus estrofas dice:

“Dominarme es lo que quieres tú, eso es locura. Intentes lo que intentes tú no me perturbas, pero si quieres seguir, algo te voy a decir: Ya déjame en paz, no vas a triunfar. No debes pensar que me vas a domar. Ya déjame ir”.

Su mamá relata que todo eso eran señales que hasta ese momento no comprendía. “La ilusión de que había nacido niña me cegó. Yo quería que usara vestidos, moñitos, olanes. Que jugara con muñecas, pero ella no. Y cuando cantaba la canción de Spirit era una forma de comunicarnos lo que en realidad sentía”.

Cuando el hoy Erik tenía siete años, Laura lo llevó a una estética para que le cortaran el cabello a rape. Lo tenía largo y lacio. Insistía que lo quería corto y le metieran la máquina. “¿Segura que quiere ese corte? Es muy masculino”, preguntó la peluquera a la mamá. Ella asintió.

Al salir de la estética y al verse pelón, Erik gritó  de la emoción. “¡Es el mejor día de mi vida!”. Para ese tiempo, había logrado que sus padres lo dejaran vestir con pantalón y playera. Lo único que lo seguía identificando como niña eran los aretes.

La escuela fue otra batalla que librar. Además del bullying que sufría, las autoridades del plantel pedían a sus padres que portara una diadema y jumper, una especie de falda con peto que era el uniforme de las niñas. A pesar de ello, lograron que fuera de pants. En la foto de su graduación de segundo grado de primaria luce enojado porque lo obligaron a llevar falda. 

Ese año la familia se fue de vacaciones a la playa. En un restaurante, el mesero se refirió a ella como niño y Laura, la mamá, lo corrigió: “es niña”; después de eso les dijo a sus papás: “quiero que me digan hijo” y mencionó por primera vez el nombre con el que quería que lo identificaran.

“Cuando estuvimos en la playa fue la primera vez que nos decía tan directo lo que sentía y eso fue porque nunca entendimos las señales. Desde hace tiempo yo creía que era lesbiana, pero en realidad era algo más”.

A partir de ahí, los papás decidieron apoyarlo. En cuanto regresaron a la ciudad, Laura buscó información y ayuda en colectivos y grupos de la diversidad sexual. También se acercó a tres especialistas médicos y los tres le dijeron que era una persona transgénero y que para comprobarlo tenía que realizar una prueba: vivir 24 horas durante tres meses con el género opuesto al que nació.

Ese examen lo pasó fácil. Sus papás observaron que era pleno y feliz.

Vino lo difícil. Realizar el trámite de rectificación de acta de nacimiento para que esa felicidad no se apagara, para que en su nueva escuela no le pidieran que fuera con diadema y falda, para que en este sistema tradicional no cuestionaran a la mamá cada vez que lo metiera a una actividad extraescolar y para que todos lo llamaran y trataran como Erik. 

En 2013, inició el juicio para cambiar su acta de nacimiento. Fue un proceso tortuoso que duró cinco meses. Hubo una audiencia de casi 10 horas. Tanto el DIF como el Misterio Público se oponían a la reasignación de identidad. Argumentaban que no tenía la suficiente edad para decidir. Al final, el juez falló a favor; la rectificación y entrega del documento  tardó mucho tiempo pero lo habían logrado.

“El día que le entregaron su acta fue como si hubiera vuelto a nacer, ese día lo celebramos como si fuera su cumpleaños”, platica Laura.

Erik y su familia tuvieron suerte. En el año que solicitaron un juicio para la rectificación del acta de nacimiento todavía estaba vigente en la ciudad la ley que permitía que cualquier persona pudiera realizar el cambio de documentos a través de un proceso judicial, aunque éste fuera complicado.

A partir de ahí fue comenzar de cero y decidieron que la niña quedaba atrás. No solo la vida de Erik dio un giro de 360 grados. También la de los padres, quienes desde la asociación que los ayudó, ahora apoyan a otras familias.

Con el acta a nombre de Erik tramitaron su CURP, su pasaporte y pudo ingresar a una nueva escuela para cursar el sexto grado. En el grupo de apoyo al que Laura asistía le recomendaron un colegio. Fue aceptado como niño. Laura habló con el director, explicó la situación y pidió que lo mantuviera en el anonimato. Así lo había decidido la familia.

En la actualidad, Erik tiene 13 años. Lleva una vida normal, mientras cada vez más se afianza y se empodera. Practica la natación, estudia el segundo año de secundaria. Le gustan las artes, el dibujo y la música. Ahora su saga favorita es Harry Potter.

Se encentra bajo tratamiento y en algún momento de su vida, cuando sea mayor de edad, deberá decidir si desea cambiar de sexo, es decir, someterse a las cirugías correspondientes.

Los avances en el reconocimiento de las personas trans

En 2008 ya se había aprobado una primera norma que reconocía el cambio identidad de género sin que la edad fuera condicionante. Esto a través de un proceso judicial, en su mayoría largo y costoso.

En 2015 entró en vigor en la Ciudad de México una modificación al Código Civil que permite a las personas mayores de edad transgénero realizar su rectificación de acta de nacimiento por la vía administrativa y no judicial como lo establecía la ley anterior.

El cambio en el Código Civil liberó a las personas trans de un proceso tortuoso, mas no a los menores de edad, ya que los excluyó al determinar que la rectificación del acta por la vía administrativa sólo la podían realizar mayores de 18 años.

Los defensores y activistas por la diversidad sexual encontraron un  vacío legal.

El Código no prohibía que en el caso de los infantes, el cambio de identidad legal se pudiera hacer mediante juicio.

De acuerdo con ese argumento, el Tribunal de Justicia debería de proceder a resolver los procesos. Sin embargo, de acuerdo con activistas en la materia, hay  resistencias y para poder aceptar las solicitudes ponen trabas o hacen más largos y cansados los juicios.

A pesar de las dificultades, Laura comenta que cinco niños han logrado la rectificación de sus documentos, cuatro a través de juicios, entre ellos, Erik, y una menor por la vía administrativa: Sofía. Otros tres se encuentran en proceso y dos están por iniciar.

Caso Sofía, un referente en la lucha de infancias trans

Sofía es de Aguascalientes y actualmente tiene seis años de edad. Nació siendo niño.

Este caso marcó un hito y referente en la lucha del reconocimiento de las infancias trans tanto en la Ciudad de México como en el país. Fue a la primera niña que después de la modificación del Código Civil de 2015 le otorgaron su rectificación del acta a través de la vía administrativa.

Esto se consiguió gracias al litigio estratégico que llevó a cabo el grupo de asesores que la apoyaron, aprovechando los vacíos de ley. Se logró el respaldo de varios organismos gubernamentales, lo que fue determinante para se consiguiera la rectificación del acta por vía administrativa y sin la necesidad de un dictamen médico, sólo con una opinión especializada.

Sofía nació en Aguascalientes y al igual que Erik, desde que comenzó a hablar presentaba señales de que no estaba a gusto con su género y decía “de manera explícita” que no era niño, sino niña. Los padres llegaron al colectivo Ser Gay por recomendación de una amiga que conocía a la asociación, y fue Ser Gay quien relató a La Silla Rota el caso.

“El pequeño, en ese momento era tratado como un niño y planteaba situaciones alarmantes para la familia. Tenía problemas muy intensos de depresión y no se integraba a la comunidad escolar. Todo apuntaba a que estos problemas se debían al rechazo que sentía; no estaba cómoda en la condición de género en la que vivía”, explica Manuel Gutiérrez, vicecoordinador del colectivo Ser Gay de Aguascalientes, A.C.

Los padres lo vieron como un problema y buscaron ayuda profesional. Al año y medio de edad, quien ahora es Sofía quería ponerse vestidos. Su familia pensaba que “se le iba a pasar”. Pero al niño le gustaban las muñecas y era afeminado.

Cuando ingresó al jardín de niños la situación se volvió insostenible.  La inconformidad del niño era tan evidente que los papás decidieron tomar medidas y buscar ayuda. Gutiérrez destaca que desde que llegaron al colectivo notaron la disponibilidad de la familia para apoyar a Sofía, lo que facilitó las cosas.

“Atender integralmente a la familia fue uno de los aciertos que tuvo este caso. Llegan con nosotros y empiezan a explorar las posibilidades. Ella presentó indicios muy claros de que se trataba de un caso de una persona trans, y no era como los papás pensaron, que era homosexual”.

La asociación aplicó algunas estrategias y protocolos internacionales para confirmar que era una persona trans; usaron herramientas psicoterapéuticas y sociales para que el menor pudiera complementar su mensaje. A partir de ahí comenzó un proceso de adaptación familiar que llevó varios meses. Los padres también recibieron terapia.

A partir de esto, Sofía comenzó a vivir lo que se conoce como “prueba de realidad” -un proceso como el que pasó Erick-,  que establecen los protocolos internacionales para personas trans,  en el que comienzan a vivir de tiempo completo en el género que ellos elijen.

Después de esta etapa se planteó la necesidad de la adecuación del acta de nacimiento para que ella pudiera acceder a los servicios educativos como una niña. En Aguascalientes no se podía realizar este trámite y como ya estaba en vigor la modificación del Código Civil en la Ciudad de México, la familia acudió, a sugerencia de Ser Gay, a la asociación Litigio Estratégico en Derechos Sexuales y Reproductivos (Ledeser), que está establecida en la capital del país. 

El acta la obtuvo en julio de 2017 en el Registro Civil de la ciudad, después de un proceso de cerca de 13 meses, que además de Ledeser y Ser Gay fue acompañado por Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México (Copred). Actualmente, la pequeña tiene seis años cursa el primer año de primaria y sobretodo, Sofía es feliz.

Hay muchos pendientes que resolver

Para Margarita Castilla Peón, secretaria técnica del Consejo para Prevenir la Discriminación de la CDMX (Copred), fue un avance para los derechos de las personas trans que se aprobara la modificación al Código Civil y se eliminara el proceso judicial para obtener el cambio de documentos.

Sin embargo, señala que todavía hay mucho por hacer por las infancias trans, ya que los niños y niñas no están contemplados en la actual normatividad y han detectado que hay una resistencia por parte del poder judicial para atender a las solicitudes que han surgido en estos meses, y para agilizar los juicios que están en curso.

A partir de convenios con Copred, organismo que estuvo presente en los casos de dos niñas, una de ellas Sofía, personal del Tribunal Judicial de la Ciudad de México ha recibido capacitación para evitar ejercer la discriminación, práctica que también habían detectado durante los procesos  otros niños y niñas.

Señaló que todavía se tienen que hacer cambios legislativos para subsanar los vacíos de ley.

Castilla Peón explica que para que se pueda reformar el Código Civil, primero se tiene que armonizar la Constitución de la ciudad con la legislación local, una vez que entre en vigor, después de las elecciones, y que la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) resuelva las impugnaciones en contra de esa Carta Magna.


AJ