Main logo

Víctimas de la Guerra Sucia, que el Estado convierte en victimarios

Hasta los 21 años de edad Micaela Cabañas Ayala fue consciente de quién fue su padre: el célebre Lucio Cabañas Barrientos

Escrito en NACIÓN el

El pasado lo vivió en el penumbroso silencio de su madre cuando le preguntaba sobre su origen, y el conflicto entre creer si su padre fue un gavillero, como lo leyó en los libros de la biblioteca de la preparatoria número 1 de la Universidad Autónoma de Guerrero, o si fue el importante maestro rural a quien el director de la secundaria de Naucalpan (Estado de México), donde estudió primer año de secundaria, el profesor Camilo, le insistía en representar en las grandes marchas de los años 80 en la ahora Ciudad de México.

Era el año 1996, si no mal recuerda, cursaba el cuarto año de la carrera universitaria de Derecho. Quien ya había sido su maestro de Derecho Romano, en primer año, repasaba la lista de alumnos ubicando su nombre, mientras la aconsejaba que ya no faltara a clases. Pero como no hacerlo, se excusa, si trabajaba toda la noche en la central de autobuses de Chilpancingo para tener con qué comer y estudiar.

Nunca tuve una beca ni un apoyo Con decirte que en la prepa yo no tenía zapatos para ponerme, no tenía uniforme y andaba pidiendo los uniformes a algunos que ya habían salido”, dijo.

–Oye, Micaela, tú eres Cabañas, ¿eres de la costa? –dijo el maestro

–No, yo soy cerquita de aquí, de un pueblo de Acapulco.

–¿Eres de los Cabañas? ¿Quién era tu papá? ¿Tienes familiares como el maestro Lucio?

–Él era mi papá. 

–¡Ay, no es cierto! ¿Tú sabes quién era Lucio?

–Mi papá. Era un maestro muy importante.

– ¡Ay, Micaela!

Después hablaron de la lucha del maestro Lucio Cabañas, de su movimiento en la Sierra de Guerrero y de su ideario de: “Ser pueblo, hacer pueblo y estar con el pueblo”, que se mantiene como la base de la lucha social en este estado del sur del país.

En ese momento el pecho se le infló de orgullo. –Y ya me empezó a decir quién era y pues el ego me creció. (…) Ya después yo me sentía la guerrillera y andaba bien esponjada. Después de esto, su vida pasada, comenzó a cobrar sentido.

Micaela, víctima de la Guerra Sucia desde antes de nacer

Micaela Cabañas es la única hija del guerrillero Lucio Cabañas Barrientos, el hombre que tomó las armas después de permanecer en las aulas como maestro rural. Ella sobrevivió al Campo Militar número 1, donde estuvo retenida casi dos años, a partir de los dos meses de edad.

Yo salí de ahí con vida, soy una sobreviviente de la Guerra Sucia”, dijo.

Su padre fue un hombre perseguido por el gobierno en los años setenta por el desafío recurrente de sus tropas a la milicia, persecución que se agudizó después de que secuestró al ex gobernador Rubén Figueroa Figueroa.

Ese periodo, es considerado por el propio gobierno mexicano en administraciones recientes, uno de mayor exterminio y desaparición forzada de las instituciones contra habitantes de los pueblos de la Sierra de Guerrero donde se movía Lucio y hasta por donde no. Las numerosas desapariciones y muertes de gente de El Quemado, un pueblo de Atoyac de Álvarez, en la Costa Grande, municipio donde inicia y termina la historia de este guerrillero, es un ejemplo claro de la estrategia militar.

Todo ese periodo quedó marcado en la historia como el de Guerra Sucia, que el reciente gobierno de México, en el que Andrés Manuel es Presidente,  pretende subsanar con el Plan Colectivo de Reparación Integral que aprobó la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV), “como parte del derecho a la reparación colectiva a favor de las víctimas de violaciones graves, generalizadas o sistemáticas a derechos humanos ocurridas en un contexto de violencia política del pasado”.

–¿Tú sabías que cuando pasó lo de la Guerra Sucia el presidente de la república (Luis Echeverría) ordenó exterminio total a la familia Cabañas? –pregunta Micaela Cabañas, casi a sus 44 años, ya muy consciente de quién es.

Micaela se enteró que la gente de los rumbos de donde nació y se refugió su padre hasta los apellidos se cambió. Todos los Cabañas o Barrientos, fueran o no familiares de Lucio, tenían una sentencia de muerte.

La Ley de Atención a Víctimas cita dos categorías de víctimas: directas o indirectas. La pregunta de Micaela es dónde quedaría ella, si está en ambos flancos.

Yo soy víctima indirecta de Lucio Cabañas, víctima indirecta de Isabel Ayala, soy víctima directa porque también estuve en el Campo Militar número 1. 

Micaela, nació en septiembre de 1974 en Tixtla, el lugar donde se refugió su madre, su abuela (madre de su padre) y sus tíos (hermanos de Lucio). Su padre seguía en las montañas de la Sierra, más perseguido que antes, que siempre, por el secuestro de Figueroa Figueroa. El ex gobernador de Guerrero fue rescatado por militares en medio de un enfrentamiento con el grupo guerrillero.

El gobierno dio con ellos dos meses después de su nacimiento y su madre y todos los Cabañas fueron a parar al Campo Militar número 1, referencia de la tortura y de la desaparición forzada institucional de aquellos tiempos.

La madre de Micaela era una niña, tenía 14 años cuando ella nació. Un año antes conoció a Lucio en Santa Rosa, su pueblo, ubicado en la Sierra de la zona Centro del estado. Un día, él acampó con toda su tropa ahí, la gente les regaló de comer y en la noche se armó el baile en la cancha, con el tocadiscos de los padres de Isabel Ayala.

Isabel y Lucio bailaron juntos toda la noche. Al día siguiente la tropa guerrillera ya no amaneció en Santa Rosa. Isabel tampoco.

La historia de sus padres es una construcción de Micaela con los relatos de su abuela materna, y de lo poco que llegó a contarle su madre.

Isabel Ayala y su hija Micaela Cabañas estuvieron en el Campo Militar número uno durante 18 meses. Casi dos años vivieron ahí con todas las implicaciones de ese cautiverio.

–Mi mamá tuvo que pasar por muchísimas cosas, violaciones, golpes, atropellos, siendo una niña. Mi mamá cuando entró al Campo Militar tenía 14 años, cuando salió de ahí tenía 16, era una menor de edad.

Una implicación de la manera en que se vive en el Campo Militar fue que Isabel Ayala quedó embarazada y parió un hijo de su violador.  

–Ella fue violada por Rubén Figueroa Figueroa y tuvimos un hermano, un hijo de él, sólo que murió. El bebé estaba enfermo.

De lo poco que recuerda Micaela del bebé, después de que fueron liberadas, es cuando su madre le daba de comer por unas sondas.

¿ctima directa o indirecta?

Si Micaela aún no resuelve esta ecuación de su vida, quizá tenga que ver con que nunca dejó de ser víctima, por mucho que su madre, a quien mataron hace algunos años, se empeñó en ocultar su origen.

Los primeros años de su vida se llamó Alejandra Ayala, en lugar de Micaela Cabañas, de hecho así estuvo registrada en el jardín de niños del barrio de San Francisco, en Chilpancingo, donde estudió.

Cuando ya era Micaela Cabañas, sus maestros de primaria le decían “la hija de Lucio Cabañas”.

–Le empecé a preguntar a mi mamá quién era el maestro Lucio y me decía, no, pues, tu papá fue importante. Todavía se escuchaban las gavillas que hablaban de Lucio Cabañas y mi madre me decía, tú eres la mera madre de todos ellos.

Pero, después, vivió sin darle explicaciones de por qué no conocía a la familia de su padre, por qué su constante recomendación de no hablar mucho de quién y de dónde era, de estar pendiente si alguien sospechoso se acercaba, de cambiarse de domicilio ante el mínimo indicio de alerta.

Conoció a su abuela, la madre de su padre, a los 19 años, y casi por casualidad. Resulta que una vez que atendía el módulo de información de la central de autobuses en Chilpancingo, una mujer le preguntó si era Micaela Cabañas, se lo había leído en un distintivo que llevaba a la altura del pecho. La mujer era pariente de la madre de Lucio y juntas planearon que conocería a su abuela en la casa de un cura en Atoyac de Álvarez. Fue la única vez que la vio.  

Como evidencia de lo caótica que es su vida, dice que al menos tres veces por año su muda de casa en puntos distintos del estado. “Con decirte, que me sé todas las colonias de Chilpancingo”, comentó y sonrió.

Es la única manera en que sabe vivir, la que le enseñaron.

–A nosotros nos siguen persiguiendo, ¿y sabes?, ya se hizo parte de nuestra vida diaria. Tú sales y te asomas si no ves nada sospechoso, te asomas si es que viene una persona, si viene armada. Nuestra vida es así, nosotros estamos criados así, con una desconfianza, ya es parte de nuestra vida.

No puede entender por qué, con lo precavida que fue su madre, creyó en los alcances de los programas institucionales para familiares de víctimas de desaparición forzada, como la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (FEMOSPP), que funcionó durante casi todo el periodo presidencial de Vicente Fox Quesada (2001-2006).  

Buscó la reparación del daño, sobre todo para sus hijos. Micaela nunca estuvo de acuerdo, aunque ahora reconoce que esa gestión de su madre fue la que le ayudó a que ella ahora tenga un acercamiento con la CEAV, de la que todavía no logra nada.

La reparación de daño nunca se la resolvieron a su madre, por el contrario, Micaela cree que esa pudo ser causante de su muerte.

–Ella dejó una carta y decía que quería que se le apoyara a sus hijos para que salieron adelante y no fueran ignorantes como ella, para que ellos tuvieran estudios. Ella nunca pidió terrenos, dinero, qué sé yo, cosas económicas, pidió que sus hijos tuvieran becas, tuvieran estudios que tuvieran dónde vivir, sin embargo el gobierno no me cumplió en nada ni a sus hijos. Fue injusto lo que hizo el gobierno, porque sino le iban a dar nada no le hubieran dado, pero no lo hubieran matado.

A Isabel Ayala, madre de Micaela Cabañas, la mataron el 3 de julio de 2011, junto a su hermana Reyna, en Xaltianguis, el pueblo de Acapulco en el que vivía. La versión que fue pública por algunos medios de comunicación sobre cómo ocurrieron los hechos, es que las hermanas salían de la iglesia del pueblo, donde vendían alimentos, y unos hombres desde un carro les dispararon y las mataron. Antes de huir, uno de ellos bajó para llevarse sus teléfonos celulares.

Ese año en Guerrero, dirigentes sociales, varios de estos ex guerrilleros, buscaban que los legisladores locales aprobaran la Comisión del Verdad para investigar y documentar las desapariciones y asesinatos ocurridos en la entidad entre 1969 y 1979, etapa de la Guerra Sucia. Quienes integraron parte de este organismo que buscaba la justicia, fue posible en 2012, denunciaron varias agresiones e intimidaciones durante su gestión.

–¿Te acuerdas quién estaba gobernando el país en ese tiempo? Era el PAN. Cuando mi mamá muere eran las elecciones, iban a ser las elecciones para nuevo Presidente de la república, (que ganó el PRI), entonces me la asesinan y me amenazan a mí de muerte y yo salgo de ahí con toda mi familia y me voy al DF. Yo estaba pidiendo irme otro país con toda mi familia y la Cámara de Diputados tenía un expediente mío, donde estaban todos los nombres de mi familia. A la salida de la Cámara de Diputados nos levantan y me dicen, tú calladita te ves más bonita, ni una declaración más ni un reportaje más; aquí tenemos la lista de todos tus familiares. La lista que habíamos dejado en la Cámara de Diputados.

El asesinato de su madre le trae a Micaela una avalancha de claridades que los años transcurridos sólo le insinuaron. Ni siquiera el crimen frenó la persecución, y pronto, otra vez, en carne propia, confirmaría que todo lo que le pasaba tenía relación con su historia.

Una mujer del pueblo hizo la denuncia pública de que Micaela Cabañas era quien lideraba el grupo de policías comunitarias mujeres de una autodefensa que surgió en Xaltianguis. Con eso la PGR le abrió un expediente por delincuencia organizada y trata de personas.

–La PGR me iba a llevar detenida por nada. Si yo me la pasaba encerrada, el sicólogo lo sabe, estaba en calidad de muerta porque tenía a mi hijo y tenía mucho miedo de salir a la calle.

Está segura que la mujer que la acusó tenía cercanía al entonces gobernador perredistas, antes priísta, Ángel Aguirre Rivero.

Después, sin hacer ningún trámite de solicitud, le llegó a su lugar de trabajo, también es maestra, un cambio de sede, para fuera de Guerrero, hasta el Estado de México. La SEP le estaba dando un cambio de sede que no pidió ni tramitó.

–Me mandó a traer el director y me dijo, aquí está tu documento, Micaela, aquí está tu cambio, y le dije, cuál cambio, yo nunca pedí cambio. Te vas de aquí, dices que no quieres estar y le dije, yo no firmé ningún documento, a ver dónde me están mandando, al Estado de México. ¿Al Estado de México?, donde gobiernan los priístas, donde está la mata de los priístas, y le dije no, yo no me voy de Guerrero. No me voy y no me voy.

Micaela terminó la entrevista con la misma disyuntiva, la de no saber qué tipo de víctima es, directa o indirecta, o las dos.

No hay nada que pueda reparar este daño

Hay dos cosas primarias que Micaela Cabañas quisiera si la reparación del daño llegara algún día. Una de ellas es vivir en un lugar donde no le dé miedo decir su nombre, y la segunda, que la historia le haga justicia a la memoria de su padre, que haber sido guerrillero no pese más que su ideario.

Una reparación real del daño es la justicia, beneficio que ningún caso ocurrido en esa época y juzgado en México la conoce.

La única referencia emblemática de cómo sentaron al gobierno mexicano en el banquillo de los acusados, es el caso de desaparición forzada de Rosendo Radilla, la última vez que lo vieron fue en el cuartel militar de en Atoyac de Álvarez, después de que en agosto de 1974 lo retuvieron en un reté militar. Su familia, sobre todo su hija Tita Radilla, llevó el caso hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Coidh) y esta emitió una sentencia en la que condenó al gobierno.  

Por lo otro, la parte económica y de cubrir necesidades de alimento y salud a las víctimas de este delito, ya son ejes de la Ley General de Víctimas, pero que no les han cumplido. El gobierno mexicano, sentencia la hija de Cabañas, incumple sus propias leyes.  

Servicio médico y vivienda, son elementos fundamentales de esa reparación. Micaela, varias veces en la entrevista dijo que ha tenido problemas hasta para pagar la renta, pero siempre ponderó que hay compañeros en condiciones más urgentes, muchos de ellos sobrevivientes de la Guerra Sucia, que ya pasaron por mucho sufrimiento y siguen sufriendo con el abandono. “Hay una Ley General de Víctimas que dicta que antes de la reparación del daño se les debe de dar seguridad social, ver todo eso y no hemos recibido absolutamente nada”, comentó.

Ella lleva un año de acercamiento con la CEAV, tiempo en el que ha ido y venido  de la Ciudad de México varias veces, con gastos que ella misma tiene que pagar para que le dictamine como víctima, como si lo que ha vivido no fuera suficiente. Hasta hoy, no logra llenar ese perfil institucional.

fmma