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Traiciones, videoescándalos y chivos expiatorios: la historia AMLO-Robles

Ella aseguró que desde que dejó el GDF en el año 2000 fue objeto de ataques y que el tabasqueño no correspondió a su lealtad adecuadamente

Escrito en NACIÓN el

Sus palabras cayeron como balde de agua fría entre cercanos y opositores.  Se celebraba el 208 Aniversario de la Independencia el 15 de septiembre de 2018 y Andrés Manuel López Obrador fue abordado sobre las acusaciones contra Rosario Robles de desvíos millonarios en Sedesol y Sedatu, es “un chivo expiatorio”, respondió.

“Nosotros no vamos a perseguir a nadie, no vamos a hacer lo que se hacía anteriormente de que había actos espectaculares, se agarraba a uno, dos, tres, cuatro, a cinco como chivos expiatorios y luego le seguían con la misma corrupción”, mencionó.

Pero este martes, el mensaje fue otro totalmente distinto. En el caso de la vinculación a proceso contra Rosario Robles por ejercicio indebido del servicio público, López Obrador dijo que no será tapadera de nadie.

"Puntualmente tres cosas: Uno: cero corrupción, y agrego, cero impunidad. Dos: no solapar actos de corrupción, no somos tapadera. Tres: se está apoyando a la Fiscalía General en todo lo que nos solicite, porque la Fiscalía es la que tiene abiertas las investigaciones en este caso y todos los informes que tienen que ver con datos de la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda, hay una instrucción precisa a Santiago Nieto de que se entregue toda la información y la Fiscalía va a resolver: no hay impunidad para nadie, entonces hay que esperar nada más que concluyan las investigaciones y los procesos legales", comentó López Obrador.

LA VERDAD DE ROBLES

Ya en febrero de 2005, al presentar su libro “Con todo el corazón. Una historia personal desde la izquierda”, Rosario Robles dijo que no tenía relación con López Obrador y se refirió así de él: “siempre ha habido un gran respeto, él es un gran político” y concluyó que “esa lealtad que yo siempre le tuve no fue correspondida adecuadamente”.

Ella se refería a los eventos que ocurrieron en diciembre del año 2000, cuando concluyó su encargo como Jefa del Gobierno del entonces Distrito Federal, y cedió el cargo a Andrés Manuel López Obrador, cuyo secretario particular era Javier Bejarano.

En entrevista con w Radio aseguró que cuando tuvo sospechas de operaciones irregulares entre René Bejarano y Carlos Ahumada intentó advertir a Andrés Manuel López Obrador.

“Yo traté de hablar con Andrés Manuel, nada más que me dijo que no me metiera. Que eran cuestiones de empresarios, que no me metiera. Yo creo que él nunca sospechó de lo que se trataba”.

Agregó que cuando conoció al empresario argentino, “Ahumada ya conocía a otros perredistas (…) las relaciones de Carlos Ahumada con diversos perredistas no pasaban por Rosario Robles”.

De hecho, agregó, “Bejarano conoció primero a Carlos Ahumada antes que yo (…) porque él (Ahumada) lo buscó como Secretario Particular del Jefe de Gobierno porque había una serie de problemas, hubo una intermediación de personas y se entrevistaron y se conocieron”.

Insistió en que no sabía el destino del dinero que le fue entregado a René Bejarano. “Yo no tengo la menor idea, yo creo que eso es competencia de las autoridades que han hecho esta investigación exhaustiva y por eso han fincado responsabilidades a quien se las han fincado. Es obvio que para mí no fue ese dinero, que yo no tengo absolutamente ninguna acusación de carácter legal ni mucho menos”.

Y la exlíder del PRD aclaró que los ataques en su contra no se originaron cuando se relacionó con Carlos Ahumada, “sino desde que dejé el Gobierno el 5 de diciembre del 2000. Se inventó un cochinito y toda esa información salió de las oficinas del aquel entonces secretario particular (René Bejarano) del Jefe de Gobierno".

Rosario Robles al fondo, René Bejarano y su esposa Dolores Padierna.

“Si no supo Andrés Manuel lo que hacía su secretario de Finanzas y su secretario Particular y principal operador político, porqué estaba yo obligada a saber lo que estaba haciendo Carlos Ahumada”, dijo en aquél entonces.

Sobre lo que hizo Carlos Ahumada, Robles respondió que “creo que fue un profundo error. Creo que la desesperación en la que estaba por todo este cerco que se le tendió lo llevó a cometer un error en donde la primera víctima pues es él, está en la cárcel (actualmente libre en Argentina), y la segunda se llama Rosario Robles”.

GUERRA EN EL PRD

En un artículo de Ricardo Alemán en Letras Libres, titulado “AMLO: De la impostura democrática a los bufones de la plazas”, se hace un recuento puntual de lo que ocurría entonces en las entrañas del perredismo.

“Cárdenas dejó la responsabilidad del gobierno capitalino en manos de Rosario Robles –al postularse por tercera ocasión como presidenciable–, bajo la consigna de refrendar el gobierno de la capital del país. Al final del proceso electoral de julio de 2000, Cárdenas perdió la elección en medio de uno de los más sonados fracasos del PRD, mientras que López Obrador se alzó con una victoria personal como jefe del gobierno capitalino.

A partir de ese momento se vivió la más feroz batalla intramuros del partido de la izquierda –que entonces tenía apenas doce años, pero que ya vivía los estragos de una desviación profunda de su origen, más que de un cambio generacional. Cárdenas mantenía la hegemonía “moral” del partido, pero López Obrador tenía el control del segundo centro de poder del país –el GDF– y el control de una poderosa red corporativa y clientelar. El siguiente paso era la consolidación de su candidatura presidencial. Para ello requería limpiar el terreno, despejar a los eventuales adversarios y consumar el “parricidio”.

Con el dinero público, López Obrador aceitó los engranes del corporativismo que por décadas mantuvo funcionando al PRI –precisamente en los tiempos de Camacho y Ebrard al frente de la regencia del DF–, y desarrolló una política social basada en el intercambio de lealtades. Sus nuevos aliados serían los grupos clientelares de comerciantes informales, taxistas, precaristas en busca de vivienda, beneficiarios de sus políticas sociales y, por supuesto, algunas “tribus” del PRD, entre las más radicales y las de mayor habilidad para el arte de la “transa”. Estaba en marcha la nueva “revolución democrática”.

Al mismo tiempo, AMLO se dio a la tarea de destruir a sus potenciales adversarios en el partido rumbo a la carrera presidencial, que al mismo tiempo eran los únicos anticuerpos capaces de resistir la invasión del virus priista. Y en esa lucha no se establecieron espacios para el debate, la confrontación de ideas ni menos la exhibición de habilidades a favor de la democracia. Las herramientas para la limpieza étnica intramuros del PRD fueron las mismas empleadas en las guerras míticas del viejo PRI. La primera en sufrir los embates de López Obrador –debido a su cercanía con Cárdenas– fue Rosario Robles, la dirigente que salió del gobierno con una impensable popularidad, pero que desde el propio gobierno de AMLO fue acusada de todo: malos manejos, irregularidades supuestas, que hacían ver a Robles como una ex gobernante irresponsable y corrupta. El golpe fue demoledor. Aun así, Robles sobrevivió al escándalo –al final no le comprobaron nada–, y en una reñida pelea alcanzó la presidencia del partido. Pasadas las elecciones intermedias de 2003, de nueva cuenta fue perseguida hasta que renunció a la presidencia, para luego ser echada del partido en medio de nuevas denuncias, infundadas, de endeudarlo. Los golpes a Robles y su persecución fueron los primeros avisos de que López Obrador preparaba el “parricidio político” que le permitiera apoderarse del PRD”.

AHUMADA Y VIDEOESCÁNDALOS

Ahumada era dueño del Grupo Quartz, al que pertenecía el periódico "El Independiente". Además, compró los equipos de futbol de primera división León y Santos. Sin embargo, años después fue acusado en Argentina de tener nexos con los cárteles de Sinaloa y de Tijuana, y hasta de tráfico de efedrina.

Ahumada FUE en una pieza clave en el 2004, cuando en los primeros días de marzo, Televisa, a través de los programas de Joaquín López Dóriga y "El Mañanero" de "Brozo", transmitió videos en los que se exhibía a Gustavo Ponce, secretario de Finanzas de López Obrador, y a René Bejarano, el operador político del jefe de Gobierno.

A ese momento de la historia política contemporánea se le conoce como "los videoescándalos", los cuales eran grabados por Ahumada para utilizarlos en el mejor momento en contra del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, quien era uno de los posibles candidatos presidenciales, según las versiones del mismo argentino.

Ahumada reveló que mantuvo una relación sentimental con Rosario Robles, quien participó en la filtración de los videoescándalos. El empresario argentino contó en su libro "Derecho de Réplica" que la exaliada de Cárdenas acudió a la casa de Carlos Salinas de Gortari cuando Ahumada le presentó los videos al expresidente.

En otra de las confesiones de Ahumada dice que en una de las reuniones en las que se acordó la difusión los videoescándalos, participaron entre otros, Diego Fernández de Cevallos, y Juan Collado, como representante legal de Raúl Salinas de Gortari. Collado, hoy en día está vinculado a proceso por lavado de dinero y delincuencia organizada.

 

Tras la difusión de los videos, AMLO siempre acusó un complot en su contra.

Robles esperó afuera del salón en el que Ahumada y Salinas vieron los videos de Bejarano y Ponce, aunque también se sumaron los de Carlos Ímaz, exesposo de Claudia Sheinbaum, y de Ramón Sosamontes, cercanos a Robles y quienes fueron citados a declarar junto con ella en aquel momento.

Ahumada contó que Robles estaba "obsesionada" con ser presidenta, incluso, cuenta en dicho libro, que Salinas le colocó una banda presidencial a Rosario en su casa de las Lomas.

Con la investigación por la "estafa maestra", Rosario Robles y Andrés Manuel López Obrador, hoy presidente, abren una nueva página en su historial, que empezó en la izquierda, cuando ambos eran miembros del Partido de la Revolución Democrática (PRD).

JGM