Main logo

“Tarea excesiva y poco aprendizaje”: alumnos en contingencia

La Silla Rota dio voz a tres niños con sus respectivos padres, para conocer la experiencia que les significa este período escolar a distancia

Escrito en NACIÓN el

Con estas dos frases niñas y niños de escuelas públicas y privadas resumen su experiencia durante dos meses de convertir su casa en un aula virtual bajo aislamiento por la emergencia sanitaria. ¿El lado positivo? Todos coinciden sentirse más a gusto estudiando ahí bajo la perspectiva de la comodidad que les significa no usar uniforme, ver a su familia y no levantarse tan temprano. No obstante, aseguran, el aula es insustituible en términos de aprendizaje.

Así es como La Silla Rota dio voz a tres niños con sus respectivos padres, para conocer la experiencia que les significa este período escolar que, sin duda, cambiará los modelos de educación a distancia. En la historia de nuestro país el único antecedente cercano (más no igual), fue hace 35 años cuando el terremoto de 1985 causó que miles de niños dejaron de asistir a sus escuelas en el Valle de México y algunos estados, porque éstas se derrumbaron o sufrieron daños. Fue entonces que Telesecundaria y Televisión Educativa suplieron a los docentes durante un par de meses; pero no podría asegurarse que se perdió el año escolar como tal, porque éste recién iniciaba.

Hoy el escenario es diferente, pues el coronavirus causó el cierre de todas las escuelas del país en los últimos tres meses del ciclo escolar, por lo que la perspectiva es otra; mientras el secretario de Educación, Esteban Moctezuma asegura que no se perderá el ciclo escolar y que los niños sí están aprendiendo.

“Más tarea, no aprendemos”

Mariana Elizondo, Daniel Rebolledo y Rodrigo Torrero cursan la escuela primaria y secundaria. Mariana y Rodrigo estudian en escuela privada; Daniel en pública. No obstante, el listado negativo de esta experiencia lo resumen así. “Nos dejan mucha más tarea de la que teníamos, se está volviendo más pesado. Casi no aprendes, no es lo mismo”, dice ella. “Lo que no me gusta es que la mayor parte de las maestras envían la tarea de madrugada y quieren que la entregues seis horas después”, afirma Rodrigo. “No me está gustando porque la tarea que por día dejan, no lo hago en una clase durante una semana ¡Ni a patadas! Por eso me atraso. No he podido hablarlo con nadie, planeo acabar todo y a fin de año comentarlo con los maestros, ahora lo que más preocupa es concluir el ciclo escolar” señala Daniel.

Ninguno de los tres la tiene fácil; resaltan que, al estudiar desde casa, los horarios escolares normales dejaron de existir por lo que ahora -en promedio- realizan de dos a tres horas más de actividades escolares, a diferencia de un día normal de colegio.

Mariana y Rodrigo, pese a ser niños de una generación virtual, padecen con la plataforma de clases en línea que sus colegios privados instauraron para cumplir con el programa de la SEP. El Conservatorio de las Rosas, donde estudia Mariana en Morelia, Michoacán, trabaja así. “Te mandan un link, entras a la clase y el maestro te explica, no sé dónde está la maestra porque no la veo, muy pocos maestros enseñan su cara, ponen presentaciones en Power Point y solo los escuchas. Y eso, varias clases al día, es muy aburrido”, describe ella.

“Si tengo dudas le avisas al maestro y si te da permiso para hablar, enciendes tu micrófono. Antes usábamos la app Zoom y ahora es Google Meet, más sencillo. Por Google Classroom te aparecen todas las clases y pendientes por materia, lees las instrucciones y envías, unas tareas son más complicadas que otras. No he tenido exámenes todavía, ni escrito ni virtual”.

La dinámica de Rodrigo, quien estudia en Morelos en el colegio Cuernavaca, es similar. “Los maestros explican menos, y las pocas veces que explican son de vez en cuando y muy por encima. Mis compañeros sí dan el avión a las tareas, ignoran mayormente las pocas instrucciones que los profesores te dan. Luego hay problemas de conexión con la red; a veces el internet se resetea en medio de la clase ¡Sepa Dios porqué! Además, algunas clases con la app Zoom no son muy seguras por la vulnerabilidad de tus datos. Y como mis maestros no entienden demasiado de tecnología, pues… Lo que sí me gusta es que con una plataforma a distancia hay menos conflicto que en una clase normal porque se evitan las peleas entre alumnos”.

Daniel estudia en una escuela pública en CDMX; no utilizan una plataforma virtual, pero tiene una gran ventaja: contar con un maestro en casa. “En muchas cosas necesito ayuda de mi mamá porque no tengo un maestro enfrente y ella lo es. Mis amigos están como yo, no les gusta. Nos mandan bloques de actividades semanales de todas las materias, es mucho trabajo. Mi mamá me dice ¿Cuántas horas de biología tienes a la semana? Son cuatro, pero el trabajo que envían los maestros no es para cuatro horas, sino muchas más. Y tengo que hacerlo. Por ejemplo, comienzo a las 11 de la mañana y termino ocho de la noche, así que le dedico dos horas extra a la escuela. No he tenido exámenes, pero se alteraron mis horarios. A veces me cuesta trabajo dormir, pero antes de acostarme juego un rato con mi consola para despejarme y hablar con mis amigos”.

“¡Claro que no aprendes!”, declara Mariana con peculiar franqueza. “¡El salón de clases es insustituible! Por ejemplo, a mí me da pena preguntar algunas cosas en las clases virtuales. No siento que este aprendiendo, tú sabes cuando todavía no dominas un tema hasta que tu puedas hablar de la clase y así. Siento que este ciclo escolar me voy en blanco en algunas cosas, como incompleta, y obviamente me va a ser más difícil ver eso en los próximo años”.

“¿Aprendiendo? Mmmmm”, se detiene Rodrigo. “Hay cosas que sí, hay cosas nuevas, pero así aprender acá todo bien bonito, que yo diga mi nivel de aprendizaje sea mayor, pues no. No hemos aprendido gran cosa y aparte hasta ahora la mayor parte de mis compañeros casi ni pone atención a las clases, están conectados pero desconectados. Creo que los maestros la pasan igual de cargados de trabajo que nosotros porque dar la misma clase virtual a toda una escuela, debe ser pesado. Lo que sí me ha gustado de todo esto es que estoy muy a gusto en casa y puedo hacer lo que quiera, también porque el bullying ya no es presencial”.

Pese a que no se conocen, Daniel coincide con Rodrigo. “Me siento más cómodo que en la escuela, aunque con sus dificultades, porque allá nos cambian de salón constantemente y acá puedo estar más tiempo con mi mama y mi perro”.

“Decir que están aprendiendo, es un decir”

Si en algo coinciden las madres de estos tres niños, es que este modelo de educación virtual implica doble trabajo, pues dentro del mismo espacio físico (la casa) deben estar pendientes de la escuela de sus hijos además del trabajo doméstico y el home office. ¿Cansado? Sí. ¿Satisfechas del desarrollo educativo de sus hijos? No mucho.

Azucena Ramírez, mamá de Mariana, resume su experiencia. “Los niños no están aprendiendo, los maestros y nosotros nos estamos estresando, esto nunca será igual a una clase presencial. Mi hija no puede decir sus dudas abiertamente, no hay tiempo, se corta la señal, nadie entiende nada, el maestro no se puede conectar a veces o le falla su internet. Sí estamos rompiendo esquemas, pero no estamos preparados para recibir clases virtuales de esta naturaleza”.

Karla, mamá de Rodrigo, habló de las desventajas que ha vivido. “No están aprendiendo y a mi hijo tampoco le gusta. Creo que este tipo de clases son más fácil para alguien en una Maestría o Doctorado, no para un niño. Los chavos no están anímica ni mentalmente con ganas de aprender por videoconferencia y es bien fácil que se dispersen. Yo checo las clases mientras hago otra cosa lo veo: no falta en el aula virtual el niño latoso, el que interrumpe, el que habla. Y mi hijo se distrae porque le mandaron un whats, porque quiere agua, unos pepinos, ir al baño o ya lo distrajo el perro”.

La experiencia de Adriana Rebolledo, mamá de Daniel, es más favorable por el hecho de ser además maestra jubilada; aunque reconoce que eso es la excepción más que la regla. “En la escuela pública no tenemos contacto con el maestro, el vocal del grupo nos envía todo por whatsapp, él es el enlace; no sé qué tan funcional sea para los demás, para mi está bien. Al principio si le pedí al niño ver los programas del canal de SEP, pero no le da tiempo. La primera semana vio dos o tres y se aburrió; a mí me pareció que el contenido era muy básico por eso ya no le insistí”.

Un cuarto padre de familia fue consultado, Manuel García, veterinario y catedrático de universidad. Su hijo cursa también primero de secundaria en escuela pública. “Las clases en televisión, si no les pones mucha atención, no le veo demasiada ayuda. En realidad, tú tienes que ponerte a explicarles porque de otra manera no van a entender. Así como que están aprendiendo, es un decir. Lo que más seguro es que les califiquen el año con lo que queda ¿O cómo van a determinar si la calificación es un seis o siete? ¿O un nueve para todos?”, cuestionó.

Según estas experiencias quedó de manifiesto que, así como sus hijos, los maestros también se vieron afectados. “En el Cuernavaca al inicio de las videoconferencias eran por app”, recuerda Karla, “Zoom y Hangout pero tuvieron muchos problemas, luego compraron la plataforma de videoconferencias de Telmex y otra de Google Classroom, pero tuvieron que pagar un curso para enseñarles a los maestros cómo usarlo. Son muchos salones y muchas videoconferencias todo el día”.

Azucena agrega, “en el Conservatorio de Morelia no tienen capacitados a sus maestros para el uso de herramientas digitales, las plataformas como Google Classroom o Zoom no son tan eficientes y depende mucho de la conectividad a internet, eso dificulta un dialogo. Lo más triste en esto es la pérdida del conocimiento y habilidades por parte de los chicos. Es un año completamente perdido para Mariana y para mí”. Karla agrega “para nosotros como papas también es mucho trabajo porque checo diario qué libro, qué lección, qué tareas”.

“Yo la tengo más sencilla”, relata Adriana, “Daniel no trabaja en línea, nada por computadora y aún así todo el día sentado y se para solo para su entrenamiento, comidas y lavar el patio por su perro. Y va retrasado en tareas. Como mamá y maestra me siento con él, le explico dudas de manera pedagógica, lo guío, pero las demás mamas no se como estén manejando la situación. Sí creo que está aprendiendo: ya recuperó el gusto por las matemáticas. Habrá mamas que le están echando ganas y están acompañando a sus hijos, pero yo creo que muchas no pueden por tiempo. Creo que los niños hacen lo mejor que pueden; sin embargo, siento que este es el momento para hacerlos más autodidactas en lugar de estar tan dirigidos”.