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¿Solución o carpetazo a la Guerra Sucia?

Aquí el texto de Francisco Eduardo de la Vega de Ávila, colaborador invitado

Escrito en NACIÓN el

Andrés Manuel López Obrador es más que Presidente de la República o, para decirlo mejor: ha llegado a ser Presidente de la República porque desde antes de las elecciones ya era el principal líder de masas que hemos tenido desde Cárdenas y continúa siéndolo.

Al obtener un respaldo electoral sin precedentes y el control mayoritario de ambas cámaras, López Obrador se enfrentará a una prueba sobre la calidad de las promesas democratizadoras que hizo para llegar donde ya está instalado.

¿En qué consiste esa prueba?: en lo siguiente…

Durante los últimos 50 años se agotó el bono aprobatorio que los mexicanos concedieron al PRI por haber organizado la construcción del México moderno.

El autoritarismo del PRI-Gobierno fue autor de crímenes dictatoriales; propició el arraigo de formas culturales de corrupción y dio impunidad a la violencia que aplicó a sus opositores.

Las distorsiones que provocaron en el ánimo y el criterio social esas anomalías son graves y subsisten: desconfianza y repudio contra toda expresión de gobierno; polarización y resentimiento contra quién tiene más, bajo el supuesto de que es mal habido; confianza en todo aquel que denoste a las instituciones y suscripción ingenua de todo rumor antigobiernista.

Y sí, en efecto: ese es el “paquete” de argumentos que permaneció en el discurso de López Obrador desde Macuspana hasta su entrada a Palacio Nacional, en un periplo similar al que recorrió Fox, quien convenció a cientos de miles con que “…lo más importante es sacar al PRI de Los Pinos a patadas…”

Para Fox eran “Las Víboras Tepocatas” y para López Obrador -hasta antes de ser Presidente de la República- fue “La Mafia del Poder” el origen, explicación, meollo y cenáculo donde conspiran los causantes de todos los males nacionales.

Ese “paquete” convirtió a ambos en Presidentes de la República -cada uno en su momento, por supuesto- porque atrajo y compactó el antigobiernismo con que los mexicano manifestaban su profundo repudio al PRI-Gobierno.

Pero ahora las cosas son polarmente distintas para López Obrador y su partido Morena; están emplazados a demostrar que su gobierno es claramente distinto a los del PRI y del PAN, esto es; tienen que generar hechos convincentes, por sus resultados, de que son mejores.

Sus antecesores son eso; antecesores, ahora ellos tienen el control del Estado.

Parecen estar al tanto de que su prioridad -la suya no la de México- es mantener y extender su extraordinario liderazgo para consolidar y arraigar el poder político que han ganado, hasta garantizarle continuidad transexenal.

Existen planes del gobierno para reconocer la condición de víctimas -en los términos y prerrogativas que otorga la Ley General de Víctimas- a quienes recibieron -de una u otra forma- lesiones a sus derechos humanos durante la que se ha dado en llamar Guerra Sucia: el aplastamiento político y militar de diversas expresiones guerrilleras hasta lograr reducirlas a la insignificancia ante la indiferencia social.

El asunto no es sencillo para el gobierno; sería insensato y contraproducente partir de las mismas consideraciones -cualesquiera que éstas hayan sido- que llevaron a la liberación de más de un centenar de “presos políticos” a quienes muchos no reconocen esa calidad.

Antes de dictar medidas administrativas, el gobierno necesita convencer a la sociedad de que cuenta con la madurez política, la conducción de las instituciones y la visión estratégica que se requieren para hacer de la reivindicación de las víctimas de la Guerra Sucia un acto de reconciliación nacional, de reunificación social incluyente, bajo la garantía de un Estado democrático y confiable.

* Francisco Eduardo de la Vega de Ávila es una de las dos personas a quienes el Estado, a través de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV), declaró el 8 de enero de 2018 como víctima de la represión por los hechos ocurridos y derivados de la matanza del 2 de octubre de 1968. De la Vega aún espera que ejecuten la reparación del daño ofrecida. Fue participante del movimiento estudiantil y estuvo preso en Lecumberri, donde tomó decenas de fotografías sobre la vida en el penal de los activistas y su relación con otros reos.