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Salones de eventos, negocio que agoniza; “ya es hora de trabajar”, urgen

Aunque México es un país que culturalmente va de fiesta en fiesta, ya lleva un año de luto por la pandemia; saloneros no saben cómo enfrentar el desempleo

Escrito en NACIÓN el

"Ya es tiempo de que nos den la oportunidad de trabajar. Las ayudas nunca llegaron, pero eso sí, quieren que paguemos impuestos y tenencias". Liliana Espíndola, empresaria de salones de fiestas, está más que molesta: desesperada. No sabe ya qué hacer para enfrentar el desempleo en este sector congelado desde hace un año por la pandemia del coronavirus.

México, un país que culturalmente va de fiesta en fiesta, lleva un año de luto: sin bodas, quinceañeras, baby showers, bautizos, graduaciones, despedidas de soltera, carnavales, posadas, fiestas decembrinas. Y el anuncio de la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, para que en agosto reabrieran cambiando de giro mercantil a restaurantes o fondas, no trajo los mejores resultados.

Liliana logró subsistir porque se adaptó a las circunstancias vendiendo, con apoyo de amigos, cubrebocas, oxímetros y otros artículos de primera necesidad durante la emergencia sanitaria; sabe que ese no es su giro, lo reconoce; por ello tampoco piensa quedarse ahí. "Las autoridades del gobierno capitalino sólo nos dan prórrogas; la última vez dijeron que en noviembre y mira ya estamos en febrero. La Constitución dice que tenemos derecho a trabajar ¿Entonces?".

La crisis ha sido dura. Por eso algunos empresarios transformaron algún salón de fiesta en lavandería; otros comenzaron la venta de perfumes; paella; y hay algunos que continúan cerrados mientras terminan de vender todo aquello que alguna vez los describió como "el alma de la fiesta": luces, mesas, manteles, vajillas, sillas, artículos de cocina y otros.

 

 

No fueron los únicos desempleados; detrás de ellos como propietarios hay una larga lista: contadores, administradores, personal de limpieza, cocineras, chefs, DJ''s, grupos musicales, operadores de luces, sonideros, meseros, secretarias, recepcionistas, valet parking. 

¡Estamos colapsando esa es la realidad! Las autoridades nos piden un plan B pero no sabemos cuál. Somos un gremio y estamos en crisis. Apenas recibí la llamada de una persona de un salón de fiestas al sur de la CDMX: me pidió que le comprara sus ollas de cocina. Imagínese cómo estamos. Los músicos han empeñado ya instrumentos, desde un saxofón hasta una guitarra. No tenemos para dónde hacernos ¡Pero es muy fácil pedirnos que nos quedemos en casa! A morirnos de estrés, angustia y desesperación

UN SOS SIN RESPUESTA

La Silla Rota público durante los meses más álgidos de la pandemia cómo pequeños empresarios relacionados con este sector se vieron impactados de manera directa tras el cierre obligado de sus salones de fiestas. Por ejemplo, Bricel -en la zona oriente de la CDMX- comenzó en agosto la venta de parte de su mobiliario para enfrentar la crisis económica a 5 meses de la pandemia.

También se vio afectado el negocio de don Gabriel Valdés, quien rentó smokings para fiesta; pero tuvo que cerrar, reabrir y volver a cerrar en diciembre; y generó ingresos familiares vendiendo postres y antojitos afuera de su casa, a manera de salvavidas económico.

Por eso, a un año de su cierre, Liliana crítico que los gobiernos "toleren" fiestas clandestinas en antros, casas y bares, que no terminan en sanciones trascendentes.

"Nos tratan como delincuentes. Si hacemos alguna fiesta cierran el lugar o esperamos que llegue un policía y nos pida un dinero, una mordida, para permitirnos trabajar ¿Es justo que nos traten de esta manera? Hace unos meses estuvimos en un salón llevando a cabo un evento. Llegó la policía con patrullas y metralletas, se metieron y sacaron a la gente como si fueran delincuentes ¡Los novios se quedaron en la calle! Inclusive clausuraron el salón y se armaron los guamazos entre policías y la gente", relató.
  

Cuestionó que a mercados y tianguis se les haya permitido reabrir con protocolos sanitarios que no se cumplen, mientras que los salones tienen 12 meses cerrados. "Nosotros también podemos trabajar con caretas, con todas las medidas de salud, pero no nos lo permitieron. Nos aventaron como ‘El borras’: a ver como sobrevives. En este gremio hay quienes ya colapsaron y están rematando su mobiliario donde caiga. No voy a dar nombres por respeto a su familia, pero hubo quién se suicidó porque la gente dice ya no puedo más y nadie se puso a pensar en nosotros". 

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El impacto, señaló, es nacional; desde los pequeños empresarios que cuentan con un sólo salón o jardín de fiestas como negocio familiar; hasta empresarios que cuentan ya con varios de ellos distribuidos en distintas geografías. "Ya no tenemos dinero ¿Qué vamos a hacer? ¿Salir a matar?", preguntó. Y relató que este es el tema de conversación en las reuniones que sostienen por medios virtuales.  

Muchos sacamos a nuestros hijos de escuelas particulares para evitar que las colegiaturas se acumularan y nos ‘comieran’ en lo económico. Algunos amigos me donaron dinero por Facebook; rematé algunos equipos de audio que ya no utilizaba: y el dinero lo use para vender alitas porque tienes compromisos y hay que pagar. Pero como gremio, en general ¡Ya no podemos más!