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“Reconozco errores en el manejo de la epidemia AH1N1”, dice Calderón

El expresidente recuerda en su libro “Decisiones Difíciles” cómo enfrentaron la epidemia de AH1N1 en 2009; reconoce que al ver el problema se quedó helado

Escrito en NACIÓN el

En su nuevo libro, Decisiones difíciles, Felipe Calderón recordó cómo afrontó como presidente de México en 2009 la crisis causada por el virus AH1N1.

En el capítulo llamado Un nuevo virus mortal, de su nueva obra, editada por Debate, el ex panista rememoró que fue el 17 de abril de ese año que se enteró, mientras viajaba a la Cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago, de un incremento de casos de infecciones respiratorias, reportados por el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER).

Habló con su secretario de Salud, José Ángel Córdova, quien le dijo que las pruebas de 22 fallecidos se iban a enviar a laboratorios de Canadá y Estados Unidos.

El 23 de abril la crisis estalló. Fue cuando Córdova le informó que se trataba de un nuevo virus, desconocido hasta entonces.

A partir de ahí Calderón narró en su libro las decisiones que debió tomar en lo económico, en materia de salud, en lo político, donde contó con la colaboración del entonces gobernador del estado de México, Enrique Peña Nieto, y de quien era jefe de gobierno de la ciudad de México, Marcelo Ebrard, ahora secretario de Relaciones Exteriores, con quien disimulaba que no se hablaba, ya que eso convenía políticamente al entonces mandatario capitalino.

El expresidente reconoció errores durante la gestión de la crisis sanitaria de 2009.

“Hubo por desgracia algunos errores, en particular en las primeras horas de la emergencia, cuando José Ángel Córdova, a pregunta expresa, dio un dato de defunciones asociadas al virus que estaba sobreestimado. A pesar de todo, estoy convencido de que la estrategia de full disclosure, es decir de total transparencia hacia la población funcionó y nos dio una enorme capacidad de maniobra. De otra manera no hubiéramos tenido las facultades de orientar a la población de una ciudad colosal como la de México en una situación de caos o pánico”.

Aseguró que aunque se pensó que México fue donde se propagó el virus, luego se supo que eso ocurrió en California, Estados Unidos.

También hubo tensión política con Estados Unidos, principalmente porque en la visita que el entonces mandatario estadounidense, Barack Obama hizo al Museo de Antropología, tuvo de guía al director del Museo de Antropología, quien murió dos días después de AH1N1, por lo que recibió reclamos del gobierno de Estados Unidos de que Obama estuvo expuesto. Pese a ello, ambos mandatarios acordaron que no cerrarían la frontera por cuestiones políticas.

Calderón también mencionó que el Estado Mayor Presidencial le pidió que su familia se hiciera pruebas y resultó que la entonces Primera Dama, Margarita Zavala, era portadora del virus, pero era asintomática.

VENTE DE VOLADA

Cuando Calderón iba rumbo a Trinidad y Tobago a la Cumbre de las Américas, revisó la prensa y halló una noticia que le preocupó: el Iner informaba de un crecimiento extraordinario de infecciones respiratorias, subrayando la afectación de adultos jóvenes que ingresaban a los hospitales con neumonía grave y una progresión de la enfermedad mucho más rápida de lo normal.

En el vuelo estaba presente el secretario de Salud, José Ángel Córdova, quien le aseguró que ya había tomado medidas al respecto y que ya se había publicado una alerta epidemiológica en fase inicial.

El 23 de abril las cosas cambiaron. El día parecía rutinario. Ese día Calderón comió con el autor de La presidencia imperial, el escrito Enrique Krauze y luego estuvo reunido con su staff. Al concluir la reunión le avisaron que lo buscaba por el teléfono rojo, el de las emergencias, el secretario de Salud, quien pidió verlo con urgencia, pues ya tenía los resultados de las muestras de los fallecidos “y hay malas noticias”.

“Vente de volada” fue lo único que le dije, escribió Calderón en el capítulo de su libro.

Al llegar Córdova al despacho, confirmó las malas noticias.

“Presidente, todas las muestras que enviamos arrojan la presencia de un nuevo virus, totalmente desconocido hasta ahora, que es mortal y que se transmitió a los humanos a partir de un origen animal, en este caso porcino. No sabemos aún la tasa de letalidad, puede ser como influenza normal o mucho más grave”.

Calderón reconoció que se quedó helado.

Citó estudios de la Secretaría de Salud elaborados por Pablo Kuri que indicaban que había un potencial de 54 mil muertes con 250 mil personas hospitalizadas y casi 15 millones. Además su nombre impactó en el consumo de la carne de puerco. Por ello pasó de influenza porcina a su secuencia genética AH1N1.

Al parecer tenía la misma condición letal que el virus de la influenza española, es decir la peste de 1918. Solo que en 2009 ya había antibióticos y antivirales, precisa el autor.

Describió que el Tamiflú comenzó a ser aplicado en pacientes al sexto día de haber recibido los resultados del laboratorio de Canadá.

CON EBRARD FINGÍAMOS QUE NO NOS HABLÁBAMOS

En esos primeros días estuvo en contacto con Daniel Karam, del IMSS y Miguel Ángel Yunes, del ISSSTE, y con el gobernador del estado de México, Enrique Peña Nieto (a la postre su sucesor en la presidencia) y el jefe de gobierno de la ciudad de México, Marcelo Ebrard, con quienes se comunicaba diario sobre las estadísticas.

Hasta ese momento de emergencia nacional, la comunicación que había tenido con Ebrard era muy esporádica, añadió.

“Frente a la prensa y los ciudadanos, seguíamos fingiendo que no nos hablábamos, pues así le convenía a él, en términos políticos, pero la realidad es que, en temas más serios, tuvo una actitud responsable y tuvimos una estrecha colaboración con el gobierno de la capital. Qué bueno que así fue.

“Esa misma noche reuní al gabinete con carácter de urgencia. El secretario de salud habló del riesgo de afectación en la economía y la posibilidad de conservar un perfil bajo, no alertar a la población y seguir con las actividades normales hasta no tener más información. Fue una de las decisiones más difíciles, por sus implicaciones, que me tocó tomar como presidente de México y había que hacerlo ya. Mientras sesionaba el gabinete trataba de ordenar los escenarios y sus alcances”, admitió.

“Lo que debía decidir era entre tomar acciones de fondo, ‘disruptivas’ de la propagación del virus, o seguir el curso de la normalidad”, agregó.

Recordó que un hermano de un colaborador de Comunicación Social de la presidencia falleció. De las compras de Tamiflú que hicieron venían en camino, pero el Estado Mayor Presidencial le dio una dosis para que se la hiciera llegar al hospital.

“Fue dramático, ya que salió de su oficina al mediodía y al llegar al hospital su hermano acababa de fallecer, precisamente de AH1N1, según se comprobaría después. El caso ilustró el dramatismo con el que la crisis se vivía”.

Durante la gestión de la crisis se apoyó en su amigo y entonces secretario de Desarrollo Social, Ernesto Cordero, hijo de “prestigiadísimos médico y enfermera (su madre, Graciela Arroyo, primera enfermera y académica que formó parte del Consejo Universitario de la UNAM, además de ser respetada y querida aún después de su muerte), le proveía un perfil ni mandado a hacer para la tarea”.

También recibió a los ex secretarios de Salud como Julio Frenk, Guillermo Soberón y Juan Ramón de la Fuente, quien sugirió esperar los números crecieran por hora, sin que eso significara estrictamente algo malo, “sino que tal vez sería síntoma de que por fin el sistema de salud empezaba a funcionar y de que la gente estaba reaccionando y acudiendo a las clínicas. Lo cual, en efecto, nos tranquilizó mucho”.

ERRORES

El ex presidente reconoce que hubo un reto en comunicar la emergencia. Pedir evitar concentraciones en lugares públicos, y no acudir a cines o restaurantes.

Quien ocupaba entonces la Secretaría de Gobernación, Fernando Gómez Mont, acordó con el arzobispo primado de México, Norberto Rivera que los templos permanecieran abiertos, aunque no se celebrarían misas.

“Hubo por desgracia algunos errores, en particular en las primeras horas de la emergencia, cuando José Ángel Córdova, a pregunta expresa, dio un dato de defunciones asociadas al virus que estaba sobreestimado. A pesar de todo, estoy convencido de que la estrategia de full disclosure, es decir de total transparencia hacia la población funcionó y nos dio una enorme capacidad de maniobra. De otra manera no hubiéramos tenido las facultades de orientar a la población de una ciudad colosal como la de México en una situación de caos o pánico”.

Buscaron el origen de la propagación. Se creía que era en la ciudad de México, pero se había detectado antes un caso en el Valle Imperial de California, en Estados Unidos.

“Es muy probable que el virus haya tenido su origen allá, que se haya transmitido por contagio a la ciudad de México, donde se propagó mucho más rápido. Ese estudio científico confirmaría que los estadounidenses ya conocían la existencia de este virus y lo ocultaron”.

Para el 24 de abril ya se habían detectado más de mil casos a nivel nacional de neumonías atípicas, incluyendo 68 fallecimientos, de los cuales 20 habían dado positivos del virus de la influenza.

Calderón hace referencia al decreto para el uso de facultades previstas en la Constitución en caso de emergencia sanitaria, para adquirir a gran velocidad aparatos de respiración artificial, computadoras y equipo par amontar laboratorios en todo el país, similares a los que había en Canadá y Estados Unidos.

“Nunca me imaginé que me tocaría ejercer esas facultades”, afirmó.

Recordó que al inicio de la crisis el promedio de la estancia de los pacientes en hospitales del Seguro Social era de 8 días por enfermedades respiratorias

“La gente llegaba con neumonía y era directamente intubada. A partir de la implementación de la campaña de prevención, este promedio bajó de ocho a dos días, porque los pacientes comenzaron a ir al médico desde el inicio de los síntomas, con lo cual se evitaba que entraran en estado crítico, gracias al seguimiento de un tratamiento oportuno”.

Calderón añadió que el sábado 25 de abril llegó a Oaxaca para entregarle unidades móviles de atención médica al gobernador, Ulises Ruiz y le dijo que se las iba a pedir de regreso porque las iban a necesitar en la ciudad de México.

De regreso a la ciudad el secretario de Salud convocó al Consejo de Salubridad General y se hizo un recuento de la situación. Para el 26 ya tenían el dato preciso de que se trataba de una enfermedad curable si se atendía a tiempo. Aunque aún no sabían si las vacunas contra la influenza que se habían aplicado y que sumaban 30 millones de dosis funcionaban, pero contaban con el dato de que entre enfermos y fallecidos no predominaban enfermos y fallecidos, por lo que era probable que nos antígenos sí fueran efectivos.

LA REACCIÓN DEL OTRO LADO

Recordó que aunque la OMS advertía que de nada servía cerrar fronteras, Francia y Cuba cancelaron vuelos y por eso el canceló su gira a la isla.

Con Estados Unidos hubo tensión, luego de que se supo que el director del Museo de Antropología, Felipe Solís Olguín, falleció por AH1N1, dos días después de que dio un recorrido cultural tanto a Calderón como al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, a quien saludó de mano.

“¡Era imposible imaginar entonces lo que sabríamos después!”, expresó Calderón en su libro.

Del lado mexicano había molestia porque Estados Unidos se negaba a vender a México las dosis de Tamiflú que tenía.

Calderón llamó al mandatario estadounidense –presume que le dijo ‘call me Barack’ en su primera conversación- y acordaron no cerrar fronteras por criterios políticos y que además el gobierno de Estados Unidos envió 100 mil kits de salud a México.

Hubo dificultades en la adversidades, como cuando le pidió al gobernador de Aguascalientes, Armando Reynoso Femat, de extracción panista, que suspendiera la Feria de Aguascalientes, donde la propagación del virus fue “muy rápida, no sé si por eso”.

Recordó el caso del entonces senador perredista, Manuel Camacho Solís, a quien personal de la Secretaría de Salud fue a su casa y lo llevó al hospital, ya que contrajo la influenza y eso derivó en una neumonía,  de la cual salió avante.

El Estado Mayor insistió en hacer pruebas a su familia y hubo un caso positivo: el de Margarita Zavala, su esposa quien no presentaba  fiebre ni náuseas, ni dificultad para respirar.

“Aunque el caso es ahora una anécdota, al personal de salud le preocupó mucho un dato. Se comprobaba la hipótesis de que, en algunos casos, el virus es por completo asintomático, lo cual dificulta su detección”.

Mencionó que entre los fallecidos hubo una enfermera y dos médicos que atendieron a pacientes con el virus.

Aseguró que ese año en el primer brote fallecieron a consecuencia de la influenza estacional y de la AH1N1 más de mil 300 personas y en octubre, en el segundo brote, cuando las medidas se habían relajado se registró un índice mayor de defunciones (no informa cuántos).

Pero reiteró su convicción de que su actuación fue la adecuada ya que la velocidad de la propagación hubiera generado nuevos riesgos como una saturación hospitalaria.

“Por consiguiente, las defunciones hubieran ocurrido no por la gravedad del virus, sino por la incapacidad de atender con respiradores a pacientes que no hubieran tomado la precaución de acudir al médico durante los primeros síntomas.

“No darle la importancia suficiente a este tipo de asuntos siempre trae consecuencias desagradables, como ha sucedido en otras ocasiones”.

Calderón rememoró que la secretaría de la Organización Mundial de la Salud, Margaret Chong, reconoció que México al ser el país que experimento el brote del nuevo contagio, dio un modelo de reporte rápido y transparente, medidas de control agresivas y generosa compartición de datos y muestras

“De la crisis de influenza obtuve varias conclusiones: gobernar significa tomar decisiones riesgosas en escenarios de incertidumbre y sin información completa, implica evaluar contextos y prever las consecuencias. Qué más quisiera un presidente que decidir sobre escenarios de información plena, es decir sabiendo con precisión qué va a pasar en cada caso. El dilema ético se presenta en el deber de decidir, en un tiempo muy corto, tomando en cuenta la poca información disponible y pensando siempre en el bien de los mexicanos: prepararse para lo peor y desear que ocurra lo mejor”.

PRESENTACIÓN

La tarde de este 18 de mayo el ex presidente presentó de manera virtual su libro ante periodistas, acompañado del analista Leonardo Curzio.

De acuerdo con la periodista Lourdes Mendoza, el ex panista reconoció que durante la crisis sanitaria de 2009, los entonces gobernadores de los estados de México, Hidalgo, Puebla y Morelos, Enrique Peña Nieto, Miguel Ángel Osorio Chong, Mario Marín y Marco Antonio Adame, respectivamente, se portaron muy bien.

“aquí viendo la presentación del libro de @FelipeCalderon conducido magistralmente por mi amigo @LeonardoCurzio y dicen q los gobers @osoriochon @EPN MarioMarin o #MarcoAdame y @m_ebrard se portaron MUY responsables en la #InfluenzaH1N1”, escribió la columnista en su cuenta de twitter @lumendoza.