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Política de los 70's, el permanente estilo personal de gobernar de AMLO: experto

Fernando Vidal Romero, académico del ITAM, consideró que las coincidencias entre López Obrador, Echeverría y López Portillo parten de un denominador común

Escrito en NACIÓN el

Que si el estilo de gobernar, que si el gusto porque no le lleven la contraria o el anhelo por volver a aquellos años en que el presidencialismo gobernó sin contrapesos. No es la primera vez que se compara el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador con aquellas de los años 70 encabezadas por los ex presidentes Luis Echeverría y José López Portillo.

La similitud de la administración actual con los últimos años del desarrollo estabilizador ha sido un tema revisado por académicos y columnistas, quienes sostienen que hay relaciones reales entre el mandatario y sus antecesores de cinco décadas atrás.

Fernando Vidal Romero, académico del ITAM, consideró que las coincidencias entre López Obrador, Echeverría y López Portillo parten de un denominador común. “Esta mala concepción de que el presidente lo puede hacer todo y el problema no es que las reglas estén mal, sino quién maneja estas reglas. Resumen todo como un problema de voluntad política: si el presidente quiere, se hará todo como él diga”.

Comparó dos escenas que, a su decir, retratan el tipo de relación que mantuvo Echeverría y hoy mantiene López Obrador con el sector empresarial.

“El expresidente Echeverría se ‘topó con pared’ cuando los empresarios dijeron ‘no’ a varias de sus ideas. Es lo mismo que está haciendo López Obrador que, de entrada, no es alguien contra la iniciativa privada; pero ésta no lo apoya porque va contra sus intereses”.

“El presidente cree –como Echeverría– que deberían apoyar su proyecto porque él supone que es lo mejor para México. Pero las empresas no funcionan así. En los 70, dejaron de invertir o se llevaron su dinero al extranjero, lo mismo que está pasando hoy con López Obrador. No se va a pelear con ellos –por eso a los más ricos los tiene comiendo tamales en Palacio Nacional–, pero ellos tampoco van a hacer lo que él quiera”.

Se refirió también a las obras faraónicas realizadas en ambos sexenios y hasta sus vínculos con la prensa. Mientras López Obrador señala que sus proyectos reimpulsarán la economía y pone nombre y apellido a medios nacionales e internacionales que no opinan como él; Romero recuerda el choque entre Excélsior y Echeverría.

"Era algo muy parecido, el expresidente dio el golpe contra Excélsior porque los periodistas nunca vieron sus ‘buenas intenciones’. Pareciera que las ‘buenas intenciones’ van por delante de cualquier asunto de legalidad o eficiencia económica y ese creer que el Estado es el centro de todo, cuando hoy el centro de todo son los ciudadanos y el Estado es sólo un instrumento para su bienestar".

El investigador consideró que, en estos momentos, el presidente "se está jugando su legado, es un presidente que llega con aspiraciones de pasar a la historia como un gran estadista; pero la literatura dice que, para pasar a la historia, necesitas obras duraderas que tengan un impacto positivo”.

“López Obrador se la pasa en la coyuntura, todo lo que anuncia a diario es un asunto mediático, de corto plazo; a lo mejor engaña a dos o tres cada día pero pensando a largo plazo la historia nadie se va a tragar esa cosas”, dijo.

LA PRESIÓN DEL TIEMPO Y HEREDAR UN LEGADO

Desde su perspectiva, este politólogo consideró que la prisa de López Obrador es en este momento, dar resultados a corto plazo pues solo le quedan tres años de gobierno. "La urgencia de tener ese éxito pronto lo está llevando a este cortoplacismo que acaba mal. Podría llegar a los libros de historia como un presidente mentiroso que perdió horizonte”.

De acuerdo con Romero, los gobiernos autoritarios surgen como resultado de la desesperación por hacer las cosas rápido, como Echeverría. “Llegó con muy buenas intenciones, parecía bien intencionado, siendo un presidente muy popular; pero se le fue enredando todo y eso lo llevó a abusar de muchas situaciones”. El camino del actual presidente, explica, es similar.

“Quien no está alineado con el presidente en turno, sufre. López Obrador ha demostrado ir contra organismos autónomos, contra el sector energético, derechos humanos y ahora parece que van por el INE. Da la impresión de que si no salen las cosas como él quiere, si no es a la buena, es a la mala”.

LA HISTORIA QUE REUNIÓ A DOS PRESIDENTES

Ejecutar una acción y después modificar la ley para darle sustento jurídico fue una característica con la que usuarios de redes sociales compararon al expresidente José López Portillo y al presidente López Obrador, el pasado 17 de marzo.

Ese día, López Obrador anunció que, en caso de que el Poder Judicial considerara inconstitucional su reforma a la Ley de la Industria Eléctrica, entonces promovería una reforma constitucional para hacerla válida.

El hecho recordó al lejano, por casi cuatro décadas, 1 de septiembre de 1982, cuando José López Portillo anunció frente al Congreso de la Unión y los banqueros, quienes desconocían la noticia, la Nacionalización de la Banca.

La escena fue narrada por Agustín Legorreta, expresidente de Banamex en aquel año, en el documental “1982: La decisión del presidente”. Legorreta aseguró que él y un grupo de banqueros se trasladaron a Los Pinos para obtener respuestas frente a la incertidumbre de tal noticia, en medio de una de las crisis económicas más graves en la historia del país.

“Y nos dice: ‘Yo, como muy buen abogado que soy, sé que es inconstitucional lo que hice. Pero voy a modificar la constitución para que sea constitucional”.

Carlos Abedrop, entonces presidente del Banco del Atlántico, por su parte, aseguró que López Portillo les advirtió que, aunque procedieran legalmente para revertir la medida, no tendrían éxito frente a su reforma constitucional.

“Yo estoy seguro que no es inconstitucional la reforma, pero si lo determinan jueces, magistrados, ministros, que es inconstitucional y que no puede proceder, enviaría yo una iniciativa de reforma a la Constitución, porque no puedo ser cómplice del robo, del atraco. No puedo aceptar que particulares dañen la hacienda pública y afecten la economía popular y sobre todo afecten la economía de los más pobres”.

Horacio Vives, politólogo del ITAM, aseguró que la analogía, hecha por usuarios de redes sociales, valida el sentido de que el titular del Ejecutivo está convencido de que tiene que salir adelante su visión de reforma de la industria eléctrica".

Pero, en la lectura de Vives, "en este momento es prácticamente imposible que la reforma constitucional de la que habló [López Obrador] ocurra, porque su partido no cuenta con los votos en la Cámara de Diputados para la aprobación de una reforma así.

“Y tampoco en el Senado, porque su aliado para sacar una reforma de este tipo era la bancada del PRI; y como ahora está metido en la alianza Va por México, su postura es no cooperar con el gobierno, por ahora". 

Electoralmente, esta situación se traduce en que Morena tendría que apostar a conseguir un mayor número de curules en San Lázaro, pues conel que tiene en este momento, “no le da para sacar una reforma constitucional ni en diputados ni en el Senado”.

OTRA SIMILITUD, ADEMÁS DEL APELLIDO

Hablando de paralelismos históricos, los presidentes López Portillo y López Obrador parten de un momento en el que el primero no lidió con el neoliberalismo, y el segundo lo busca erradicar.

"No es gratuita la crítica continúa de López Obrador hacia los gobiernos neoliberales. Cronológicamente, parte del gobierno de Miguel de la Madrid que es considerado como la transición al neoliberalismo", dice al referirse a los gobiernos de Carlos Salinas de Gortari y hasta Enrique Peña Nieto.

Vives describe que esto podría entenderse, basado en el actual discurso presidencial, en que el titular del Poder Ejecutivo añora aquellos años presidenciales, desde Lázaro Cárdenas hasta José López Portillo que enarbolaron la bandera del nacionalismo; pero también de un partido político que detentó la mayoría tanto en el Poder Legislativo, como el Judicial.

"Aquellos presidentes tenían muchas facultades que el actual presidente añora. En esa época no existían los organismos autónomos: no había instituciones electorales, el gobierno decidía las elecciones, no había Banco de México, ni un organismo de transparencia, de derechos humanos ni reguladores económicos.

Y si algo caracteriza la transición a la democracia mexicana es que se le quitaron esas facultades de Estado al Ejecutivo. Podría entenderse que quizás López Obrador añora una presidencia mucho más poderosa en términos de facultades y controles".

Abundó, además, que durante medio siglo, entre 1930 y 1982, el presidente siempre estuvo blindado por lo que se llamó el "escudo legislativo", lo que significó que el partido en el poder no tenía ninguna preocupación por lograr cualquier tipo de votación en el Congreso.


fmma