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Pinto murales para generar consciencia social: Farid Rueda

Farid Rueda, muralista mexicano, busca conectar con la gente con su arte, el cual ha traspasado fronteras

Escrito en NACIÓN el

CIUDAD DE MÉXICO (La Silla Rota).- Originario de Morelos y con 32 años de edad, Farid Rueda es uno de los muralistas mexicanos que ha puesto en alto en nombre de México y trascendido fronteras. Su trabajo y su arte lo han llevado a países como Portugal, Rusia, Alemania, Italia, Eslovenia, Colombia, Costa Rica, sólo por mencionar algunos y próximamente Dubái.

De niño y proveniente de una familia de campesinos, su primer acercamiento al arte fue con las tortugas ninja porque “era mi caricatura favorita y tenía los nombres de los artistas. Leonardo, Miguel Ángel, Rafael, Donatello”.

Por azares del destino, la vida lo llevó a estudiar en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP) donde conoció a más artistas y a gente de otras carreras que le enseñaron temas de diseño, ilustración, Photoshop entre otras cosas.

Sin embargo, decidió dejar a un lado la carrera debido a que “yo me acuerdo que dibujaba de niño porque era mi idioma y en la escuela todo te piden para justificar y el arte no se trata de eso, el arte es lo que sientes. En la universidad aprendí técnicas y cosas de otras carreras pero también aprendí en la escuela que no necesitas escuela”.

La calle se convirtió en su academia pues comenzó a ver el trabajo de los demás, sus técnicas y cómo lo hacían. “Eso es lo bueno de la calle, que puedes aprender de los demás a diferencia de un artista de caballete que todo el tiempo está solo y sólo puede tener referencias de libros. Los otros grafiteros, los otros artistas fueron mis maestros sin que ellos quisieran”.

Después, comenzó a ver artistas de arte urbano que tenían mayor calidad y estética en sus obras y le agradó más que lo clásico.  Se volvió más disciplinado al pintar en muros ya que “no puedes dejar un muro sin terminar por muchos factores, pueden llegar y rayarlo y principalmente no puedes dejar una obra que todo mundo vea que no está terminada, me daba mal sabor de boca”.

Para Farid, el tema de pintar en muros no fue algo complicado. Considera que es de una generación en la que la sociedad comenzó a verlo como arte y no como actos vandálicos. “No tuve nunca que hacer nada ilegal, no tuve realmente problemas”. Incluso cuando pintaba en la calle la misma gente es la que se acercaba para pedirle que pintara las bardas de sus casas y lo dejaban ser libre con sus obras.

Pero no todo fue de color de rosa, la fiesta, las falsas amistades, las desilusiones, los engaños y personas que lo defraudaron fue el punto en que lo llevaron a tocar fondo en el sentido en que se encontró consigo mismo y decidió que quería vivir para hacer arte.

“Recuerdo que en una ocasión a un grupo de amigos y a mí, nos llevaron a pintar en un circo volador. El señor nos estafó, nos pagó 500 pesos a cuatro personas por un proyecto muy grande de casi dos semanas. Nos vieron chavos pero de ahí aprendimos. Lo sentí como un golpe muy fuerte y pensé que no iba a funcionar. Este momento me hizo pensar que necesitaba buscar un ‘trabajo real’, me corté el cabello y pensé en trabajar en una cocina profesional”.

Por suerte a los tres días lo llamaron para una participación artística que fue bien remunerada y de ahí despegó su carrera. “Realizaba trabajos que me dejaban para vivir más holgadamente por tres o cuatro meses, además de que no tenía grandes responsabilidades pero sí pagué todas mis deudas”.

Dicen que los artistas se mueren de hambre

“Yo creo que hay dentistas que se mueren de hambre, políticos que se mueren de hambre. No hay ninguna profesión que te augure un triunfo económico. Es como un día decir ‘me quiero volver abogado porque sé que ganan bien’ pero no tienes madera para eso y hay alguien que sí lo tiene. Evidentemente va a ganar más la persona que sea apasionado por lo que hace. Hay mucha competencia haciendo lo mismo que tú, la única diferencia es que el que va triunfar es el que en verdad tenga talento”. 

 “Yo no quiero vivir de la pintura, yo quiero morirme pintando. Nunca quise ver en la pintura una manera de ganar dinero por ganar dinero. Cuando esto funcionó fue cuando me dediqué a pintar y fue lo único que pensé, condicioné el mundo para que pueda seguir haciéndolo porque es lo que me gusta”.

“El humano no sabe qué es lo que quiere pero sabe qué es lo que no quiere. Yo no quería trabajar en una oficina con un jefe detrás de mí todo el tiempo, sentía que la vida se me iba o trabajar en algo que no me gustara. Es cosa de creer en ti y tener la fuerza interna para hacerlo”.

“Todo lo que he logrado lo he conseguido trabajando, no hay un truco mágico o de que haya ido con alguna persona. Para mí ha sido porque he pintado en mucho lugares y a la fecha lo sigo haciendo todo el tiempo, soy disciplinado, organizado, porque soy un profesional en mi área. Profesionista es aquel que tiene un título o un papel, profesional es aquel que hace valer lo que sabe y eso es en lo que me convertí. Mi carta de presentación es mi trabajo constante, mi disciplina, mi calidad”.

Desarrollé un estilo pero busco evolucionar

Viajar por México y el mundo hizo a este muralista que se apropiara de sus raíces y empezar a enfocar en plasmar animales con el objetivo de recordarles a las personas que viven en las urbes de que somos un ser más en el planeta.

“Me di cuenta que en muchos lugares habían perdido su identidad, por ejemplo, pinté un muro que se llama ‘Coyoácan’ que está en Coyocán. Se llama así porque fue un lugar donde vivieron coyotes, ya no hay porque los hemos desplazado y hay muchas personas que no lo saben. Me empezó a preocupar que el ser humano despoja a otros seres vivos y mis murales son un recordatorio para que los que viven en la ciudad no se olviden de que somos un ser más en este planeta”.   

El estilo que usa este artista se le llama caleidoscopio; sin embargo, él no se apropia del todo del término y sólo lo relaciona por el uso de formas y colores que son muy similar a las imágenes de estos tubos. Considera que no tiene un estilo definido ya que como artista es complicado “definir algo que no tiene bordes para mí pero quizá la gente lo vea más definido”.

“Tener un estilo es tener un lenguaje propio bien armado y dominado, cuando quiero “hablar” se debe de ajustar a este lenguaje con color, formas y contenido. Es la manera o la tendencia que tiene un artista en representar las formas. Creo que estoy en una transición donde ya lo estoy abandonando un poco. Ya domino lo que estoy haciendo desde hace siete años y ha llegado un punto en el que ya no me representa un reto, estoy buscando nuevos retos”.

En el futuro, este artista espera poder realizar obras en otras ramas como la escultura, literatura, video, narrativa, contar historias, “ir cambiando la temática, quiero desarrollar composiciones con más significado. Quiero algo que me relaje, pintar un mes completo y que al final se justifique por qué me tardé tanto en esa obra”. Actualmente puede llegar a pintar hasta 3 o 4 murales en una semana.

“Tengo 32 años y ahorita puedo subirme a un andamio pero sé que va llegar un momento en el que ya no voy a poder. Tengo la fuerza y la energía para hacer estos muros y los voy a explotar hasta el último momento. Pintar en un lugar público te genera público, eso es lo que me gusta, que llegue a mucha gente sin necesidad de ir a un museo y además mejora la urbanística. He tenido la suerte de que lo que hago ha gustado y conecta con la gente”.

lrc