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"‘No tenemos idea de cómo vamos a reconstruir todo"

“Esperemos que [la reconstrucción] no tome treinta años como pasó en 1985”.

Escrito en NACIÓN el

“No tenemos idea de cómo vamos a reconstruir todo el pueblo”, dijo María Luisa Matus, titular del Consejo Oaxaqueño de Ciencia y Tecnología, “pero ahora eso es lo menos urgente en nuestra lista de prioridades”.

A menos de una semana del sismo de 8.2 grados, los pobladores de Chiapas y Oaxaca siguen llorando a sus muertos, aún todavía duermen en las calles por el miedo a las réplicas, que ya van más de mil 600, y no se van a los refugios a causa de la rapiña.

Casi 100 la cifra de muertos por el terremoto, 98, según informó el presidente Enrique Peña Nieto.

Lourdes Pérez intentó salvar a su hijo luego de que la planta alta del hogar en el que vivían colapsara. Pérez sobrevivió porque estaba afuera de su casa. Fue inútil, falleció y el pasado domingo tuvo que enterrarlo.

La familia Peralta Pérez estaba dormida en la planta alta cuando comenzó el terremoto. Eduardo  corrió por las escaleras mientras agarraba la mano de su hijo de 6 años, Esteban. Su esposa iba detrás de él, apretando contra su pecho a la hija de un año de la pareja.

Una barra de concreto cayó sobre la espalda de Eduardo, aplastando su columna y cuello.

Lourdes Pérez corrió hacia los escombros y pidió ayuda. “Grité como la Llorona: ‘¡Ay, mis hijos!’” dijo. “Por favor, alguien que me dé una lámpara, una pala, algo; necesito sacarlos”.

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La esposa de Eduardo, Sunihey Antonio, respondió desde el interior de los escombros, con su hija todavía en brazos. “¡Aquí estamos, estamos vivas!”, gritó. Ninguna estaba herida.

“¿Mis niños están bien?”, gritó Eduardo, atrapado en los escombros a la altura de sus rodillas, mientras todavía abrazaba a Esteban. Esas fueron sus últimas palabras.

Pese a la intensa ayuda que la familia Peralta Pérez recibió por parte de sus vecinos, Eduardo murió tras un par de horas en la clínica de la comunidad, que operaba sin electricidad aquella noche.

Sunihey y Esteban fueron a la capital del estado, Oaxaca de Juárez, donde el menor fue operado de una fractura en la cadera.

Al igual que la familia Peralta Pérez, los habitantes de Ixtaltepec tuvieron que vérselas por sí mismos durante el primer día después del terremoto. La ayuda en un inicio se centró en Juchitán.

Cada calle de Ixtaltepec está marcada por la destrucción del terremoto. Aquellos que se habían salvado de la pérdida de sus seres queridos necesitaban buscar agua y comida.

En los primeros días, centenas de personas se reunieron en un refugio improvisado que se instaló en una pista de baile al aire libre, cubierta con un techo de latón, agradecidos por los tamales, el arroz y los frijoles que llevaron los voluntarios.

Hasta en Juchitán los funcionarios tuvieron que improvisar. Los doctores y las enfermeras se las arreglaron como pudieron en un pequeño gimnasio, mientras las familias de los heridos pedían ayuda.

El principal hospital regional de Juchitán quedó destruido con el terremoto.

Hay escasez de antibióticos, anestesia y equipo médico esterilizado, de acuerdo con María Teresa Salas, asistente médica.

Más de treinta brigadas tenían planeado recorrer Juchitán el lunes a fin de comenzar a limpiar los escombros de los edificios caídos, dijo Óscar Cruz, el secretario municipal de la ciudad.

Muchas familias buscan ayuda para derrumbar sus casas inhabitables.

“Reconstruir la ciudad tomará mucho tiempo debido a la magnitud y el impacto” del terremoto, comentó Cruz en una entrevista telefónica. Refiriéndose al último terremoto gigante de México, agregó: “Esperemos que no tome treinta años como pasó en 1985”.

Con información de The New York Times