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No reclaman derechos por miedo a despido: así arranca ley para home office

Trabajadores ven complicado exigir derechos en la modalidad de teletrabajo, prefieren absorber gastos; especialista ve en reforma una mera “ilusión”

Escrito en NACIÓN el

Con la entrada en vigor de la nueva ley que protege y regula el trabajo en casa (también llamado home office), Víctor Manuel está ahora indeciso. Sabe que con la legislación publicada ya en el Diario Oficial de la Federación, la empresa para la que trabaja debería asumir ciertos gastos de esta nueva modalidad de su trabajo; aquellas que, hasta diciembre, él costeó por cuenta propia como, por ejemplo, el pago de luz. Hasta hoy sus jefes no han tocado el tema y él no piensa ni abordarlo ni proponerlo por una simple y sencilla razón: no dar pie para que prescindan de sus servicios.

"No me quiero quedar sin trabajo ahorita", narra a La Silla Rota vía telefónica desde el comedor del departamento que renta con dos amigos más. "No le veo caso. Sé bien que, si paso mi recibo de luz a mis jefes o al área de contabilidad para que me ayuden con una parte del pago bimestral, estoy abriendo la puerta a un juicio pues considerarán que no soy solidario con la actual situación económica".

 

Su recibo señala un pago promedio de 300 pesos bimestrales entre los tres roomies. Pero hay detalles importantes: uno de ellos sale a trabajar como repartidor de comida rápida, así que no consume mucha luz porque pasa la mayor parte del tiempo afuera. El otro es taxista mediante una app, por lo que tampoco está ahí físicamente. Así que Víctor Manuel sabe qué es probable que la mitad de este recibo sea lo que él consume de energía eléctrica derivado de su trabajo en casa. Lo mismo ocurre con el servicio básico de internet contratado.

 

"Suponiendo que pasará estos recibos ¿Cuánto les debo de cobrar? ¿La mitad? ¿150 pesos de luz? ¿400 de internet? La neta no creo que lo tomen a bien; prefiero absorber yo el gasto y que los roomies paguen la otra mitad porque casi no están aquí, sólo ven la televisión por las noches y fines de semana. Creo que sí a los jefes les nace, ellos me pedirán mi recibo y me dieran cuánto pagarán. Si no, prefiero hacerme de la vista gorda y conservar mi trabajo que pelear el pago de 150 pesos", dice.

¿A partir de cuándo?

En diciembre, diputados federales en San Lázaro aprobaron con 440 votos integrar la figura del teletrabajo (llamada home office, trabajo en casa) en la legislación laboral. En la iniciativa de ley se planteó que cuando el 40% del trabajo laboral se realice desde casa debe ser considerado como tal y como tal incluirse en el contrato colectivo de trabajo. En este caso, desde el inicio de la pandemia, el 100 por ciento del empleo se desarrolla desde casa.

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Su regulación surge en el contexto de aquellas empresas que, en medio del teletrabajo, excedieron normas laborales: jornadas que pasaron de 8 a 10 u 12 horas, comunicación a distancia por mensajería y videollamada a toda hora, aumento de gastos en internet, consumo de datos y luz.

REFORMAS, MERAS “ILUSIONES” PARA EMPLEADOS

Manuel Fuentes, especialista en temas laborales, calificó como una ilusión desde su nacimiento dicha reforma.

“En lugar de construir una norma obligatoria para ser acatada por los patrones la convirtieron en optativa para ellos. Al reconocer el teletrabajo los legisladores cometieron un grave error: consideraron falsamente que en materia laboral existe la bilateralidad, que los trabajadores tienen libremente la posibilidad de acordar con los patrones sus condiciones de trabajo y sus derechos. La mayor parte de los contratos que existen son adhesivos. O se firman a la conveniencia del patrón, o no se firman”, advirtió en su columna en La Silla Rota. 

Además, recalcó, de manera intencional o por ignorancia, los legisladores “pusieron un candado con doble chapa para ejercerlo. Éste podrá existir siempre y cuando haya un acuerdo entre las partes. Cuando el trabajador intente abrir el cajón que guarda sus derechos por el teletrabajo, se encontrará con ese candado especial del que ni llave le darán y hasta le prohibirán solicitar un cerrajero”.

De acuerdo con el especialista, para conocer del candado impuesto por los legisladores bastará revisar el nuevo artículo 330-F de la Ley Federal del Trabajo, el cual señala:

"Las personas trabajadoras en la modalidad de teletrabajo tienen las obligaciones especiales siguientes: Informar con oportunidad sobre los costos pactados para el uso de los servicios de telecomunicaciones y del consumo de electricidad, derivados del teletrabajo." 

“Si no hay costos pactados, (firmados por escrito) entonces el patrón no estará obligado a pagar los servicios de telecomunicaciones y de electricidad derivados del teletrabajo. ¡Gran regalo a los patrones!”, continuó.

Se preguntó si ante la reforma por el teletrabajo "¿quién va a obligar al patrón a reconocer el teletrabajo? ¿Él se va a obligar de manera voluntaria? En la mayoría de los casos eso no va a ocurrir. Lo más seguro es que aparezca la informalidad en el teletrabajo y ésta se convierta en una labor clandestina, así a aquel trabajador que denuncie el hecho se le corta el salario y se le despide".

En sus discursos los legisladores plantearon las razones para legislar en el tema. Empleados estresados al reducir sus horarios de descanso, obligados a no "despegarse" del celular; cambios de ánimo extremos: irascibles, intolerantes, malhumorados. La queja general era el exceso de presión y la pérdida de los límites laborales al considerar que en general los empleados, desde el confinamiento y el trabajo en casa, debían estar disponibles las 24 horas del día.

En general los diputados avalaron que los patrones se vean obligados a aportar los medios, recursos y herramientas necesarios para que el empleado cumpla con su labor. Esto significa asumir el pago proporcional de gastos que se deriven de esta una jornada laboral como consumo de luz e internet desde casa, siempre y cuando así lo advierta el contrato colectivo de trabajo que firmen ambas partes. También incluye insumos de oficina como escritorios, sillas ergonómicas, celulares, computadora y papelería. Esto obliga a los empleados a su cuidado. También se da el derecho a la desconexión (respeto a no mantenerse apegado al celular en horarios de descanso). 

Sin embargo, cabe destacar que aunque la reforma ya fue publicada en el diario oficial de la federación no se aplicará de manera inmediata puesto que el Gobierno Federal deberá crear una norma oficial mexicana al respecto.

Lo que dicen los empleados

El estudio más reciente de Kaspersky, empresa especializada en seguridad cibernética, abordó el tema en 17 países, entre ellos México. Encontró que 53% de los empleados que trabajan en casa desearía recibir apoyo en cuanto al pago de facturas de internet o teléfono, así como pago de electricidad y alimentos. Pero un 49% tiene expectativas para recibir apoyo tecnológico como por ejemplo acceso a equipo y herramientas informáticas adecuadas.

Roberto Martínez, investigador de seguridad de esta empresa para América Latina explicó en entrevista con La Silla Rota que uno de los principales riesgos ocurre cuando el empleado utiliza una computadora propia en casa en lugar de recibir en préstamo una computadora laboral. Y es que el nivel de protección informática, no es el mismo. "Hay riesgo de que la información pueda ser extraída de la computadora y abre la posibilidad de que el empleado, al conectarse remotamente, los atacantes se aprovechan de eso, que no hay en mismo nivel de protección que en la infraestructura de una empresa”.

Destaca también que el 26% de los encuestados refirió la necesidad de recibir apoyo emocional o psicológico. Y aunque numéricamente no sean mayoría, es un dato relevante. "Las compañías ya tienen que empezar a considerar el home office como una realidad y deben incluir en sus planes de protección y seguridad, el escenario en el que un empleado accederá a información sensible desde su casa. Consideramos que la empresa debe de proveer de equipos configurados con las características necesarias de seguridad y que además se entrene a los empleados en el nivel de riesgo que se corre", precisó.

Martínez también recomendó a los empleadores mantener comunicación directa, abierta y honesta con sus empleados respecto a cómo continuarán trabajando bajo la nueva circunstancia causada por la pandemia. Y sugirió realizar encuestas internas para comprender el estado emocional de sus empleados en esta nueva forma de trabajo y la sobre carga de éste.

"No es el mismo nivel de concentración el de la casa, que de la oficina. Quizás no hay un área específica para poder trabajar y eso también implica que el empleado tenga que modificar su disciplina para ser productivo o modificar sus horarios para adaptarse a esta nueva realidad; incluso, establecer los límites entre la vida de trabajo y personal”.

¿CÓMO LES COBRO LA SILLA QUE YA COMPRÉ?

Ana María comenzó su home office -como la mayor parte de los mexicanos- desde marzo. Cómo eran muy pocas las ocasiones en que debía trabajar desde casa, ocupó una silla de plástico para jardín en sustitución de una silla de oficina. Y sus padres no le dieron permiso de llevarse una de las sillas del comedor a su cuarto, que es donde trabaja.

Y ahí me veías desde abril hasta septiembre pegada a la computadora, trabajando, sentada en mi silla de jardín que por razones obvias y por ser una silla de descanso pues era bastante amplia y cómoda. No me había dado cuenta de sus inconvenientes hasta 6 meses después: dolor de espalda y de riñones. Sinceramente pensé que era por beber poca agua pues lo hacía para trabajar más rápido y pararme lo menos posible al baño, con estar menos horas en la computadora. Tres semanas después de beber casi 2 litros de agua diarios, el dolor no se quitaba y me preocupe

Una visita física obligada al médico, le hizo caer en el error.

- ¿Cuántas horas estás trabajando al día?, preguntó el médico.

-12 en promedio, digamos 11 cuando puedo comer en el comedor con la familia. Si no, me tengo que llevar la comida a mi recámara para seguir en la computadora.

- ¿La silla que utiliza es para oficina? 

El médico explicó que necesitaba cambiar a una silla ergonómica pues ni la silla plástica del jardín, ni la del comedor estaban diseñadas para que alguien pudiera permanecer sentado tantas horas, sin el soporte ni respaldo adecuado tanto para la espalda como para brazos. "Tuve suerte y encontré una silla de oficina de oferta, 3 mil pesos; era la más sencilla. Di el tarjetazo a meses sin intereses; la terminó de pagar en marzo, pero se acabó mi dolor de espalda ¿Cómo se la cobro ahora a mis jefes?”, se pregunta.

Aunque sé que esta nueva ley me protege, creo que me tomarían a mal decirles que me deben tres mil pesos de la silla que tuve que comprar para poder seguir cumpliendo con mi trabajo en casa. No me voy a arriesgar, de todos modos, ya la compré y la estoy pagando; la de plástico ya la tiré porque se rompió. Suponiendo que me la reembolsen y después me corran ¿qué? ¿Por qué la pagaron se las tengo que devolver? Mejor me la quedo y tan tan

MEJOR ME CAMBIÉ DE TRABAJO

Dulce María tuvo la oportunidad, una entre mil, de poder cambiar de empleo durante la pandemia. Y aunque ambos empleos son home office, sí encontró diferencias entre uno y otro.  

“El nuevo fue mejor que el anterior: tengo horarios más definidos y me dieron la laptop de la empresa, lo cual agradecí. En el anterior trabajo tenía que usar mi computadora personal. Además, no me apoyaron cuando ésta se descompuso, el gasto para arreglarla lo tuve que hacer yo. En mi nuevo empleo no nos han informado si correrán con parte de los gastos de luz o internet. A algunos compañeros sí les permitieron llevarse la silla de su oficina, a casa. No es mi caso aún. Pero me doy por bien servida con tener horarios definidos de trabajo y un mejor ambiente laboral”.