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“Mi soledad es mucha; no me repongo de que Verónica se fue”

Con 22 años de casados, César y Verónica se enfermaron de covid; lamenta que nunca se preparó para lo peor, “hay que aprender a perder, no tengo de otra”

Escrito en NACIÓN el

La soledad de César Durán es mucha; esta triste y tiene razón para estarlo. "Todavía no me repongo, nos enfermamos de covid y lamentablemente la que se tuvo que ir fue mi esposa Verónica. 22 años juntos; pensaba irme primero que ella, pero se me adelantó. Nunca me preparé para lo peor: que pierdes y nunca quieres perder. Y eso es lo que me has enseñado la vida en este momento, aprender a perder, no tengo de otra". Nicky (una perrita raza Chihuahua, su única compañía ahora) sabe cómo se siente, lo percibe y ella también se mira triste; aun así, sube a sus piernas porque es su manera de decirle "aquí estoy contigo".

Tenía 47 años y le gustaba decorar interiores; pese que había estudiado contabilidad y se le daban los números, lo suyo eran los colores, las formas y combinaciones. "Le fascinaba que la gente quedará contenta y le dijera ¡Vero, mi casa quedó hermosa! Hizo muchos amigos, ayudó a mucha gente, fue una persona muy amada. Era muy profesional, observadora, perfeccionista; de las personas que no se equivocan porque entonces se regresaba. Siempre tenía una solución en las manos. Carácter muy fuerte pero gran corazón y me dio una lección de vida porque me enseñó a vivir" relata mientras el cubrebocas recoge algunas de sus lágrimas.

Sin darse cuenta ella también decoró su vida.

"Fue mi maestra, aquí en la casa usted lo puede ver; es el toque de ella y no quiero cambiar nada por eso. Me enseñó a trabajar, ser más valiente, más responsable. Me salvó de la vida que llevaba, me cambió; si me veía perdido en dos minutos me ponía en mi lugar. Me enseñó las ganas de vivir porque amaba la vida; lo supe porque siempre la encontraba con su música bailando y cantando, me lo decía su forma de bailar salsa. Tras su partida, la homenajee con mucha música porque fue mi modo de poder despedirme; lo más doloroso fue no poder hacerlo físicamente y solo verla en una caja”.

“Me pesa porque se quedaron muchas palabras en mi boca, decirle muchos remordimientos. No pude abrazarla, ni darle un último beso; en el hospital ya no me lo permitieron por estar en el área covid. Sólo pude estar algunas horas cuando estuvo en uno particular; en el público ya no me dejaron, dijeron que yo también tiene que estar resguardado por la enfermedad. Hubo una videollamada para convencerla que se intubara, la convencimos porque era una guerrera, muy fuerte. Y al otro día a la una de la tarde me avisan que falleció a las siete de la mañana".

UN DUELO CON ENOJO

Verónica llevaba enferma desde el año anterior cuando sus bronquios y pulmones se afectaron; pasó el inicio de la pandemia encerrada en casa, consciente del riesgo que corría. César salía a trabajar todo el día y no podía cuidarla como quería; así que la llevó a casa de sus papás en el Estado de México. "Uno de sus hermanos que se dedica al transporte público comenzó a sentirse mal y fue quien nos contagió, de 18 integrantes de la familia 16 nos contagiamos; algunos asintomáticos, a otros sí nos pegó duro. Nos resguardamos en la misma casa por tener varias habitaciones; ella fue la única que murió".

“El problema fue que mi esposa se sobre informó de la pandemia, tenía mucho miedo de que la intubaran; decía no, está muy feo esto. Entonces se bloqueó y dijo no, no, no. Le ganó el miedo hasta que la convencimos; pero todo llevó su corazón al límite hasta que le dio un paro cardíaco".

Su fotografía luce en la sala, colorida, sonriente, custodiada por flores y la luz artificial de unas veladoras. César describe que su mujer era su muñeca, su reina; lo que más le gustaba eran los lunares del rostro así como sus ojos, la nariz pequeña. "¡Me encantaba mi mujer! Tenía lo suyo, lo que me dio y enseño fue más de acá", dice señalando su corazón. "Es lo que me duele, que no lo puedo cerrar todavía, remendarlo. No tengo paciencia”. Y aunque ella le enseñó a practicarlo, ahora no sabe cómo hacerlo solo.

Lo único que faltó en su matrimonio, dice, fue un bebé; pero eso no obstaculizó su vida. “Tenía muchos planes de viajar, salir y estar con su familia. Era muy muegano con ellos, estábamos remodelando la casa, baño. Fue el pilar de la familia; lo que decía, se hacía. Era una líder”. Por eso César no acepta que Verónica ya no está. Creyó que era un sueño, una pesadilla, hasta el momento en que comenzó a arreglar trámites jurídicos posteriores a la muerte; el acta de defunción en sus manos fue la señal. "Me dije se te acabó tu sueño, entra a tu realidad. Cada día es más doloroso porque la extraño más, no logro comprender todavía que me dejó”.

"Me ha dejado mucha soledad, angustia, me hace mucha falta mi mujer. Murió el 8 de julio; no fue mi mes -lamenta-, mi abuela también murió aunque por otra enfermedad. Tengo mucho coraje, no sé si con Verónica por dejarme solo; o por tomar la decisión de morir sola. No se cremó, la enterramos, acudimos toda la familia con covid y sólo nos permitieron entrar a los más cercanos. Por fortuna pude salvarme, pero ahora con el repunte en los contagios y su combinación con la influenza, tengo miedo porque sé que a quienes ya nos dio, nos puede dar más fuerte".

Por momentos la siente junto a él; se despierta de madrugada pensando en ella; y sabe que es cuestión de tiempo, pero en este momento, pesa.

“Este año no ha sido para nadie el año perfecto. Quiero recuperarme y está bien, ser feliz como ella quería porque siempre quiso lo mejor para mí. Será mi manera de honrarla. En verdad la extraño muchísimo, no quiero, pero la tengo que soltar. Creo que lo más duro es perder una pareja, el dolor más grande que me ha dado la vida, es ella”.