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“Mataron a Javier porque no les gustó lo que escribió”

En el tercer aniversario del asesinato de Javier Valdez, su esposa, Griselda Triana, escribe una carta en que asegura aún no haber justicia por el crimen

Escrito en NACIÓN el

Hace tres años Javier Valdez Cárdenas fue asesinado a unos metros de Río Doce, el medio independiente que había fundado en Culiacán, Sinaloa. La razones del atroz crimen en su contra: su labor periodística. 

El asesinato no sólo arrebató a un periodista, sino también a un esposo, padre, amigo, así lo deja claro Griselda Triana, esposa de Javier, en una dolorosa carta con motivo del tercer aniversario luctuoso.

“Al que llaman delito contra la libertad de expresión, para mí es el asesinato de mi marido de hace 26 años”.

Para Griselda “ los avances en la búsqueda de justicia no son los que, como familia, quisiéramos tener. Su crimen sigue impune, no sabemos por qué nos lo mataron, seguimos esperando respuestas”.

Tres son los señalados por las autoridades federales como responsables del asesinato contra Javier Valdez, uno apodado “El Koala”, fue sentenciado a 14 años; “El Quillo” sigue en su proceso judicial; y tercero fue asesinado. 

Todos ellos pertenecientes a una célula criminal liderada por Dámaso López Serrano, “El Mini Lic”, cabecilla del Cártel de Sinalo detenido en Estados Unidos.

La viuda de Valdez sostiene tener intacta la esperanza de que, en un futuro, todos los responsables paguen por lo que le hicieron a Javier, a toda nuestra familia y a la sociedad entera.

“Seguimos extrañando a Javier, a mi hija Tania y a mi hijo Fran les hace falta su padre, y a mí, mi compañero de vida”.

Griselda asegura que al periodismo mexicano le hace falta, como nunca, los textos de Javier Valdez. 

“Sigue faltando cada lunes su Malayerba en el semanario Ríodoce, esas crónicas breves sobre la vida de las personas en el mundo del narcotráfico que publicaba en el medio que fundó con sus colegas; sus publicaciones como corresponsal en el periódico La Jornada, donde trabajó por más de 18 años”.

Desde que Valdez no está, relata Triana, muchas víctimas quedaron sin voz, las mujeres que buscaban a sus hijos desaparecidos, los niños y jóvenes fácilmente cooptados por las organizaciones criminales, él le daba voz y rostro a las víctimas de la violencia. 

“Se deshicieron de él porque a alguien no le gustó lo que escribió. Así de fácil. Fueron varios contra él solo. En cuestión de segundos cegaron su vida de doce disparos”.

Griselda dice que no puede sacar de su mente la escena del crimen, el cuerpo del periodista, su esposo, boca abajo sobre el asfalto, cubierto con una manta azul y el sombrero que ella le regaló cubriendo su rostro. 

“No olvido la llamada de Ismael Bojórquez, el director, nuestro amigo, para decirme que habían atacado a Javier a balazos. El tono de su voz descompuesta lo tengo grabado en mi memoria. Después de eso, todo se volvió un torbellino. Se resquebrajó nuestra vida”.

Griselda Triana tuvo que dejar Sinaloa, el lugar donde creció, donde conoció a Javier y se casó con él, donde criaron a su familia,  la ciudad en la que él se inspiraba para hacer sus crónicas.

Sobre la sentencia a “El Koala”, Triana lamenta que su sentencia haya sido reducida por haber cooperado con la justicia, se dice insatisfecha con el resultado pues, aunque confesó el crimen, no dio detalles, ni razones del asesinado. 

“Uno de los retos de las autoridades mexicanas será lograr que el líder de este grupo criminal (“El Mini Lic”), quien se encuentra preso en los Estados Unidos bajo la figura de testigo protegido, sea trasladado a México y rinda cuentas por este delito”.

Griselda quiere garantías para que Dámaso, hijo de Dámaso López Núñez, “El Licenciado”, y compadre de Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”, no tenga ningún privilegio que le facilite evadir sus responsabilidades en México.

La viuda de Valdez entiende que la pandemia de covid-19 ha parado varios entes del Estado, como el judicial, sin embargo exhorta a las autoridades que no deben olvidar a quienes todos los días, y desde hace años, están en la búsqueda de justicia. 

La ausencia de Javier Valdez se siente, particularmente para ellos que estuvieron con el en su vida constante, así lo relata Griselda: 

“Falta su presencia madrugadora en el café, en las reuniones de cada lunes en la redacción de Ríodoce, desde donde hacía periodismo que incomodaba a los que se sienten poderosos, sus llamadas a la sección de Estados de La Jornada. Hace falta en casa de su mamá, en especial los viernes cuando acudía a comer con ella”.

“Yo no olvido. No olvidamos. Aquí estamos. Añoramos a Javier [...] Yo lo extraño cada noche, sobre todo en aquellas en que me pedía no me durmiera antes que él. Sus manos y su presencia grande y fuerte”. 

“Nuestras tardes en “El Guayabo”, su cantina favorita donde bebía güisqui, muchos litros de agua y comía cacahuates, un lugar donde platicaba con todas las personas que se acercaban a él y de donde se nutrió para escribir muchas de las historias de su columna Malayerba”.

“Extraño su llanto fácil como el día en que Tania, nuestra hija, se casó y yo tenía miedo de que se fuera infartar de la emoción, gusto y tristeza de verla partir. Añoro su hablar norteño y desenfadado. Extraño los domingos cuando me despertaba y escuchaba desde temprano el ruido del teclado de su computadora mientras escribía, cuando me preparaba el desayuno y pasábamos el resto del día viendo juntos series de televisión”.