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Los jefes de Estado, entre la salud y la enfermedad

Los jefes de Estado manejan la mayoría del tiempo su estado de salud con hermetismo. En México no es la excepción.

Escrito en NACIÓN el

Los jefes de Estado, ya sea presidentes, primeros ministros, monarcas y hasta dictadores, manejan la mayoría del tiempo su estado de salud con hermetismo. En México no es la excepción. 

El presidente Andrés Manuel López Obrador informó que se había contagiado de covid-19 el pasado domingo 24 de enero y que presentaba síntomas leves. Desde entonces, poco o casi nada se ha sabido del estado de salud del tabasqueño, quien sigue trabajando desde el confinamiento en Palacio Nacional. 

Durante la conferencia vespertina del lunes 25 de enero, el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, aseguró que no revelará ningún dato clínico del presidente porque forma parte de su privacidad, a menos que él lo instruya o lo hiciera público. 

“No sólo ahorita, sino a lo largo de todo el periodo de recuperación del presidente, no vamos a revelar ningún dato clínico porque esto es materia de su privacidad. Si en un momento dado el presidente optara por compartirlo a través de su cuenta Twitter o nos instruyera a comentar algo específico, con mucho gusto lo haríamos”, dijo López-Gatell.

Olga Sánchez Cordero, secretaria de Gobernación, tomó la misma postura en la conferencia mañanera del 26 de enero: “El presidente es, obviamente es el jefe de Estado, pero también es una persona y por supuesto son datos sensibles el estado de salud”.

Sobre los síntomas leves que el presidente dijo tener, solo se sabe que fueron dolor de cabeza y fiebre. Nada más. 

López Obrador no es el primer presidente de México que se enfrenta a una complicación médica.

Enrique Peña Nieto fue operado en dos ocasiones cuando fue presidente. La primera vez en junio del 2013, por un nódulo benigno en la tiroides; la segunda en julio del 2015, cuando le extirparon la vesícula biliar que le provocaba un fuerte dolor. En ambas ocasiones las intervenciones médicas del priista no lo alejaron de sus labores más de 5 días. 

Durante su sexenio, mucho se habló del estado de salud de Peña Nieto que, más allá del par de operaciones, su gobierno no salió a confirmar o desmentir, lo que provocó el surgimiento de diversos rumores sobre enfermedades que padecía el entonces mandatario. Ninguna comprobada. 

Durante su gobierno, Felipe Calderón no informó sobre algún padecimiento que efectara su estado de salud, solo en agosto del 2008 se fracturó el hombro izquierdo y tuvo una contusión en la rodilla tras caerse de una bicicleta en Los Pinos, entonces residencia oficial del presidente. 

En la recta final de su gobierno, en 2011, comenzaron a surgir los señalamientos de que Calderón padecía alcoholismo, una enfermedad, luego que diputados del PT, encabezados por Gerardo Fernández Noroña, lo aseguraran en una manta que mostraron en una sesión de San Lázaro. 

El rumor se hizo más fuerte cuando la periodista Carmen Aristegui preguntó en su programa de radio en MVS: "¿Tiene o no problemas de alcoholismo del presidente de la República?" y fue despedida “por transgredir el código ético”.

Calderón, como presidente, nunca respondió dichas acusaciones hasta 2019 en una entrevista con Adela Micha: “Me gusta convivir y estar con mis amigos y cantar, me gustan las canciones rancheras, etcétera, ¿Y qué? Eso no me hace un alcohólico y me parece totalmente injusto que lo digan”.

En marzo 2003, el entonces presidente Vicente Fox fue operado de una hernia en el disco a nivel lumbar que le provocaba un fuerte dolor en la espalda y la pierna izquierda. No se informó del incidente hasta el mismo día de la intervención y su recuperación duró casi un mes.

En su ausencia, la agenda nacional fue llevada por el entonces secretario de Gobernación, Santiago Creel, y la internacional por el entonces canciller Luis Ernesto Derbez.

NO SOLO EN MÉXICO

El virus de la covid-19 ha afectado a más mandatarios más allá de López Obrador. En América, también se contagiaron Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, y Donald Trump, cuando era presidente de Estados Unidos. 

Ambos países, junto con México, son de los más afectados por la pandemia no solo en el continente, sino en el mundo. Los tres mandatarios, además, subestimaron el virus y eran reacios a las medidas de sanidad como el uso de cubrebocas. 

Bolsonaro no tuvo síntomas graves y estuvo confinado en la sede del gobierno de Brasil. Sin embargo, se le vio salir y hablar con la gente aún siendo portador del virus. 

Trump, por su parte, sí fue hospitalizado aunque poco se supo de su estado real de salud cuando tuvo el virus. Aún contagiado, el entonces presidente estadounidense rompió su confinamiento en un hospital militar para que saludara desde su automóvil a sus seguidores que se reunieron afuera del inmueble, también se quitó el cubrebocas tras ser dado de alta en su regreso a la Casa Blanca. 

EN LA HISTORIA…

Como si la enfermedad mostrara debilidad, en la historia varios políticos importantes gustaron de ocultar su estado de salud. David Owen, médico y político británico, en su libro “En el poder y en la enfermedad”, expone casos de históricos jefes de Estado que ocultaron sus padecimientos. 

Asegura que Abraham Lincoln tenía profunda depresión con ideas suicidas, que Theodore Roosevelt y Winston Churchill padecían trastorno bipolar o que Richard Nixon tenía alcoholismo. 

También expone el caso de Franklin Roosevelt, quien quedó paralítico tras padecer polio y que ocultó su condición creando un método para ponerse de pie y dar unos pocos pasos para hacer creer que podía caminar. O los innumerables padecimientos de Jonh F. Kennedy que hacía increíble que siguiera vivo. 

PADECIMIENTOS MENTALES Y DELIRIO DE PODER

Owen cita un estudio del 2006 que señala que el 29% de todos los presidentes de Estados Unidos sufrieron dolencias psíquicas estando en el cargo y que el 49% presentaron rasgos indicativos de trastorno mental en algún momento de su vida. 

Además pone sobre la mesa el síndrome de hybris en los jefes de Estado, que no es otra cosa que desmesura, soberbia absoluta, pérdida del sentido de la realidad, una especie de borrachera de poder. El hybris viene desde la mitología griega, era enviado por los dioses motivados por la envidia a humanos exitosos volviéndose loco en la cumbre de su éxito.

Owen señala algunos de los síntomas de este síndrome de hybris en las que destacan la tendencia a realizar acciones para autoglorificarse; preocuparse en desmedida por la imagen personal; hablar de “modos mesiánicos” sobre asuntos corrientes, así como la tendencia a la exaltación; hablar de sí mismo en tercera persona. 

También la autoconfianza exagerada, tendencia a la omnipotencia; pérdida de contacto con la realidad; imprudencia e impulsividad; confiar en sus decisiones convencido de su rectitud moral, sin importar los costes; y un exceso de confianza.