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Los boleros de los políticos: en cada boleada, una historia que contar

Por sus manos han pasado un sinnúmero de políticos. Lo mismo dieron grasa a Elba Esther Gordillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto

Escrito en NACIÓN el

Por sus manos han pasado un sinnúmero de políticos. Sin ser asesores profesionales de imagen, ellos hacen de todo para que el calzado de su clientela, luzca impecable. Son los boleros del Poder Legislativo, de la cámara de Diputados y de Senadores, donde lo mismo dieron grasa a Elba Esther Gordillo, Vicente Fox, Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto, Luis H. Álvarez, Emilio Chuayffet o Fernando Ortiz Arana.

No. Evitan ser entrevistados; no quieren problemas pues en pláticas anteriores con otros reporteros, acusan que sus dichos ha sido malinterpretado y no pretenden perder este trabajo que han conservado por más de veinte años, en un sitio seguro que no es la calle. De un total de diez boleros ubicados en estas sedes del poder legislativo, tres accedieron a hablar con La Silla Rota de sus experiencias y anécdotas al dar grasa y brillo a los zapatos de esta clientela de élite.

De Atlacomulco a Xicoténcat

Así fue como -hace veinte años- llegó José Luis Ramírez, desde el pueblo mexiquense de San José del Rincón. "Un General me abrió las puertas del Senado, Rubén Arias Arciniega, gente de Fernando Ortiz Arana, secretario de la gran comisión", recuerda. Subiendo y bajando escaleras en la nueva sede del Senado de avenida Insurgentes, José Luis carga siempre su cajón de bolero con tintas, grasas y trapos necesarios para dejar como nuevo el calzado de su clientela, que incluye también a trabajadores, reporteros y asesores

Cada calzado, cuenta, debe tener un mantenimiento especial según el tipo de piel, que él conoce bien y clasifica como calzado fino o económico. Si la boleada es sencilla, costara 25 pesos; pero si es un trabajo más complejo, puede varias de los 50 hasta cien pesos.

"Los senadores, si tienen tiempo, vienen", dice en referencia al espacio que les fue asignado detrás de una cafetería librería ubicada en el edificio principal; ahí, hay cuarto sillones tradicionales para bolear. "Si no tienen tiempo, nos envían los zapatos con alguien de su confianza”, y lamenta, “ya no traen tantos pares como antes que eran de seis a ocho; hoy, si acaso solo uno o dos. La baja de trabajo ha sido considerable, pero en lo personal no sé si es por la economía como está, o porque la gente ya no tiene este hábito por su calzado, como antes".

 

Empleados y visitantes de esta sede legislativa, enlistan su gusto por el servicio aquí, por diversas razones: la facilidad del lugar, cercanía, comodidad, amabilidad de los boleros, calidad de sus productos y un buen precio.

Y ahí va don José Luis, marcando la ruta de su trabajo por la mañana; y mientras se dirige a las oficinas de la bancada de Morena -donde fue requerido-, va contestando su celular que suena y suena, pues alguien requiere de su servicio en día de sesión parlamentaria. "Aquí he encontrado senadores muy buena gente, que reconocen y admiran nuestro trabajo; se quedan satisfechos por lo que haces con su calzado. Por ejemplo, el senador Javier Orozco del Verde llegaba y me abrazaba, muy buena gente. Trabajé también para otros legisladores que -en paz descansen-, como don Luis H. Álvarez, Fernando Gutiérrez Barrios ¡Hubo una época en que a veces te pagaban hasta el triple de la boleada! Ahora no es igual, como le decía, muchos ya no se dan grasa. Pero como digo: solo vengo a trabajar, no juzgo su tipo de calzado".

"Fe en Dios y adelante"

Así empieza su día Gonzalo Valencia, el bolero con más de veinte años de experiencia que ofrece sus servicios en Palacio Legislativo de San Lázaro.

-¿Alguna vez imaginó que se convertiría en bolero de los políticos?, se le pregunta.

-¡Jamás! Yo llegué aquí sin empleo, después de un accidente en 1985 que casi me deja sin pierna. Era chófer y ex empleado de la entonces Ruta 100. Conocí un diputado aquí y le dije que tenía necesitad de trabajar. Después de varias pláticas me dijo ¿Quieres trabajar de bolero? Y dije sí ¿por qué no? Es un oficio bonito y honrado.

Fue así como aquel diputado le regaló su primer cajón con cepillo para dar grasa en la Cámara de Diputados. Y aunque solo sabía lo básico de ese empleo (como bolear sus propios zapatos) en una semana aprendió rápido el resto de los detalles. "Empecé con cinco o seis boleadas al día. Pero como veían que caminaba mal de mí pierna el diputado me dijo ¿No quieres una silla? Y compró el sillón para bolear y me le regaló.

Por su antigüedad aquí, naturalmente tiene un largo listado de anécdotas para contar. "El primer año que llegué conocí a Fox", dice recordando a Vicente, el ex presidente en sus tiempos de legislador panista en 1988. "Traía sus botas, todas de piel de venado. Muy buena persona, la verdad, muy educado. Solo una ocasión trajo zapato de choclo porque venía de traje, muy elegante. Pero él siempre nos traía pura bota".

"Calderón, el otro que fue presidente, también muy respetuoso", cuenta en referencia al otro exmandatario blanquiazul, Felipe. "Me dijo que un día que lo necesitara, fuera a buscarlo a la presidencia, en caso de que llegara. Y de broma le contesté, no es cierto: ustedes cuando llegan al cargo se olvidan de nosotros. Y si necesite después, pero la verdad no quise ir ¿Para qué me cerrara la puerta? Mejor no.

"También conocimos a este… ? ¿Cómo se llama? El licenciado este ¡El copetitos! ¡El del PRI! ¡Peña Nieto! Él estaba en Toluca, pero una vez vino de visita y le boleamos los zapatos también, piel de venado traía. Muy buena gente, la verdad es que no podemos decir nada malo de ellos. Todos han sido muy buenas personas con nosotros".

En esta cámara, la zona asignada a boleros fue remodelada hace un par de años en la 62 Legislatura. Anteriormente eran cuatro sillones de madera para bolero, ubicados al aire libre en una esquina techada del patio, afuera del edificio B, cerca del salón de sesiones. Ahora se encuentran en la siguiente esquina, afuera del edificio H, en un par de locales de aluminio que además de profesionalizar su oficio -en términos visuales-, cuentan con pantallas de televisión con señal de TV abierta y Canal del Congreso, a fin de que los legisladores que acudan puedan desde ahí ver la sesión los cinco o diez minutos promedio que dura una boleada

"A veces hay que usar el encendedor para que los zapatos queden más brillosos", sigue contando don Gonzalo. "En una ocasión no le avisé al diputado (cuyo nombre omite), le puse el encendedor en su zapato y cuando menos vi brincó y salió corriendo diciendo ¡Ay! ¡Me quemas, me quemas! Fue porque le llegó el calor al pie y si me chivie porque dije chin, me van a llamar la atención y hasta correr por haberle quemado el pie al diputado. Entonces lo llame después y le dije no se me espante, no pasa nada. Es que me hubieras avisado, dijo. Y tenía razón", reconoce.

"Yo la verdad es que le doy gracias a Dios por estar aquí, porque en San Lázaro nos permiten trabajar en un lugar seguro, donde no hay sol ni lluvia; y no en la calle. No perjudicamos a nadie, nos damos a querer ya todo mundo respetamos"

En esta Cámara, otro de los boleros dice llamarse así, igual que el anterior. Naturalmente, mintió. Utilizó el nombre de su compañero quizás por temor a meterse en problemas. Finamente su decisión es respetable, pues independientemente de la pequeña mentira, accede y narra a La Silla Rota un poco de su historia.

Todos los días, él llega a las 6:30 am desde el municipio de Amecameca (Estado de México). Así que desde las siete de la mañana ya está listo para dar servicio, aunque naturalmente las "horas pico" de trabajo son previo y durante, los días de sesión parlamentaria a las 11 am. "Llevo aquí 25 años y ahorita voy a dar servicio a unos zapatos de charol. Mire, primero tratamos la orilla de la suela con un líquido, y el charol con otro; pero antes hay que poner jabón de calabaza para quitar el polvo. Los días de sesión limpio más o menos unos 25 pares, en día normal serán entre cinco y diez". Excepcionalmente, hay legisladores que le llevan en bolsa más de cinco pares, pero al final del día pasan a recogerlos.

Gonzalo segundo, deja ver en su cajón de trabajo frascos de todos colores y tamaños. "Ésta es para zapatos muy maltratados, si no uso esta otra crema como limpiador. Tengo tinta negra, café y blanca. Las telas que uso para poner la grasa me pueden durar una semana o quince días; pero si el zapato está mugrosito hay que cambiarla ¡No la tiro a la basura! La tallo con 'Fab' (una marca de detergente en polvo) y queda blanquita otra vez, y la vuelvo a traer".

Debajo del asiento donde el cliente espera cómodamente su servicio mientras lee, se aprecia una colección de trapos de colores debidamente enrollados. "Son para sacar brillo", afirma. "Tengo negro, café, gris, azul y uno color claro, para zapato transparente; ahí no se usa el negro porque lo mancho", advierte

Su listado de anécdotas es variado. "Hay ocasiones en que los diputados están aquí y si en ese momento hay una votación, se han llegado a ir con un zapato boleado y otro sin bolear; aunque ya al rato regresan para terminar el trabajo", dice sonriente.

-¿Le han llamado para dar servicio en oficina, en caso de que el diputado no quiera venir aquí?

-Sí, por ejemplo, Elba Esther Gordillo, a ella le dábamos el servicio en su oficina y le verdad es que nunca nos trató mal. A don Manlio (Fabio Beltrones), también íbamos a su oficina a bolearlo. Raquel Cortés del PRD también era muy buena persona. Emilio Chuayffet, él sí traía bien sus zapatos, le gustaba mucho que los dejarán brillositos. Hay quien nos ha llegado también con el calzado muy sucio otro es porque nos cuentan que en días de elección van a los pueblos a pedir el voto y andan en campo y los maltratan; pero se los dejamos como nuevos otra vez. También nos han traído bota militar y nos esmeramos igual.

Si. Los boleros de las y los políticos tienen mucho que contar porque cada par de zapatos que llega a sus manos, cuenta una historia. Una historia que se narra desde el tipo de piel, color, estado en que se encuentran, el mantenimiento que ha recibido, si están chuecos, sucios, maltratados o a punto de ser tirados a la basura. Pero cuando ese calzado llega a las manos de estos expertos con más de veinte años de antigüedad, reviven (por así decirlo) para seguir un poco más de tiempo junto a sus propietarios, contando historias políticas. Y algunas de éstas, quizás, pueden hasta quedar para la posteridad

"Un día también le di grasa a Felipe Calderón, cuando era diputado; estábamos en las sillas que teníamos en la otra esquina. Se subió y se sentó para bolearse. Bueno, fue la sensación ¡Hasta una foto nos tomaron allí!".