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“La escuela del terror” del Cártel Jalisco Nueva Generación (Video)

Reclutan a hombres con engaños para someterlos a violentos métodos de entrenamiento en campos de Jalisco, incluso canibalismo

Escrito en NACIÓN el

Francisco le llama “la escuela del terror”, en realidad es un campo de entrenamiento del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) en Talpa de Allende, Jalisco.

El hombre que habla para Telemundo, pide revisar la cámara de video para asegurarse de que quien le visita es en verdad un equipo de reporteros. Ve su celular cada 15 minutos. Tiembla cuando repasa los momentos más crudos. Sobre él sólo permite decir que tiene 34 años, un hijo y que en su vida anterior trabajó en una fábrica de galletas.

El testimonio coincide con otros  recabados por 5 Elemento Lab, a cargo de Alejandra Guillén y Diego Petersen, dada a conocer en febrero pasado.

De acuerdo con el relato de Francisco, el terror comenzó en abril de 2018, por casualidad. En un bar de un estado del sur de México, un desconocido se le acercó, le comentó que se había quedado sin dinero y le pidió el favor de darle un aventón. Francisco le llevó en su carro y al llegar al destino, el desconocido sacó dinero de un cajero y le pidió su número de celular: “Te voy a marcar, me caíste bien”.

Francisco no ignoraba entonces quién era el desconocido. Luego conocería que era uno de los hijos de Nemesio Oseguera, “El Mencho”. Poco después, tal y como prometió, le contactó. Quería ofrecerle un empleo como guardia privado de seguridad en Villahermosa, estado de Tabasco. Serían 3,500 pesos por semana más viáticos y gastos. Todo pagado, incluso las cuatro semanas de entrenamiento. Francisco accedió. Le pusieron como requisito el acta de nacimiento y un número de cuenta para recibir el salario.

Un día después, le citaron en una estación de autobuses. “Yo veía que llegaba mucha gente. Éramos 19 hombres de edades entre los veinte y los treinta y tantos años. Había albañiles, carpinteros, mecánicos, guardias de seguridad de antros, licenciados, contadores…” Les trasladaron a la Ciudad de México, les alojaron en un hotel con spa. A las seis de la tarde, la persona que dirigía la expedición dijo: “¡Vámonos!” Partieron rumbo a Puerto Vallarta, Jalisco y en dos ocasiones les preguntaron si querían continuar: “Para quien se suba al autobús, ya no hay vuelta atrás”. Los más chavos dijeron: “Yo sí voy. Yo quiero trabajar” Y los demás les siguieron. Al llegar al destino, los metieron en una casa. Otro hombre se les acercó:

-Bueno, van ustedes a un adiestramiento en la sierra de Guadalajara para ser guardias de seguridad, ¿verdad?

-Sí -asintieron todos-.

-Pues no van para guardia. Van a trabajar para el Cartel Jalisco Nueva Generación.

-Pero es que a mí no me dijeron esto -protestó uno de ellos-.

-Si te quieres ir, anda, vete -y cortó cartucho con la pistola- Aquí la única forma de que te vayas es con las patas por delante. El que se quiera ir detrás de él, que lo diga ahorita. No estamos para jugar.

“Entonces ahí entendí y entendimos todos que estábamos metidos en un gran problema. No sabes lo que va a venir, pero te tienes que quedar callado y muy serio porque podrían tomar a mal cualquier gesto”, recuerda Francisco.

El campo de entrenamiento al que llegó Francisco estaba en Talpa de Allende, un municipio de poco más de 15,000 habitantes en el estado de Jalisco. Un grupo de hombres pertrechados con fusiles de asalto y lanzamisiles portátiles, subieron a los 19 hombres a bordo de camionetas de lujo y les condujeron por caminos de terracería a un lugar oculto den la sierra de Talpa.

-¿Cuál es la primera regla? -preguntó el jefe de plaza.

-Si no hay cuerpo, no hay delito que perseguir -respondieron dos de los comandantes.

-Ok, ven para acá tú, greñudo. Córtale la mano sin miedo. ¿No lo quieres hacer? Nada más dime que no lo quieres hacer.

“Sabías que si decías que no, te iban a matar”, continúa Francisco. Temblando, empezó a cortarle la mano. A Francisco le tocó el antebrazo. “Lo tuve que hacer, no tienes opción. El miedo, la sangre,…”

Fueron pasando uno por uno. Al más tímido del grupo le reservaron la tarea más difícil: cortarle la cabeza y machacarla con una piedra. Cuando el cuerpo estuvo cercenado, les obligaron a comer algunos pedazos. “Hubo uno que no lo pudo comer y lo vomitó, pero se lo levantaron con tierra y le obligaron a comerlo”.

El artículo original en Telemundo

JGM