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José Enrique encara al desempleo cambiando premios de feria por comida

Jorge Enrique tenia un puesto en una feria que cerró debido al coronavirus, ahora intenta sobrevivir intercambiando regalos de feria por comida

Escrito en NACIÓN el

“Cambio algodones, jugetes o trabajo o alcancias por unas bolsas de arros, frijol, fruta, aceite, leche o huevo o algo $ que no te afecte $, gracias”. Este es el grito de batalla que día a día, José Enrique Ramírez lanza en plena calle, sin palabras, encarando al coronavirus que le dejó sin feria por partida doble. Primero, porque su empleo -literal- estaba en una modesta feria que por la contingencia sanitaria no puede reinstalarse. Y segundo, porque al no tener empleo -como casi medio millón de mexicanos, según cifras oficiales-, hoy no tiene feria, es decir, dinero.

Pero si algo demuestra él, es entereza en la adversidad. “Vivo en Iztapalapa, nosotros somos de las ferias. Tenemos juegos mecánicos, aunque pequeños; juegos de destreza, algodones y llevamos más de dos meses sin trabajar por lo de la pandemia porque cerraron toda la fuente de trabajo”, relata a La Silla Rota.

“Andamos en las 16 alcaldías; enero y febrero son meses bajos para trabajar porque los papás están gastados por la navidad, año nuevo y reyes. Nos íbamos a reponer en marzo con la Semana Santa, pero fue al revés, nos venimos a pique. De Iztapalapa nos íbamos a ir a Cuajimalpa porque ya son lugares repartidos. Pero con esto que paso no tenemos donde trabajar; y lo poco que nos quedó de mercancía es lo de los propios puestos de la feria, por eso le estamos ofreciendo a la gente un trueque: un producto a cambio de despensa o artículos de limpieza”.

 

En plena banqueta, a la vista de los transeúntes, expone los premios que quedaron de los puestos de concursos. Alcancías de yeso que él elabora manualmente con forma de botellas de Coca-Cola, Batman, Spiderman, Snoopy, caballitos, vacas, osos o elefantes. Al lado, en una improvisada mesa de madera, elabora los modestos rompecabezas y caniqueros (juegos para ensartar canicas) que él fabrica segueta en mano. Pero no podían faltar los tradicionales juegos de cartón “serpientes y escaleras” y “oca” que cuelgan embolsados de una sombrilla con la que se cubre del sol.

Sin importar las condiciones, José Enrique demuestra que puede adaptarse. Y hoy tuvo suerte porque al ser quincena en esta calle hay un poco más de gente pues son quienes acuden a los cajeros automáticos ubicados en la zona. “Estamos aquí sobre avenida Tezontle, frente al Liverpool de Plaza Tezontle. Mire ahorita estoy haciendo un rompecabezas para ayudar a la gente que nos apoya, que nos acepta algo a cambio por amabilidad. Pero queremos seguir ofreciendo esto, que es lo mucho o poco que podemos dar a la gente en compensación. Yo sé que no se compara un rompecabezas o una alcancía con un kilo de huevo, leche, cereal, sopa, frijol. Hay gente que prefiere darnos un peso para seguir produciendo lo que podemos hacer”.

-¿Recibe donativos bancarios?, le pregunto.

-No, nosotros no. Yo prefiero que me donaran en especie y me aceptaran algo de lo poco que yo sé hacer, no es grosería. Sí es necesario, muy necesario, pero donativos bancarios no.

Un auto de detiene a unos metros. Tras leer el anuncio de trueque, un hombre desciende. Pero no acepta el trueque, por el contrario; decide apoyar pagando el modesto costo de una alcancía y de manera solidaria, le entrega como extra veinte pesos más. Sí: el covid19 puede traer muerte y enfermedad bajo uno de sus brazos; pero debajo del otro, inexplicablemente, lleva solidaridad.

 “Desde marzo apretamos, apretamos lo más que se pudo, desafortunadamente los recursos se nos acabaron. A mediados de abril ya no pudimos aguantar y aquí estamos trabajando. De la feria no tenemos fecha para volver porque se supone que en junio empiezan a reabrir paulatinamente cosas.  Tengo cuatro hijos, una esposa y un nieto. Ellos pusieron también un puesto como este; y de lo que nos llega armamos pequeñas despensas para ayudarnos entre la gente de la feria. Esto no es un centro de acopio, sino un puesto de trueque. La idea no es vender; si alguien llega con un jabón yo se lo intercambio por algo y a veces la gente nos ayuda con algunas monedas, como el señor del coche. Y lo agradecemos y aceptamos, porque el agua no me la intercambian por una alcancía; y el gas tampoco”.