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El sanguinario fin de “Las Flacas”, las sicarias con cara de inocentes

La última de sus miembros fue encontrada sin vida de la peor manera, solo por un discreto tatuaje en el brazo pudo identificarla

Escrito en NACIÓN el

En los últimos años han salido a relucir grupos criminales conformados por mujeres, la mayoría de ellas con cuerpos esbeltos, caras de inocencia y manos frágiles, pero sanguinarias, con la fuerza despiadada de disparar armas de alto poder.

Casos como “Las Marucheras”, ligadas al cártel del Noreste, o “Las Panteras”, brazo armado de “Los Zetas”, han conmocionado al norte del país.

Sin embargo, no es nuevo que las mujeres incursionen en el narcotráfico, más allá del estereotipo de la mujer que acompaña como pareja sentimental a los capos de la droga o, en el mejor de los casos, formar parte administrativo de un cártel.

Unas de las pioneras en el crimen organizado protagonizado por mujeres fueron “Las Flacas”, ligadas precisamente a “Los Zetas” y al cártel del Golfo. Vivieron la separación de ambos cárteles.

Ataviadas con chalecos antibalas, brazos delgados y tatuados,  cadenas de oro colgando sobre el cuello, cabello peinado hacia atrás y lentes de sol sobre su cabeza, presumían su criminalidad en redes sociales.

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El norte del país, principalmente del lado del Golfo de México, es donde mantenían presencia cuando recién comenzaba la llamada “Guerra contra el narcotráfico”, en 2007.

No eran necesariamente un cártel o un brazo armado, sino que mantenían un perfil idéntico,  delinquían bajo las ordenes de los mismos dos carteles y eran apodadas como “Las Flacas”.

Hay al menos tres casos de “Flacas” que poco a poco cayeron de la mano de sus enemigos.

La primera en caer fue Verónica Mireya Moreno Carreón, vivía en San Nicolás de los Garza, en Nuevo León, en los años que “Los Zetas” dominaban el estado.

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Verónica, antes de ser sicaria, fue policía, incluso condecorada cuando fue herida en un tiroteo contra secuestradores.

Dejó la ley y se sumó a “Los Zetas”. Hasta que fue detenida en 2011 por elementos de la Marina cuando manejaba un automóvil robado, con un revólver y seis teléfonos celulares en su poder.

Tráfico de drogas y numerosos asesinatos fueron los delitos que la llevaron a la cárcel.

Al año siguiente, la segunda “Flaca” caía, con la misma suerte de Verónica. Originaria de Ecatepec, Nancy Manríquez Quintanar participó en al menos una docena de asesinatos, hasta que fue detenida, también al norte del país.

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El tercer caso, el de Joselyn Alejandra Niño fue totalmente diferente, fue brutal, despiadado.

Una foto la hizo conocida en redes sociales: Joselyn Alejandra portaba un chaleco táctico, una arma de alto poder que penas podía cargar con sus delgados brazos, el cabello amarrado, lentes en la cabeza, cadena de oro y una sonrisa descarada.

Además, dejaba ver un tatuaje en su brazo desnudo con la leyenda “Niños”.

A diferencia de las dos “Flacas” ya mencionadas, ella estaba en las filas del Cártel del Golfo, en medio de una guerra interna entre “Los Ciclones” y “Los Metros”, ella delinquía para los primeros.

Un día ya nada se supo de Joselyn Alejandra Niño, se esfumó de la tierra. Hasta que autoridades mexicanas encontraron un camión abandonado en Matamoros, Tamaulipas.

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Dentro del vehículo había tres refrigeradores de cerveza, en los cuales se resguardaban los restos de tres personas, uno de ellos: Joselyn Alejandra Niño.

Los otros dos refrigeradores contenían partes del cuerpo pertenecientes a una segunda mujer y un hombre.

Las tres personas habían sido torturadas, asesinadas y luego desmembradas. Joselyn Alejandra fue la única identificada gracias a su tatuaje que se asomaba en la hielera: “Niño”.

Por si fuera poco, la facción rival publicó una foto en Twitter de tres cuerpos, un hombre y dos mujeres.

Una de las mujeres era “La Flaca” antes del desmembramiento, el tatuaje confirmó nuevamente su identidad.  

La publicación en la red social venía acompañado de un mensaje amenazante contra “Los Ciclones”.

Actualmente se desconoce el paradero de “Las Flacas”, parece que se han extinguido o simplemente mutaron, formando parte de otros brazos armados en esta guerra contra las drogas que parece no terminar.

Con información de The Daily Beast, Infobae y Vanguardia

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