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El informe presidencial, del rito al envío

¿Cómo ha cambiado la ceremonia del informe de gobierno? Alejandro Azcoytia Álvarez, quien ha presenciado los informes de nueve presidentes, cuenta los detalles

Escrito en NACIÓN el

Hasta hace una década, acudir a la ceremonia del informe presidencial implicaba vestir de gala y escuchar pacientemente discursos de cuatro o cinco horas, mientras el mandatario en turno hablaba sobre los logros de su gobierno. Hoy día, el que era llamado el Día del Presidente se redujo a un acuse de recibo de los tomos donde se contiene la información de la administración federal.

Cada presidente hacía de la ceremonia un reflejo de su estilo de gobierno. Algunos, con un control exagerado del Estado Mayor Presidencial para cuidar cada detalle. Otros, con la actitud para escuchar las protestas de sus opositores.

Ha sido en la sede de la Cámara de Diputados donde los presidentes acudían cada 1 de septiembre “a rendir cuentas” al pueblo sobre el estado en que se encontraba el país.

Y ahí, desde finales de la década de los 60, ha estado Alejandro Azcoytia Álvarez, director de trámite legislativo en la Cámara de Diputados, quien ha presenciado los informes presidenciales de Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría, José López Portillo, Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y las entregas de los tomos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.

“El informe presidencial era una ceremonia protocolaria, formal, solemne. Se formaba la comisión que iba por el presidente a su residencia, la comisión que lo recibía en el vestíbulo de la Cámara y la que lo acompañaba a Palacio Nacional, al llamado “besamanos”, donde todos los sectores acudían a saludar al mandatario.

Se decretaba un receso en la sesión del Congreso para darle oportunidad al presidente de llegar y ya cuando se iba acercando, se reanudaba la sesión para que entrara el mandatario”, narró Azcoytia en entrevista.

La transmisión televisiva duraba desde la apertura de la sesión del Congreso, cubría la salida del presidente de la residencia oficial de Los Pinos, el trayecto hacia la Cámara de Diputados y toda la ceremonia. Ese día no había clases y el mensaje se escuchaba en cadena nacional por radio y televisión.

El protocolo indicaba que quienes acudían a la ceremonia debían hacerlo con ropa formal color negro, como una muestra de respeto a la investidura presidencial. Aunque no estaba estipulado por escrito, las interpelaciones o protestas estaban prohibidas. Lo único permitido era aplaudir los logros presidenciales.

Ni siquiera con Gustavo Díaz Ordaz, que en su informe de 1969 hablaría sobre los hechos del 2 de octubre de 1968, el protocolo se rompió. Fue en 1970, cuando mientras Díaz Ordaz daba su informe, que una lámpara de piso se rompió. Todos pensaron lo peor.

“Se escuchó un tronido muy fuerte en el salón de sesiones. Quienes estábamos ahí nos agachamos en nuestras sillas. El único que no se movió de su lugar fue el presidente”, relató Azcoytia.

El control del Estado Mayor Presidencial, en ese entonces, era total. Eran elementos del Ejército quienes resguardaban el recinto y sus alrededores, controlaban el paso y quiénes podían permanecer cerca. Con Luis Echeverría pasaba lo mismo. Eso cambió con Miguel de la Madrid, donde el control fue menos estricto.

PRIMEROS CAMBIOS

Los demás informes pasaron sin contratiempos mayores. La historia empezó a cambiar en el último informe de Miguel de la Madrid, en 1988, cuando los diputados del recién creado PRD le reclamaron sobre los resultados electorales en que había ganado Carlos Salinas de Gortari.

En el sexenio de Carlos Salinas de Gortari las protestas subieron de tono. Incluso el entonces diputado del PAN, Vicente Fox Quesada, se hizo unas orejas con boletas electorales en protesta por los resultados de la elección que llevó a Salinas a la Presidencia de la República.

Con Ernesto Zedillo continuó el mismo ritual y también las protestas. Fue en 1996 cuando el perredista Marco Rascón utilizó una máscara de látex con la cara de un cerdo, y desde su curul gritaba consignas contra el presidente.

Mientras en la televisión y la radio se escuchaba la lectura del informe presidencial de Zedillo, tras bambalinas se libraba una batalla campal por la máscara del perredista.

Medios de la época consignaron que legisladores como el priista Víctor Flores y el panista Diego Fernández de Cevallos trataban de arrancar la máscara a Rascón, mientras la perredista Irma Serrano defendía a su compañero de bancada.

Fue entonces que, poco a poco, el ritual fue perdiendo fuerza. La llegada del PAN al poder en el año 2000 trajo como consecuencia que poco a poco se fuera diluyendo el ritual y pasara a ser una ceremonia de rendición de cuentas y no de culto a la personalidad del mandatario.

El rompimiento absoluto con la figura presidencial ocurrió en el último informe de Vicente Fox, cuando los diputados de izquierda ni siquiera le permitieron entrar al salón de sesiones a entregar su informe presidencial.

A partir de ahí, el Día del Presidente desapareció por completo. Felipe Calderón solo acudió durante su primer año de gobierno para hacer entrega del documento y ya no volvió a la sede del Congreso de la Unión.

Desde entonces, los mandatarios solo tienen la obligación de enviar el documento al Congreso de la Unión en la apertura del periodo ordinario de sesiones, que ocurre el 1 de septiembre de cada año.


jqf