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"Decían que todo cambiaría, mentira, mentira"

El Zócalo capitalino a las 9:30 horas ya lucía lleno de trabajadores equipados con la parafernalia lista para vitorear a sus líderes o para hacer notar la presencia de sus organizaciones

Escrito en NACIÓN el

En la primera celebración del Día Internacional del Trabajo bajo el gobierno de la Cuarta Transformación, organizaciones sindicales acudieron al Zócalo capitalino y en voz de sus dirigentes expresaron su inconformidad por las reformas a la ley laboral, como hizo el Congreso del Trabajo. Pero también por la reforma educativa, como hizo la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), pese a que aún no han sido aprobadas por el Congreso de la Unión.

Mientras el CT en mantas manifestó su rechazo a lo que consideró un ataque a la autonomía sindical, debido a las modificaciones incluidas en la reforma laboral para elegir a los dirigentes, y su vicepresidente criticó los bajos salarios, la CNTE criticó que en la reforma laboral no se tomó en cuenta a su organización o a los telefonistas o a los del Sindicato Mexicano de Electricistas, reiteró además su petición de reinstalar a sus compañeros despedidos y amenazó con que si no se abroga a nivel parlamentario, entonces ellos lo harán en las calles.

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Ambas expresiones se dieron cita en distintos momentos en el Zócalo, primero el Congreso del Trabajo, que copó la plancha con la movilización de sindicatos afiliados a las confederaciones de Trabajadores de México (CTM), de la Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC), y la Regional Obrera Mexicana (CROM).

El Zócalo capitalino a las 9:30 horas ya lucía lleno de trabajadores equipados con la parafernalia lista para vitorear a sus líderes o para hacer notar la presencia de sus organizaciones. Las matracas de madera, las banderolas de tela delgada y coloreada, las mantas de la CTM, las gorras rojas o naranjas y los chalecos negros en plena época de calor. Incluso unos novedosos zepelines con las siglas de la CTM surcaban los aires y daban vueltas por arriba del Zócalo capitalino.

Fue esta expresión sindical la que llenó la plancha del Zócalo para el Día del Trabajo. No partieron de algún punto, no fue marcha, sino un numeroso mitin. La asistencia escuchó atenta al vicepresidente del Congreso del Trabajo, Reyes Soberanis, quejarse de los bajos salarios y la vulneración a la autonomía sindical.

Esa queja fue una de las constantes de las mantas desplegadas a lo largo del Zócalo. Los grupos sindicales que antes formaban parte del oficialismo, ahora se quejaban de que con el nuevo gobierno se vulneraba la vida sindical, debido a la reforma laboral.

Fue un evento accidentado, donde el dirigente del Congreso del Trabajo, el senador Carlos Aceves del Olmo debió tomar la palabra para poner orden, ya que un claxon ferrocarrilero interrumpía a los oradores, y dejó entrever que era cosa del líder del sindicato ferrocarrilero, Víctor Flores.

Pidió respeto para los oradores y un aislado y solitario silbido se escuchó, pero fue suficiente para desatar la ira del dirigente de la CTM, quien enérgico advirtió que aunque estaba mal de sus piernas, se partía la madre con quien fuera. El silencio llegó.

Concluido el mitin la concentración se diluyó rápidamente. Después llegó el turno de quien suena como el líder sindicalista que agrupe a diversas organizaciones, el reivindicado Napoleón Gómez Urrutia, cuyos simpatizantes mineros se distinguían porque llevaban una camisa roja con una imagen suya en la parte trasera. El propio dirigente iba ataviado con camisa roja y chaleco negro. El senador y representantes de sindicatos de telefonistas y trabajadores de la UNAM usaron el mismo enorme templete usado por los de la CTM.  

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Se le organizó una porra a Gómez Urrutia, que resultó algo tímida entre el gentío y los contingentes que se reunieron en el segundo mitin por el día del trabajo. Menor organizado que el anterior, y sin llegar a la cantidad de personas reunidas, fue amenizado por un par de bandas musicales que tocaban a ras de suelo. Como en el anterior evento, no faltó quien discretamente sacó una cerveza y se puso a combatir el calor.

Después, a las 13 horas fue que llegó el contingente de la CNTE. Menos ruidoso que en otras ocasiones, los integrantes iban detrás del camión foráneo que es usado para transportar la bocina y que además es empleado como templete. Se estacionó entre la Catedral y Palacio Nacional, sin usar el templete que además comenzaba a ser desarmado.

Inconformes por la reforma educativa, pese a los cambios que se les ha hecho, pero que deja en el aire cómo se repartirán las plazas para docentes, sus integrantes ya tenían una consigna para el presidente Andrés Manuel López Obrador, que por su parte los ha calificado de “conservadores de izquierda”.

“Andrés Manuel decía que todo cambiaría, mentira, mentira, la misma porquería”, gritaba una mujer que venía con un grupo que cargaba una manta con la palabra “Durango” escrita.

Los dirigentes de la coordinadora, como Enrique Enríquez, de la sección 9 de la Ciudad de México, explicaban sus razones para rechazar también la reforma laboral. “No fuimos llamados a la mesa para construirla, no fueron llamados los compañeros telefonistas, de la UNAM, el SME, la UNT y las organizaciones independientes no fueron llamadas para concluir esta reforma liberal y que corresponde al TMEC y debe ser revisada”.

Pero también explicó que no basta con establecer el voto secreto y universal para democratizar a los sindicatos y dejar de ser corporativos.

Respecto a la reforma laboral, negó que su inconformidad sea por las plazas, ya que esas las tiene en resguardo la Secretaría de Educación y eran los líderes del Sindicato nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) quienes las negociaban.

En medio del calor, los dirigentes subieron al templete y reiteraron sus inconformidades. Abajo, llegaban otros contingentes amigos, como la Asamblea de Barrios y el Frente Popular Francisco Villa.

Pero el calor dominaba, y algunos sacaron las sombrillas, otros usaban las banderolas ´del Día del trabajo para taparse, y algunos más acudían a los vendedores de sangrías para refrescarse, sin importar si para ello debían tomar un peñafiel con arsénico. 

djh