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Con un perro y una tablet, adulta mayor desafía al coronavirus

Martina Cruz, una adulta mayor de 66 años, desafía al coronavirus desde hace dos meses en Ixmiquilpan, Hidalgo, a través del mundo virtual

Escrito en NACIÓN el

Una tablet y Maco (un perro raza labrador) son -durante esta emergencia sanitaria-, la única compañía de Martina Cruz, una adulta mayor de 66 años. Juntos, este trío desafía al coronavirus desde hace dos meses en Ixmiquilpan, Hidalgo; y es así como ella, desde el mundo virtual, se “asoma” a la vida de sus hijos quienes decidieron no visitarla hasta que se levante la pandemia por temor a cualquier riesgo de contagio dado que ella es hipertensa.

Los cuatro andan fuera de casa para no contagiarme. Decían, casi no te vamos a visitar, solo lo indispensable; ir a dejarte el mandado o si se te llegara a ofrecer algo. Cuando vienen a dejarme cosas abro una hoja del zaguán porque ellos no la tocan, solo yo la toco por dentro. Me arriman las cajas y se van; entonces bajo con mi trapito, lo limpio con cloro, pongo todo en mi bolsa y ya lo jalo para acá dentro. La caja queda en el zaguán y ahí voy echando basura; y como dicen que el virus dura solo unos días, la caja se va a la basura

La tablet llegó a sus manos en año nuevo. “Me la regalaron en diciembre y me dijeron que como ya estaba viejita y usadita, no importa que la descomponga. Uno de los hijos paga el internet y dijo puedes ver todo aquí. Te va a servir de mucho, te vas a distraer” relata a La Silla Rota mediante una videoconferencia. “Se prende así y así; me lo dejaron programado y listo, nada más le pico el yutu, o el nesflis y nada más veo lo que quiero ver”.


Pero la realidad es que Martina, más que la programación de entretenimiento, lo que disfruta es ver a sus hijos. “Con la tablet los veo como la estoy viendo a usted. Siento que estamos cerca y que no es un impedimento que no nos podamos ver físicamente, porque por la tablet los veo que están bien físicamente y eso me da tranquilidad. Veo a mis hijos y eso me tranquiliza bastante”, reconoce.

Los pasos, explica, son sumamente sencillos. “Cuando quiero hablarles le oprimo el faistime y ya, me comunico con quien sea porque desde la ventana veo cómo la gente está afuera de la casa, como si nada y digo ¡Pues no es posible! Ahorita la estoy viendo a usted por el teléfono no por la tablet porque se descargó y se está cargando; es mí compañía. Veo películas, series, historia, todo eso y como le digo a la hija, luego siento que me harta la televisión; hasta como que me duelen los oídos. Y cuando me dicen ya no quiero más tele, me salgo a mis hortalizas”.

Entonces junto a Maco sale a su jardín a visitar jitomates, chiles, cebollas, cilantro, perejil y aguacates. “¡Ya mero en un mes estoy comiendo aguacate!”, adelanta; “riego las plantas, las granadas, los duraznos, higos. Ahorita todavía no hay fruta, apenas están floreando. Los jitomates ya se están dando, están en botes de estos para no tirarlos”.

Maco tiene cuatro años con ella y se entienden a la perfección; en temporada de calor duerme afuera; en la de frío, adentro. “El perro es bastante grandote, los vecinos se asustan tan solo con el ladrido y como Ixmiquilpan es una comunidad no tan grande, la gente ve un perro y le tiene miedo, no saben si es bravo o no es bravo”. Pero cuando más sabrosa está la entrevista la videollamada se corta; aunque más tarda en cortarse que en que Martina me devuelve la comunicación. “¡Es que mi hija se metió en la llamada! ¡Ja ja ja ja! Pero ya le dije que estoy con usted”.

Su compañero ladra desde al patio; algún extraño andará por ahí, pienso, porque prácticamente están solos en casa y así se lo hago saber.

-¡Ah! Ahorita está ladre y ladre porque había truenos y no le gustan, me aclara y tranquiliza.

-¿Y por qué no lo mete con usted?, pregunto.

-¡Es que estos perros son muy cariñosos y cuando salgo me está empuje y empuje con la cabeza! Quiere que le tire la pelota y anda corriendo con ella para todos lados. Y tengo la tablet apagada porque se está cargando.

No comprendo su respuesta.

-Sí, es que si lo meto no me va a dejar hablar porque no le gusta que uno hable por teléfono.

-¿Cómo? ¿A Maco no le gusta la tablet?, pregunto intrigada.

-Es que cuando hablo por la tablet ladra y le tengo que pasar a los hijos; como ya los conoce los ubica, y quiere que le hablen a él porque él escucha, escucha la otra voz y cuando ellos le hablan y reconoce su voz se tranquiliza. Pero también le gusta ver la televisión.

Confirmado. Maco goza también de los beneficios de la comunicación virtual.

Nunca lo imaginé, pero siento que si no tuviera esa tablet, cuando voy por ahí y no la traigo, siento como que algo me hace falta. Algo con qué comunicarme o ver las noticias, no sé. Me ha servido de mucho porque es una cosa pequeña que la puedo cargar, la puedo traer en una bolsita, en mi jardín, para todo me sirve

Ayer 10 de mayo, Maco, la tablet y Martina, celebraron juntos. “Dije voy a hacer una carne asada en el jardín: un bistec para mi perro y otro para mí. Sé que todos mis hijos quisieran estar conmigo, pero no se puede. Con que estén bien, eso me da alegría y que les diga ¡Miren yo me estoy festejando no se preocupen!”. Y aunque -naturalmente-, ella no es una experta en selfies pues aún no domina esa rama y las fotografías le quedan un poquito chuecas, Martina retrató con su celular su carne asada con tortillas, nopales y cebollas, acompañados de una botella de vino sobre una sencilla mesa con mantel bordado. Maco también festejó con su trozo de carne asada; y claro, cuatro hijos pudieron comprobar a la distancia, que pese al covid-19, su mamá sí tuvo un día de las madres.


(María José Pardo)