Main logo

“Chucho el Roto”, el ladrón que vestía como catrín

La historia el carpintero que se fugó de San Juan de Ulúa tras ser encarcelado por amar a una mujer y dedicó a estafar

Escrito en NACIÓN el

“Rotos”, así se llamaba en algún tiempo a los catrines, a los ricos en México. Y ese fue la parte del apodo de Jesús Arriaga, “Chucho el Roto”, por su elegancia al vestir para cometer estafas y robos.

Nacido en Ciudad Serdán, Puebla en 1858 y de oficio carpintero, fue encarcelado debido a la venganza de don Diego de Frizac, un millonario de origen francés, tío de una agraciada joven noble que se enamoró de Jesús. Matilde de Frizac y él tuvieron una hermosa niña a quien pusieron por nombre María de los Dolores –Lolita-.

Al descubrirse tal situación, Jesús fue humillado y amenazado por los parientes de la muchacha, y finalmente rechazado por esta, por temor a su tío. Entonces “Chucho” decidió robarse a su hija y entonces lo encarcelaron, primero en la penitenciaría de la Ciudad de México (cárcel llamada Los Arcos de Belén), de donde fue trasladado finalmente a San Juan de Ulúa (Veracruz), una de las cárceles más temibles del porfiriato.

Las estafas de “Chucho el Roto” llegaron a ser famosas y a sorprender a mexicanos y extranjeros, por ser un astuto e inteligente ladrón quien, sin embargo, usaba la mayor parte de lo robado para socorrer a los necesitados. Las autoridades del porfiriato no podían aprehenderlos a él y a su banda.

Se le conocía como “Chucho el Roto” porque para llevar a cabo sus estafas acostumbraba vestir con suma elegancia, al estilo de los adinerados de esos tiempos, en pleno porfiriato, los llamados rotos (elegantes o catrines).

Durante casi diez años y en compañía de sus secuaces, apodados “La Changa”, “El Rorro”, “Juan Palomo” y “Lebrija”, robó y estafó, pero asimismo luchó en favor de los desposeídos, convirtiéndose en uno de los ídolos más queridos del pueblo, ya que robaba a los ricos para ayudar a los pobres.

Fue apresado en las Cumbres de Maltrata, estado de Veracruz, en el que se supone fue su último atraco. Se asegura fue conducido nuevamente al penal de San Juan de Ulúa, mismo de donde había escapado nueve años atrás, introduciéndose en una cuba (barril que hacía las veces de un sanitario). Se dice que cuando nuevamente intentó escapar, le traicionó un compañero de celda apodado “Bruno".

Herido de bala, lo recapturaron, y al pasar por la plaza principal de la fortaleza, el coronel Federico Hinojosa, director del penal ordenó: -¡Que le den doscientos latigazos a ese desgraciado!

Con mucho orgullo, “Chucho el Roto” contestó: No puede ser desgraciado el que roba para aliviar el infortunio de los desventurados.

Y entonces el director respondió: ¡Denle trescientos!

Luego fue enviado a una celda de castigo conocida como “El Limbo” en el mismo penal, en donde un verdugo apodado “El Boa” cumplió la orden. Para ello, se dice, el verdugo recibió previamente mil doscientos pesos-oro de manos de Matilde del Frizac, la madre de Lolita, con el fin de evitar que Jesús muriera en el acto, pues el verdugo sabía cómo golpear.

Del Limbo lo llevaron a la enfermería del hospital más antiguo de Veracruz, el “Marqués de Montes”, donde oficialmente murió el 25 de marzo de 1894, a los treinta y seis años de edad.

El cuerpo fue recibido por Matilde de Frizac, Lupe, hermana de Jesús, y Lolita, su hija. El féretro fue custodiado por guardias contratados por Matilde y trasladado por ferrocarril a la Ciudad de México para que se le diera cristiana sepultura.

Las tres mujeres, acompañadas por un marqués austriaco, de nombre desconocido y prometido de Matilde de Frizac, abordaron un vapor que las llevaría a Europa.

En cuanto a los restos de Jesús Arriaga, cuentan que cuando abrieron el féretro en la capital este estaba lleno de piedras, así que no se pudo saber más de él.

No obstante, en la Ciudad de México, en el Panteón del Tepeyac, en la Villa de Guadalupe, se encuentra la tumba de la que fuera su hija Lolita, cuyo nombre completo fue Dolores Arriaga de Frizac.

JGM