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“Cambié el plan de llegar a EU, ya no quiero arriesgar más a mi hija”: migrante

En esta semana la Comar ha recibido 200 solicitudes de refugio diarias, cinco veces más del promedio común

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El dolor, la incertidumbre y el cansancio se reflejan en la mirada de Roselyn Pierrot, quien sostiene entre sus brazos a su pequeña hija de siete meses. La joven mujer originaria de Haití es una de los cientos de migrantes que han acudido esta semana a solicitar refugio a la sede de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) en la Ciudad de México.

En esta semana cientos de haitianos han acudido a la Comar en busca de protección, de acuerdo con datos que proporcionó a La Silla Rota, en esta semana han atendido a aproximadamente 200 migrantes diarios, cinco veces más a los que reciben habitualmente, que son alrededor de 40.

Roselyn, su bebé y su pareja llegaron a la Ciudad de México el miércoles, tras haber recorrido nueve países en la búsqueda del sueño americano en Estados Unidos; sin embargo, después de todo lo que ha vivido en estas últimas semanas, ya no quiere exponer más a su bebé y ahora quiere quedarse a vivir aquí.

“Si tengo el carnet que dice por un año, puedo buscar trabajo, yo trabajo en lo que sea, para no arriesgarla más, porque yo estaba viendo en las noticias que en la frontera está así lleno y está peligroso. He visto un joven que estaba con un niño, el agua le daba por el cuello cuando cruzó el río. Me cambió el plan, no quiero arriesgarla más, ha pasado demasiado”, expresó mientras la menor trataba de abrazarla con sus pequeños brazos.

“Mi país no tiene trabajo, yo no tengo madre ni padre, pero ahora tengo 30 años, tengo una hija de 10 años, pero ella está en la República Dominicana y ella tiene siete meses y yo he dejado mi país porque no hay trabajo, hay mucho delincuente”, contó.

En entrevista con La Silla Rota, Roselyn relató que nació en Haití, pero hace algunos años salió rumbo a República Dominicana, donde estuvo trabajando y dejó a su hija de 10 años para buscar una oportunidad de vida en Chile, a pesar de que su hermano le dijo que para las mujeres era difícil encontrar trabajo.

Ahí trabajaba aseando casas, en horarios de 7:00 de la mañana a 11:00 de la noche y descansando sólo un día a la semana. Decidió renunciar, pero volver a encontrar un empleo fue muy complicado.

En ese periodo se embarazó de su segunda hija y al ver la falta de oportunidades, su pareja decidió que lo mejor era que buscaran hacer su vida en otro país. Así cruzaron ilegalmente nueve países con la menor en brazos, aunque para ella el momento más peligroso fue en la selva de Panamá.

“Tengo muchos amigos que venían acá a México, pero ellos me dijeron que no es tan fácil, es muy complicado, porque en la selva de Panamá es vida o muerte, yo dije bueno. No quería venir, en serio, porque tenía miedo por la selva y como tengo a la niña, pero mi esposo sí quería, y como yo no puedo, él es el que manda. En la selva es de vida o muerte porque es puro monte y agua y duramos cuatro días y medio, durmiendo, con ella, pasando hambre”, narró Roselyn.

Ahora la mujer haitiana espera que la Comar le otorgue la condición de refugiada para poder quedarse en México, trabajar y poder encontrar la tranquilidad que ha perdido tanto ella como su familia. 

La inocencia de la bebé contrasta con todo lo que ha tenido que enfrentar en su corta vida, pero aun así es una niña juguetona, vivaracha y que sonríe. Su madre se arriesgó al peligro de cruzar ilegalmente sólo para darle un mejor futuro: “Yo puedo trabajar, porque a mi hija le tengo que comprar pañales, leche y uno también (tiene que) comer, además tengo otra hija, ellos no tienen la culpa".

“PREFIERO MORIR QUE VOLVER A MI PAÍS”

Con una cruz colgada en su cuello, Sam, de 36 años, también espera que la Comar le dé la condición de refugiado para poder quedarse en México. El haitiano llegó el 5 de septiembre a Tapachula, Chiapas, donde aseguró que tuvo que dar “mordida” a la policía para que le permitieran seguir su camino.

“Sabe qué es lo peor, cuando uno trata de cooperar, con uno de ellos, con dinero, con lo que sea, después te caen más adelante. Es como cada paso uno tiene que pagar, la policía te quita la plata y más adelante tú encuentras otro tipo de gente que si no tienes dinero te manda para atrás de nuevo”, señaló.

Salió el 5 de agosto de Chile, a donde había emigrado para buscar una mejor vida que la que tenía en Haití. Allá, cuenta, tenía trabajo y un departamento, por lo que ahora se arrepiente de haberse dejado convencer de dejar todo eso para llegar a Estados Unidos.

“En Chile tenía una vida de calidad y cuando piensas bien las cosas, por escuchar a amigos que me dijeron vamos a Estados Unidos, dejé todas mis cosas y ahorita mi vida está aquí en una mochila, por un sueño que ni puedo lograr”, lamentó Sam, quien se está quedando en un hotel, pero dice que ya no tiene mucho dinero y tampoco puede trabajar por no estar legal en el país. 

Él ya desistió en su idea de llegar a Estados Unidos, ahora busca regularizar su situación en México y quedarse aquí, aunque si más adelante tiene la oportunidad de cruzar la frontera, lo intentará. 

Cuando se le preguntó si le preocupa poder ser deportado, Sam respondió tajante: “No, en mi país la cosa está muy mal, para ser sincero, prefiero morir que volver a mi país, porque en mi país no hay vida, no hay nada”.

MJP