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Atiende OSC a jóvenes sin casa y a migrantes; les quitan recursos

Este año ya no contarán con recursos debido a la decisión del presidente de ya no dar recursos a organizaciones de la sociedad civil

Escrito en NACIÓN el

Rigoberto es de Guatemala. Tiene 15 años. Es un migrante no acompañado. Vino a México como parte de la segunda megacaravana, antes de que la Guardia Nacional llegara a la frontera sur. Intentó llegar a Estados Unidos y casi lo consigue. Llegó hasta Piedras Negras, Coahuila, a pie y en tráiler. Pero a unos pasos de la frontera con Estados Unidos, golpeó a uno más grande que él, y Migración lo mandó entonces a la ciudad de México, donde fue canalizado a la organización de la sociedad civil Fundación Renacimiento, casa hogar que recibe a niños y adolescentes, donde permanece desde hace un par de semanas.

“Salí de mi país por lo mismo que las pandillas me tenían amenazado. Me daban 10 días para decidirme y les dije que no. Me dijeron ‘si no te metes en esos 10 días, te vamos a matar’. Decidí viajar a otro país para evitar eso. Me fui en la segunda caravana. Ahí estuve, pero me agarraron. Me fui a Piedras Negras, hice como dos meses y medio y de ahí me agarraron por pegarle a uno más grande que yo y me agarraron y me encerraron en un carro y vine al estado de México. Me pusieron en un hogar y me trajeron y aquí me siento bien. Ya me quiero ir para mi país”, dice en un modo de hablar apresurado.

Otro caso es el de Karla, de 16 años. Decidió salirse hace unos meses de su casa, para evitar los maltratos de su padrastro. Pero eso la obligó a estar sin casa, hasta que llegó a la casa hogar, desde donde le han ayudado para contactar a unas tías, que están dispuestos a recibirla.

“Vivía en Toluca. Vine a la ciudad por decisión mía, mi padrastro me maltrataba y mi mamá lo permitía, hubo un momento en el que él llegó a los golpes. A mí no me gustó, tal vez a ella sí, y decidí venirme para acá y hoy en día vivo en la casa hogar. Me sirve demasiado, aquí he aprendido a valorar las cosas, las que tenía en casa, las que no tenía, las oportunidades que me llegaron a brindar y me ha servido de demasiada lección estar aquí”, comparte la joven, quien pese a las adversidades que ha atravesado, sonríe a cualquier oportunidad.

Recuerda que al llegar ahí sí le dio miedo, por el rumbo. “Ahora bien o mal la casa ahí está”, añade. “Estaría bien quedarme aquí, pero al cariño de mi familia y al de aquí prefiero al de mi familia, si mis tías me dan la oportunidad de estar con ellas y que no vuelvan a suceder esta clase de cosas”.

Ambos forman parte de los alrededor de 60 niños y jóvenes que son albergados por la Fundación Renacimiento, encabezada por José Navarro, quien explica que dan atención a niñas, niños, adolescentes que han pernoctado en la calle y están en abandono social, o a algunos que le son referidos por la Procuraduría Federal de Protección a los Niños o por la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar).

Por ser una institución de asistencia privada, cuentan con un patronato que les ayuda a recaudar fondos no solo para dar hospedaje y comida a los niños, sino también para dar terapias. Pero este año ya no contarán con recursos del programa de Coinversión Social del Instituto de Desarrollo Social (Indesol). Ello debido a la decisión del presidente Andrés Manuel López Obrador de ya no dar recursos a organizaciones de la sociedad civil, al considerar que dichos recursos se desviaban o iban a dar a fundaciones empresariales, y no a quienes decían llegar.

La Fundación, que se encuentra a unos pasos de la estación del Metro Lagunilla, en un callejón donde afuera hay personas en situación de calle, deberá ahora vender galletas y bisutería, arreglárselas para conseguir recursos y mantener su ayuda, explica Navarro a La Silla Rota.

Por ejemplo, dice que en el caso de Rigoberto, fue canalizado por el Sistema de Desarrollo Integral de la Familia nacional y ellos lo recibieron porque saben que él los necesita. Pero el DIF no envió recursos.

El interior de la Fundación es una construcción del siglo 16. Aunque conserva elementos arquitectónicos de los edificios de aquella época, en el patio hay una gotera que hace a los visitantes cruzarse rápido y de lado para no mojarse.

En la zona de lavado hay ropa en el piso a la espera de que llegue su turno. En algunos barandales se ven pantalones y camisas colgadas para que se seque. Hay una zona de computadoras, y ahí distintos jóvenes se entretienen en máquinas que no son de última generación. En otra habitación hay una televisión comunitaria, y algunos de los espectadores usan una mesa para acomodarse y verla.

El ambiente entre los jóvenes es de camaradería, y hasta hay un equipo de futbol conformado por niñas entre ellos. Pero Navarro reconoce que hay preocupación.

“Ahora nos quitan tiempo de la calidad de atención por andar vendiendo como mecanismo de sobrevivencia, debemos estar metidos en una situación donde de suyo lo teníamos de alguna forma. No era mucho lo que teníamos pero era significativo, era parte de un recurso contemplado y que luego repercute en la sociedad civil porque hay un descalificativo a las organizaciones de la sociedad civil y esto nos está perjudicando, porque nos resta tiempo, tenemos que buscar una situación para ofertar el recurso, galletas y lógicamente tenemos la sensación de que la gente no tan fácil entra en confianza con nosotros”
 

Con 30 años de trabajo social, la casa conserva una placa conmemorativa de 1989, en la que se informa que ese año con el apoyo de la sociedad civil cuatro estaciones, el apoyo personal del cantante Julio Iglesias, la Sociedad de Autores y Compositores de México y el gobierno capitalino, se pudieron ampliar los servicios de la casa a los campos de cultura, recreación y capacitación productiva en beneficio de niños y jóvenes de la ciudad de México.

Pero estar alojados en una casa antigua implica que deben darle mantenimiento, lo que cuesta dinero.

Karla explicó a La Silla Rota cómo hacen falta los recursos. En uno de sus momentos más serios, lo expresa.

“La verdad aquí no recibimos apoyo del gobierno, recibimos apoyo de la gente, mucho o poco trataremos de cuidarlo los apoyos que nos den para que nuestra casa esté mejor.

“Luego se rompió esto o aquello hay que pagar, luego los trabajadores lo pagan de su bolso o tenemos que esperar donativos, no siempre van a estar y hay que esperar de la gente”, concluye.