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"A don Víctor ya nadie le pone atención en su casa".

De los más de 15 millones de adultos mayores que viven en México, 1.7 millones de ellos viven solos

Escrito en NACIÓN el

La soledad de los ancianos se huele, se toca, se siente. Tan solos, que el abandono familiar no necesariamente significa echarlos del hogar; a veces con solo ignorarles es suficiente. Por eso, en las zonas populares del oriente de la CDMX -sin tener mayores actividades que hacer-, con o sin pandemia salen a la calle en busca de contacto y compañía, como sea, donde sea.

Muchas tardes don Víctor (un adulto mayor de más de 70 años) es la compañía de don Moi, el zapatero de la calle principal cuyo nombre es Moisés. Mientras él habla y habla don Moi solo escucha, corta, arregla, cose, pinta y pone tapas al calzado. Es tolerante; mucho. Se nota que a veces ni siquiera tiene interés en su plática, ya no se le ve atento. Seguramente sí lo estuvo durante las primeras ocasiones, pero después de tantas, tantas semanas, don Moi pone el “piloto automático” a la plática de don Víctor, que por momentos realmente le desconcentra del montón de zapatos que le esperan con urgencia para reparación.

-¿Se aburre de escucharlo, don Moi?, le dije un día.

- Es que siempre habla de lo mismo, me dice con una sonrisa. Pero no soy grosero, lo dejo hablar y que se quede el tiempo que quiera estar. Ni modo que lo corra, aunque por momentos sí me quita tiempo. Pero así es él, se sale de su casa porque dice que nadie le pone atención.

Maltrato, a uno de cada seis o 10

En México hay 15.4 millones de adultos mayores de 60 años o más, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). Uno de los datos más alarmantes es que 1.7 millones de ellos viven solos, seis de cada 10 son mujeres, por lo que esta problemática afecta más a este sector de la población.

Cuatro de cada 10 personas de la tercera edad,  y que viven solas, tienen que seguir trabajando para conseguir su sustento, pero las condiciones en las que lo hacen son más precarias.

El 21.7% de los adultos mayores no recibe prestaciones en su trabajo, mientras que sólo 15.7% recibe aguinaldo y el 13.4% tiene vacaciones con goce de sueldo, a pesar de que es algo que por ley les corresponde. Estas situaciones los colocan en mayor vulnerabilidad y riesgo.

Aunque la Ley de los Derechos de las Personas Adultas Mayores indica que deben ser protegidas por su familia y por la comunidad, esto no se ve reflejado en la mayoría de los casos, lo que representa un maltrato estructural, ya que las políticas públicas no se cumplen y los hacen víctima de discriminación, marginalidad y exclusión social

El Inegi alerta que son pocos los abuelitos que viven solos y reciben ayuda monetaria de familiares o amigos que residen en el país, sólo el 16.4%. Mientras que cuatro de cada 10 se mantienen con el ingreso de la renta de alguna propiedad o por intereses bancarios.

La Organización Mundial de la Salud alerta que una de cada 10 personas mayores ha sido víctima de malos tratos, en muchos casos dentro de su hogar y a manos de un miembro de la familia.

“El maltrato de las personas mayores es un acto único o repetido que causa daño o sufrimiento a una persona de edad, o la falta de medidas apropiadas para evitarlo, que se produce en una relación basada en la confianza. Este tipo de violencia constituye una violación de los derechos humanos e incluye el maltrato físico, sexual, psicológico o emocional; la violencia por razones económicas o materiales; el abandono; la negligencia; y el menoscabo grave de dignidad y la falta de respeto”, detalla la OMS.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), estima que entre el 8,1% y el 18,6% de las personas mayores en México sufren algún tipo de violencia. Las personas mayores que reportaron maltrato en el último año sen~alaron como principales responsables a sus hijos, seguidos del cónyuge o la pareja actual y otras personas sin vínculo de parentesco.

Martita: mismas pláticas, mismos recuerdos

Me pregunto si es esa una forma de violencia en casa de don Víctor ¿Lo es? Difícil opinar sin mayores datos; pero lo que es real es que él no es el único pues la escena se repite en la cocina económica “Corazón de Melón”, justo cuando las dos propietarias han terminado de vender la comida corrida del día y es hora de hacer limpieza para cerrar el negocio. “¿Cómo están las niñas bonitas?” es el saludo de doña Martita, una adulta mayor de 65 años que en realidad parece de más de 70.

De impecable amabilidad y modos, bastón en mano, casi cuatro días de la semana llega a permanecer ahí un promedio de una a dos horas para “hacerles” compañía a las propietarias, cuando la realidad es al revés: son ellas quienes le hacen compañía a doña Martita por la soledad que carga a cuestas.

Un día y el siguiente su plática es la misma. “Recuerdo que cuando uno de mis hijos estaba vivo hacía esto y lo otro… Solía decirme tal cosa… Desde que murió, ahora solo me queda el otro hijo… Le gusta que le tenga su ropa limpia y almidonada… Y su comida lista cuando regresa de trabajar… Se va desde la mañana y regresa por la noche… Los fines de semana se la pasa con la novia… Me duele la pierna… Me duele la mano… Estoy esperando la cita en el Seguro… Mi hijo me regaña si ando en la calle… Ahorita porque me di una escapada para venir a saludarlas en lo que llega”.

Acepto que hasta yo me cansé de escuchar lo mismo en varias ocasiones mientras comía. Y al igual que a don Moi, pregunté a las propietarias. “Es la soledad que la hace moverse en los círculos de su vida y de ahí no sale”, respondió una de ellas. “Su hijo le hace muchas groserías”, agregó la otra, “al principio en sus pláticas se lo intentamos decir, las cosas que no veíamos bien. Pero Martita siempre lo justifica porque es el único hijo que le queda y el que la mantiene, porque está acostumbrada a que todo funcione así. Por eso ya mejor no nos metemos, solo la escuchamos y dejamos que hable, aunque siempre sea de lo mismo. Ni modo que la corramos”.

No, don Víctor y doña Martita no son los únicos; también esta don Gus. En la Tlapalería “El cerrojo” es fácil encontrarle: un hombre de 70 y tantos años, alto, obeso, desaliñado, quien pasa ahí todas las mañanas cerca del mediodía durante un par de horas (o más) para platicarle a Manuel, el propietario. Sentado en bultos de cemento, bastón en mano, es fácil reconocer cuando ha llegado pues sus pantalones huelen invariablemente a orina y el tufo llega a dos metros de distancia ¿Cómo explicar esto, además de ser evidente un problema de salud por incontinencia? ¿Maltrato? ¿Olvido familiar? ¿Necedad de él?

Detrás del mostrador Manuel, recargado de codos sobre el cristal, le escucha con la mirada perdida, con su cabeza en otra cosa, entre monosílabos de “sí… ¿en serio?... ¿y luego?... ajá… Mmmm”. No, tampoco es grosero ni le corre pese al desagradable olor que don Gus despide; quizás porque ya se acostumbró a este. O porque sabe que, si le pidiera retirarse, otro adulto mayor llegará después pidiendo a gritos mudos, un poco de atención.

fmma