KRAUZE

¿Pelearon Krauze, Aguilar Camín, Florescano, Carmen Moreno y Arnaldo Córdova?

Entre los grandes historiadores hubo polémica por la influencia de las revistas Nexos y Vuelta, ambas parte de la arena intelectual

Enrique Krauze
Enrique KrauzeCréditos: Cuartoscuro
Escrito en NACIÓN el

Enrique Krauze acaba de celebrar 75 años de vida. Con este gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador ha enfrentado una etapa de señalamientos y acusaciones desde Palacio Nacional, o como dice el periodista Roberto Rock, de plano lo combate. Pero Krauze tiene la piel curtida porque en el pasado ha sostenido polémicas y debates, de altura, con personajes como Héctor Aguilar Camín, Enrique Florescano, Adolfo Gilly y Arnaldo Córdova.

En Spinoza en el Parque México, su más reciente libro, Enrique Krauze describe pasajes de su vida. En el verano de 2015 llegó a México su amigo el escritor José María Lassalle y le expresó su intención de escribir la biografía intelectual de Krauze, lo que sorprendió al historiador y le expuso sus dudas de una empresa semejante.

Lo que comenzó como simples conversaciones en el estudio de Krauze en la calle de Ámsterdam, en la colonia Condesa, le siguieron muchas pláticas a lo largo de los años. Y de ahí nació el libro Spinoza en el Parque México.

Es un recorrido sinuoso, tortuoso a veces, por la vida de Krauze. Pero, como decía Gabriel García Márquez, hay que vivir para contarla.

Habla de cómo mutó el ingeniero al historiador, el movimiento estudiantil, los filósofos de la familia, el editor. La vida en Plural, la mítica revista, también de Vuelta y, como se sabe, lo que fue trabajar con Octavio Paz, el poeta y premio Nobel.

Describe su visión de las dictaduras, las sangrientas del sur del continente americano. Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato, Mario Vargas Llosa, Guillermo Cabrera Infante, Hannah Arendt, Rusia, el mesianismo. Habla del valor de la libertad y su modesta utopía.

Una pincelada de sus primeros años los cuenta así:

“Yo nací en 1947, apenas dos años después del fin de la guerra. Parte de mi familia fue aniquilada por los nazis, entre ellos una bisabuela materna llamada Perla y mi bisabuelo paterno Miguel. Junto con ellos, varios tíos abuelos. El caso de Perla fue tristísimo porque, habiéndose establecido en Filadelfia con cuatro de sus hijas, en 1939 regresó a su natal Bialystok para cuidar a otra hija suya, enferma de parálisis. Madre e hija murieron seguramente en Treblinka. Un tío abuelo, su esposa e hijos sobrevivieron de milagro porque fueron deportados a Siberia. Después de la guerra vivieron refugiados en Alemania y finalmente llegaron a Montreal en 1948, donde desde 1924 vivía Moisés, otro hermano de mi abuelo. Logré entrevistarlos hacia 1963, cuando los visité por primera vez. De todos, los que se salvaron y los que no, conservo los retratos y trozos de sus vidas que he ido reconstruyendo poco a poco, zurciéndolos como haría un sastre con una tela desgarrada de la que solo quedan fragmentos. Te doy solo un dato: soy sobrino de la mujer tatuada en un brazo con el número 74,733. Se llama Dora Reym y comenzó a narrarme su historia ese mismo año de 1963, en Nueva York. Fue una auténtica heroína. Acaba de cumplir los cien años. Ella misma contó su historia en unas memorias inéditas. Su hija Mira, que sobrevivió cobijada dos años por una familia polaca, disfrazada con el pelo teñido de rubio, filmó hace años un documental sobre ella titulado Diamonds in the Snow. ¿Por qué el título? Porque un día en Auschwitz mi tía tuvo que cambiar un diamante por un pedazo de pan”.

En el capítulo Polémicas, Enrique Krauze relata como Gabriel Zaid protagonizaba auténticas reyertas intelectuales en las páginas de revistas y periódicos, algunos escalaban a medios internacionales.

En la página 406, Krauze narra algunas discrepancias. “Mi crítica se concentró en los ensayos de Enrique Florescano, Héctor Aguilar Camín, Adolfo Gilly y Arnaldo Córdova. Los cuatro eran buenos historiadores, pero concluí que incurrían en una politización indebida de la historia y me propuse comprobarlo”.

En sus reflexiones, Krauze pensaba que “el Poder Ejecutivo ha tenido un peso excesivo en la vida de México. Yo no estaba en contra de historiar la política. Estaba en contra de politizar la historia”.

En el relato, Krauze describe cómo el periodista Fernando Benítez le advirtió “te van a destruir”. ¿Qué hicieron? Recuerda que Florescano y su esposa, Alejandra Moreno Toscano, quien actualmente es subsecretaria de Relaciones Exteriores, organizaron un encuentro de historiadores, convocaron a mesas redondas en un teatro al sur de la Ciudad de México.

“Sintiéndose ofendidos, invitaron a los autores, y me invitaron a mí. Yo hablé en la segunda mesa, brevemente, pero quien consumaría el acto era Florescano, a quien su esposa le dio la palabra final. Leyó una refutación llena de injurias (contra Krauze). Alejandra dio por terminado el acto, pero yo levanté la mano. Y el público le reclamó. Debía darme la palabra. Yo solo recuerdo haber dicho que no quitaba una coma de mi texto. Y siguió la polémica por escrito, que fue la primera de mi vida”.

A la pregunta de por qué no lo invitaron a participar en el libro del que derivó la mesa de la confrontación, Krauze respondió que no sabe y que nunca los había insultado ni atacado. Se inquirió a sí mismo si acaso les incomodaba su rol de empresario, pero que quienes conocían las tribulaciones de sus pequeñas empresas no podían envidiarlo. “Lo más probable es que vieran a Vuelta como el enemigo. Vuelta era una empresa cultural independiente; Nexos, no”.

Boris Alexánder Caballero Escorcia, candidato a doctor en Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma Metropolitana de Xochimilco, describió en Hegemonía cultural disputada en México. Las revistas Nexos y Vuelta enfrentadas (1990-1992), parte de esta historia de choque intelectual.

En la introducción, Caballero Escorcia describe la “transformación que sufre el discurso político de la nación mexicana en el último tercio del siglo XX y su relación con la modificación en las orientaciones y sentidos de los contenidos de enseñanza de historia nacional en México. En este cambio del discurso político sobre el pasado que opera en la década de los ochenta y noventa los intelectuales juegan un papel fundamental en la conformación de una transformación del discurso oficial sobre la nación, el Estado y la historia nacional”.

Y añade: “De esta manera, el debate suscitado entre febrero y abril de 1992, en torno a la organización del Coloquio de Invierno por los intelectuales nucleados alrededor de dos revistas destacadas del campo intelectual mexicano a principios de la década de los noventa, marcó la evidencia de la ocurrencia de cambios fundamentales en las relaciones entre la cultura y el Estado”.

Por un lado, expuso, “la revista Vuelta, dirigida por Octavio Paz, y, por el otro, la revista Nexos, dirigida por Héctor Aguilar Camín, van a enfrentarse por el control sobre el campo y la influencia en las políticas culturales. Respondían ambas revistas a una tradición, entonces aún instalada, de tipo corporativista donde el Estado cobija la actividad intelectual y le da sustento para controlarla, utiliza mecanismos que neutralizan su potencial crítico para el establecimiento mediante la incorporación de intelectuales al campo de la función pública o mediante el apoyo y subvención de actividades culturales de interés para los intelectuales”.

Para Caballero, “este papel tradicionalmente corporativista del Estado mexicano cambiará en el contexto neoliberal, y tanto Nexos como Vuelta van a adaptarse a estos cambios y ubicarse de manera privilegiada como intermediadores entre el sistema político y el campo cultural mexicano en la búsqueda de legitimidad del poder en un momento de crisis que, además, implicaba cambios y trasformaciones”.

Roberto Rock señala que hay quienes toman distancia de Krauze, pero quienes han decidido no criticarlo sino combatirlo, como es el caso de Andrés Manuel López Obrador, al final “creo que el tiempo otorgará con elegancia la razón a Krauze”.