Main logo

Conoce las fotos prohibidas del Altiplano, a donde llevaron a Caro Quintero

El Penal del Altiplano fue burlado por Joaquín El Chapo Guzmán la noche del sábado 11 de julio de 2015; en el lugar fue ingresado Rafael Caro Quintero

Por
Escrito en NACIÓN el

El pasado 15 de julio fue ingresado al  Penal del Altiplano, Rafael Caro Quintero, conocido como el Narco de narcos, lugar de donde hace siete años escapó otro capo de la droga, Joaquín Guzmán Loera, "El Chapo".

El Centro de Readaptación Social Número 1, ubicado en Almoloya de Juárez, Estado de México, fue construido entre 1988 y 1990, pero recibió sus primeros reclusos hasta noviembre de 1991. 

El viernes pasado a las 22:42 , en medio de un fuerte operativo implementado por la Guardia Nacional y la Marina, Caro Quintero ingresó al penal de máxima seguridad y será en este lugar donde quedará enterado de su situación jurídica.

Al mismo penal fue ingresado Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, el 22 de febrero de 2014 y la noche del sábado 11 de julio de 2015 a las 20:52 horas con 19 segundos escapó del lugar. 

La vista aérea del penal muestra una figura rectangular rodeada de áreas verdes, en tiempos de lluvias, porque cuando la sequía aprieta se levantan grandes polvaredas. A principios de los años 90 del siglo pasado la zona no tenía muchas casas alrededor, pero con la llegada de juzgados y trabajadores llegaron negocios y casuchas.

Una de ellas fue el escenario perfecto para iniciar una excavación de entre 13 y 19 metros de profundidad a mil 125 metros de distancia de la celda número 20 del penal de máxima seguridad. Quien podía sospechar de unos aparentes humildes campesinos, que en realidad cubrían la labor de ingenieros, topógrafos y arquitectos que construyeron un túnel con un riel por donde circuló una motocicleta durante meses. Con paciencia sacaron toneladas de tierra que fueron aventando en el patio de esa casucha. 

Cuatro días después de la segunda fuga del Chapo -porque en el 2000 se le fue del penal de Puente Grande a Alejandro Gertz Manero, hoy fiscal general y entonces secretario de Seguridad Pública en el sexenio de Vicente Fox- un grupo de funcionarios y legisladores ingresaron a una especie de “chapotour”. Uno de ellos fue Alejandro Encinas, hoy subsecretario de Gobernación del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador.

LA CELDA DEL CHAPO GUZMÁN

Ingresar normalmente hasta la celda numero 20 requería cruzar 18 exclusas. Ninguna se abre si antes no se cierra la anterior. Hay cámaras que, desde un centro de mando un poco vetusto, vigilan cada movimiento. De hecho, en ese tipo de cárceles tratan de evitar que reos con probada capacidad de organización puedan estar juntos, platicar, por el riesgo de que armen cualquier cosa.


Eso no fue necesario con El Chapo. En una crónica publicada el 16 de julio de 2015, en El Universal, Mario Cárdenas Guillén -hermano de Osiel, ambos cabezas del Cártel del Golfo- relató que “uno se pone los audífonos, no oí nada. Por esos días creo que andaban impermeabilizando”. Dicho lo anterior se recostó de nuevo y se colocó otra vez sus audífonos, su propia evasión.

El Chapo escapó en el día 504 de su reclusión. El espacio donde estuvo ese lapso tenía apenas una cama de piedra, con una colchoneta encima. La mesa y el banco para sentarse son de piedra. En una de las esquinas estaba la cámara que tenía un punto ciego, detrás de un pequeño muro de cemento que servía de espacio para la ducha. Por ahí se fugó el hombre que hoy es juzgado por las cortes estadounidenses.

Retirar el trozo de piso fue fácil para alguien experimentado. Le hicieron un corte preciso y se dieron el lujo de dejarlo recargado. “Es increíble, así lo dije cuando me informaron el sábado, el día de la fuga”, dijo Monte Alejandro Rubido, comisionado Nacional de Seguridad a los legisladores. ¿Nadie escuchó el taladro? ¿O convenientemente lo confundieron con un proceso de remodelación del penal?

EL ALTIPLANO, UN PENAL DE MÁXIMA SEGURIDAD… Y MÁXIMOS PROBLEMAS

En noviembre de 2015 el gobierno del entonces presidente Enrique Peña Nieto solicitó recursos a la Secretaría de Hacienda para darle viabilidad al penal de El Altiplano hasta el año 2037.


El tímido diagnóstico admitía:

“Se mejorarán las condiciones de gobernabilidad, es decir, mejorará la aplicación de la normatividad que rige al Centro, subsanándose las deficiencias en el respeto al debido proceso en la imposición de sanciones interdisciplinarias; se fortalecerá la profesionalización del personal de seguridad y custodia; se disminuirán el autogobierno, las actividades ilícitas, la extorsión y los sobornos que pudieran existir; se orientarán más esfuerzos a la desaparición de objetos y sustancias prohibidas; así como el incremento de la capacitación del personal penitenciario, para que se conduzcan en términos de ética, con formación especializada y de calidad basada en estándares internacionales de actuación. Adicional a los beneficios anteriores, no puede dejar de mencionarse la renovación del CEFERESO que proporcione mayor seguridad para disminuir la operación delictiva”.

EL INTERIOR DE EL ALTIPLANO

En una incursión autorizada en mayo de 2003 por el célebre doctor Carlos Tornero, una leyenda ya fallecida en el mundo de los penales mexicanos, sirvió para conocer que cuando se construyó esta prisión se pensó en colocar cables cruzados en los espacios abiertos para evitar lo que Marcos Kaplan logró en 1971 en Lecumberri: escapar en un helicóptero.

En La Palma, en aquellos primeros años de este siglo, se pudo constatar cómo algunos peligrosos reos eran voraces lectores. Oliverio Chávez Araujo, por ejemplo, en nueve años había leído 400 libros, varios de ellos novelas de Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez o de filosofía. En sus estantes se pudo ver La reina del sur, de Arturo Pérez-Reverte, que cuenta la historia de una famosa mujer narcotraficante.

Adentro el aire huele distinto. En los días de invierno hace un frío espantoso. Recorrer sus pasillos sin ser parte de la comunidad es entre miradas escrutadoras, amenazantes o suplicantes. En aquella ocasión el subdirector del penal, Juan Francisco Flores, fue el guía. Fue llamativo que con claves, señas y credencial en mano fue abriendo decenas de rejas.

De aquel recorrido de 2003 queda el recuerdo de cómo, desde la torre de control, se apreciaba una división cuadrangular del penal, con ocho módulos de un lado, y el área de gobierno y talleres en el opuesto. 

En esa ocasión, el reo 705, de piel morena, sin rasurar y la quijada un poco chueca, se acercó a los visitantes. “Desde el viernes he pedido que me lleven al doctor (es lunes). Ya no aguanto el dolor de muela, vea”, y abre levemente la boca donde se ve más que un molar destrozado y la pestilencia que sale de la oquedad.

En la cancha de basquetbol unos hombres jugaban. Otros fortalecían sus músculos con ejercicios en solitario. Se les notaba que era práctica cotidiana. Las celdas visitadas eran de dos metros por tres, con camas como las describía Cuco Sánchez: de piedra. El excusado a la vista de todos.

Salvo algunos pasillos donde había basura tirada, en general había limpieza. La cocina, por ejemplo, tenía grandes cacerolas que lucían limpias, casi nuevas. El olor no era desagradable y los alimentos tenían la sazón de un restaurante normal.

¿CÓMO CAMBIÓ EL ALTIPLANO, CUANDO SE FUGÓ EL CHAPO?

¿Qué cambió con los años? Al parecer poco. Tras la fuga de El Chapo el recorrido fue muy semejante al de 15 años atrás. Las imágenes que hoy muestra La Silla Rota por vez primera fueron tomadas días después de la fuga del líder del Cártel de Sinaloa.

Al ingreso, por ser diputados y senadores, no conocieron la vergüenza de las revisiones humillantes que incluyen desde un escáner hasta bajarse los pantalones a las rodillas, sacudirse la ropa interior, quitarse los zapatos. Hace años se denunciaron vejaciones, abusos. Se relataron cómo usaban perros para doblegar al más rudo con hocicos babeantes y colmillos feroces. Se divulgaron videos donde se veía a los reos teniendo sexo, como reveló en televisión el periodista Ciro Gómez Leyva.

La celda del Chapo tenía una pequeña ventana cuya vista, trepándose a la cama, dejaba ver un pedazo de muro gris con una malla y al fondo el cielo medio nublado. Dentro, había una oquedad con un foco encendido donde el narco guardaba trozos de tortilla que con esa luz se iban convirtiendo en totopos. 

También tenía un colgador de ropa de tres ganchos. Los muros, tanto de la celda como de los pasillos, eran iguales que a inicios del siglo: pintados de blanco con pisos de cemento gris.

¿Qué más habría cambiado? En 2003 no fue posible conocer el área desde donde vigilan las pantallas de televisión lucía avejentada para cuando se fugó El Chapo. Quizá modernas en 1991 cuando comenzó su vida útil, pero con el tiempo con equipo obsoleto.

El documento oficial referido, de noviembre de 2015, añadía: 

“El inmueble y sus instalaciones datan de hace más de dos décadas de operación continua, brindando mayor confiabilidad y seguridad y evitando perder espacios para internos por la falta de mantenimiento al inmueble. Actualmente, el CEFERESO No. 1 está funcionando, pero con deficiencias en sus áreas administrativas, áreas técnicas y áreas complementarias, ocasionando una operación que no llega al 100% de efectividad, motivado por una infraestructura insuficiente”.

Justo cuando ocurrió la fuga de El Chapo, la Secretaría de Gobernación (Segob) integró un informe en el que daba cuenta de la propiedad de 313 bienes inmuebles en todo el país con un valor de 28 mil millones 698 millones 416 mil 512 pesos. El penal del Altiplano estaba valuado en 635 millones 77 mil 309 pesos.


El Centro Federal de Readaptación Social (Cefereso) número 9, ubicado en Ciudad Juárez, Chihuahua y a donde encarcelaron a Guzmán Loera antes de ser extraditado a Estados Unidos, fue cotizado en 350 millones 292 mil 1 pesos con 20 centavos.

¿QUÉ SUCEDIÓ LA NOCHE DE LA FUGA DE EL CHAPO?

¿Qué pasó ese día que se escapó El Chapo? Por ejemplo, según autoridades, no cambiaron a El Chapo de la celda 20 de la sección de máxima seguridad porque solo esa tenía dos cámaras de videovigilancia, una dentro de la celda -como se ve en la imagen- y una más justo enfrente.

El “código rojo” se detonó al detectar que era anormal el tiempo transcurrido tras el pequeño muro para ducharse en privacidad. Pero el tiempo suficiente para la huida.

Ese día del escape Joaquín Guzmán Loera comió sus alimentos y tomó los medicamentos que tenía prescritos. No había nada extraordinario en su comportamiento.

Los movimientos de El Chapo fueron normales hasta cuando desapareció de la visión de ambas cámaras. Llegaron a pensar, erróneamente, que lavaba su ropa… y no era así, el boquete ya estaba hecho y estaba bajando la escalera para treparse en la motocicleta con rieles. La electricidad para todo ello la obtenían de una planta generadora muy bien colocada para evitar ruidos y vibraciones.

La celda 20 está a unos 25 metros de distancia del módulo de seguridad con dos guardias dentro de un cubículo de cristal blindado.

Encinas incluso hizo notar el grosor del piso de cemento vulnerado con precisión milimétrica: menos de 10 centímetros. Los ingenieros pensaron en Kaplan, pero no en El señor de los túneles, Joaquín Guzmán Loera.

Los platos de El Chapo estaban colocados de forma vertical y las cobijas un poco desacomodadas, y a un lado una pequeña televisión.

El paseo por el túnel donde huyó el capo era húmedo en exceso, hacía sudar. Además, de inmediato se sentía la falta de oxígeno, si el grupo de personas dentro era grande. ¿Cómo hicieron para taladrar un kilómetro, sacar escombros, generar humo y llegar hasta la celda de Guzmán Loera? ¿Quién les facilitó los planos para una obra milimétrica?

En el túnel había rastros de bombillas rotas, un pequeño cuchillo y algunos implementos para picar piedra.

Según las autoridades, con los planes de reacondicionamiento tiene una vida útil hasta el año 2037, pero las imágenes aquí mostradas de su interior es muy probable que no cambien.