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“A los 12 años ya saben matar”: ¿Cómo se hace un niño en sicario?

En el libro “Un sicario en cada hijo te dio”, se pone sobre la mesa cuatro principales razones que tientan a menores de edad a sumarse a las filas del crimen

Escrito en NACIÓN el

Damián tenía seis años cuando su madre lo vendió a una señora que alquilaba niños para mendigar, comenzó a vivir en la basura dónde “halconeaba” para una banda de robachicos, hasta que fue arropado por “Los Zetas”, comenzó vendiendo droga, terminó secuestrando, asesinando y disolviendo en ácido a sus víctimas. Ya era un sicario experimentado a los 14 años.

Este es uno de los casos evidenciados en el libro “Un sicario en cada hijo te dio”, una investigación interdisciplinaria realizada por Saskia Niño de Rivera, Mercedes Castañeda, Fernanda Dorantes y Mercedes Llamas que busca explicar la compleja problemática de los niños sicarios en el país.

EL PERFIL DE UN NIÑO SICARIO

En entrevista con La Silla Rota, Mercedes Llamas pone sobre la mesa cuatro principales razones que tientan a los menores de edad a sumarse a las filas del crimen.

Primero, la autora señala que existe una violación sistemática de los derechos humanos por parte del gobierno en contra de los niños, misma que los pone vulnerables: “Si la familia no le da (un sano desarrollo), el gobierno es el encargado (de darlo)”.

Llamas expone el caso de Damián, quien no contaba con nombre, identidad, acta de nacimiento, ni familia, su salud física y mental estaban comprometidas, nunca se le dio un sano desarrollo, ahí es cuando el gobierno se mostró ausente y su lugar fue tomado por el narcotráfico.

El segundo factor es el entorno criminógeno, es decir, el ambiente cooptado por el crimen en el que se encuentra un menor. “Hay zonas específicas en donde las familias completas se dedican a delinquir, en donde es algo habitual”, señala Llamas.

Otra de las razones, señala Mercedes, es una muy marcada marginación social y falta de oportunidades, “esto hace que los menores encuentren en el crimen la posibilidad de cubrir ciertas necesidad económicas y emocionales que no puedan cubrir de otra forma”.

Mercedes Llamas menciona la “actitud procriminal” como otro de los factores que convierten a un niño en sicario, se trata de la atención que el menor tiene a ciertas características de lo criminal.

NARCOSERIES

La “actitud procriminal”, señala la autora, tiene tres vertientes: la admiración a los delincuentes, la racionalización de sus conductas y el rechazo a la autoridad.

“Esto lo vemos en los niños que les preguntan ‘¿qué quieres ser de grande?’ y responden ‘Quiero ser narcotraficante’. Esta admiración que ven en el narcotraficante que llega al pueblo, trae ‘camionetones’, ‘mujerones’ y todo el dinero del mundo”, dice Llamas sobre la primera vertiente que, añade, también es motivada por las “narcoseries”.

Sobre la racionalización de conductas, Mercedes explica que se trata de la justificación de los menores por sus actos: “Empiezan a decir ‘estoy haciendo esto porque si no, no puedo ganar esta cantidad de dinero’, es ponerte pretextos, justificarte”.

En cuanto al rechazo a la autoridad, la autora señala que es más natural; sin embargo, en los niños sicarios se ven más afectados porque se dan cuenta que son parte del crimen: “cómo le voy a pedir a un adolescente que tenga una actitud distinta a la autoridad, si lo único que ve es a criminal con placa”.

“Todo esto se conjunta y hace que los niños a los 8 años digan ‘esta es mi salida’ o ‘no tengo otra salida’[...] y a los 12 años ya saben matar”, sentencia Mercedes Llamas 

EN LA MIRA DE LOS CÁRTELES

Los cárteles ven en los menores una oportunidad de engrosar sus filas por diversas razones, explica Llamas, de las cuales destaca tres, primero porque son mano de obra barata.

“Los niños salen más económicos, mucho más fácil pagarle 30 mil pesos a un niño sicario que a un adulto que exigiría un poco más”, menciona la autora.

La segunda razón es porque los menores son más maleables: “En los entrenamientos de los cárteles en la sierra, a los niños se les da a un perrito, lo tienen que cuidar por un mes y al final de mes tienen que matarlo. A un adulto le costaría más trabajo, al niño también le costaría pero se va endureciendo más rápido, va perdiendo la noción entre el bien y el mal”.

Finalmente, las endebles medidas legales contra los menores. Mercedes explica que México, como en la mayoría de los países, a los niños menores de 14 años no se les puede privar de su libertad sin importar el crimen que cometan, es una legislación benigna y garante de Derechos Humanos.

Sin embargo, debe de existir un acompañamiento del menor que evite que cometa de nuevo el crimen, hecho que en México -a diferencia de otros países- no sucede.

“Un menor de 14 años puede matar las veces que sea en México y no va a ser metido en un centro de internamiento, esto es positivo porque el impacto que puede tener un menor en prisión es demasiado fuerte, pero en otros países llevan medidas muy fuertes de acompañamiento para que el menor no vuelva a hacerlo, en México se le deja a la deriva”.

LA BATALLA POR LA REINSERCIÓN

Mercedes Llamas sostiene que cada uno de los menores que viven en las entrañas del narcotráfico pueden ser reinsertados socialmente de manera funcional, sin embargo, el gobierno y la misma sociedad es quienes no lo permiten.

“Nosotros no dudamos ni un segundo que la reinserción social individual es posible, pero cuando regresa a las mismas condiciones desfavorables, tanto de sociedad como de gobierno, es cuando se compromete la reinserción”, lamenta.

El inicio de la solución, dice, es la creación de políticas públicas, más no medidas clientelares que terminan siendo contraproducentes para los beneficiarios, como lo son las implementadas por el presidente Andrés Manuel López Obrador.

“Una política asistencial nunca resulte el problema, en lugar de darle el pez, enséñale a pescar [...] le está dando peces, sin enseñar a pescar, no resuelve el problema de raíz, causa más daño a la larga, cuando se acabe el sexenio, la ayuda se acaba y no se le dio las herramientas o capacidades para salir adelante por sí mismo”.

LAS CONSECUENCIAS

Si el niño sicario no muere tras tres años de estar dentro de un cártel -su tiempo de vida promedio-, generan un “trauma complejo”, dice Mercedes, que tiene más repercusiones negativas que el estrés postraumático que viven los veteranos de guerra.

Llamas explica que el trauma complejo es tan grave que provoca lesiones estructurales en el cerebro, se ve “mal formado”, explica.

En consecuencia, el menor genera problemas emocionales, de lenguaje, conductas autodestructivas, dificultades de atención, planeación, comprensión y autoconcepto.

“Dejar que los menores vivan estos traumas, dejará consecuencias futuras mucho más fuertes que las de un adulto, es de urgencia nacional que rescatemos a estos niños”.