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Masacre en Walmart: el ambiente tóxico que enluta a El Paso y Juárez

Algunos comparan el hecho con los atentados terroristas del 11 de septiembre, pero focalizado en los hispanos

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Cuando Donald Trump visite este miércoles El Paso, Texas, quizás no encuentre el mejor de los escenarios para continuar con su campaña de reelección a presidente de Estados Unidos, ni el más idóneo de los escenarios para repetir el discurso que ha repetido durante los últimos años.

El sábado 3 agosto pasado, Patrick Criusus, de 21, lideró su propia guerra contra lo que llamó “la invasión hispana de Texas”: asesinó a 22 personas, entre ellas 8 mexicanos, e hirió a 27 más.

Es por ello, que el presidente de la principal organización latina en el país acusó a Trump de tener “sangre en sus manos”.

“Cuando alguien dice: ‘Vete al país de donde viniste’, ‘Construyamos un muro’, que los latinos son ‘violadores y asesinos’ ...se crea un ambiente tóxico que inspira a personas mentalmente inestables para cometer crímenes horrendos”, dijo Domingo García, presidente de Lulac durante una rueda de prensa transmitida vía Facebook.

“Presidente Trump: usted tiene que tener un sentido de la decencia (...) Estamos aquí en contra del odio y de que los latinos sean utilizados como piñatas políticas”.

En un mitin en Florida el pasado mes de mayo, hablando de la inmigración hispana, el presidente preguntó a la multitud: “¿Cómo paras a esta gente?”. Cuando una persona del público gritó “¡Disparémosles!”, el presidente se rió.

La Casa Blanca confirmó este martes que el presidente visitará El Paso y Dayton (Ohio), donde 13 horas después de la matanza en el Walmart, otro individuo mató a 9 personas. “Tratará de ayudar a cicatrizar las heridas en las comunidades, se reunirá con los heridos, los familiares. Se reunirá con las fuerzas de seguridad y los profesionales médicos. Dará las gracias a los servicios de emergencia”, explicó la consejera Kellyanne Conway.

Ambas ciudades no sólo comparten el idioma, que es el español incluso del lado estadounidense, sino también muchas costumbres, gente, familias, empleos y una relación comercial bastante íntima, ya que 86% de la derrama económica de El Paso proviene de Ciudad Juárez, y al mismo tiempo México cuenta con cerca de 1,000 fábricas y empresas que resguardan la mayoría de los empleos de las familias de ambas ciudades.

Los recientes amagos de Trump en respuesta a la crisis de migrantes pusieron en jaque el tráfico comercial en esta frontera y trastocó la dinámica cotidiana de unos 20 mil fronterizos que se trasladan caminando y a otros 39 mil más que viajan en vehículo entre ambos lados de la frontera, de acuerdo a estimaciones oficiales con base a datos de agencias de Estados Unidos.

Las dos ciudades juntas tienen más de dos millones de habitantes. A pesar de que Ciudad Juárez tiene una mayor cantidad de habitantes, El Paso ocupa una mayor superficie pues su territorio se está más disperso y el de Juárez está más concentrado. El centro de ambas ciudades está en la parte central sino a la orillas de las mismas muy cerca de la frontera internacional. La  principal calle del centro de Ciudad Juárez, la calle Juárez, se transforma en El Paso Street una vez pasado el límite internacional y este también es el centro de la ciudad  estadounidense.

UN WALMART TÍPICO

La tienda Walmart era una versión del Estados Unidos típico en la frontera: una gran cantidad de familias mexico-estadounidenses de El Paso se congregaban en la megatienda casi a diario para comprar abarrotes baratos y, hacia el final del verano, útiles escolares.

Casi con la misma frecuencia, familias mexicanas cruzaban el puente internacional en auto para comprar televisores más baratos, cajas de pañales y ropa en descuento. Era una de las diez tiendas más concurridas de la empresa en Estados Unidos: un analista dijo que la mayoría de las grandes tiendas de su tipo reúnen en promedio a 14 mil clientes por semana; el Walmart de El Paso recibía a 65,000 personas.

En sus mostradores se almacenaban las camisetas de la selección de futbol mexicana, latas de chiles y salsa y banderas mexicanas, exhibidas debajo de las de Estados Unidos y Texas. El personal de la farmacia era completamente bilingüe. “Realmente se siente como una tienda de las Naciones Unidas”, dijo Burt P. Flickinger III, un consultor en ventas minoristas que ha visitado y estudiado el Walmart de El Paso.

Esta es la frontera tal como se vive día a día, lejos del candente debate nacional en torno a la inmigración: los niños cruzan de ida y vuelta para ir a la escuela; otros vienen por trabajo o de compras.

“Lo que me impactó más no es que fuera un tiroteo masivo, sino el motivo, el hecho de que específicamente se dirigió a mexicoestadounidenses e hispanos”, dijo Gilda Baeza Ortega, bibliotecaria de 67 años de la Universidad Western New Mexico que estaba en El Paso para visitar a sus padres. “Él vino aquí por nosotros”.

En todo el país, muchos latinos describieron la masacre del sábado como un momento similar al atentado del 11 de Septiembre. El anuncio que el FBI hizo el domingo 4 de agosto de que la investigación del tiroteo es por terrorismo interno, solo contribuyó a reforzar esa sensación, especialmente en una ciudad que es 80%  hispana.

“Este hombre anglo vino aquí a matar hispanos”, dijo el alguacil de El Paso, Richard Wiles. “Estoy indignado y ustedes deberían estar indignados también. La nación entera debería estar indignada. En este día y época, con todos los asuntos serios que encaramos, aún confrontamos a personas que se matan unas a otras por la única razón del color de su piel”.

Antes de que el ataque trastocara la normalidad en El Paso, el Walmart y el centro comercial a su alrededor atraían a muchas personas del otro lado de la frontera y a muchos residentes de El Paso que buscaban qué hacer la tarde del fin de semana. Gente de ambos lados de la frontera iba camino a un cine no muy lejos del Walmart, a comprar ropa de descuento en una tienda Ross Dress for Less cercana o se dirigían a la hora feliz del restaurante Hooters.

En la tienda, una de las más populares entre la comunidad en este sector de la frontera con México, estaba la promoción de "regreso a clases", con lo que en una de las entradas había grupos de niños que por tradición recaudan fondos para sus útiles escolares.

Cuando empezaron los disparos, se produjo la estampida. Algunos empleados y clientes del comercio se tiraron al suelo mientras otros corrían al interior a esconderse, como han aprendido en los simulacros.

"Yo pensé que eran cohetes o que se había caído algo, pero vi que venían muchos niños -más de diez- corre y corre, desesperados, y lloré y lloré; luego volvieron a sonar varios disparos más y lo que hice fue resguardarlos", recuerda Silvia Jacobo, que decora pasteles en la tienda y que se agita notablemente con solo contarlo de nuevo.

A Silvia Jacobo se le ha quedado grabada la escena de uno de los niños que recaudaba fondos para comprar material escolar que murió abatido a un lado de la sucursal bancaria situada junto a la entrada de la tienda por la que irrumpió el tirador.

"El niño Javier Rodríguez era del equipo de fútbol de mi sobrino. Y le tocó a él", dice la empleada del Walmart, dos de cuyas compañeras de trabajo resultaron heridas de bala.

Rocío Bibriescas, quien atendía la caja ocho en el momento en que entró el hombre disparando el fusil, cuenta que mientras corría para salvar la vida escuchaba las detonaciones de los tiros y pensaba que era como si adentro de Walmart hubiera una guerra.

"Hubo un momento en que quise tirarme a esconderme, pero tenía tanto miedo que no hallaba por dónde huir. Los impactos se escuchaban por todos lados. Eran muchos, parecía como si hubiera una guerra adentro. Fue muy feo", recuerda la mujer.

La cajera relata con tristeza que varios de los fallecidos eran clientes frecuentes, a quienes describe como amables y honestos.

"Me duele mucho que haya pasado esto, que mucha gente haya muerto, porque era gente de bien. Gente mayor y jóvenes", afirma.

El domingo la tienda seguía acordonada por la policía, que continuaba recolectando evidencia de la masacre. El estacionamiento seguía lleno, con los mismos autos que habían estado ahí desde antes de que empezara el tiroteo el día previo.

Una fila constante de autos pasaba por ahí, algunos con cámaras pegadas a las ventanas. Un hombre se acercó caminando, se detuvo en silencio por un momento, se persignó y se marchó.

Se improvisó un pequeño monumento conmemorativo cerca de una barrera de aluminio detrás de la tienda. Había algunos afiches —“El Paso es una familia”, decía uno— así como un osito de peluche, velas de oración y una imagen de la Virgen de Guadalupe.

Jessica Windham, de 35 años, dijo que lo visitó para que su hija de 2 años pudiera dejar flores mientras sus otros dos hijos miraban.

“Quise traer a los chicos para que comprendieran que estas son cosas que tenemos que hacer, porque estamos en un mundo en el que ellos no están seguros”, dijo Windham.

Con información de The New York Times, El País y EFE

JGM