El número de muertos en Tlatelolco el 2 de octubre de 1968 siempre será un enigma. Durante la madrugada del día 3, el Ejército se encargó de limpiar todo rastro de los cadáveres que yacían sobre la Plaza de las Tres Culturas.
Pese a que la cifra oficial, dada por el entonces director Federal de Seguridad, Fernando Gutiérrez Barrios, fue de 26 finados; de acuerdo con una autoridad militar del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, los alcanzados por las balas fueron 38 jóvenes, entre mujeres y hombres. Se suma la muerte de un niño de 12 años y cuatro soldados, para dar un total de 43 occisos.
“Yo ví los muertos tendidos en el piso”, escribe el general de división Javier Vázquez Félix a quien fuera regente del Distrito Federal cuando aconteció la matanza, Alfonso Corona del Rosal. “Inclusive tomé parte activa cuando fueron levantados”, agregó en su carta del 11 de noviembre de 1992.
Ello, en respuesta a un texto remitido por Corona del Rosal, quien preparaba un relato sobre los hechos, pues “como se han escrito tantas falsedades en libros, folletos, etc”, se propuso justificar “la actuación de los contingentes militares enviados para mantener el orden y que los asistentes se retiraran pacíficamente del lugar”, es decir, las inmediaciones del edificio de la Secretaría de Relaciones Exteriores a cargo de Antonio Carrillo.
“¿Vió usted (...) a los muertos durante el enfrentamiento que hubo debido a la agresión al ejército y con la probable participación de agitadores extranjeros? (...) sabiendo que usted presenció esos acontecimientos, le ruego decirme ¿cuántos muertos hubo? ¿los contó usted? ¿esos cadáveres eran de gentes jóvenes o también de adultos?”, solicitaba el ex mandatario capitalino.
No obstante, la cifra de abatimientos que se considera la más cercana a la real, incluso tomada en cuenta por Octavio Paz, es la rescatada por el corresponsal del diario británico The Guardian, John Rodda: 325 muertos, según integrantes del Consejo Nacional de Huelga (CNH).
(Alfonso Corona del Rosal. Foto: alfonsocoronadelrosal.mx)
DÍAZ ORDAZ, EL “GRAN PRESIDENTE”
La matanza estudiantil del 2 de octubre se dio bajo una firme convicción de evitar la proliferación del comunismo en el país, idea defendida -incluso terminado su sexenio- por el propio Gustavo Díaz Ordaz así como por integrantes de su gabinete y del Ejército mexicano, a través de muestras de lealtad para con el expresidente.
De ello da cuenta un intercambio de cartas entre Corona del Rosal y Antonio Carrillo Flores, titular de la SRE durante el mitin suscitado 10 días antes del arranque de la justa olímpica de la que México fue sede aquel año.
“Después de 68, contra lo que dicen gentes apasionadas, el país volvió a la tranquilidad (...) ‘Hay paz en los campos, en las ciudades y en las conciencias’”, escribió Carrillo el 25 de julio de 1979.
El escrito del exfuncionario fue respuesta a una carta remitida por Alfonso Corona, en la que -tal vez en tono de reclamo- comenta que varios reporteros lo abordaron el día del sepelio de Díaz Ordaz para cuestionarlo sobre declaraciones de que, “en relación con los sucesos de 1968, los que teníamos algo que decir acerca de ellos, éramos el señor Licenciado Luis Echeverría Alvarez (sic), el señor General Marcelino García Barragán (secretario de la Defensa Nacional de aquel momento) y yo”.
Por lo que hizo llegar a Carrillo una copia del número de la revista “Siempre” en la que aparece la entrevista “Octubre de 1968 visto, analizado y juzgado por Corona del Rosal”, realizada por un joven Joaquín López Dóriga.
Según el exregente del DF, dicha interviú “contiene la verdad de lo que a mí me consta acerca de acontecimientos que para todos fueron dolorosos; pero que no fueron originados por el gobierno mexicano”.
“Lo que yo quise decir el 15 del actual, aunque tal vez sin fortuna, pues los periodistas me asaltaron en la calle, fue que quienes por razón de su cargo podían aportar datos de primera mano eran los Secretarios de Gobernación, de la Defensa y el Jefe del Departamento del Distrito, que venían interviniendo en el conflicto desde antes de los sucesos del día 2”, reviró Antonio Carrillo.
Contestación en la que coincide: “quienes tuvimos el honor de ser miembros del gabinete de don Gustavo Díaz Ordaz (q.e.p.d) y seguimos en nuestros cargos hasta el 30 de noviembre de 1970” - antes de que Echeverría tomara las riendas del país- “nos solidarizamos políticamente con las decisiones de su gobierno, pues pudimos y debimos renunciar en caso contrario”.
Asimismo, al negar lo escrito por el periodista Manuel Buendía, quien afirmó que aquel 2 de octubre Carrillo se encontraba en sus oficinas de Tlatelolco, el excanciller precisó que su función luego del conflicto fue la de “rectificar al New York Times, que en su edición del día 3, en un reportaje sensacionalista y mal intencionado, dijo que el ejercito (sic) había iniciado los disparos en contra de una reunión de estudiantes y otras cosas peores”.
(Antonio Carrillo Flores. Foto: INAH)
Entre las reacciones internacionales que a Carrillo Flores le tocó atender, destaca la hecha al gobierno de Italia “que pidió ‘seguridades’ especiales para sus atletas, presionado por los diputados comunistas”.
“En cuanto al régimen que gobernó en el sexenio 1964 - 1970, siempre estaré listo (...) para dar a conocer los hechos en que participé que exalten y hagan justicia a la memoria de ese gran presidente, gran patriota y gran hombre que se llamó Gustavo Díaz Ordaz”, concluyó Carrillo.