CIUDAD DE MÉXICO.- En 2010 Rusia vivió los más grandes incendios forestales en sus registros, que fueron consecuencia de una severa sequía derivada del calentamiento global.
Alrededor de 55 mil personas murieron de consecuencias respiratorias por el humo de esos incendios, pero algo más sucedió meses después, recordó Gore.
Los incendios destruyeron las cosechas de grano en las zonas afectadas, y tanto Rusia como Ucrania dejaron de abastecer al mercado mundial, lo que generó una crisis alimentaria a nivel mundial.
También hubo disturbios en 60 países alrededor del mundo, con el significativo suceso de que en Túnez un vendedor de alimentos se inmoló y el video de su acción generó la Primavera Árabe, afirmó Gore.
Las últimas palabras de ese vendedor no fueron "abajo el tirano", sino "¿cómo voy a vivir?", sin embargo, la conexión entre crisis del clima e inestabilidad política sigue sin recibir la suficiente atención, se lamentó.
Gore, vicepresidente estadunidense de 1993 a 2001, participó este jueves en la isla surcoreana de Jeju en el seminario "Retos y oportunidades del desafío del clima", en el Forum de Jeju sobre Paz y Prosperidad.
Dijo que esa conexión existe también detrás de la actual guerra civil en Siria, ya que la sequía que vivió ese país de 2006 a 2016 destruyó 60 por ciento de todas las granjas sirias, y generó 1.5 millones de refugiados por el clima.
Cuando esos refugiados se sumaron a otro 1.5 millón de refugiados dejados por la guerra en Irak que habían llegado a Siria, la explosión social ocurrió, advirtió el Premio Nobel de la Paz 2007 por su trabajo contra el cambio climático.
Advirtió que el cambio climático también está causando pandemias como el Zika, pues las condiciones más cálidas favorecen a los gérmenes, microbios e insectos que portan los virus.
Muchos médicos en América del Sur y América Central recomiendan a las mujeres del área no embarazarse en los siguientes dos años hasta que el virus del Zika, que presuntamente afecta al feto, se encuentre bajo control, dijo.
Y eso debe de hacer sonar las alarmas, añadió, y se debe decir a nuestro corazón, no a nuestras cabezas, que quienes estamos a salvo tenemos obligaciones, un deber sagrado para las siguientes generaciones, concluyó.
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