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“Por favor, si ves una luz, no vayas hacia ella”, migrante hondureño a su hija moribunda

A Manuel lo detuvieron al cruzar ilegalmente a EU, su hija de 13 años, Heydi, ya lo esperaba en EU, pero perdió las esperanzas de volverlo a ver y trató de quitarse la vida

Escrito en MUNDO el

Fue alrededor de las 10:30 de una noche reciente cuando Heydi Gámez García, una inmigrante hondureña de 13 años, se encerró en una habitación y dijo que quería estar sola. Una hora y media después, su tía Zoila abrió la puerta para ofrecerle algo de comer.

Pero, la cama con sábanas azules y violetas estaba vacía. Zoila se asomó por la ventana y después vio hacia el clóset en el otro extremo de la habitación: ahí estaba Heydi, colgada del cable de un cargador de teléfono.

Estaba inconsciente y al borde de la muerte. Heydi se había deprimido mucho porque su padre estaba detenido desde principios de junio cuando lo atraparon cruzando ilegalmente la frontera sur.

Era su tercer intento en cuatro años para llegar a Estados Unidos y reunirse con su única hija, que vivía con sus hermanas en Nueva York. Pero los días se convirtieron en semanas y los familiares dicen que cuando pasó más de un mes sin que lo liberaran, la niña empezó a perder las esperanzas de volver a ver a su padre, lo extrañaba.

A las 0:36 de la madrugada del 3 de julio, la policía respondió a una llamada al 911 desde la casa de Zoila, donde los médicos trataron de resucitar a Heydi. La trasladaron al centro médico infantil de Cohen en New Hyde Park, donde los médicos determinaron que estaba “neurológicamente devastada”. Una semana después, declararon que tenía muerte cerebral.

“Heydi estaba tan emocionada cuando le dijo que iba a venir. Creo que la idea de que su papá estuviera aquí era como un refugio para ella”, dijo Erika Estrada, de 25 años, que conocía a Heydi de la Iglesia del Evangelio del Tabernáculo en Brentwood.

La madre de Heydi abandonó a la familia cuando apenas tenía dos meses de nacida; sus abuelos, que la criaron en Honduras, murieron y la inestabilidad, combinada con la falta de oportunidades, llevó a Manuel Gámez a mandar primero a su hija Heydi a los Estados Unidos, en el verano de 2015, y decidió quedarse en Honduras en caso de que la devolvieran en la frontera. El 25 de septiembre de 2015, después de casi dos meses en un albergue para menores migrantes, la niña de 9 años llegó al aeropuerto La Guardia; Zoila la siguió meses después.

Rodeada de siete primos de su edad, Heydi se adaptó bien a la vida en Estados Unidos, dicen sus tías y primos. En medio año aprendió inglés y a través de videollamadas casi diarias con su papá en Honduras, lo animaba a su papá a practicar. Tenía que prepararse para vivir con ella, dijo Gámez, quien le aseguró a su hija que llegaría pronto.

Cuando Heydi cumplió 13 años, en marzo, Gámez le prometió que estaría con ella cuando cumpliera 15 y celebrarían su quinceañera. Pero, al sentir su creciente desaliento, le dijo que intentaría cruzar la frontera en junio.

Los dos empezaron a hacer planes para pasar su primer verano juntos en los Estados Unidos: irían al centro comercial, al parque, a la pequeña playa en Bay Shore Marina.

Desde Reynosa, México, a principios de junio, Gámez llamó a Heydi y le dijo que casi estaba en los Estados Unidos. Tal vez no pudieran hablar en los próximos días, le advirtió, pero la vería pronto.

Gámez nunca tuvo la oportunidad de llamarla desde el otro lado de la frontera. Después de ingresar ilegalmente a los Estados Unidos fue capturado por agentes de la Patrulla Fronteriza que lo volvieron a detener. Cuando Heydi supo que su papá estaba bajo custodia, rompió a llorar. Durante días, dijeron sus tías, no quería salir de su habitación y perdió el apetito.

El 13 de julio, finalmente el Servicio de Inmigración y Aduanas aceptó una solicitud de Romero, el abogado de Gámez, para liberarlo de la custodia con el fin de que estuviera con su hija moribunda. Las autoridades lo pusieron en un avión con un boleto de ida y vuelta desde Texas, donde volverá a estar detenido. Tenía 14 días para despedirse de Heydi.

Gámez no comprendía completamente que su hija estaba con muerte cerebral hasta que la vio.

“Mi querida, mi querida, por favor”, dijo en voz baja, mientras le acariciaba la cabeza. “Por favor, si ves una luz, no vayas hacia ella, por favor”.

“Estoy aquí, te amo”, susurró.

Gámez pasó la noche a su lado, mientras sus esperanzas de que pudiera despertarse se desvanecían con cada pitido del monitor. Por la mañana, la gravedad de la condición de Heydi lo había hundido.

Gámez planea autorizar hoy al equipo médico para que le quiten el sistema de soporte vital a su hija. Para ese momento, habrán pasado juntos sus últimos cuatro días de vida.

 

MJP