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“No sabe que soy su madre, esa es la parte más difícil": un hijo desaparecido vuelve a casa

Las comunidades kurdas ubicadas en la “zona segura” de la frontera entre Turquía y Siria demandan un constante abuso de autoridad por parte de militares

Escrito en MUNDO el

Luego de más de un año de que Aras hubiera desaparecido, Amina había perdido toda esperanza de encontrar vivo a su hijo, hasta que una vecina le dijo que en una publicación de Facebook pedían que fueran a buscarlo a un hospital. Aras fue torturado por militares que cuidan la “zona segura” de Turquía establecida en su frontera con Siria.

Una de sus orejas había sido cortada en tres partes y presentó graves heridas en su cavidad y área anal pues fue sodomizado con un objeto punzocortante, explica Amina, además de afirmar que las historias de todos los días sobre secuestros, asesinatos y torturas contra integrantes de la comunidad kurda.

La operación militar iniciada en 2016 por el gobierno turco denominada "Escudo del Éufrates" y con la que se logró la expulsión de miembros del autodenominado Estado Islámico (EI), ha derivado en una constante violación de los derechos humanos, principalmente de las comunidades de refugiados sirios de origen kurdo, quienes acusan abusos por parte de militares. Esta zona se ubica en la ciudad de Afrin y desde marzo de 2018 es controlada por las fuerzas turcas de la operación "Rama de olivo".

"Ejecuciones, saqueos y el bloqueo del regreso de personas desplazadas a sus hogares son evidencia condenatoria de por qué las ''zonas seguras'' propuestas por Turquía no serán seguras", dijo Sarah Leah Whitson, directora para Medio Oriente de la ONG Human Rights Watch para BBC Mundo.

EL REGRESO DE ARAS

"Primero nos fuimos de nuestro pueblo natal, Qastal Jendo, a Azaz y, después de que esta fuera invadida por facciones, fuimos a Afrin", recuerda Amina Hameed.

Al percatarse de la desaparición de Aras, su madre se dirigió a Qastal Jendo para tratar de obtener información sobre su paradero, pero fue recibida con insultos y amenazas de sufrir el mismo destino que él. 

Encontrar un zapato de Aras en su terreno acabó con la idea de volver a verlo con vida. Entonces supo de la publicación en Facebbok y perdió el conocimiento. Aras había sido encontrado tirado al lado de una carretera en Azaz y trasladado al hospital de Alepo.

Fue uno de los tíos de Aras quien hizo los preparativos para recogerlo del nosocomio y llevarlo de vuelta con Amina. 

El hombre de 30 años llegó acurrucado como un bebé, recuerda su madre. Había perdido mucho peso, además de que su rostro era casi irreconocible. “Me lo trajeron como un trozo de carne”, dijo, al apuntar que en aquel momento volvió a desmayarse y romper en llanto. 

Aras tuvo que permanecer en un hospital estatal durante meses para recibir tratamiento debido a las heridas y quemaduras causadas por la tortura.

Pese a ello, actualmente solo puede sentarse si cruza las piernas. No puede caminar sin ayuda y la mayoría del tiempo la pasa recostado boca arriba. "Si no lo alimentara o le diera agua, estaría días y días sin nada", comenta Amina, quien le cambia el pañal a su hijo de tres a cuatro veces al día, pues perdió la capacidad de controlar sus esfínteres.

(Amina y Aras. Foto: BBC Mundo)

 

"Pierde el control si no toma pastillas para estar tranquilo. Intenta golpearme y empujarme. No sabe que soy su madre. Esa es la parte más difícil", detalla desde el campo de refugiados en Tal Rifaat donde actualmente vive con Aras y su esposo.

Por su parte, los funcionarios turcos aseguran que los problemas que tienen no son con la comunidad kurda sino con el Partido de Unión Democrática (PYD) y el de Unidades de Protección Popular (YPG), ambos considerados por la autoridad turka como extensiones del proscrito Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK).



djh