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"Mis padres dirigían un imperio pornográfico en secreto"

No solo era un lugar para adquirir pornografía, también era un refugio para la comunidad gay y todo un negocio contracultural

Escrito en MUNDO el

Los Mason se presentaban como una familia modelo, sin embargo, detrás de esta imagen había un negocio que, para aquellos años –los ochenta–, no era del todo presumible: un imperio de pornografía, principalmente homosexual.

Por cuestiones del destino, Karen y Barry Mason protagonizaron una de las principales tiendas para adultos de Los Ángeles y todo Estados Unidos.

Ambos judíos, se conocieron en una noche para solteros y sus tres hijos acudían a los ritos del Sabbat.

Karen había sido periodista de reconocidos diarios en Chicago y Cincinnati. Barry había trabajado como ingeniero de efectos especiales para películas como "Star Trek" y "2001: Odisea en el espacio".

Sin embargo, ambos se quedaron sin trabajo y ante la necesidad de sacar a delante a la familia, comenzaron un nuevo y polémico proyecto.

Karen leyó un anuncio de trabajo en el periódico Los Ángeles Times buscando alguien que distribuyera la revista pornográfica Hustler y otras mercaderías producidas por el magnate del porno Larry Flynt.

Así incursionaron a la industria del porno. El negocio era fructífero, en las primeras semanas recibieron 5 mil pedidos tan solo en Los Ángeles.

Hustler era una revista de porno heterosexual, pero Flynt también incursionó en el negocio del porno gay. Sin saberlo, estas publicaciones comenzaron a tener éxito.

El verdadero triunfo vino cuando el dueño de Book Circus, la tienda de productos homosexuales más famosa en Los Ángeles, se metió en problemas financieros, entonces los Mason se hicieron cargo de la tienda.

La renombraron Circus of Books (El circo de los libros), continuando con su legado, pero ahora convirtiéndose en un refugio y un lugar de encuentro para la comunidad gay, en una época donde eran duramente discriminados.

Los Mason sacaron adelante a sus hijos con los ingresos de su tienda, sin embargo, siempre mantuvieron al margen de esta su negocio.

Sus hijos, Micah, Rachel y Josh, tenían prohibido, cuando visitaban la tienda, mirar o tocar los productos, tampoco podían decirles a sus amigos el nombre de la tienda.

"No queríamos que supieran lo que hacíamos. No hablamos del negocio familiar. Lo que le decíamos a la gente era que teníamos una librería", dice Karen.

Sin embargo, a la larga sus hijos se enteraron el tipo de negocio del que se encargaban sus padres. Micah, el hijo mayor, encontró un video porno en el asiento trasero del carro de Karen. A Rachel le revelaron el secreto unos amigos de la familia.

"Pensar que mis padres hicieran algo contracultural era lo opuesto a la imagen que yo tenía de ellos", refiere Rachel.

"Hay cierto nivel de convencionalismo en mi familia. Nos esforzábamos por lucir como una familia perfecta", añade Josh.

El éxito fue tal que la pareja comenzó a  producir videos de porno homosexual, con la estrella Jeff Stryker.

Sin embargo, no todo fue miel sobre hojuelas. El entonces presidente Ronald Reagan inició una postura contra el negocio de la pornografía, misma que calificó como una “forma de contaminación”.

Empezó así una persecución contra la industria pornográfica, siendo los Mason uno de los blancos del gobierno de Reagan.  

La familia tuvo sus precauciones, solo vendían contenido pornográfico a clientes consolidados, hasta que uno de los empleados cometió un error, entregando tres películas a un cliente nuevo. Se trataba de un infiltrado del Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés).

Los policías realizaron una redada en la tienda y acusaron a los Mason de transportar material ilegal y obsceno en varios estados que les podía costar cinco años de prisión e innumerables multas.

La pareja se defendió bajo la Primera Enmienda, que garantiza la libertad de expresión, y enfatizó en los graves efectos que la rígida pena podría tener en la familia. Evitaron la prisión y la tienda permaneció abierta.

A pesar de estar relacionados durante tanto tiempo con la comunidad gay de Los Ángeles, en casa nunca se conversó sobre sexualidad, ni diversidad.

Por ello, cuando dos de sus hijos se dieron cuenta de que eran homosexuales, fue difícil contárselo a sus padres.

Rachel ocultaba su vida a sus padres, iba a clubes homosexuales, a shows de drags e incluso llevó al baile de la preparatoria a otra chica. Nunca salió del clóset de foro oficial, pero cuando la familia se enteró no les sorprendió, lo relacionaban con la vida rebelde y artística que la chica llevaba.

Lo que no esperaban era el anuncio de Josh, el hijo más pequeño quien cargaba siempre sonre sus hombros las mayores aspiraciones de su madre. Un día antes de irse a la universidad dejó un mensaje sobre la mesa y esperó lo peor.

Los Mason, principalmente Karen, no estaba preparada para asumir que tenía hijos homosexuales. Lo procesaron y los aceptaron.

"Me uní a la organización de Padres y Amigos de Lesbianas y Gays (PFLAG, por sus siglas en inglés). Necesitaba comprenderlo y aceptar que las expectativas de los padres sobre sus hijos reflejan más sobre los padres que sobre ellos. Me di cuenta de que tenía algunas ideas sobre los homosexuales que necesitaba cambiar".

Ambos padres acabaron convirtiéndose en embajadores de PFLAG para ayudar a otros a entender la sexualidad y la variedad de géneros de sus hijos.

Todo lo que sube tiene que bajar, el negocio de los Mason acabó debido a la llegada del internet y el fácil acceso que este ofrecía.   

Sus dos tiendas en la urbe, en Silver Lake y West Hollywood, cerraron en 2016 y en febrero de este año, respectivamente.

"Cuando esa (última) tienda cerró, las reacciones de la gente fueron increíbles. Las personas caminaban y se ponían a llorar frente a la puerta", cuenta Rachel.

Muchos clientes y empleados lamentaron el cierre de lo que una vez fue su único lugar seguro y una parte de la historia homosexual de Los Ángeles.

Con información de la BBC

rgg