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"Mi padrastro me violaba desde los 6 años; me hartó y lo maté"

Pasan desapercibidas y generan confianza, por ello son más letales, así son las mujeres pandilleras que ocupan el doble papel de víctima y victimaria

Escrito en MUNDO el

Teresa tenía 12 años, la mitad de su vida la había pasado bajo el yugo del abuso sexual. Su padrastro era su violador, su madre no hacía nada al respecto, sólo fumaba crack.

Por ello, un día se hartó, tomó un cuchillo y mató a su padrastro. Ese fue su primer asesinato, pero no sería el último.

Fue recluida a un penal de menores tras el crimen. Desde ese momento y hasta hoy, con 27 años, Teresa se ha pasado de cárcel en cárcel.

Es una de las pocas pandilleras de El Barrio 18, el cual, junto a la Mara Salvatrucha 13 son las dos principales pandillas que aterrorizan al triángulo norte de Centroamérica, formado por El Salvador, Guatemala y Honduras.

Dentro de la pandilla, las mujeres no ocupan un rol principal, incluso es muy raro que una fémina esté dentro de la organización criminal y las que llegan a estar viven una doble vida de víctima y victimaria, pues llegan a ser consideradas propiedad y no parte del grupo delincuencial.

Teresa comenzó su acercamiento con El Barrio 18 gracias a su madre, quien formaba parte del clan.

Su labor era vender drogas dentro de las escuelas, lo que su complexión de metro y medio, más la ayuda de un uniforme, le facilitaba el ingreso.

Luego fue reclutar a los jóvenes, sobre todo de la calle. Les ofrecía lo que les hiciera falta para así ganar su confianza a tal grado que hicieran todo lo que les pidieras, hasta matar.

También “caminaba” a los enemigos de la pandilla, es decir, los llevaba a un lugar donde otros miembros de El Barrio 18 lo asesinarían.

Dicho “encargo” es la especialidad de las mujeres, pues su papel de sumisas y discretas elimina cualquier sospecha.

Como todo miembro de pandilla, Teresa tuvo un ritual de iniciación, el cual consiste en soportar una paliza propinada por varios miembros de la misma durante 13 segundos, si se trata de la Mara Salvatrucha, o 18 segundos si es el Barrio 18.

Otro de los ritos de iniciación que las pandillas centroamericanas realizan de forma particular a las mujeres es mantener relaciones sexuales con varios miembros del grupo durante un periodo de tiempo similar y se le conoce como "el trencito".

Teresa asegura que, como si fuera una droga, cuando matas, siempre quieres volver a hacerlo. Se vuelve vicio.

Recuerda un encargo que realizó dentro de un penal donde estuvo recluida, tenía que matar a otra presa de la pandilla contraria.

Apenas le ordenaron asesinarla, y aunque no la conocía, ya tenía un sentimiento de odio contra ella.

Teresa dice no sentirse culpable o arrepentida de los asesinatos que ha realizado. De lo único que indica no volvería a hacer es llevar a sus hijos a las “misiones”

Porque Teresa tiene dos hijos, una niña de 10 años y un niño de 8, a quienes tuvo con otro pandillero, que también está preso.

En una ocasión “caminó” a un taxista que no pagó una extorsión a la pandilla. Se subió al vehículo con su hija en brazos, se sentó en la parte de atrás del vehículo. Lo mataron a balazos, ruido al cual se acostumbró la niña, ya no lloraba al oírlos.

Actualmente se encuentra presa el Centro de Orientación Femenino (COF), una prisión para mujeres ubicada en la finca El Pavón, en el municipio de Fraijanes, a 21 kilómetros de Ciudad de Guatemala.

Teresa cumple una pena de 198 años por una serie de asesinatos y otros cargos como extorsión.

Sin embargo, eso no significa que estés fuera de la pandilla, incluso, ningún escenario te pone fuera de la organización criminal, sólo que estés muerto.

Con información de la BBC

rgg