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“Mamita, perdóname”: Paola se suicidó tras sufrir violación en la escuela

Un docente de la escuela en la que estudiaba la menor abusó de ella, incluso la embarazó y obligó a que abortara, al final decidió suicidarse

Escrito en MUNDO el

El sonido del teléfono alertó a la familia Guzmán Albarracín, la llamada provenía de la escuela, las autoridades escolares le hicieron saber a Petita Albarracín que su hija Paola Guzmán había tomado algo y que estaba grave. Era el 12 de diciembre del 2002.

Petita acudió a la escuela Martínez Serrano, en Guayaquil, Ecuador, donde estudiaba Paola. Afuera del colegio un grupo de niñas lloraba, la madre se siguió hasta llegar a al rectorado donde vio a su hija.

“Ahí vi como en un callejón a mi hija tirada en una butaca. En ese momento el vicerrector se acerca y me dijo: 'Coja a su hija y llévesela'.".

Petita escuchó quejarse a su hija: “Mamita, mamita, perdóname”. Paola fue llevada a un hospital, en la escuela no recibió atención médica.

Una doctora le dijo a la mujer que Paola había tomado “diablitos”. Se trata de unas pastillas que contienen  fósforo blanco inorgánico en una concentración promedio de 20 mg por tableta, una dosis 50 a 60 mg es letal. La joven de 16 años había tomado 11 pastillas.

"¿Por qué lo hiciste? ¿Algún enamorado? ¿Qué paso?”, preguntaba Petita a Paola: “No mamá, no es nada", le respondía.

Durante un día estuvo internada, la llevaron a terapia intensiva cuando los dedos comenzaron a ponerse morado, murió el 13 de diciembre del 2002.

Paola vivía con su hermana pequeña, su madre y abuela; era calificada por su familia como una niña muy alegre, amorosa, querida por toda su familia y llena de sueños.

Quería ser secretaria y conocer Nueva York, en Estados Unidos.

Los cambios en Paola comenzaron en octubre 2002, su madre le preguntaban qué le pasaba, ella respondía que nada.

“Me di cuenta (de que algo pasaba) por unas llagas que le salieron (en el cuerpo). El médico me dijo que era psoriasis, que esa enfermedad brota cuando alguien tiene problemas o preocupación".

Petita seguía en la clínica, recién había fallecido su hija, cuando un periodista entró preguntando por la mamá de Paola.

“¿Quién es la mamá de Paola? Señora, usted tiene que denunciar a Bolivar Espín, el vicerrector de la escuela, porque una compañera me llamó y me contó todo. Este hombre la acosaba, la violó y la embarazó”.

La madre de la menor quedó sorprendida, el cuerpo de Paila ya estaba en manos de los forenses, ellos se encargarían de averiguar si su hija estaba embarazada.

El forense le hizo saber a Petita que su hija no estaba embarazada, sin embargo, sí lo había estado antes, Paola le había enseñado a una de sus compañeras una prueba positiva de embarazo realizada en un laboratorio particular.

Paola le había contado sus amigas que estaba embarazada del vicerrector, este al enterarse obligó  a la menor a abortar, sin embargo, en la clínica que le realizaron el aborto, el médico le condicionó el servicio a cambio de sexo. La menor volvía a ser víctima de un crimen sexual.

"El abuso que tuvo mi hija lo vivió ahí (en la escuela). Lo sabía el rector, las autoridades, los profesores, el alumnado, las compañeras y no me dijeron nada. Todos los sabían".

Paola escribió dos cartas póstumas, una para su madre otra para Bolívar Espín, esta última misiva sostenía que la menor sufría por culpa del vicerrector.

"Él abuso de su confianza. Ella tal vez lo vio como un superior, como un profesor. Pero él abusó, la manipuló. Mi hija tenía 16 años y este hombre tenía 65. Eso no es amor. Cuando ella estaba ahí tirada él tuvo que haberla amenazado para que no nos dijera nada. Eso ella se lo llevo a la tumba".

Entonces, Petita comenzó la eterna batalla legal contra Espín, una disputa en la que el Estado ecuatoriano la dejó sola.

"Yo era una mujer pobre. Tuve que buscar abogados. Fui a la Defensoría del Pueblo, me apoyaron dos meses y me dejaron abandonada […] Fue una lucha terrible. Hice todo lo posible por mandarlo preso: fui a la fiscalía, al juzgado, hubo mucha humillación. No me atendían y los papeles los tiraban. 'Aquí no va a haber justicia, yo no puedo estar aquí', pensé".

En 2003, se inició una investigación en la fiscalía del Guayas, en el oeste de Ecuador, donde la defensa de Petita solicitó la prisión preventiva contra Espín, pero el juez negó el pedido.

Ese mismo año, la madre presentó una segunda demanda contra el vicerrector por daño moral ante la instigación al suicidio de su hija.

Para 2004, la justicia dictó una orden de prisión preventiva contra Bolívar Espín pero éste se fugó.

Bolíver Espín fue llamado a juicio por los delitos de acoso sexual e incitación al suicidio. Sin embargo, tampoco apareció.

En 2005, el vicerrector fue sentenciado a pagar una indemnización de 25 mil dólares por la demanda de daño moral presentada por la madre de Paola.

Aun así Espín siguió sin comparecer ante la justicia hasta que los delitos imputados en su contra prescribieron.

La única “victoria” para Petita fue que Bolívar Espín dejara de ser vicerrector de la escuela donde Paola estudiaba.

"Nosotros agotamos todas las instancias. Hice lo que más que puede hacer una madre. Lamentablemente en Ecuador no se hizo justicia […] Él está libre y vivo, mi hija no. Trabaja en colegios particulares donde no lo conocen"
.

El caso de Paola, aparentemente, no fue el único protagonizado por el vicerrector, Lita Martínez, directora del Centro Ecuatoriano para la Promoción y Acción de la Mujer (CEPAM) de Guayaquil y abogada de Pepita, aseguró que hay más adolescentes que fueron abusadas por Bolívar Espín y que tuvieron que ser cambiadas de colegio.

“Una profesora había informado a las autoridades de Educación que este señor la había encerrado en una habitación, había tocado su cuerpo, la había acosado, pero no se hizo nada. Hubo un silencio cómplice de todas las autoridades".

El caso de Paola Guzmán llegó hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), donde Ecuador pidió disculpas a Pepita Albarracín y a su otra hija Denis.

"Como representante del estado ofrezco a la señora Petita Albarracín y a Denis Guzmán las disculpas públicas por aquellas acciones u omisiones del Estado ecuatoriano que hayan ocasionado violaciones a los derechos de Paola Guzmán", dijo María Fernanda Álvarez, abogada representante del Estado de Ecuador.

Petita Albarracín junto al Centro Ecuatoriano Para la Acción y Promoción de la Mujer (CEPAM) de Guayaquil presentaron el caso en la CIDH porque no encontraron la justicia que buscaban en Ecuador.

Sin embargo, los representantes de Ecuador no reconocieron responsabilidad en el caso de Paola.

"Yo espero de esta Corte haga lo que no ha hecho mi Ecuador porque no me dieron protección. No hubo justicia. Se lo dejo en manos de Dios y en su corazón", dijo Petita ante la CIDH.

Se prevé que la corte emita su fallo sobre este caso en un año. Hoy, Paola tendría 33 años de edad.

Con información de la BBC

(Rodrigo Gutiérrez)