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“Mamá, me vendieron”: así es el tráfico de esposas en China

Cuando tenían 16 años, Nyo y Phyu buscaron un trabajo, les ofrecieron trabajar como meseras, pero era un engaño, terminaron casadas con dos completos extraños

Escrito en MUNDO el

Nyo y Phyu habían terminado la escuela, querían conseguir un trabajo más allá del puesto militar que Mongyai, una aldea de Birmania, le podía ofrecer.  

Entonces, Daw San Kyi, una vecina de ambas jóvenes de 16 años en ese entonces, les ofreció un trabajo de meseras en la frontera de Birmania con China.

Las menores aceptaron, su vecina tenía una relación con Daw Hnin Wai, quien tenía la casa más bonita de la aldea, por ello la oferta de trabajar como meseras parecía prometedora.

Era julio de 2018, una furgoneta llegó temprano a recoger a ambas menores. Durante el viaje, Phyu se mareó, por lo que San Kyi le ofreció una serie de pastillas para que se sintiera mejor, una rosa y tres blancas.

El medicamento provocó que Phyu tuviera lagunas del viaje, por si fuera poco, le inyectaron algo en el brazo.

Nyo, por su parte, se negó a tomar las pastillas, por ello sus recuerdos son nítidos, sin embargo, algunos son confusos.

Durante el viaje se registraron lluvias fuertes, mismas que provocaron, según les relató la vecina, el cierre del restaurante a donde supuestamente iban a trabajar.

Entonces comenzaron las sospechas. Continuaron viajes en automóvil e incluso en barco. Pasaron 10 días de camino y la idea de trabajar en un restaurante se volvió cada vez más lejana.

Nyo y Phyu fueron encerradas en una habitación, sus celulares no tenían señal, intentaron escapar pero no sabían a donde ir. Estaban secuestradas.

Encerradas, varios hombres de origen chino fueron a verlas, algunos hablaban sobre Nyo, otras sobre Phyu.

“Tenía el presentimiento de que me estaban vendiendo, pero no podía escapar”, dijo Phyu.

Ninguna recuerda haber cruzado la frontera, pero de pronto estaban en China, fueron separadas y su predicción se había cumplido, fueron vendidas a dos hombres quienes las compraron para ser sus esposas.

Phyu fue llevada a Xiangcheng, su esposo era un hombre identificado como Yuan Feng de 21 años, cinco años mayor que él.

Con una app de traducción, Yuan intentaba comunicarse con Phyu, pero ella se negaba a hablar con él.

Su vida pasó a estar encerrada en una habitación solo con una televisión. En las tardes, su “esposo” le inyectaba algo en el brazo y después la obligaba a tener sexo.

Resignada, Phyu fingió se feliz y él, en consecuencia, dejó de inyectarla, pero la seguía a todas partes cuando salían de casa, hasta al baño.

Una noche, cuando su “esposo” estaba borracho, tomó su teléfono y llamó a su madre, ella había aprendido la contraseña del celular.

“Me vendieron, mamá”, dijo Phyu a Daw Aye Oo, su madre, quien se dijo contenta de oírla, pero sabía que no era la misma.

 

“Antes de que esto pasara, Phyu era muy feliz y activa”, dijo Daw, “pero le dieron algo para hacerla olvidar y para activar su sexualidad. La golpearon. Ella no sabe que está arruinada”.

Por su parte, Nyo fue comprada por su “esposo” Gao Ji, la tenía encerrada en una habitación sin internet y recibía constantes maltratos.

Como pasó el tiempo, Ji comenzó a confiar en Nyo, a quien le permitió utilizar redes sociales como WeChat, la principal plataforma en China.

Entonces, en secreto Nyo filmó lo que pudo para saber dónde estaba, activando la geolocalización, vio que cada fotografía y video que tomó estaba en Xiangcheng, el mismo lugar donde estaba Phyu.

La casa donde Nyo vivía era muy grande, con el espacio suficiente –dijo– para que los padres de Gao no pudieran escucharla gritar cuando él abusaba de ella. Como consecuencia de los abusos, Nyo quedó embarazada.

Ella siempre pensó que era rico, pero son los hombres chinos más pobres quienes suelen comprar como esposas.

Cada una de las mujeres fue comprada por alrededor de 26 mil dólares, es decir, poco más de 500 mil pesos.

A través de un operativo en cubierto por redes sociales, Myo Zaw Win, policía de Shan, logró liberar a ambas menores y los “esposos” detenidos.

Mientras que San Kyi, la vecina que según las chicas las secuestró, ahora está en la cárcel en Lashio. Hnin Wai, la otra mujer que se cree que es una traficante local, se fugó.

Nyo, embarazada, pensó en poner en adopción a su hijo, pero cuando nació, decidió quedarse con ella.

“Quería darla en adopción, pero la miré y la amé, aunque tenga los labios de ese animal chino”.

Los casos de Nyo y Phyu fueron dados a conocer por The New York Times, donde detallan que no son los únicos y ponen sobre la mesa las razones detrás de este delito. 

Hay dos consecuencias del “tráfico de esposas”, una está claramente en China y otra en Birmania.

La política de hijo único de China evitó que la sobrepoblación de este país asiático, pero también provocó la disminución de mujeres en el país asiático, debido a que las familias realizaron abortos selectivos y usaron otros métodos para que su único hijo fuera varón.

En el punto crítico del desequilibrio demográfico chino, en 2004, nacieron 121 niños por cada 100 niñas, según cifras del gobierno.

En reacción, los hombres chinos han comenzado a importar esposas de países cercanos, a veces a la fuerza.

“El tráfico de esposas es muy común en el estado de Shan, pero solo una pequeña parte de la población está verdaderamente consciente de que existe ese tráfico de personas”, dijo Zaw Min Tun.

Alrededor de 21 mil mujeres y niñas del norte de Birmania fueron obligadas a casarse en tan solo una provincia de China de 2013 a 2017, según un estudio de la Escuela de Salud Pública Bloomberg de la Universidad Johns Hopkins y de la Asociación de Mujeres Kachin de Tailandia.

Mientras que en Birmania, la guerra civil es la consecuencia, de acuerdo con Lauh Khaw Swang, coordinador de los proyectos de Género y Desarrollo de la Fundación Htoi en el estado de Kachin, al lado de Shan.

 

 

Con información de The New York Times

rgg