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Esposados y sedados, la verdad oculta del rescate de niños en Tailandia

A los padres y la prensa les dijeron que a los niños les enseñaron a bucear, pero en realidad los sedaron y esposaron para poderlos sacar

Escrito en MUNDO el

Tenían días de estar atrapados en la oscura cueva, cuando los niños del equipo de futbol Wild Boars y su entrenador fueron encontrados. En ese momento recuperaron la esperanza, cuenta la historia revelada por el británico Liam Cochrane en su libro La Cueva.

Ahora tenían comida y cuidados médicos, pero lo más importante es que tenían la compañía del Dr. Pak y tres elementos de las fuerzas especiales tailandesas mejores capacitadas: los SEAL.

Antes de la llegada de estos especialistas, la vida de los niños era solamente cavar, dormir y jugar, pero todo envuelto de un sentimiento de aislamiento y preocupación.

Al llegar, los rescatistas tenían que actuar rápido. En esos días, se pronosticaba que el nivel de dióxido de carbono aumentara y que en pocos días caerían las próximas grandes lluvias, lo que significaría una sentencia de muerte; al llenarse las cuevas de agua.

Optaron por la opción más peligrosa: sacar a los niños buceando. Uno de los expertos fue claro y comentó a sus compañeros que o buceaban y rescataban a la mayoría de los niños, o buscaban otra alternativa, lo que podría significar que todos mueran.

Para que los padres, y el mundo que observaba atentamente el rescate, estuvieran tranquilos, se les dijo que a los niños los estaban enseñando a bucear. Los medios de comunicación informaron que cada uno estaría atado a una manguera de aire y nadarían con un buzo de rescate al frente y uno detrás. Pero nada de esto era cierto.

Los rescatistas, que para entrar a la zona de la cueva donde estaban los niños tuvieron que bucear, sabían que los niños no lograrían salir por su propia cuenta, por los diversos obstáculos de piedra que había.

La única opción que vieron fue sedarlos y ponerles máscaras de oxígeno selladas con silicón en sus caras y dejar que los especialistas en buceo los sacaran.

Inmediatamente se presentó el primer problema: sólo cuatro máscaras con las que contaban eran de la talla de los niños.

Para la tarea de sedarlos, fueron llamados traídos de Australia a la zona del rescate el Dr. Richard Harris, un anestesista conocido por todos como el Dr. Harry, y su amigo y compañero de buceo Craig Challen, un veterano retirado.

Los rescatistas tuvieron que pedir para los australianos inmunidad diplomática, pues el riesgo de que niños murieran era latente.

Todo estaba listo para el rescate, pero un hecho afectó el ánimo de todos. Saman Gunan, un antiguo SEAL de 37 años, se propuso para llevarles tanques de oxígeno de repuesto.

Gunan entregó los tanques, pero nunca regresó. Encontraron su cuerpo flotando en el agua con la boquilla del tanque de oxígeno separada. Nadie sabe lo que pasó. Si esto pasó con un profesional, se preguntaban, ¿podrían salvarse los niños?

Una prueba que realizaron elementos SEAL de la Armada tailandesa y buzos británicos en una alberca cubierta y utilizando a tres jóvenes con un tamaño similar al de los niños, trajo el optimismo de vuelta.

El Dr. Harry, tras horas de deliberarlo, decidió que usaría tres drogas para que los niños estuvieran seguros en las tres horas que duraría el rescate:

-      Xanax, en pastilla, para calmar su ansiedad y miedo

-      Ketamina inyectada, para ponerlos a dormir

-      Atropina, para que se redujera la saliva de los niños y no los ahogara

El único problema de este coctel era la Ketamina, pues su efecto duraba solamente una hora. Los especialistas determinaron que tendrían que volver a inyectarlos bajo el agua para ponerlos a dormir de nuevo.

Los niños no lloraron cuando les dijeron cómo sería su rescate. Ellos lo aceptaron; solamente querían salir.

Antes de comenzar la operación, los niños escribieron mensajes a sus padres, en caso de que algo pasara.

No se preocupen por nosotros. Cuando salgamos queremos llegar a casa de inmediato. No nos den demasiada tarea”.

El primero en salir fue Note, de catorce años. Él se puso el traje de baño y se tomó la pastilla, suministrada por el doctor Pak, para relajarse.

Luego le inyectaron el resto de drogas, y Note quedó inconsciente. Le pusieron el equipo de buceo y un tanque de aire, conectado a una máscara que le cubría el rostro. Luego de unos segundos, Note comenzó a respirar con normalidad.

Para asegurarse que no se moviera y se quitara la máscara en caso de despertarse, los buzos lo esposaron.

Con mucho cuidado de no golpear al niño con estalactitas y rocas para que no se despertaran o se les cayera la máscara, los buzos lo llevaron a la salida, entre el laberinto rocoso.

Del otro lado, rescatistas lo esperaban. Note estaba respirando y vivo. El plan funcionó.

Así repitieron el proceso con los otros doce niños.

Hicieron todo lo correcto para que pudiéramos rescatarlos. Nunca vi un gemido o una lágrima en sus ojos. Eran jóvenes muy tranquilos, fuertes y decididos”, comentó el socorrista Chris Jewell.


cmo